El murciélago diabólico

Aquí lo tenemos, Bela Lugosi envía a sus murciélagos sicarios para vengarse de la compañía que le pagó una miseria por su fórmula secreta. Su ejercito de murciélagos-águila surcará los cielos en busca del aftershave adictivo para mamíferos que el científico loco y despechado se ha encargado de poner en la yugular de sus objetivos.

Bajo esta idea tan descabellada como número de cintas hay por aquellas décadas de este particular género, me siento en la obligación de advertir que la película de Jean Yarbrough está muy por debajo de la media habitual. El guión está muy mal estructurado y muchas veces parecen conversaciones de besugos. La pareja de periodistas/detectives (no tengo muy claro qué eran, sobre todo cuando iban armados) le da un toque cómico pero no muy acertado.

Película que a día de hoy ha quedado como documento freak más que clásico entre clásicos. Si Bela Lugosi te guiña su ojo izquierdo, dirige tu mirada al cielo porque es probable que uno de sus mamíferos esté volando hacia ti.

Un Mad-doctor sensu stricto decide vengarse de sus ofensores mediante un murciélago gigante mutado por su genio científico, combinado con un masaje para después del afeitado que atrae al bicho hacia sus victimas. Delirante guión para un film del montón, con todo los clichés posibles y un Bela Lugosi hiperactuado, teatral hasta decir basta, que no encajaba con unos coprotagonistas bastante limitados en sus interpretaciones. Poco más tiene el filme. Sólo para aficionados a la serie B de monstruos.

Para su primera película, Jean Yarbrough tuvo la suerte de poder contar con un peso pesado del género de terror de la talla de Bela Lugosi, el incomparable Drácula de la Universal. Lamentablemente, la presencia de Bela Lugosi es casi el único atractivo de un debut que ya apunta por donde van a ir los tiros con este director.

Bela Lugosi se mete en la piel de un mad doctor que, viendo como otros han hecho fortuna a costa de su trabajo, busca venganza. Lo desternillante es como decide hacerlo, ya que se sirve de un murciélago gigante para atacar a unas víctimas que previamente han sido rociadas con un perfume que es odiado por el bichejo.
Lo mejor de la película es, sin duda, el murciélago. El bicho en cuestión más bien parece un pajarraco medio desplumado y en vez de gruñir, (o lo que sea que hagan los murciélagos) emite un sonido metálico, como los muelles de un colchón viejo.
A todo esto hay que unir que, cada vez que hacen un primer plano del murciélago, es evidente tanto que es un animal que nada tiene que ver con el monigote que vemos en pantalla como que los planos se repiten varias veces, lo cual pasa también todas las veces que el murciélago sale de la guarida del mad doctor o cuando ataca. Vamos, que por ahorrar costes (es más que palpable que no andaban muy sobrados de fondos) repiten el metraje ya grabado varias veces (algo que haría también el celebérrimo Ed Wood Jr.).
Mención especial para los ataques del bichejo. Básicamente lo dejan caer encima del atacado y ya, apenas se mueve y, aunque se supone que la gente muere porque el murciélago ataca a la yugular, no se ve una sola gota de sangre en toda la película.
En definitiva, un bodrio simpático que se ve con cierto interés a pesar de que sea totalmente predecible y prescindible.


http://losguiltysdepinguirina.blogspot.com.es/

Muy tonta (o no, engañan las apariencias), muy tierna (y muy turbia) y graciosa (y muy trágica), tres en uno, aféitate, sin pelos los quiere Dios.
El primer rato con Bela y sus gafas de la industria pesada oteando (los toros desde la barrera, es un pillastre y un zascandil) el espectáculo chisporroteado de su Creatura o Leviatán a pasos agigantados creciendo como un Gremlin, Monstruoso, y sus risas (aviesas pérfidas felices, las propias de un infante travieso) y sus siniestras caras y ese monólogo interior que ríete tú de (a quién teme) Virginia Woolf supone un placer cinematográfico (y de los otros) inenarrable, inabarcable, te hace sacar el niño que llevas dentro que diría el otro o más bien Pedrito Ruiz, en fin, máximo denodado respeto, mesmérico, oceánico, glorioso.
Y los ataques, de ahí el origen del bicho mamífero, son calcaítos a los de Pearl Harbor, aquí no se dan puntadas sin hilo, la peli es del cuarenta, lo vio venir, visionaria para más señas, simbólica, tómbola, a todas luces, un alunizaje (o varios) kamikaze abismal animal de falsa bandera me sacas de una deuda, lo sabían hasta en Guantanamera, guajira, Guantanamera.
Por otro lado, es necesario señalar el claro cariz marxista leninista de la propuesta o historia, recordemos que el Partido Comunista en aquellos tiempos todavía tenía todo su power para que te demos en la madre en América y que el cine estaba infestado, como plaga de langosta, pulgón, de rojos o zurdos, o qué otra cosa puede ser esa limpieza étnica que se realiza aquí con/tra las familias adineradas por parte del obrero explotado malamente al que solo le dan o dejan las migas del gran banquete o capital cuando ellos disfrutan de toda la plusvalía negrera, vergüenza, aunque sería correcto apuntar, no está de más, que ese obrero rechazó la participación en la empresa que le ofrecieron los gerifaltes y ahora pena por no haberlo hecho aunque no (a sí mismo ni a nadie se) lo reconozca, por lo que sería un prosoviético de a medias o dubitativo porque en verdad añora el dinero que no obtuvo por su cobardía o falta de cálculo o de miras, es decir, película estalinista y de las barras y estrellas simultánea y sucesivamente, ambidiestra, ubicua, endemoniadamente compleja, que como una serpiente en espiral sobre sí misma se enrosca, no hay salida, solo agonía, veo dolor, mucho dolor.
Por lo tanto, una historia de venganza económica financiera crematística y de clase y de conciencia escindida igualmente.
Toca todos los palos.
Hasta en el amor, de hecho, hay clases, el periodista jefe o de más alto copete empata/se gana a la niña rica de la casa a la que, pese a tanta tumba, no se la ve realmente afectada (un hermano más o menos no es nada) y el secundario o contrapunto humorístico con la francesa criada ahí anda, determinista implacable mirada (el sexo está tasado, las cópulas cotizan en el mercado de valores, el amor es una inversión de poco riesgo, yo no me la juego).
Y, también, denuncia de la, para variar, lo llevan en la sangre, mala praxis de la canalla periodística capaz de vender su alma al diablo por una exclusiva, apuntarse un tanto, y de la idiotez consuetudinaria atávica eterna irresoluble de la policía, poca policía, y, para que no falte de nada, supone un ejercicio a mala idea de descojono supino sobre la gilipollez endémica genética de los científicos que no dan una a derechas ni aunque tiren a puerta vacía, ni aunque se las pongan como a Fernando, montan tanto o nada, como dice aquí el mejor actor de todos los tiempos, pomposos ignorantes, eso, y majaderos, por supuesto.

Tiene encanto que es lo fundamental en este tipo de películas.
Es curioso pero Lugosi interpretó a más científicos locos que a vampiros, aunque obvio como su película más popular fue Dracula todo el mundo lo asocia con esa.
Está bien, lo mejor es que resulta auto consciente de todas sus limitaciones y hasta se burla de sí misma.
Lo peor: las victimas son boludas y los momentos en los que el murciélago ataca son patéticos, hubieran podido jugar más con el misterio, al estilo de Tourneur.
Lo mejor: el humor negro y que se burle de sí misma.
El juego de agilidad mental entre el científico y el periodista.
Es entretenida y ágil.