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Caníbal

Drama Carlos es el sastre más prestigioso de Granada. Un hombre respetable. Sus pasiones son el trabajo y sobre todo la comida, pero no come cualquier cosa: se alimenta de mujeres desconocidas, con las que no tiene ningún vínculo emocional. Esa situación cambia el día en que conoce a Nina, una joven rumana que busca desesperadamente a su hermana gemela, que ha desaparecido hace unos días. (FILMAFFINITY)
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Críticas 101
Críticas ordenadas por utilidad
13 de octubre de 2013
111 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que una trama, a priori, tan interesante, se quede en una obrilla corta de vuelo y anémica de desarrollo. Tras ver el tráiler que parece prometer una película diferente, turbia, fascinante, inquietante y muy prometedora fui a ver el largometraje y me encontré con que el tráiler estaba mucho mejor que el largo, ya que en él había concisión y dirección, algo que se echa en falta al ver las casi dos horas de desarrollo de la cinta. No sólo es que queden demasiados cabos sueltos (que por muy buena fe que se ponga, no se consiguen rellenar ni con la mejor de las voluntades), sino que en ningún momento despega lo que necesitaría de un chute de adrenalina y pasión.

La dirección es sobria y hace un acertado uso de la elipsis visual, acrecentando el horror implícito y el desasosiego explícito de la trama, pero asistimos inquietados a la inexistente irrupción del volcán o de la rabia o de la pasión o del desenfreno que a la postre no llega nunca – y si bien tanta contención está buscada y es consciente, malogra un planteamiento que se queda en agua de borrajas tal y como se nos ofrece. Para tan poco viaje no hacían falta tan funestos presagios ni tan lúgubres designios, hay una desproporción entre lo que se hace esperar al espectador y lo que finalmente se ofrece, que acaba frustrando y distanciando del resultado final.

Ni siquiera un actor tan excelente y versátil como Antonio de la Torre consigue transmitir nada del pasado del personaje, ni de la carga de su historia, ni de la fatalidad de su sino, ni del desgarro de su devenir. Se queda como perplejo y asustado, casi como trasunto del incauto espectador, que asiste atónito a un sinnúmero de atrocidades pero sin sacarle partido ni llevar ni llegar a ninguna parte. Sólo el subtítulo de la película (una historia de amor) aporta la dosis de profundidad y desolación de la que carece la cinta, que se queda en buenos propósitos, excelente fotografía y cuidada dirección, pero que no traspasa el umbral de lo correcto ni cala en los abismos que promete.

Al final: un agridulce sabor de lo que pudo ser y no es, la promesa de una frustración cotidiana que ni convence, ni apena, ni conmueve. Una total indiferencia. Una pena.
antonalva
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17 de junio de 2014
97 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es una película leeeeennnta, muuuuy leeeenta.

Y silenciosa, muuuuuy silenciosa.

Y raaaaaaaara, muuuuuuuuy raaaaaaaara.

Os cuento. Más o menos la trama es la siguiente:

Antonio de la Torre es sastre de día y caníbal de noche.

Antonio de la Torre es un tipo tranquilo, solitario y callado.

Antonio de la Torre mira por la ventana.

Antonio de la Torre dobla telas en su taller.

Antonio de la Torre se come tranquilamente un filete.

Antonio de la Torre va a su casita en la montaña.

Antonio de la Torre pasea por la montaña nevada.

Antonio de la Torre descuelga un par de hachas de la pared.

Antonio de la Torre juega al bingo con una señora mayor.

Antonio de la Torre va a ver un manto de la Virgen.

Antonio de la Torre cena otro filete. Sin prisas.

Antonio de la Torre va a la sauna y suda el filete.

Antonio de la Torre mira a su vecina por la ventana.

Antonio de la Torre mastica lentamente otro filete.

Antonio de la Torre vuelve a ir a la sauna a sudarlo.

Antonio de la Torre mira por la ventana una procesión.

Y básicamente ésta es la película de Martín Cuenca.

Como vemos, Antonio de la Torre desde luego se luce bastante.

No sé, tal vez es que el doctor Hannibal Lecter puso el nivel muy alto.

O es que definitivamente el canibalismo es muuuuuuy aburrido.
Talía666
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8 de octubre de 2013
55 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caníbal no es la historia de un psicópata. Tampoco es el retrato de un caníbal, aunque su personaje mate a mujeres jóvenes, las descuartice en un pequeño refugio de la sierra, deposite la carne en su frigorífico y cene los pedazos de sus presas cada noche después de volver de su sastrería. El proceso violento de Caníbal aparece fuera de campo: nunca vemos el modus operandi del lobo, porque Carlos, nuestro protagonista, no es una bestia, sino un hombre agazapado en la oscuridad. Un hombre, eso sí, capaz de lo peor. Y de tratarse de una bestia, un animal enjaulado cuyos alaridos no son muestras de fiereza, sino lamentos de un gran vacío interior que le impulsa a sobrepasar la barrera de lo (in)humano.

Caníbal, al igual que su traumada criatura, tiene vacíos, elisión de tiempos y detalles que nunca se nos revelan. Algo que tiene todo el sentido del mundo: el film es la crónica de los desconocidos pero familiares mecanismos del mal, y hacia Carlos sentimos tanta simpatía como rechazo. Cualquiera de nosotros podría ser Carlos. Y como espectadores, somos participantes activos y espías del dolor que siente Carlos y que éste infringe a los demás. El film tiene el efecto de una pesadilla, porque nos obliga a transitar espacios lánguidos, tan reconocibles como amenazantes.

Martín Cuenca entiende que no hay nada extraordinario en el acto de matar y le interesa un cine de procesos, no de hechos. Caníbal transcurre a puerta cerrada, entre pasillos, luces artificiales, barrotes, abigarradas calles empedradas y desolados paisajes de montaña. Hay algo en ella que la hace irrespirable, subyugante, melancólica. El estilo del film dista de ser naturalista: todo está captado en los tonos ocres, la teatralidad y el sentimiento contenido de un retablo de Semana Santa. Caníbal es una película pictórica, detalle que la hace tan anacrónica e interrogante como universal y atemporal. Un viaje a la cueva del malvado, una de esas experiencias capaces de vaciarte por dentro y estremecerte.

Pero... ¿y si en verdad Caníbal fuese una historia de amor? Durante casi dos horas vemos un ser de apariencia fría cuyo hielo se va derritiendo. Sabe que debe dar un giro a su vida, y al final asume la dificultad que supone sacurdirse de sus taras y desnudarse física y anímicamente ante la persona que quiere. Martín Cuenca acaba llevando Caníbal al terreno de la redención, y cuando se observa un atisbo de luz y la esperanza empieza a inundar la terrorífica atmósfera del film, el guion nos sorprende con un giro inesperado. Para muchos, una resolución torpe. Para nosotros, el peor de los finales, el que más duele, el que menos queríamos para Carlos.

Caníbal no es un film de visionado fácil. Muchos se aburrirán con sus silencios. Otros todavía no la hemos podido digerir: seguimos sin aliento, atrapados, como Carlos en uno de los planos finales más desgarradores del último cine español. El pudor y las prisas que impone un festival como Donosti nos impidieron llorar la película en silencio. Lo haremos ahora que se estrena en cines. Id con cuidado: Caníbal duele pero produce placer al mismo tiempo. Una de las películas más interesantes del año.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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21 de octubre de 2013
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asombrosa visualmente (bellísimo el contraste entre la ciudad y la sierra); rodada con poder y hermosura.
Propuesta interesante que se encuentra con dos dificultades:
- Lo excesivo y exagerado del asunto. Entre lo sublime y lo ridículo. Es complicado encajar en la cotidianidad de un sastre tanta solemnidad y grandilocuencia. Un mal tan abrumador no acaba de casar con vecinos, clientes y demás trivialidades del discurrir diario. Como idea es brillante, como narración es difícil la verosimilitud.
- La poca chicha de la historia. El argumento principal es un tema manido y no aporta nada nuevo (más allá de situar la acción en Granada; ciudad, desgraciadamente, poco visitada por el cine). La desviación, la perversión de un hombre deshumanizado que es incapaz de establecer intimidad con las mujeres que desea. El perfeccionismo, el orden y la precisión como formas de vida. La soledad como vivero de conductas enfermizas. Todo ello son pautas convencionales y rutinarias de la "ficción asesina"; típicos cuadros Freudianos en los que se hermanan el sexo y la muerte en una unión atrofiada y terrible.
Quizás sea más novedoso el llevar al extremo estas inclinaciones malsanas; el desear tanto y tan mal que sea necesario comerse (literalmente) a la persona deseada. Una especie de regresión; de vuelta a los orígenes: la supervivencia y la reproducción dando a luz el canibalismo amoroso; la frase "te quiero tanto que te comería" en su evolución lógica; de la posibilidad a la realidad. Temas interesantes que en esta historia no están profundizados; se quedan en la epidermis; hay más atención a los aspectos formales que a las ramificaciones complejas y transgresoras que la historia plantea.
Buen trabajo de Antonio de la Torre en su despojamiento; en anularse, desaparecer como ser humano para que el monstruo se apodere del vacío. Personaje que encuentra en el método y el aislamiento su guarida. Su incapacidad, su falta de acabado como ser humano le transforma en asesino. Huye de las complicaciones y vulgaridades del trato cotidiano con las mujeres. Su frustración sexual convertida en bricolaje carnicero.
La que está espectacular es la chica rumana en su doble papel. Multitud de registros para dos personajes tan opuestos y tan minuciosamente representados. Tan coqueta y lasciva como sensible y frágil. Bella actriz y fabulosa interpretación.
Buena película que sacrifica las contradicciones y ahondamientos; los desvíos y dudas, por la perfección formal. Se agradece tanto cuidado y precisión; es un placer disfrutar una película tan bien hecha. Huye del montaje acelerado y el ritmo funcional; prefiere el tempo lento y el plano perfecto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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21 de octubre de 2013
44 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay personajes que no se conciben sin el actor que les ha dado vida. Y películas a las que les pasa exactamente lo mismo: que no tienen sentido sin su protagonista. Antonio de la Torre ha logrado tal calidad y nivel en sus interpretaciones, que su trabajo extralimita todo lo que le rodea, llegando a eclipsar el trabajo de muchos profesionales. No es que el resto haga mal su trabajo, es que sencillamente de la Torre parece bordar todo lo que hace, añadiendo un marchamo especial que únicamente parece verse en el Olimpo de Hollywood. Para colmo, añadiendo un toque humano y cercano a su planteamiento profesional que desarma cualquier argumento, siendo ya uno de los grandes de la historia del cine español. Ahí queda eso.

Pero dejando a un lado la apabullante interpretación del protagonista, la atrevida apuesta de Martín Cuenca para su última película ha sido tan arriesgada como fallida: el inteligente y sorprendente arranque del film va paulatinamente deshinchándose hasta desembocar en una incomprensible -e increíble- historia de amor de lo más tibia: un sastre granadino esconde en realidad el oscuro secreto de la psicopatía y el canibalismo. Metódico, cotidiano y absolutamente normal en su comportamiento, en realidad ha logrado el equilibrio perfecto para pasar desapercibido. Pero su bien ordenado universo empieza a tambalearse cuando llega una vecina a su casa...

Quizás sea un ritmo demasiado lento, quizás un extremo minimalismo en el lenguaje... el caso es que la película resulta sencillamente aburrida. O mejor aún, y por ser justos, perfectamente aburrida. Una fotografía impecable, perfecta -que ganó el premio en la pasada edición del Festival de Málaga- una edición igualmente efectiva... perfecta; pero al igual que le sucede al protagonista del film, que no tiene empatía alguna con sus víctimas, no genera empatía alguna del espectador con la historia, que pasa delante de sus ojos con una gran frialdad. Otra cosa para mi fundamental: en este tipo de películas la música y los efectos sonoros son de capital importancia, tanto para definir situaciones inquietantes, como para definir personajes. Y en esta película la banda sonora sencillamente no existe, o si existe (que creo que no...) no tiene presencia alguna para el espectador, cuando debería precisamente acompañar en casi todo momento este tipo de películas.

Ni siquiera la superlativa interpretación del protagonista -que podría rivalizar con el minimalismo gestual y visual de Mads Mikkelssen en la serie "Hannibal"- dando vida a ese temible sastre, consigue que mantengamos la atención durante toda la historia, sencillamente porque a pesar de la tensión que puede bullir en la singular vida del protagonista, NO PASA NADA en la mayor parte del tiempo en el film. Bien está que se intente este juego durante un tiempo, pero pasada la sorpresa de este juego psicológico, es prácticamente imposible mantenerlo durante todo el metraje. Reconozco que es la misma técnica que utilizó Jonathan Demme para "El Silencio de los Corderos", donde la tediosa investigación si conseguía dinamizarse con secuencias donde sí pasaban cosas, tanto con Buffalo Bill como con Hannibal Lecter. El problema es que nuestro caníbal nacional, sastre y granadino, resulta muy soso. Le falta sal, le falta azúcar, aunque le sobre la credibilidad que le ha dotado Antonio de la Torre. Al guión le falta chicha, historia y eso termina notándose.

Señores, que el cine de género, es género. Es como si Bergman quisiera hacer "Psicosis": hay unas reglas tácitas, que hay que conocer, dominar, y una vez dominadas, pues si uno quiere cagarse en ellas, pues se caga y hace lo que le de la gana. Pero el director no ha conseguido dar esa evolución, ese paso. Se ha quedado en un producto que tiene la mediocridad de ambos mundos: el cine de autor, y el cine de género, cuando podría haber compartido la grandeza de esos dos mundos. Que conste que me duele muchísimo tener que hacer la crítica de una película española, y más de un andaluz. Pero no me creo que el proselitismo tenga que tener un cheque en blanco, y cuando las cosas no son, pues no son, oiga. Y se te aburre una película, pues sencillamente te aburre, aunque tenga todos los ingredientes para que no lo haga. Es como si pillas a tu mejor amigo poníendole los cuernos a la mujer, que resulta ser también amiga tuya. ¿se lo dirías, o por el simple hecho de ser amigo tuyo ya vale todo? Todavía resulta más penoso que este film tenga todos los elementos para triunfar comercialmente (una ejemplar distribución, una estrella mediática de protagonista, que además es el actor de moda, un tema interesante, ¡¡hasta un cartel fantástico!!) y que luego no ofrezca al espectador un producto redondo. O al menos al nivel de las expectativas del público, y luego nos quejamos del cine español y de sus pobres resultados de taquilla... Tal y como está el cine español, no se puede errar el tiro, porque el público no da una segunda oportunidad, sobre todo cuando tiene oferta de sobra en el cine de todo el mundo, especialmente el norteamericano.

Para rematar, respondiéndome a mí mismo: ¿Podría Ingmar Bergman haber dirigido "Psicosis"? Pues por lo que conozco de la obra del cineasta sueco, y por lo que conozco de la novela de Robert Bloch, el guión de Joseph Stefano y el trabajo de Alfred Hitchcoch... NO. Definitivamente, no, porque este tipo de historias necesita mantener al espectador ágil, pendiente de la narrativa, de la acción, de los personajes... y es precisamente lo que no ha podido, o no ha sabido hacer Manuel Martín Cuenca con este "Caníbal", maravillosamente mostrado, interpretado y fotografiado pero...¿qué es lo que pasa en toda la historia? Pues prácticamente nada. Y por eso te aburres como una ostra.
Federico_Casado
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