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Sick of Myself

Comedia Signe y Thomas mantienen una relación de pareja malsana y competitiva, que toma un giro pernicioso cuando Thomas obtiene cierta notoriedad como artista contemporáneo. La reacción de Signe consistirá en inventarse un nuevo personaje y tratar a la desesperada de llamar la atención y suscitar la compasión para recuperar su estatus. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
20 de marzo de 2023
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de estrenar hace unos años el Falso documental “Drib” el Noruego Kristoffer Borgli nos presenta su segundo largometraje, una comedia negra y casi de terror, ambientada en Oslo, sobre una pareja disfuncional y muy tóxica. La película tuvo su presentación oficial en el Festival de Cine de Cannes dentro de la Sección Una cierta Mirada. Aquí en nuestro país la pudimos ver antes de su estreno comercial, dentro de la Sección Punto de Encuentro del Festival de Cine de Valladolid (Seminci)

La trama se centra en Signe y Thomas, una pareja que mantiene una relación un tanto peculiar y muy poco saludable. Ambos son egocéntricos, muy celosos y bastante ensimismados. Cuando Thomas consigue un poco de éxito como artista, mediante la elaboración de una obra con sillas robadas, Signe, que es una mentirosa compulsiva, reacciona muy mal, inventándose un nuevo personaje para volver a ser el centro de atención y recuperar todo el protagonismo, no solo de su pareja, sino también por parte de todos sus amigos.

No le basta solo con llamar la atención con sus continuos actos, encima decide abusar de unos medicamentos peligrosos y de unas drogas muy nocivas para enfermar de una forma más rápida y así poder llamar la atención de todo el mundo. Pero Thomas no se quedará atrás. La pareja tiene como objetivo, llevar las cosas un paso más allá de lo que haría cualquier persona razonable. Y encima toda la gente que tiene alrededor no es mucho mejor.

Aunque todo lo que vemos no esté basado en una historia real, sí que tiene mucho que ver con los tiempos en los que vivimos hoy en día, donde casi todo el mundo está obsesionado con la imagen que damos al exterior. En el fondo todos somos un poco como los protagonistas, pero claro tenemos dignidad y vergüenza para no actuar como ellos. Pero las envidias por los amigos o incluso por algún familiar están a la vuelta de la esquina.

La película va pasando por varias etapas, desde momentos muy dramáticos a otros de humor negro de lo más perverso. Uno de los aspectos que más me llaman la atención es el uso de los efectos de maquillaje en los personajes, la verdad que está muy bien logrados. Es una cinta para ver, analizar y pensar mucho sobre en qué nos estamos convirtiendo y hacia donde se dirige el ser humano. Muy recomendable

Lo mejor: Que en cada escena que pasa, los personajes van cayendo más en la ridiculez absoluta.
Lo peor: La parte central.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
LASO83
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25 de julio de 2023
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película genera un debate interno. Al menos en quien suscribe. Estamos demasiado acostumbrados a los héroes, a ver películas en las que, necesariamente necesitamos empatizar con el protagonista, comprenderlo mínimamente. Somos deudores de los cuentos infantiles, de los valores básicos. ¿Qué niño quiere oír un cuento en que el protagonista, el héroe es un verdadero imbécil? Como adultos, estamos igual, si bien aceptamos que un argumento, una idea, supla la figura del héroe, aunque hasta cierto punto. Las películas que proponen personajes con los que el espectador no puede conectar, tienen un problema, y se ven obligadas a hacer un esfuerzo para que el proyecto no caiga en el rechazo, o simplemente en la indiferencia, ello a base de proponer elementos de sátira o de crítica social suficientemente potentes para mantener la historia a flote.

Esta película está al límite. Los "imputs" de satisfacción que recibe el espectador para seguir enganchado, provienen de la elaboración intelectual, no emocional (emocionalmente la película genera rechazo, acaso quizá curiosidad). También de una apuesta estética provocadora, de un desafío situado en la base misma de las reglas básicas de la ficción tradicional, que pueden resultar elementos motivadores. No es una película para románticos, ni para quien necesita que el puzle termine encajando de acuerdo a las reglas con las que contamos y escuchamos historias. No te metas en esta película en tal caso, porque te irritará hasta el sarpullido.

Adaptado al contexto, remando a contracorriente de lo que esperamos de una historia convencional, reconociendo el mérito que tiene el cine nórdico en modificar y explorar los parámetros con los que explicar una historia, la película tiene valores de sátira interesantes, si bien son de una obviedad poco excitante. Las enfermedades mentales cada vez más forman parte de nuestra realidad cotidiana, y merecen películas para ver que su raíz, su origen, está en una sociedad demasiado acartonada, uniforme, sin margen para la diferencia, excesivamente competitiva, individualista, chupóptera, envidiosa, codiciosa no ya solo en lo material, sino en lo personal. Somos carne de cañón, y si no nos encontramos en un contexto saludable, se nos puede ir la olla hasta puntos inimaginables.

La historia de esta chica, es terrible, penosa, angustiosa, irritante... Insoportable. Vale la pena resetear la mente para ver la película, para saber el riesgo que corremos en este mundo desalmado, el que corren nuestros hijos, víctimas de un mimetismo global, copias de los "influencers" a los que son adictos, vulnerables a las comparaciones, a los "likes", a verse y a medirse en función de otros, no de su propia identidad, y por tanto, faltos de independencia mental.

Como discurso esta historia debería verse en las escuelas. Como película, es un verdadero sacrificio, una aventura sin héroe, sin nada a lo que agarrarse, un documental de la más absoluta imbecilidad, de la más obvia enfermedad. Y es que es así, el mundo se está volviendo peligrosamente imbécil (o, siendo políticamente correcto, enfermo).
Uma
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22 de mayo de 2023
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kristofer Borgli es un director lo suficientemente joven e inteligente como para descifrar en esta corrosiva comedia ciertas claves sobre un futuro rocambolesco e incierto; en el que algunos valores, negativos sin duda, se van imponiendo en las relaciones entre los seres humanos. El individualismo como religión (el prójimo solo está para ser superado), el éxito como único horizonte, la necesidad imperiosa de distinguirnos (aunque sea a través del fraude), el ridículo y "necesario" postureo (ese otro yo mentiroso de las redes sociales), la obligada comercialización de todo, si quieres moverte en en esta inmensa jaula de libertades neoliberales... En fin un porvenir que da grima. Cada vez es más evidente que lo que vamos a encontrar dentro de ese paquete tan bien diseñado (imbatible, como el chuletón al punto de Pedro Sánchez.), sin una pega para los ingenieros del marketing, y rematado con un lazo esculpido por las privilegiadas mentes (currículum de la NASA) de un comité de expertos en tendencias mega-modernas y aerodinámicas, será una mierda como un piano. Sí, ahora es el momento en que tenéis que decirme eso de que me resisto a las nuevas tecnologías y que estoy en contra del progreso.

Signe y Thomas no tienen límites, son muchachos emprendedores que quieren comerse el mundo a golpes de likes; y eso, por lo general, es un inconsistente alimento que puede acabar en enfermedad con metástasis cerebral.
El realizador noruego se muestra crítico y sarcástico, que es una cómica manera de defenderte, con tus propias heces, de los ataques infectos y sistemáticos ataques.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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19 de mayo de 2023
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La atención como reclamo

Sick of Myself nos presenta a la pareja formada por Signe, una joven camarera interpretada por una fantástica Kristine Kujath Thoro a quien hace apenas dos años veíamos en Ninjababy (Yngvild Sve Flikke, 2021), y Thomas (Erik Saether), un artista poco convencional cuyas esculturas están hechas de piezas robadas. Son guapos, jóvenes y privilegiados, pero, por encima de todo, son insoportables. La relación de ambos se presenta como una carrera de fondo que parece no tener fin, un constante tira y afloja basado en la competitividad y el egoísmo. No obstante, ahora que Thomas se está haciendo un hueco en el mundillo del arte contemporáneo, Signe se ve relegada, en contra de su voluntad, a un segundo plano en la dinámica de pareja, detrás de las exposiciones, entrevistas y celebraciones donde todos los ojos apuntan a su pareja, obviándola por completo.

El ataque de un perro a una mujer que pasa por delante de su cafetería despierta en Signe un impulso enfermizo por ser vista. Movida por los celos y la mundanidad de su día a día, comienza su macabro plan para recibir la atención y simpatía de los demás mediante las mentiras más deplorables y los actos más mezquinos que existen, desde fingir una alergia alimentaria durante una cena hasta provocar a un animal para que la muerda en mitad de la calle. Con todo, será la ingesta de unas pastillas ilegales con unos devastadores efectos secundarios lo que conseguirá darle la fama que tanto ansía.

*¿Hasta dónde somos capaces de llegar para ser relevantes?

Es una pena que el título de La peor persona del mundo ya estuviera pillado por Joachim Trier para su última película, porque a Signe esta descripción le viene como anillo al dedo. Mientras que por Julie llegamos a compadecernos, con Signe resulta imposible conectar emocionalmente y lo más probable, o al menos lo más sensato, es que termines por aborrecer todo aquello que representa. Su incesante búsqueda de atención, sumada a la nula autocrítica y a su narcisismo de manual, es objeto de repulsa por parte del espectador que, escandalizado, se aleja kilométricamente de ese personaje al que lee como una grotesca y deformada caricatura de la realidad.

Sin embargo, el humor salvaje de Sick of Myself funciona a la perfección, precisamente, gracias a la comprensión, por parte del público, de la situación que atraviesa la protagonista, aunque sus decisiones sean vergonzosas y poco verosímiles. No podemos juzgarla porque, a medida que avanza el metraje, somos conscientes de que su alrededor es aún más horrible que ella. Es cierto que aquí Kristoffer Borgli lleva la realidad a un extremo irrisorio, pero ¿quién no ha pincelado por aquí y por allá alguna historia personal con el fin de parecer más gracioso o interesante? ¿Quién no ha precipitado alguna conversación para llevarla a su terreno y así poder demostrar lo inteligente que cree ser? Sí, todos conocemos a una Signe; a veces, incluso, hemos sido ella.

*Y no quedó títere con cabeza

Pero aquí no queda la cosa. Sick of Myself no solo arremete contra la mezquindad individual, la de Signe. Al fin y al cabo, ella no es sino la consecuencia de algo mucho más grande e importante como son las demandas cada vez más exigentes de una sociedad frívola y superficial. Un tema, por otro lado, bastante manido por el medio audiovisual pero que Kristoffer Borgli abarca inteligentemente con tono socarrón cuando dibuja al resto de personajes que van sucediéndose en los 97 minutos que dura Sick of Myself.

Así nos presenta a los amigos de la pareja que, tras enterarse de la noticia sobre la mujer mordida por el perro en el lugar de trabajo de Signe, pierden el interés al saber que se encuentra estable y fuera de peligro en el hospital; también a una agente de modelos de una empresa inclusiva que se pone en contacto con ella cuando su enfermedad autoprovocada es ya bastante evidente pero no tanto como para resultar desagradable a la vista de un público que necesita compadecerse de para sentir que está siendo una persona maravillosa. De esta forma, el cineasta noruego conecta la patología de su protagonista con un problema social mucho mayor que se escapa a su control.

*Conclusión

Sick of Myself es una comedia negra brillante, perfectamente ejecutada y con un despliegue narrativo divertidísimo, donde convergen dos líneas argumentales: por un lado, una desvergonzada crítica a los medios de comunicación que celebran y aplauden el victimismo de unos pocos privilegiados; por otro, el retrato de una mujer triste capaz de cualquier cosa por recibir la atención que tantas veces se le ha negado. El cineasta noruego dibuja un retrato demoledor de nuestra época, obsesionada por dejar constancia de nuestro paso.

Escrito por Cristina Rosales García
Cinemagavia
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10 de marzo de 2023
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con su segundo largometraje, el director noruego Kristoffer Borgli se une al grupo de realizadores escandinavos (Dinamarca incluida) empeñados en hacernos reflexionar, con violenta contundencia, sobre algunos de los males que aquejan a nuestra sociedad. Thomas Vintenberg, con Otra ronda y La caza, o Ruben Östlund con Fuerza mayor o The Square, son algunos ejemplos de esta corriente cinematográfica tan ácida como ineficazmente moralizante.

En el caso de Sick of myself nos encontramos con una película con menos calidad fílmica que las anteriormente citadas, pero con la misma brutal disección de una de las realidades más lacerantes del momento. El egoísmo y la vanidad en su vertiente más destructiva se muestran en la pantalla en virtud de un guion de ritmo irregular pero de gran plasticidad e impacto expresionista.

Dicen que los cuentos de hadas se inventaron para adoctrinar y educar, recurriendo a las más terroríficas leyendas populares, canalizándolas para lograr el objetivo pedagógico deseado y dulcificando sus oscuras fantasías. En mi opinión, Kristoffer Borgli y su Sick of myself recorre el mismo camino que los hermanos Grimm pero, al tratarse de un cuento para adultos, ha rechazado cualquier dulcificación posible para transmitirnos, sin paliativos, el horror y la podredumbre que producen las ansias por vivir con el único fin de ser admirado (o simplemente mirado) por los demás.

El proceso de absurda degradación interior de Signe se manifiesta al exterior, tal como ella quería, en su rostro deformado y la inutilidad del gesto en el vacío que se va formando alrededor. Acierta Borgli al incluir pequeños flashbacks aclaratorios y, aunque fáciles, eficaces y falsos flashforwards que iluminan y divierten a partes iguales, aliviando una tensión que conforme avanza el metraje se hace a veces insoportable para el espectador.

El resultado es desagradable y poco edificante pues el mundo que rodea a Signe, en especial su novio, no parece ayudarla a analizar el sentido de su vida y, mucho menos, a optar por la generosidad como objetivo vital. Pero desde luego a nosotros, si nos ponemos a ello, nos puede sacar el egoísmo con la misma eficacia que un tortazo.

www.contraste.info
Revista Contraste
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