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Topkapi

Intriga Elizabeth Lipp y su amante Walter Harper se alían para realizar un robo extraordinario: llevarse del museo de Topkapi, en Estambul, una daga de incalculable valor. Cuentan con la ayuda de varios compinches que idean un plan para entrar en el museo sin ser vistos, cosa que sólo se puede hacer a través de la cúpula del edificio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
29 de septiembre de 2009
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueve años después de rodar una de las cumbres indiscutibles del cine negro, la extraordinaria “Rififí”, Jules Dassin se encaró de nuevo con una historia de robos en apariencia perfectos que acaban complicándose de modo endiablado a causa de las debilidades de alguno de los hombres que en él participan. A diferencia de su antecesora, que es la descorazonadora y brutal crónica de un puñado de hampones marcados por un destino que no pueden eludir, “Topkapi” tiene, desde su burbujeante inicio, un aire de comedia ligera, apenas aderezada con las gotitas justas de tensión, que la convierten en el reverso humorístico, cuando no cómico, de “Rififí”.
Todo en “Topkapi” parece ser, en efecto, una subversión hacia la ligereza de los elementos que conformaban “Rififí”: el París teñido de llovizna y brumas y sus barrios bajos repletos de bailarinas, yonkis y camellos dejan paso a una Estambul de postal, desbordante y colorista, con sus espectáculos para turistas y sus torpes polis con bigotes; el rostro adusto y amargo de Jean Servais y su parquedad gestual se troca en los exuberantes rasgos y maneras de Melina Mercouri, esposa de Dassin; la densa atmósfera de “Rififí”, los complejos hilos de su trama y su sobrecogedor desenlace se desvinculan aquí de la realidad y juguetean muy cerca de la caricatura, hasta desembocar en una escena final más propia de una última viñeta de “Mortadelo y Filemón” que de una peli de estas características.
“Topkapi” es, para lo bueno y para lo malo, hija de su tiempo, y, como ocurre con pelis de tono semejante, como la saga de “La pantera rosa”, “Charada” o “Cómo robar un millón”, todo cuanto puede beneficiarla o perjudicarla en la memoria del espectador proviene, al fin y al cabo, de esa dependencia del cine que se hacía a mediados de los años 60. No la benefician, desde luego, ciertos excesos psicodélicos que dispararían el mojo de Austin Powers pero que a nosotros nos huelen a naftalina, ni la desmesura de Dassin a la hora de modular el tono, tanto de la acción como de sus intérpretes, tan disparatados ambos en algunos momentos que se corre el riesgo de que al espectador le importen tres pitos lo que les ocurra a unos personajes que a veces parecen marionetas y no seres de carne y hueso.
Perdurarán, en todo caso, la agilidad y el nervio narrativo de Dassin, la honestidad con que nos ofrece un divertimento sin pretensiones ni solemnidades, su capacidad de crear y elevar la tensión y de atornillar al espectador en su butaca, esa escena del robo en el museo mil veces imitada y que es misión imposible superar y que valdría por sí misma para reivindicar y colocar en el lugar que se merece a un grandioso director de cine injusta y doblemente condenado al ostracismo y el olvido: primero McCarthy y luego los demás.
Normelvis Bates
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11 de enero de 2010
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exotismo cinematográfico años 60 con efectos psicodélicos incorporados. Esta podría ser una definición de Topkapi, evidentemente cierta aunque poco descriptiva. Ese toque entre kisch y pop art tan propio de aquella década y del que Donen ya nos dejó sus dos buenas tazas con Charada y Arabesco es uno de los argumentos de un film entretenido y que en su conjunto deja una buena impresión, pero al que Dassin impregna de un excesivo aire de comedia bufa, cotorras incluidas. Un poquito de humor se agradece pero cuando los excesos se traducen en inconsistencias el conjunto se debilita.

Una policía turca más parecida de lo conveniente a la pareja Hernández y Fernández de Tintín, o una Melina Mercouri demasiado gestual, desatan algunas sonrisas pero debilitan algo la solidez de un guión donde destaca por encima de todo la excelente secuencia del robo, ciertamente magistral, digna de entrar en todas las antologías del cine de "amigos de lo ajeno" y que ha sido punto de referencia y modelo a seguir por otros directores del género. La relación con Misión imposible es clara y diáfana.

Entre los actores me quedo con Peter Ustinov porque su comicidad me resulta natural y por ello totalmente creíble. Todo lo contrario de un Maximilian Schell que siendo ciertamente un muy buen actor no acabo de encajarlo demasiado en este tipo de personajes donde la sofisticación, la risa floja y la vida loca se mezclan en proporciones desproporcionadas. A destacar el papel interpretado por Akim Tamiroff, uno de los puntos fuertes de la película.

De Jules Dassin tengo el buen recuerdo de Mercado de Ladrones, película donde aflora la fuerte personalidad de un director que, como bruja senatorial, tuvo que emigrar a una Grecia donde Melina, la luz y probablemente el Partenón le enamoraron al tiempo que le dejaban trabajar en tranquilidad. Debo ver Rififi, las reseñas leídas son buenas. En cuanto a Topkapi, memorable por momentos, entretenida en su conjunto, pero algo inconsistente y con un toque cartoon seudo cómico del que hubiese podido prescindirse.
FATHER CAPRIO
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11 de agosto de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de esta pasable comedia de Jules Dassin es Peter Ustinov, que interpreta a un personaje que con mucha diferencia se convierte en el elemento más destacable de un largometraje que por momentos se hace muy largo. Empezar a criticar una película por lo mejor es triste cuando resulta que es lo único bueno que se puede decir de ella. De hecho creo que de la frase que he dejado como título de mi opinión no debería pasar, escribirla veinte veces para cumplir con el mínimo y pasar a rajar de "Star Wars" o de la que sea. Pero no, diré algunas cosas más, porque para eso me he metido las dos horas de comedia del atraco de Dassin...

<<"Topkapi" es recordada por Peter Ustinov con total merecimiento>> es tan cierto como decir que la semana que viene habré olvidado al saltimbanqui mudito, a la rubia de pote y la irreal Estambul que se nos retrata en la película. Y por supuesto, a Maximilian Schell lo seguiré recordando como abogado en "Vencedores o vencidos" y no como el cabecilla de las operaciones del robo de las joyas del museo de "Topkapi".

Jules Dassin tocó techo con "Rififí" en lo que se refiere al subgénero de robos, ofreció un espectáculo tremendo a través de una maravillosa descripción del hampa parisina y ahí debería haberse quedado. El tema de los robos es algo que atrae al espectador muchísimo, eso es innegable, y si a esa atracción se le pone todo el azúcar posible a través de la comedia el éxito parcial está asegurado como cine familiar. Si no fuera por Ustinov le hubiera tirado un zapato a la tele, habría venido aquí a ponerle una estrellita y a otra cosa. Pero aparece ese hombre miedoso, un imperfecto total como atracador, alguien al que le dan miedo las alturas y entonces sonrío y acabo creyendo que vale la pena. El resto me da igual, sólo los apenas quince minutos de robo real por los tejados del museo valen la pena... La policía, el feriante y la Estambul irreal me resbalan. Lo escribo de nuevo para acabar, tal y como he empezado: "Topkapi" es recordada por Peter Ustinov con total merecimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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26 de febrero de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El imperio otomano se sostuvo durante largos, ¡muy largos siglos!, y su insaciable afán expansionista, preocuparía tanto a la Europa occidental que, pronto, se haría lugar a fuertes movimientos de resistencia siendo, Zsigmund de Hungría, el que lanzaría la primera cruzada para enfrentarlo, alentado por asegurar la independencia de Europa y la conservación del cristianismo. A su manera, el imperio otomano fue el sucesor islámico de los antiguos imperios, y entre los siglos XVI y XVII, se había expandido por tres continentes (Europa del este, Medio oriente y el norte de África).

Tras enfrentarse contra Rusia entre 1877 y 1878, el imperio otomano no sólo perdería la guerra sino también a Bulgaria, y Rusia se erigió en protectora de los cristianos ortodoxos, al tiempo que exigió derechos territoriales, exención de tributos y permisos de tránsito. A comienzos del siglo XX, el papel jugado por los árabes rebeldes, los ingleses y los alemanes, causarían el desplome final del muy largo imperio y el sultanato fue abolido, en 1922, por el primer presidente de la república de Turquía, Kemal Atatürk.

En 1924, el palacio Topkapi (en turco: La Puerta del Cañón) que fuera la residencia de los sultanes, se convirtió en museo con algunas de las ostentaciones en joyas, vestuario y otros chécheres que quedaron de sus antiguos moradores, y es una de estas joyas: La Daga de las Cuatro Esmeraldas, la que “enamora” a una ladrona de grandes ambiciones, quien, con un grupo internacional sin antecedente alguno (puros amateurs… ¡altamente profesionales!), va a planear como hacerse con las llamativas y valiosísimas piedras.

La novela, “La luz del día” (1962) de Eric Ambler, muy atinadamente adaptada por el ruso Monja Danischewsky -que, con la eficacia y meticulosidad del golpe aquí planeado, inevitablemente nos remite a “Rififí”-, entusiasmó enseguida al director de ésta, Jules Dassin, el cual vio pintada la ocasión para hacer otro éxito como el que lograra en 1955. ¡Y dio en el blanco!, porque “TOPKAPI” tiene también encantadores personajes, diálogos con mucha sal, una edición muy ágil, una ambientación bastante satisfactoria… y hasta una reluciente banda sonora de Manos Hadjidakis, para que todo luzca encantador.

Lo mejor del filme es el conjunto actoral, con una Melina Mercouri, recreando a Elizabeth Lipp, una ladrona de grandes ambiciones, medio ninfómana, de gran sutileza y totalmente dispuesta… a salirse con la suya. Con Maximilian Schell (como Walter Haberlee, perdón, Harper), un tipo ‘puro cerebro’ de esos que “cuando lucha acorralado es cuando mejor lucha”. Peter Ustinov, llevándose un justo Oscar con su rol de Arthur S. Simpson, un historiador con pánico a las alturas, que dará lugar a las más divertidas situaciones. Y, entre otros, Robert Morley (Cedric Page), el inventor inglés que siempre está en la jugada. Y como diría una amiga mía, “lo segundo mejor de todo” (¿?), es la sutil manera como, además de internacionalizar su película, Dassin nos dice que ladrones hay en todas partes. Y de nuevo, es deliciosa la manera como el Fatum entra a jugar su muy simple e ingeniosa ficha… para dar lugar a la resolución definitiva.

Bruce Geller, reconoció haber sido inspirado por esta encantadora película al momento de comenzar a crear su serie “Misión: Imposible”, y sería imposible decir, cuántas veces he visto algo de su estructura, en otros filmes posteriores. ¡Ah! El policía que pretende retener el auto a Cedric Page, es Jules Dassin.

Con “TOPKAPI”, ha surgido otro clásico del cine.
Luis Guillermo Cardona
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9 de julio de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sofisticada pareja se pone en marcha para robar una joya de incalculable valor del museo de Estambul. Por aquellos años decir Estambul era trasladarse en pensamiento a lugares exóticos por excelencia, un nombre que incluso ha sido varias veces motivo de título de películas.

Es normal para algunas personas dar más puntuación que la lógica en base, sobre todo, a que la película llega al corazón por su simpatía. Topkapi es una película que queda en el recuerdo y en mi caso desde siempre. El argumento, que es la preparación del robo y el hecho en sí, era (y sigue siendo) tema muy recurrente y muchas veces tratado en clave de humor buscando la complicidad con el espectador. En este caso no hay duda de ello, y los cerebros del golpe eligen como colaboradores a unos personajes más pensando en darles puerta llegado el caso que en la efectividad del mismo. Y entonces recalamos en el motivo hablado de cómo una película nos entra de lleno y a pesar de todo lo malo que quiera uno decir, prevalecerán los buenos sentimientos sobre ella, y eso se debe ni más ni menos que al personaje de Arthur Simon Simpson (el inolvidable Peter Ustinov). Un hombre en situación comprometida por su pasaporte. Ese es Peter Ustinov. Uno diría que era así en realidad porque cuando es tomado por espía, y un jefe de policía con pinta de director de la Gestapo le empieza a meter miedo, el tío se derrumba y explica que es imposible que él pueda ser algo tan complicado como espía o terrorista, cuando su padre ya le dijo de pequeño que era “como un forúnculo en el culo”. Ahora contaré el hecho de que a mi padre el cine le cansaba un poco, pero nunca se me olvidará que de chico vi esta película a su lado, como siempre, y al decir eso Peter Ustinov, con esa cara que puso de pena, mi padre se echó a reír. Pequeños detalles pero que por eso adoro a ese hombre.

Tengo la idea que personas como esas, son incapaces de odiar. Qué gran tío fue ese hombre, de ahí que se llevara el Oscar.
floïd blue
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