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Rocambola

Thriller Dante es un ladrón profesional que sobrevive a base de pequeños trabajos muy bien escogidos. Su nuevo objetivo es un caserón aislado y que él cree que estará vacío. Pero en esa incursión va a descubrir que no está solo en el interior de la casa. Repentinamente se encuentra de frente a una extraña pareja cuya reacción no es otra que invitarle a desayunar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
11 de junio de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2013, el director conquense Juanra Fernández debutaba en el largometraje con Para Elisa, un intento de cine de terror que no encontraba nunca su tono y caía en la mediocridad. En esta web tuvimos bastante polémica con el director debido a la crítica que hice en 2014. Reconozco que mis palabras fueron bastante agresiva (tenia 24 años y llevaba muy poco en la crítica) y siempre dije que su siguiente película me gustase, haría la crítica encantado. Después de varios años y un proyecto que nunca ha llegado a estrenarse y que también me gustaría ver (De purpura y Escarlata) nos llega a través de Filmin su nueva película, rodada también en Cuenca y con un plantel interesante de actores.

La película nos presenta a Dante un ladrón profesional que sobrevive a base de pequeños trabajos muy bien escogidos. Su nuevo objetivo es un caserón aislado y que él cree que estará vacío. Pero en esa incursión va a descubrir que no está solo en el interior de la casa. Repentinamente se encuentra de frente a una extraña pareja cuya reacción no es otra que invitarle a desayunar.

Con esta premisa Fernández nos envuelve una atmosfera que nos atrapa durante la corta duración de la propuesta. Es sin duda lo mejor llevado de Rocambola, el saber mantener tensión durante su hora y veinte de metraje. Se nota que Juanra es un amante del cine y ha intentado meter un explotation de los 70 pero su principal fallo es el guión que no termina de estar pulido pese a tener un inicio prometedor. Todo se va derrumbando hasta dejarnos un desenlace totalmente frío que echa en tierra el buen inicio principal.

Otro punto que adolece la trama y que no es un problema grave es la falta de medios. Si la película hubiese tenido más presupuesto se hubiesen podido pulir cosas que desentonan en la propuesta. Pero como he dicho antes, esto no tiene que ver nada con la calidad de la cinta.

En el apartado actoral tenemos sin duda otra de las grandes bazas de la película que es la gran interpretación de Juan Diego Botto que se roba la película con el villano que tiene todos los matices de un genial enemigo. El parche en el ojo, sus chascarrillos y su puesta en escena. Rocambola se disfruta cada vez que tenemos a Botto en pantalla. El resto de actores no están a la altura. Jan Cornet es inexpresivo en ocasiones, Sheila Ponce ofrece la misma interpretación que en Para Elisa. Y las pequeñas apariciones de Elisa Matilla o Ana Álvarez no son suficientes para lo que podían haber dado de sí.

La fotografía es otro punto irregular de la trama, teniendo entre planos geniales (toda la escena inicial por Cuenca) a otros desubicados. La música de Pedro Pablo Morante Calleja cumple sin más aunque le hubiese venido bien algo más definido e identificable. 

En resumen, Rocambola mejor la anterior película de Juanra mostrando una propuesta intensa con un genial actor protagonista, pero que se hunde en su guión que va de más a menos y alguna interpretación precaria. Recomendada para vivir un rato intenso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Real Humanes
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8 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraños en una casade las afueras.
Lo mejor: La primera parte es lo mejor, donde el juego del gato y el ratón resulta más efectivo. Logra hacer una película con poquísimos recursos, una casa en las afueras y nada más, es casi teatral, ya que todo transcurre ahí y Resulta entretenida, y los actores, bah no todos, Juan Diego Botto y Jan Cornett.
Lo peor: se vuelve repetitiva y la última parte: "El infierno" es la más básica, predecible y a la vez incoherente de todas. Se convierte en el show de Saeta.
Ana Álvarez, a Ingrid, su personaje, no hay por dónde agarrarlo, nunca llegamos a saber qué siete, qué quiere o por qué carajo está ahí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manuel
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5 de junio de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Demasiadas referencias literarias para un simple pasatiempo

El título de Rocambola, según su autor, hace referencia al personaje Rocambole creado por Pierre Alexis Poison du Terrail, un ladrón de guante blanco que a modo de firma dejaba en el lugar de sus delitos una sota de corazones. Ese nombre anticipa una aventura rocambolesca y, por tanto, inverosímil y absurda. La expresión Rocambola podría ser la equivalente a aquel Rock’n’Roll que pronunciaba José Coronado en No habrá paz para los malvados, es decir, ¡Qué empiece la fiesta!

A ese detalle literario se le suma otro aún más evidente. La película se divide con rótulos en tres episodios: Paraíso, Purgatorio e Infierno. El director Juanra Fernández se sirve del orden inverso de los cantos de La Divina Comedia de Dante Alighieri para estructurar su película. Por eso, no es casualidad que el ladronzuelo protagonista se llame Dante y el pirata malvado del cuento, Saeta (Demonio). Pero todo eso, son referencias demasiado sesudas y cultas para lo que de verdad ofrece Rocambola, película enfocada al puro entretenimiento pasajero.

*Una home invasion con intercambio de papeles

Rocambola es una película de bajo presupuesto, rodada en una única localización y con apenas tres actores protagonistas. Los primeros 45 minutos son francamente divertidos. Se inicia como una home invasion que alterna con inteligencia la posición entre delincuente y víctima. Se inicia entonces el juego del escondite, una persecución donde el ratón y el gato se buscarán por el interior de una casa laberíntica.

La caracterización con un parche en el ojo de Juan Diego Botto, ya nos avanza que la cosa no es para tomársela demasiado en serio. Con un malvado que parece sacado de la portada de un cómic, se espera que la película avance por los cauces de lo histriónico. Sin embargo, a mitad de película, esa escalada se detiene y los giros de guion dejan de sorprender. El director es incapaz de generar intriga en un desangelado tramo final que también pierde la gracia inicial.

*Un divertimento cinéfilo

Se nota que el guionista y director, Juanra Fernández, es un apasionado del cine de género. Con el espíritu cormaniano de una Serie B de género explotaition de los 70, pero utilizando una planificación escénica deudora de Polanski, Rocambola hasta se atreve a «robar» un plano memorable de El Resplandor de Kubrick. No es suficiente, el guion es muy flojo, los chascarrillos de los diálogos sólo funcionan en boca de un cachondo Juan Diego Botto, pero el resto de actores parecen fuera de tono.

Sale a relucir el amateurismo de la propuesta cuando la acción acrecienta su exigencia. Rocambola va funcionando mientras mantiene el aspecto de película pequeña, de ejercicio de estilo basado en un único espacio reducido. Pura diversión cinéfila sin ninguna otra pretensión. Pero cuando intenta ser más espectacular, introducir más personajes y salir del interior de la casa, la posibilidad de crear una atmósfera asfixiante desaparece ante sus propias limitaciones.

*Conclusión

Rocambola en un thriller español que combina el subgénero de las home invasion con la comedia negra. Está escrito y dirigido por Juanra Fernández que aprovecha para homenajear a cineastas clásicos como Kubrick, Polanski o Corman. Tras un inicio bastante divertido y original, la película se cae y adolece de una falta de coherencia interna, tanto en el tratamiento visual como argumental.

Lo mejor es la interpretación de Juan Diego Botto, con parche en el ojo incluido, que saca su vertiente más divertida y macarra. También hay un par de cameos sorpresa, pero en general, el reparto realiza un trabajo bastante irregular. Si buscas una película pequeña, de bajo presupuesto y sin muchas pretensiones, puede hacerte pasar un buen rato. Si buscas algo más, no lo encontrarás.

Escrito por Daniel Farriol
Cinemagavia
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25 de agosto de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de sus muy escasos recursos, Rocambola arroja una propuesta lo suficientemente interesante y bien llevada para captar nuestro interés en toda su corta duración (83 minutos). Una doble home invasion que mantiene el talante del buen thriller salpicado de imágenes que no se cortan en mostrar el terror desde la perturbada psique de un veterano de guerra. Juanra Fernández nos cuenta la historia de Saeta (Juan Diego Botto), un exsoldado de la guerra de Iraq que, por la codicia asesina de su hermano, toma venganza adueñándose de su hogar con el fin de tomar un tesoro escondido en el mismo. Pero un joven que se gana la vida a base de pequeños golpes, Dante (Jan Cornet), modificará sus planes con su incursión de la misma casa, provocando un conflicto de intereses hilvanado por la moralidad de los dos contendientes.

El director emplea técnicas específicas para provocar ansiedad en un mismo escenario con un estilo bebedor de clásicos del suspense, donde toda la acción se condiciona por una atmósfera iniciada de incomodidad que se torna en opresión y, finalmente, en un aquelarre de insania demente azotada por el miedo y la inseguridad. Fernández tiende a perder credibilidad por los abruptos de guion anticlimáticos con los que rompe conflictos esenciales para el seguimiento veraz del argumento, pero aun con el bamboleo que produce en el mismo, sabe mantenerse. Ejemplo de ello es el inciso que realiza en la relación de Saeta y su hermano, descartado fríamente cuando se escenifica y cuando verdaderamente esperamos cierta complejidad en las interacciones y catarsis emocional. Este esquema se repite por episodios, como los de Saeta e Ingrid o la inclusión de un personaje terciario como es la cartera (Elisa Matilla), muy alejados de proporcionar nuevos ingredientes a un argumento que, llegado a cierto punto, está demasiado mascado.

Desde el planteamiento, construido de una manera impoluta por la excelsa fotografía de Juan Miguel Morante en sus primeros minutos de la Cuenca manchega, se antoja una película donde las relaciones de sus personajes, el análisis y observación recíprocos, van a sostener todo el peso del mensaje. Pero Fernández, astutamente, da un giro de tuerca para retorcer el tema de la codicia más irracional que sacude a todos y cada uno de su cámara principal de personalidades, inoculando en nosotros la duda de quién se llevará finalmente el tesoro. El mayor potencial del filme reside en un villano (aunque yo lo considero protagonista) que, aun estereotipado, conoce el camino a tomar para desentenderse de los chascarrillos típicos del maniático. Intimidante, sádico, tiránico y con nulo sentido del perdón, la misericordia o la piedad. Hasta lleva un parche en el ojo (con sentido, ya que la subtrama detrás de ese rasgo incide directamente en la construcción psicológica del personaje). Todo encarnado en las pieles del lobo, en un Juan Diego Botto que devora la película, engulle a sus compañeros de reparto y es la piedra angular de todo lo demás. Un sincero portento.

Un aspecto bastante interesante es la simbología religiosa a la que se acoge la estructuración en tres actos (o tres cantos) del guion, iniciando con un epílogo de la Divina comedia de Dante Alighieri y una metáfora de descenso a los infiernos por parte del ladrón principal de la película, también llamado Dante, que alega ‘buscar el Edén’ (presentado en el poema del italiano, en el segundo canto, en la cima del Monte Purgatorio, donde reside el ‘fuego purificador’). Todo esto no presenta un trasfondo asaz profundo y sólido como para girar la idea regente en su torno, pero funciona a modo de hilo conductor del argumento, muy al contrario de la genialidad que consiguió el excéntrico Lars von Trier con su La casa de Jack (2018). La doctrina cristiana se sigue reiterando en escenografía (la misteriosa cruz de madera que podemos contemplar varias veces en las escaleras), en los diálogos; la condición proclamada demoníaca de Saeta por sus crímenes bélicos o la mención de algo tan bíblico como la crucifixión en comparativa con las víctimas, representados como mártires, del psicópata y hasta en el apellido del mismo Saeta: Cruz. Con toda la parafernalia religiosa, Fernández reflecta el mensaje principal sobre la codicia evocando el carácter autodestructivo de dicha condición, parafraseando el versículo bíblico de Timoteo 6:9: ‘los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción.’

La música de Pedro Pablo Morante Calleja y Tórtel está seleccionada de forma pésima, habiendo resultado más adecuado para la atmósfera composiciones personalizadas de corte clásico, alejándose de los convencionalismos tópicos que pueden ofrecer las partituras de Bach o la música tecnológica moderna de Das Model que emplean. Juanra Fernández, dentro de una dirección simple, sorprende con creativos planos como algunos nadires, empleados cuando Saeta se ve acorralado retratando una perspectiva nueva de su bagaje mental, o la rotación en arco que se emplea sobre el personaje inmóvil de Ingrid (Ana Álvarez) desde un plano cenital, presentando ese momento de deformación del argumento que repercute de forma directa tanto en Dante como en Saeta. Aunque la cinta tenga un acabado gélido, consigue realizar un buen dibujo del psicópata con aires de innovación y bastante que contar donde el contrapunto más resonante es la falta de presupuesto. (6.5).
Tiggy
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7 de agosto de 2020
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Una película pequeña, de ajustado presupuesto, escaso reparto y, suponemos, contenida ambición en su recorrido comercial, es la historia que nos presenta el director Juanra Fernández. Se le adivinan buenas intenciones, pero con una propuesta tan modesta es difícil prever si su futuro está detrás de la cámara.

No es culpa suya que no haya más recursos para tirar de ellos, pero sí lo es que no explote lo poco que tiene. Nada más empezar, vemos a un ladrón que se cuela en una casa que él cree abandonada y que da lugar al resto de la trama. Comienzo sencillo, rápidamente llega la aparición de la pareja en la casa, y con ella el juego que se establece con el ladrón. Todo muy rápido y poco efectivo, el espectador que no entre en ese juego verá la película con desgana. La trama se repite sin remedio: ”abre la caja” espeta constantemente Botto; “quiero marcharme” responde Cornet sin cesar. Ese juego del gato y el ratón es lo que mueve la película, no importan las motivaciones ni el camino recorrido por los protagonistas, que se resuelven de soslayo, casi por obligación.

Y la película continúa, con la sospecha de que en cualquier momento Botto o Cornet, incluso Ponce si me apuran, son capaces de acabar con la trama de un plumazo. Evidentemente no lo hacen y no nos ahorran unos cuantos minutos de rodaje, necesarios para que el espectador vaya a hacer cualquier otra cosa lo antes posible. Solo como curiosidad, por el camino el guion ha fulminado el papel de Matilla de una forma un tanto ridícula.

Pero “Rocambola” guarda para el final su última carta, ese momento en el que cualquier película lanza sobre la mesa el as de oros dejando al espectador con un buen sabor de boca. Sin embargo, nadie enseñó a los guionistas las reglas del tute, porque para su traca final solo guarda el cuatro de bastos. La aparición sin explicación de otros personajes, la manera en la que el personaje de Botto (interpretación rutinaria, sin aristas) va resolviendo las situaciones, la llegada de la policía, y ese final del ladrón telegrafiado desde hace bastantes minutos, demuestran que a la película le faltan muchos detalles por pulir y que, por momentos, parece poco más que un proyecto de fin de curso.
Moody
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