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La Vía Láctea

Comedia Dos trotamundos franceses que, desde las afueras de París, deciden ir de peregrinaje a Santiago de Compostela, conocen numerosos personajes y viven situaciones estrechamente vinculadas a las creencias religiosas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
28 de enero de 2011
51 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel, surrealista nato. En 1933 dijo del cine: “Las imágenes, como en el sueño, aparecen y desaparecen a través de disolvencias y oscurecimientos; el tiempo y el espacio se hacen flexibles, se encogen y alargan a voluntad; el orden cronológico y los valores relativos de duración no responden ya a la realidad…”.
Tuvo fijación con lo religioso, que le sirvió de combustible creador. Breton veía similitud entre un surrealista y un hereje. En el 68 Buñuel retomó el ímpetu juvenil y dedicó a las herejías una obra de puro surrealismo.

Le dio estructura de cajas chinas, como el Quijote, Gil Blas o una novela predilecta, “Manuscrito encontrado en Zaragoza”, sumándole lenguaje onírico.
En la “Historia de los heterodoxos españoles”, de Menéndez Pelayo, encontró un filón. Organizó una treintena de episodios en ágil cruce de parajes históricos, Nuevo Testamento incluido.

Dos vagabundos se alejan de un París lleno de coches para andar el Camino de Santiago. El viejo y barbudo se llama Pedro, y el joven y lampiño, Juan. En su medieval peregrinaje se topan con personajes de toda época, relacionados con las herejías, lo que toca seis dogmas católicos: la Eucaristía, el Mal, la naturaleza de Cristo, la Trinidad, la Gracia, los Misterios Marianos.

Para evitar lo abstracto, Buñuel recurre a humor sin encarnizamiento; al discurso discontinuo y al fragmento, a dislocar un tiempo y un espacio muy flexibles, en total libertad narrativa: en la impresionante escena de la Venta del Llopo (Calanda), un cura habla a los ocupantes de un cuarto a la vez desde fuera y desde dentro. Preguntado Buñuel por la extraña lógica, dijo que a él le pasaba así; que cuando un cura le hablaba desde fuera de un cuarto le veía también dentro. ¡Surrealismo! Otro personaje imagina que fusilan al Papa, y el de a lado oye la descarga. Unos estudiantes medievales se trasladan al siglo XX con simple cambio de ropas…

Textos y citas son literales, para desencajarlos del contexto con distancia irónica y crear efecto chocante: un camarero expone problemas teológicos mientras toma nota a los comensales, un cazador debate los misterios y se limpia los dientes con una uña.

Aparecen el obispo Prisciliano, Lucifer, el marqués de Sade con demoledora parrafada, un jansenista en duelo a espada con jesuita entre argumentos religiosos…

Para Buñuel, hacer una película era preparar un guión de hierro. Después, rodar y montar era fácil.
Se encerró una temporada a escribir con Carrière en el Parador de Cazorla. A partir de un Diccionario de Herejías, se pasaban el día con la Trinidad. Surrealismo de nuevo.

La voz de Buñuel se oye en la radio de un coche, diciendo frases de la “Guía de pecadores”. Y en boca de un huésped de la Venta pone otra frase, de sus favoritas: “El odio de la ciencia y el horror de la tecnología me llevarán a la absurda creencia en Dios”.

Otra define su estilo: “Lo admirable de lo fantástico es que lo fantástico no existe: todo es real”.

Genio y figura.
Archilupo
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16 de marzo de 2009
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta Luis Buñuel que para preparar el rodaje de esta película hizo previamente un estudio profundo acerca de la historia de las herejías, estudio que se había iniciado hacía años con la lectura de “Historia de los heterodoxos españoles”, de Menéndez y Pelayo. A lo largo de ese periodo, el maestro y su fiel guionista y ocasional actor, Jean Claude Carrière, no pararían de reírse a carcajadas. Porque “La vía láctea” es, por encima de todo, una película de humor.

En realidad es la que quiso hacer siempre Buñuel. Por eso, él mismo se sorprende de que el productor aceptara pagarle una gamberrada y de que el público y la crítica la recibieran después de manera bastante entusiasta. En las anteriores, un cura atraviesa una escena, los personajes se encuentran en el interior de una iglesia, un sacerdote dice una misa, etc. En todas hay una pincelada de sátira sutil, casi en grado cero, de la iglesia católica y de sus ilustres representantes. No hace falta ponerle a un clérigo unas orejas de burro para que su aspecto de clérigo sea ya absurdo, anacrónico y ridículo. Por eso, en esta película los impostores son los protagonistas, empezando por los jefes y siguiendo por las divisiones inferiores.

Y no solo los ortodoxos, también los herejes, tan impostores como los primeros pero con la valentía al menos de plantar cara a los que mantienen el negocio.

Crítica, pues, de alto calado. En un restaurante todos hablan de Jesucristo. Camareros y clientes sostienen una refinada conversación sobre la naturaleza del hijo de dios. Si el hijo de dios se presenta de pronto y pide un pedazo de pan lo despedirían seguro porque sus ropas no son las correctas para estar en ese mismo restaurante. Buñuel conocía bien este tipo de hipocresías sociales: las había visto en el colegio en donde tuvo la desdicha de estudiar el bachillerato.

Todo este material en manos de un director sin talento resultaría, en todo caso, una broma privada de mayor o menor nivel. En sus manos, se convierte en una feroz diatriba, rebosante de humor y de inteligencia cinematográfica.
Paco Ortega
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22 de mayo de 2011
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia dramática realizada por Luís Buñuel (1900-1983) a partir de un guión original escrito por el propio Buñuel con la colaboración de Jean–Claude Carrière. Se rueda en la región francesa de Oise (Forêt de Halatte, Saint-Leu-d’Esserent iSenlis) y en los platós de Franstudio (Saint Maurice). Producido por Serge Silberman, se estrena el 15-III-1969 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en términos de presente a lo largo de un viaje desde las afueras de Paris a Santiago de Compostela de dos vagabundos, Jean Duval (Terzieff) y Pierre Dupont (Frankeur), que acuden a Santiago para pedir limosna a los turistas que visitan la ciudad para venerar la tumba del apóstol Santiago. Hacen el viaje a pie y en algunos tramos en tren, coche y autostop. A lo largo del viaje se topan con personajes diversos, casi todos extraños o estrafalarios, de distintas épocas y de distinta condición. Buñuel construye en este caso una de sus obras más surrealistas y a la vez uno de sus trabajos más singulares y personales. El tema central del film es la religión, especialmente la religión católica, y el acervo de milagros, apariciones, debates teológicos, dogmas, fanatismos, disidencias, herejías, crueldades y absurdos que su historia ha acumulado a lo largo de los años.

La narración se desarrolla en un tono contenido y atenuado por el deseo de crear un clima dominado por la presencia reiterada de lo inverosímil, lo increíble, lo irracional y lo improbable. No carga las tintas del relato con el propósito de favorecer la percepción subjetiva del espectador de los trazos surrealistas de una historia marcada por la presencia reiterada de lo extravagante. La narración pretende, sobre todo, presentar situaciones irónicas y mordaces, envueltas en un sutil sentido del humor, que en ocasiones puede pasar desapercibido al espectador acostumbrado a lenguajes directos y descarnados.

Trata temas muy variados de carácter doctrinal, a los que añade la exposición de imposturas, hipocresías, abusos, excesos, contradicciones y posiciones derivadas del egoísmo o la estupidez. Las cuestiones doctrinales se refieren a la naturaleza divina y humana de Cristo, la eucaristía, el pecado original, la gracia, los misterios marianos (inmaculada concepción, virginidad, asunción…), existencia de Dios, salvación, etc. Presenta seres sobrenaturales, como el niño estigmatizado, el ángel de la muerte… Muestra instituciones como los tribunales de la Inquisición y sus prácticas atroces en los autos de fe con la quema de herejes pertinaces, el ahorcamiento de herejes arrepentidos, la exclusión de la Iglesia y de la salvación mediante la maldición o anatematización, la excomunión y otras penas (azotes, prisión…). Compone una figura de Cristo marcada por la intransigencia, la belicosidad (“No he venido a traer la paz, sino la guerra”), la ira, la ambigüedad y la vanidad. No oculta su tradicional simpatía por la figura discreta, laboriosa y maternal, de la Virgen.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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24 de septiembre de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta la gente decidida a salirse del camino por el que viene andando, cuando ha encontrado otro sendero al que presiente recto. Me gusta la gente que estudia, investiga, y toma en cuenta todos los aspectos que ve interrelacionados con aquello que le apasiona. Me gusta la gente que asume riesgos cuando adquiere como meta la verdad, el bien de la humanidad y el desenmascaramiento de los embaucadores. Me gustan los ateos, los rebeldes, los revolucionarios… siempre que asuman como principio el respeto por toda vida y el bien general como su objetivo.

Por lo que conozco de, Luis Buñuel, creo que cabe dentro de estos conceptos... al menos en buena parte; y lo aprecio y admiro, porque con él y con Nietzsche, terminé de despojarme del conformismo, del dogma, de las banderas y de toda ideología… y así, con la mente limpia, escéptica, libre de toda identificada basura que se ha proyectado generación a generación durante ya largos siglos, pude lograr lo que ellos no lograron: encontrar a Dios, a ese Padre Universal fuente del más sabio y puro amor, el cual carece de religión y quien, de nosotros los humanos no espera otra cosa que el ejercicio de la bondad y la ternura.

<<LA VÍA LÁCTEA>>, me remonta a los años verdes cuando, inconformes con ese Dios castigador, torturador e intimidante que nos enseñó -y sigue enseñando- la iglesia católica, nos rebelamos contra él y nos encaminamos por el sendero de la filosofía atea para hallar argumentos que nos iluminaran el camino. Como Buñuel, acudimos a la misma Biblia para escudriñarla con lupa, y buscamos en Schopenhauer, en Freud, en Bruno y en muchos otros pensadores entre los que incluimos a El Marqués de Sade, en busca de argumentos que hicieran posible el acceso a la razón.

La película del español, está colmada de referencias históricas para cuestionar los dogmas más comunes de la iglesia: la Santísima Trinidad, la Inmaculada Concepción, Jesús Dios y Hombre, la eucaristía como cuerpo de Cristo, el libre albedrío... y en todo esto hay argumentos de peso, otros más livianos y algunos que han perdido toda sustancia con el correr de la tinta y de los años. Buñuel, entremezcla el humor negro, la mordacidad, la picardía, el doble sentido, el alegato… y curiosamente, un sincero acogimiento respecto a la virgen, que nunca sabremos si fue por un hálito de reencuentro con la espiritualidad adormecida o si sólo quería congraciarse con la fuerte censura que tanto lo amordazaba.

<<LA VÍA LÁCTEA>>, se disfruta de buena gana. No lo considero un filme fácil para mucha gente, porque acude a referencias y personajes de los que no da ninguna pista, pero, para quienes están en la búsqueda y siempre mastican su grano, ofrece un agradable e interesante sendero que anima a investigar, para que así nos sacudamos las grandes telarañas que obnubilan nuestro pensamiento.

Siempre hay, cuando menos, dos maneras de interpretar las cosas. Jamás te conformes con una, sin darte la oportunidad de conocer la otra.
Luis Guillermo Cardona
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18 de julio de 2010
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que Buñuel siempre quiso hacer una película sobre la vida de Jesucristo. "La Vía Lactea" se acerca a este deseo.
Bill Krohn y Paul Duncan definen muy bien el film: "Un estudio entomológico de una especie de insecto, (el homo christianus), en el que se pone de relieve los rasgos compartidos por diversos especímenes diseminados por el tiempo y el espacio"
Y es que "La Vía Lactea" es un gran fresco que recoge una buena parte de los contenidos del dogma cristiano y de las herejías que contravienen el dogma. Todas las citas son reales y exactas.
Según Buñuel y Carriere, todas las herejías son intentos de explicar racionalmente los misterios centrales de la Iglesia. Y así la película transita por las herejías y las citas bíblicas con una gran dosis de ironía (cuando no, cachondeo). E incide en la existencia o no de Dios. En un momento se dice que "Solo el insensato cree en el fondo que Dios no existe"
A pesar de que algunos plantean ideas peregrinas al respecto, Buñuel fue un ateo sin fisuras (en sus propias palabras), si bien estaba muy interesado en los aspectos religiosos. Por tanto, desde esta óptica y no otra, debe ser contemplada la película.
Y por lo tanto, aunque el film parece no tomar partido, se trata de una crítica despiadada del cristianismo, en la que salen a relucir las abundantes incoherencias y excentricidades que riegan los textos "sagrados".
Hay dos escenas muy significativas de la literalidad que acompaña a toda la película (con sentidos contrapuestos):
- Un caballero se cruza con los dos protagonistas (peregrinos hacia Santiago de Compostela). El caballero le da dinero al que ya tiene algo y no le da nada al peregrino que no tiene nada. Esta acción esta sacada literalmente del Evangelio: :"Al que no tiene nada, nada le será dado; al que tiene le será aumentado"
- Cuando el posadero conduce a los jóvenes a la habitación, encierra el candil en un armario. Uno de los jóvenes le pregunta por su acción y el posadero saca el candil y les conduce a otras habitaciones. Dice el Evangelio: No se enciende una luz y se pone debajo de un celemín, sino sobre el candelero y así alumbra a todos los que están en la casa".
Otros temas que toca la película son las apariciones de Virgen, el castigo del cuerpo para la liberación del alma, la inquisición, el pensamiento único, la Santísima Trinidad, la doble naturaleza de Cristo, el ateo Marqués de Sade...etc.
Hay algunos momentos totalmente surrealistas y cómicos, como el tratamiento del personaje de Jesús; y concretamente la sanación de dos ciegos o el consejo de María de que se deje barba. Pura ironía cuando el cura le pregunta al guardia civil por el segundo hijo que va a tener
Formalmente la película es perfecta (marca de la casa) con interesantes hallazgos visuales.
Una película que, con toda esta carga abstracta y teológica, consigue divertir. Solo la genialidad de Buñuel puede conseguir algo así.
Rober
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