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Synecdoche, New York

Drama. Comedia Caden Cotard (Philip Seymour Hoffman) es un director teatral que proyecta representar una obra utilizando una réplica de Nueva York, de tamaño natural, dentro de un almacén. (FILMAFFINITY)
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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
11 de octubre de 2008
201 de 221 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el visionado de Synecdoche, New York, la primera sensación que servidor tuvo fue de grata familiaridad, de que lo que estaba presenciado reedita con esmero y soltura aspectos estéticos, temáticos y tonales ya vistos en películas tan brillantes como Olvídate de mí!, Cómo ser John Malkovich y Adaptation. Una sensación que va más allá de la mera obviedad (Charlie Kaufman, director de Synecdoche, New York, fue también guionista de esos tres filmes), y que reabre el debate acerca de la verdadera autoría de una Película, ya que ratifica de tal manera la impronta de los guiones de Kaufman en las obras de Gondry y Jonze, que sitúa a ambos realizadores en una posición, cuando menos, incómoda.

Finalizada la proyección, la segunda impresión que se me generó es la de haber asistido a algo monumental, inabarcable, rayano a la genialidad y huidizo a los límites de mi comprensión inmediata. Kaufman, en su ópera prima, lleva los ítems de sus anteriores guiones a la pirueta más mortal de todas las que se han visto: la de hablar de la vida y el tiempo amasándolos cual Marcel Proust metido a cineasta o Tarkovsky posmoderno. Ese tiempo, esa vida, son los de Caden Cotard, un particular director teatral cuya existencia queda en “stand by” tras el abandono de su mujer y su hija. Después del trauma emocional, los acontecimientos se sucederán sin demasiado énfasis alrededor del pasivo y melancólico señor Cotard, a quien sólo motiva el estreno de su nueva obra, un montaje mastodóntico con el que pretende reproducir su propia existencia y con ello el fluir vital de la ciudad de Nueva York.

Synecdoche, New York es deliberadamente irregular, buscadamente autoparódica y obligadamente autoreflexiva. Y es que allí donde cualquier artesano del Cine se contentaría con la noble labor de entretener sostenidamente, Kaufman se empeña en ir más allá, en provocar a lo largo del metraje infinidad de reacciones, algunas de ellas totalmente opuestas a una valoración positiva del film: curiosidad inicial; tedio casi constante, causado por el inquebrantable abatimiento de su protagonista; sorpresa, por lo jeroglífico del argumento; admiración, fruto de la belleza y originalidad de las imágenes; absurdo, siempre de la mano del onirismo bien plasmado; empatía y complicidad, ante lo vívido del drama del protagonista; y, finalmente, estupor y sometimiento generados por la grandeza y complejidad del entramado metavital que se muestra.

En definitiva, nunca fue tan apropiado admitir que un nuevo visionado siempre es conveniente para comprender mejor un film, y tampoco es excesivamente osado vaticinar que Synecdoche, New York será un estrepitoso fracaso comercial. Que se convertirá en una nueva película de culto sí que es una convicción personal algo más ciega y arriesgada que el tiempo ratificará o desechará en un futuro no muy lejano.
FERNANDO BERMEJO
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21 de agosto de 2010
164 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa, magistral, densa como ella sola y para ver 2 o 3 veces en un buen momento de tu vida. Yo diría en un muy buen momento de tu vida, porque te lanza flechas,!que digo flechas! fusiles de asalto!!! constantes y cruelmente reales.

Kauffman es un genio, en el tiempo que corremos donde los guionistas han ido desapareciendo poco a poco hasta ser una especie en extinción, unos porque a algún mendrugo se le ocurrió un día pensar en hacer una película sin guionista y tantos otros cabestros le copiaron la brillante idea. ¿Y los demas? porque se han amoldado o vendido y se han convertido en guionístas de encargo, o lo que es lo mismo en :"vamos capullo, escribe lo que te vaya dictando". Y entre esta crisis absoluta de ideas, sobrevive Kauffman, que por sus venas corren palabras y por su cabeza...no quiero ni pensar lo que tiene en la cabeza. Pero pesa, pesa mucho...La película tiene momentos para partirse de risa, momentos para querer cortarte las venas, para pararla y ponerte a pensar 3 horas sobre ello. La conocida a dia de hoy Origen, dicen que te hace pensar. ¿Pensar? Eso no es pensar. Pensar es lo que te obliga esta película, quieras o no.

A mi me da la sensación de que algo falla, sin embargo, me parece fascinante. Y no me parece un error de la película, sino mio. Es un enigma. Y , salvando las distancias por diversas razones, creo que le pasa algo parecido a Fellini, y es que cuenta demasiadas cosas. Yo acabe de verla realmente agotada mentalmente. Y minutos después dije: Vale, este tio es un genio, me rindo.

Porque creo que va muy por delante de nosotros. Al menos de mi desde luego.
play it again Sam
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14 de marzo de 2009
128 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Synecdoche (cuánto cuesta escribirlo) es una película que, lamentablemente, está condenada al fracaso comercial. Es cierto que Kaufman se ha llevado a si mismo demasiado lejos, el hilo está tan tensado que cualquier roce lo partiría. Synecdoche está al borde de ser una película verdaderamente insoportable. Esa fue mi primera impresión, cuando en mi primer visionado la quité a los primeros veinte minutos, hacía un sol precioso fuera y no era cuestión de amargar el día con algo así de grave y deprimente.

Dos días después, esta vez de noche, llegó la segunda oportunidad. Kaufman es genial, y se la merece. Poco a poco ese tono grave y casi agresivo del principio fue suavizándose- no demasiado- para dar paso a destellos de imaginería onírica, a escenas que parecen privadas de sentido, a un argumento tan retorcido que casi cuesta cierto esfuerzo asimilarlo. Pero si te has abierto a lo que el director te quiere contar, la película empieza a fluir de forma magnífica. Y no es para menos, las pretensiones que tiene son altísimas: a través de un personaje a veces penoso, a veces genial y principalmente ridículo, Kaufman trata de abordar tantos ámbitos de la vida que uno no puede sino quedarse anonadado con la facilidad con la que va de un extremo a otro, con su forma de retratar con estilos originales una filosofía del desarraigo. Principalmente es una película en torno a la muerte, sí, pero bajo un existencialismo según el cual la muerte es todo. Ciertamente es nuestra única certeza, un perfecto punto de partida para abarcar tanto. Al lado de esto, Adaptation es un juego de niños.

Es una película confusa, fluctuante, a veces deliberadamente disparatada, a veces surrealista, a veces brutalmente sincera. El truco para disfrutarla es permanecer abierto, intentar sentir más y entender menos. Una vez aceptada la invitación a este carrusel de apariencia inconsistente, se empieza a divisar una unidad en todo, la mente genial tras la extraña espiral de sucesos que rodea la película.

Las mejores obras de arte suelen requerir mucho del lector o espectador, requieren de la imaginación para rellenar espacio, para dar sentido a las escenas. Requiere saber jugar con lo presentado, dejarse llevar y llevar a la vez. Puede confundirse con pretenciosidad vacua, pero a mi parecer esto es genialidad. Rayuela no se lee como se lee Harry Potter. Del mismo modo, Synecdoche no se ve como se ve una película de James Bond. Hay que permanecer abierto, y entonces todo se revela por si solo. Pocas películas son capaces de conseguir esto. Si Kaufman no existiese, habría que inventarlo.
Barón Vadeaux
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2 de abril de 2012
79 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que ser muy inteligente para entenderla completamente (pero mucho, del nivel que te asegura una infelicidad absoluta y permanente... supongo, porque yo no llego). Hay que estar muy jodido emocionalmente para que te emocione. Hay que ser muy valiente para reconocerlo. Hay que estar mentalmente desequilibrado para sentirse cómodo en ella. Hay que ser un incondicional para que te guste. Hay que ser muy simplón para tildarla de pretenciosa y vacía. Solo hay que ser humano para identificarse con alguna de sus partes. Hay que tener paciencia para terminar de verla. Hay que andar sobrado de autoestima para no empequeñecerse ante semejante despliegue de creatividad desbocada. Hay que ver como es este Kaufman. Hay que joderse!
Farero
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27 de mayo de 2009
52 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Podemos agarrar la vida de la solapa y mandar sobre ella? Atender a nuestra existencia mientras preparamos el desayuno. Chico, esto está doblado.

Tengo un cuaderno sobre la mesa.
Blanco.
Inmaculado.
Y los años, los que no pasan digo, los que permanecen quietos mientras todo sigue avanzando. ¡Esos años, joder! Don Vicente decía que eran Recuerdos. Don Vicente, mi maestro. ¿Y cómo le explico yo ahora que no? El hombre ya está mayor. Con Alzheimer, me han dicho. Aunque yo lo tenga joven y vigoroso. Y mirar que he dicho “tenga.”

Y ahí entra la muerte. O lo absurdo de sus pautas. Desde pequeño nunca quise verla de frente. Recuerdo que empezó con mi abuelo. Ordené que las cortinillas se cerraran cuando fuera a entrar. Luego me decían que si estaba diferente, que si no parecía él. ¡Claro, mentecatos!… estaba muerto. Yo, lo recuerdo en su sofá. ¡Qué duro que era el cabrón! Sin quejarse hasta el final. Como un señor. Si es que los recuerdos muchas veces son la vida misma o al menos una sinécdoque de ella.

Y aquí entra Kaufmann. A crear vida con los recuerdos (Synecdoche, New York) o a cambiar vida alterando los recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind). O a cambiar realidad y ficción entorpeciendo una y otra (Synecdoche, New York y Adaptation). O a simplemente crear una realidad onírica (Being John Malkovich).

Exige tanto, que no sé si correr o quedarme quieto. Es un placer sadomasoquista. De obligada visita neurológica. Y eso joroba lo suyo. Las reglas rígidas constriñen la imaginación.

Sólo su ritmo narrativo me parece lógico. Es decir, rígido.


Es que, la verdad, no tengo ni idea.
Chagolate con churros
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