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Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan

Documental Combinando imágenes de archivo inéditas de la banda y de la propia familia de MacGowan, junto con animaciones de, entre otros, el ilustrador Ralph Steadman, "Crock of Gold" es una celebración del poeta punk irlandés Shane MacGowan, cantante y compositor principal de The Pogues. Un documental producido por Johnny Depp.
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
16 de julio de 2021
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay tipos que lo han experimentado todo, han conocido la gloria y el infierno, descendido al abismo, vivido siempre a su manera, y aún les quedan fuerzas para contarlo. Shane MacGowan aparece postrado en una silla de ruedas y con un triste hilo de voz. No parece que tenga muchas ganas de hablar, aunque tampoco importa. Forma parte del personaje. Julien Temple nos relata la existencia de este hombre peculiar, desde sus orígenes humildes en Irlanda, su época rebelde en Londres, el descubrimiento del punk, su etapa con The Pogues y la ruina final.

El documental viene apadrinado por Johnny Deep, amigo del músico, siempre interesado por estas personalidades al límite, con ramalazos de locura e impulsos autodestructivos, y (esto quizá no sea tan evidente) en posesión de una mente privilegiada. Porque Shane es un poeta y ha escrito letras de canciones imperecederas, muestra cuando quiere una especial sensibilidad. El éxito le perjudicó, le agrió el carácter, le empujó aún más hacia las drogas. Asegura que volverá a andar, que atraviesa un bache creativo pero que pronto compondrá de nuevo, y uno no sabe si lo dice en serio o está bromeando.

Temple echa mano de un aluvión de recursos, desde dibujos hasta fragmentos de viejas entrevistas, pasando por imágenes de archivo. Entrevista al padre y a la hermana, y coloca al cantante junto a Gerry Adams o el propio Deep. El genio, repito, ese que aspiraba a unirse al IRA y soñaba con ser como Brendan Behan, no parece que tenga muchas ganas de hablar. No importa. Sólo verle ya resulta satisfactorio.
Jackie Daytona
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11 de mayo de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sensación que a uno le queda tras el visionado de esta película homenaje a Shane McGowan, líder y artífice de la banda irlandesa The Pogues es agridulce porque no cabe duda de que posee un magnetismo irreverente fuera de lo común, pero a su vez el deterioro físico y mental es tan importante que verle luchando por comunicarse impresiona cuando además la copia es en versión original.

El bueno de “Shane” ha hecho prácticamente de todo en su existencia, desde beberse todo el whisky de Irlanda, algo que todavía sigue haciendo, a prostituirse en los váteres de algunos centros comerciales del centro de Londres, pasando por los ácidos, la heroína y la estancia de seis meses en un psiquiátrico londinense son solo algunos de los episodios más bizarros y destacables del personaje más “destroyer” que yo he visto en una pantalla.

La amistad con el productor y amigo Johnny Depp se remonta a varias décadas atrás y sorprende el nivel de confianza y admiración que se profesan ambos pese a las divertidas puyas que se lanzan continuamente, al igual que ocurre con otra figura relevante irlandesa, Gerry Adams, auténtico artífice del homenaje que recibió Shane en Dublin y que contó con la presencia de relevantes artistas irlandeses como Bono, Nick Cave, Sinéad O'Connor o Bobby Gillespie de Primal Scream, entre otros, en la fiesta celebración de su sesenta cumpleaños.

Tristemente suena a algo mas que celebración de cumpleaños, suena a homenaje póstumo anticipado a toda una vida comprometida con Irlanda y su lucha contra la dominación británica “ Si yo no hubiese tenido una banda, habría militado activamente en el IRA “, aunque quizás seguramente haya sido mucho mas eficaz al frente de una banda como The Pogues.
kawenzotz
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17 de mayo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gran número de documentales de compositores y grupos de música famosos ha inundado el terreno de la no-ficción. Se trata de un producto que oscila entre dos formatos: la exhibición de un concierto-gira o la presentación de un personaje (o varios) de origen humilde que, inesperadamente, choca con la imprevisible ola del éxito. Es habitual invocar, en este segundo caso, a diversos (y destacados) testimonios dando fe de lo inhabitual en el inmenso talento y éxito del compositor. Y así hasta llegar al descenso del mismo (ya sea por el despeño desde la cima de la ola o por la propia muerte del protagonista). Si el grupo cuenta con la aclamación popular suficiente, ni siquiera es necesario este desenlace. En resumen, se trata de algo así como el género que ejerce la función equivalente a la del biópic en el terreno de la ficción. Hablando en plata, el comodín de las productoras para los momentos en que el saco de creatividad escasea.

Como pasa con todos los géneros, es un tipo de película ni bueno ni malo que puede realizarse con más o menos encanto. En mi opinión, los casos de The Beatthles: Eight Days a Week (Ron Howard, 2016), Marya by Callas (Tom Volf, 2017) o Amazing Grace (Alan Elliot, Sydney Pollack, 2018) son buenos ejemplos de “producto funcional” cuya valoración depende de la afinidad que sienta el espectador hacia los artistas; mientras que los títulos Searching for Sugar Man (Malik Bendjellou, 2012), Marley (Kevni Macdonald, 2012) o Amy (Asif Kapadia, 2015) trascienden a la música de los protagonistas puesto que contienen elementos interesantes de por sí. Si se me permite la cursilería, los primeros casos parecen más bien reportajes televisivos mientras que los segundos son auténticos productos cinematográficos (aun cuando ambos cuentan con los tres elementos esenciales del género: entrevistas, material de archivo y la música de sus estrellas).

Searching for Sugar Man tenía como punto fuerte un potente giro de guión. Marley contaba con aquella hipnótica fluidez en el devenir de la historia. Amy prescindía de la imagen de los entrevistados para que sus voces se diluyeran en el material de archivo. Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan debe su éxito al descaro con que Juli Temple narra la apasionante historia de su protagonista. El director describe sin pudor las experiencias del compositor: su pasión por la cultura irlandesa, su presencia en los pubs desde la más tierna infancia, su alcoholismo crónico iniciado con apenas cinco años, su simpatizante con la organización armada IRA, sus palizas (dadas y recibidas) y hasta su breve coqueteo con la prostitución. Todo ello inundado de música folclórica (popular y compuesta por MacGowan), acompañado de breves fragmentos animados y montado a un pulso vertiginoso.

Pero insisto: estamos ante un personaje espectacular. Ya desde el principio la grandiosidad de su aportación musical se manifiesta con la irrupción de un impresionante recital, brillantemente ecualizado, que convierte la música en otro inmenso personaje que envuelve toda la sala. Y uno tiene la sensación de estar en medio del concierto. El duro golpe viene cuando descubrimos al actual Shane MacGowan, postrado en una silla de ruedas, con la cabeza torcida, provisto de un cigarrillo y con la mirada perdida. Su mente permanece lúcida y sus recuerdos intactos, de modo que las observaciones que nos regala derivan en un profundo contraste de personajes (el pasado y el presente) que acaba por convertirse en el auténtico protagonista del film. Ni siquiera la presencia de personalidades tan conocidas como la del actor Johnny Depp o el político activista Gerry Adams hacen sombra a este juego de punto-contrapunto (incluso cabría decir que contribuyen a alimentarlo).

Tenemos, en definitiva, un producto que trasciende a su propio formato. Porque no solamente se desbanca de los tres “ejemplos funcionales” expuestos en el segundo párrafo. Ni siquiera creo que pertenezca al grupo de los otros tres. Más bien me parece un título con personalidad propia que solo quiere contar no tanto la historia de un personaje como la de su interacción con el brutal entorno en el que alguien (Dios, según él) lo puso. En resumen, un producto que si encaja en cualquier colectivo es casi de forma casual, tan alejado de sus compañeros (aquellos que mayoritariamente captan la atención del público gracias a la popularidad del artista retratado) que hasta consigue impregnar de pasión a sujetos tan poco afines a la música de Shane MacGowan como un servidor.
Martí
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3 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director británico Julien Temple, especializado en vídeos musicales y en documentales con algún cantante o grupo como protagonista, es el responsable de estar al frente de “Crock of Gold: A Few Rounds with Shane MacGowan”, un largometraje documental que aborda en dos horas la vida personal y profesional del compositor y cantante irlandés Shane MacGowan, el líder de la banda de música folk irlandesa con espíritu punk The Pogues, una persona polémica y reivindicativa, que nunca ha dudado en defender sus orígenes y las tradiciones irlandesas, ni tampoco oculta sus adicciones al alcohol y las drogas.

Este largometraje, que formó parte de la sección oficial del pasado Zinemaldia, en donde ganó el premio especial del jurado, nos permite conocer en la parte inicial la relación del protagonista con su familia, su vida en un pueblo de Irlanda cuando era un niño, y sus influencias para convertirse posteriormente en un ídolo de masas.
En la segunda mitad aborda su faceta profesional, con sus éxitos y fracasos, y lo hace de manera sincera, teniendo en cuenta que el largometraje sigue un orden cronológico y que está narrado por el protagonista que en la actualidad cuenta, con detalles importantes y muchas anécdotas, lo que ha sido su vida de más de 60 años. Johnny Deep, amigo del cantante y uno de los productores del proyecto, aparece en escena en el interior de un pub, acompañando a McCowan mientras se toman unas cervezas.

El largometraje tiene muchos aspectos positivos, entre ellos destaco la sinceridad del protagonista, que no oculta nada de su vida, y que en la parte inicial cuando cuenta cómo fue su niñez, infancia y adolescencia, se mezclan diferentes técnicas que nos permiten entender cómo eran esos años en la vida del que posteriormente sería un cantante de éxito, y me refiero a unas imágenes de la época, tanto familiares y otras pertenecientes a archivos públicos, y cuando no se disponía de ese material para acompañar a las palabras del protagonista o algún amigo o familiar, se recreaba la escena con unas imágenes animadas modernas obra del ilustrador Ralph Steadman de una gran calidad que recuerdan a las del cine europeo actual del género, principalmente el francés y el centro europeo. En la segunda mitad, cuando se había formado el grupo The Pogues, lo que vemos son imágenes y vídeos de conciertos en grandes escenarios, actuaciones en programas de televisión y los videoclips de sus temas más conocidos. Al mismo tiempo vamos escuchando los diferentes temas compuestos por el cantante con los que disfrutarán los fans del grupo, y que permitirán conocerlos a los neófitos en este grupo tan importante, tanto a nivel musical, como social y político en la Irlanda y el Londres de la década de los 80.

LO MEJOR: Contar muchas cosas en dos horas.
LO PEOR: Tiene un parón en la parte central.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
WILLY74
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12 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy fan de "The Pogues" y de la figura de Shane MacGowan, independientemente del amor incondicional hacia su música y peripecias en la vida, el documental me parece excelente.

Nos conduce por la vida desastrosa pero romántica de Shane, no abusa de del uso de las canciones de la banda, aunque la música en ocasiones es hilo conductor.

Ya conocía rasgos de la vida del protagonista, pero me ha descubierto muchos que sin duda me han sorprendido y emocionado. Indispensable para seguidores de esta mítica figura del punk/rock/folk irlandés
rebeli0n
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