Dulcinea

La belleza de Millie Perkins es el puntal máximo de Vicente Escrivá, si obviamos la evidencia de que sobre el film pesa la sombra del personaje cervantino por antonomasia.
La novela de la que parte es francamente atractiva, con una idea más que seductora, y a fe del que esto suscribe que, durante la primera mitad del film, Escrivá consigue un buen resultado, atractivo y seductor, como decía de la idea original. Pero en su segunda mitad el film se emborrona. Cuando toma conciencia propia, Dulcinea debe comenzar una nueva aventura y en esa aventura Escrivá se pierde, se precipita, se acelera, y culmina todo en un juicio donde todo parece impostado.

Queda una buena ambentación, una espléndida belleza de Millie Perkins, una idea original, y la aparición de varios de nuestros actores de toda la vida, en cameos o personajes muy secundarios.

Soberbia puesta en escena de la obra de teatro homónima. La película puede considerarse una de las joyas ocultas del cine español. El personaje central rebosa credibilidad dentro de su locura contagiada de Don Quijote. La trama está muy en línea con las desventuradas andanzas del mito y bien hubiera podido ser una derivación del libro original, al modo de las novelas ejemplares. Los actores están impresionantes dando vida a sus personajes. La fotografía y la fuerza de las imágenes hacen inevitables las referencias a Bergman y a la Juana de Arco de Dreyer. Sin duda, una de las mejores películas, por no decir la mejor, de Vicente Escrivá. Aquí no hay nada de patrioterismo ni de comedia comercial. Con esta obra por sí sola, ya se tiene merecido un lugar en la historia.

Como un relato dicho a media voz entre textos cervantinos y una trama que rebosa originalidad y sentimiento, V. Escrivá rebusca en los entresijos de una fabulación magnífica, la maneja con destreza y la contextualiza en una estupenda ambientación musical, personal y social
La fascinación se convierte en escena y la poesía de la imagen se funde en un argumento que conjuga lo místico y lo profano en una ficción íntima, luminosa y brillante.
Sólo cabe respeto y admiración ante lo que la pantalla ofrece.

Pero cuando el armazón cinematográfico comienza a desmoronarse en una inflexión innecesaria y frívola, a pesar de su aparente seriedad, la película hace aguas y pierde su intención y significado.

Segunda de las versiones cinematográficas de la obra teatral de Gaston Baty, "Dulcinea" resulta todo un hallazgo dentro del cine español de la década de los sesenta. Una coproducción con Francia e Italia donde la protagonista, Millie Perkins, se convierte en digna continuadora de la misión de Don Quijote. Un personaje bueno y honesto, ingenuo si se quiere, como una nueva Juana de Arco que rápidamente se gana la empatía del espectador. Valiéndose de una fotografía bergmaniana, casi innovadora, unida a una música mágica, Escrivá refleja la dura psicología de los personajes y envuelve a la historia en una atmósfera onírica. Intérpretes como Folco Lulli o Cameron Mitchell completan el reparto.