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Gracias y favores

Drama Mac Sledge, un alcohólico vagabundo que fue en otros tiempos un cantante famoso, entra en la vida de una solitaria viuda, que vive con su hijo en la árida llanura de Texas. El problema es que Mac, antes de empezar una nueva vida, debe enfrentarse a un doloroso pasado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
10 de marzo de 2010
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras una borrachera Mac Sledge (Robert Duvall) acaba en una gasolinera, donde conoce a la dueña y a su hijo, con los que al final se acaba quedando. Esta es, en pocas palabras, la historia de "Gracias y favores", que resulta interesante ver por el magnífico Robert Duvall (justamente galardonado con el Oscar por esta película). El actor, que ya había obtenido un gran reconocimiento pr sus papeles en "El Padrino" y "Apocalypse now", pone en este film todo su empeño (de hecho fue también co-productor y escribió alguna de las canciones que él mismo canta durante la película) en la interpretación este hombre, otrora estrella del country, ahogado en el alcohol y al que la vida reserva una segunda oportunidad.
La verdad aparte de Duvall (y de la banda sonora) no me convenció demasiado ningún otro aspecto del film: ni la dirección, ni el guión, excesivamente previsible, falto de chispa y optimista, ni el resto del reparto. Si que me gustó más la imagen que da de Texas como un enorme desierto.
También hay que decir que la edición en DVD que existe en España es horrorosa, con una imagen terrible y sin subtitulos.
En conclusión, pequeña y entretenida aunque facilona y edulcorada película donde Duvall hace una excelente interpretación y que resulta especialmente recomendable para los fans de este grandísimo actor.
Carlosmotörhead
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3 de diciembre de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrañable película que nos adentra en el duro mundo del alcohol aunque no lo hace de una manera demasiado dura, mas bien ahondando en los sentimientos de unos personajes que tratan de rehacer sus vidas perdidas.
Una historia entrañable tratada con ternura donde los sentimientos afloran por instantes pues poco a poco nos va descubriendo los secretos del pasado dejando ver que el pasado de una forma o de otra siempre vuelve.
A destacar la magnifica interpretación de Robert Duvall merecedora de un Oscar, el guión también merecedor de este premio, las canciones country y los paisajes de las áridas llanuras de Texas .
En resumen merece la pena ver esta cinta entrañable y un tanto olvidada para la categoría que creo merece.
Walter Neff
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16 de septiembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque alguna vez hayas perdido el camino y te hayas manchado con actos improcedentes, fíjate como la vida, generosa, tolerante y amorosa, te abre siempre una nueva senda para que tengas ocasión de redimirte. ¿La vas a tomar para encontrar el sosiego y la esperanza?… ¿o vas a terminar tu vida entre las sombras forjando como recompensa un largo y azaroso tormento?

El que busca encuentra. El que ya sabe que necesita cambiar y se propone hacerlo, hallará los recursos necesarios para lograrlo porque la existencia siempre está a la espera de un acto reconciliatorio que nos devuelva a la luz. La meta es la Unicidad, y pase lo que pase, hasta ella llegaremos.

Mac Sledge, fue un exitoso cantante de música country que, por improcedencias del pasado, ahora tiene un presente lleno de carencias: Su esposa le abandonó, un juez le ha prohibido acercarse tanto a ella como a su hija por antecedentes de maltrato y alcoholismo, y ha dejado la música porque el entusiasmo le ha abandonado también. En busca de un nuevo horizonte, Mac ha llegado hasta la gasolinera que regenta una atractiva viuda, llamada Rosa Lee Wadsworth y cuya única compañía es la que le brinda su pequeño hijo de diez años, ya que su esposo murió durante la guerra contra el Vietnam. Como una suerte de oasis, aquel lugar va a representar muchas cosas para Sledge y quizás sea el momento de que renazca la esperanza.

Tan cotidiano y sencillo resulta lo planteado en esta historia que, los ejecutivos de la Universal perdieron toda esperanza de que pudiera resultar un éxito y el filme fue lanzado en tan solo ¡tres salas! de los EEUU. En lo personal, me dejó sorprendido el Oscar a Mejor actor concedido a Robert Duvall por este particular crédito, pero pienso que, al igual que el que también le dieran al guionista Horton Foote, éste pretendía recompensar dos fructíferas carreras que, por el conjunto de su obra, bien que lo merecían.

Este hecho y el respaldo que le dieran los cantantes de country a la labor realizada por Duvall, quien entre otras cosas compuso dos de las canciones ("Fool's waltz" y "I've decided to leave here forever") que él mismo interpretó, ayudó para que este filme se posicionara mejor, y al final, los que nos hemos animado a verlo, sentimos que en su cotidianidad y sencillez hay mucho calor humano, reluce el espíritu solidario y se demuestra de nuevo que la vida es bien pródiga con la esperanza. Da lo mejor de ti y recibirás lo mejor del mundo, es lo que nos dice la experiencia diaria.

Tess Harper tiene un afortunado debut como la intuitiva mujer que no tarda en adivinar que Sledge tiene un serio compromiso con el cambio. Ellen Barkin es la jovencita que todavía cree en el amor de su padre. Betty Buckley impone los obstáculos a ese exmarido que ya siente que le llenó la tasa. Y Alan Hubbard, es el chico al que, quizás, la vida le devuelva lo que ha perdido.

Bruce Beresford, el director australiano que se hiciera conocer con “Breaker Morant”, ha logrado un filme visualmente muy atractivo, musicalmente bastante agradable y lo mejor de todo es que, mucho más interesado en las emociones que en las acciones, ha conseguido plasmar una serie de personajes que, cuando menos, nos reconcilian con la vida… y eso es algo que siempre se agradece.

Título para Latinoamérica: “EL PRECIO DE LA FELICIDAD”
Luis Guillermo Cardona
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30 de octubre de 2009
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un “americana” mezcla de sequedad y ternura que supone casi el último buen título (al menos hasta la nada despreciable “Paseando a Miss Daisy” y despues de ella, también) de Bruce Beresford, uno de los más interesantes directores de finales de los 70 y primeros 80 asombrosa y rápidamente devaluado tras este exitoso (y hoy olvidado) trabajo, el primero tras su soberbia etapa australiana. Beresford impone su estilo sobrio y un punto árido, basado en la fuerza de una puesta en escena y una planificación precisa y sin altisonancias llamativas, sobre cualquier posible tentación melodramática en esta historia de un acabado cantante borrachín que termina por rehacer su vida tras una monumental curda al conocer a la mujer y el muchacho que regentan la gasolinera y motel en el que se ha quedad tirado. Una historia de amor tan sincera como desnudada de folletín entre dos personajes necesitados que además usa con elegancia la belleza magullada del “country”, el único “blues” posible para los blancos, de los “honky tonk heroes” a los que cantaba Waylong Jennings como simbología vital y perfecta ambientación rebosante de autenticidad, planteando con inteligencia y modestia una (otra) relectura de los códigos del “western” en su vertiente “contemporánea”. Dramática, tierna, rugosa y sobretodo profundamente americana en esa segunda oportunidad, en esa posibilidad de rechazar el pasado pese a que el pasado siempre vuelva a asomarse, siempre vuelva a revolver el polvo.
Adrián Esbilla
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19 de septiembre de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una gran película, es tan básica que mientras avanza es lógico esperar un gran golpe en la mesa, un giro en la trama que nos lleve para otro camino, algún cambio sustancial. Mientras te das cuenta que todo es muy previsible también aparece la opción de que ese continuo esperar te lleve a un final que valga la pena al menos. Pero no, no hay mucho más que la segunda vida de un músico, cantautor de country venido a menos que logra encontrar sus nuevos cimientos trabajando en una gasolinera, sin lograr dejar su pasado atrás y logrando lo que debe ser lo más grande que conseguirá jamás, que es casarse con una viuda de muy buen ver.

En todo caso, la pausa y la modorra reinan incluso cuando le da por tocar unos acordes con su guitarra. Duvall está excelso, es cierto, pero también es una verdad como un templo que las letras de las canciones que se oyen son de lo más ñoñas que te puedes encontrar en la historia de la música, son composiciones tan ridículas como los sombreros que calzan en esos bares en los que si entra un negro para pedirse una cerveza lo más seguro es que la cosa no acabe bien para él. Un Texas profundo es un Texas rural que tira de country, y es lo que vemos, pero con el añadido de una lentitud y una falta de chispa que te clavan al sofá de aburrimiento. Si te gusta la música, bien, si no te gusta, otro lastre.

Nos queda un Duvall superior, que no es poca cosa, salva los platos y evita que sea un fracaso absoluto. El tío le echa valor, eso queda claro.
Luisito
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