Las vampiras

Jesús Franco estaba enamorado de Soledad Miranda (y quien no lo estaría) y eso se nota en cada plano, desde el momento en que aparece tomando el sol (menuda escena). A esta vampira no solo no le afecta el sol, sino que disfruta tomándolo en topless o desnuda, un punto mas para Jess. La verdad es que, seamos sinceros, una vampira con la típica capa de Drácula habría quedada descafeinada y hasta ridícula. No solo eso, si no que se aleja de los típicos escenarios lúgubres y oscuros y se sitúa en lugares soleados y glamorosos. Sin duda, es una vampira fashion victim, como queda muy claro en esas gafas de sol, que Paris Hilton copio décadas después.

Tarantino, fan confeso de Jess, cogió el mejor tema musical de Las vampiras para su Jackie Brown, la hipnótica The Lions and the Cucumber.

Tuve la mala suerte de ver la versión española, que esta salvajemente mutilada y no se entiende absolutamente nada. Afortunadamente pude ver tiempo después la versión completa. Recomiendo la versión integra y huid como la peste de la versión española
spoiler:

Una princesa (Miranda) de una pequeña isla del mar de Mármara, logra mantenerse eternamente joven gracias a la sangre que bebe de sus jóvenes y bellas amantes... Franco realizó "Las vampiras" a partir de un relato de Stoker pero cambiando el sexo a los protagonistas, a fin de enfatizar el aspecto inequívocamente sensual y erótico del mundo vampírico, ahora desde una perspectiva lésbica.
Viendo actualmente y en su versión íntegra (algo sinceramente maravilloso pues en España la película fue brutalmente asesinada), emerge como una de las más respetadas y respetables obras de su autor (aparte de ser de las más queridas por él), que denota un más que claro y digno sentido cinematográfico y una apuesta sugerente dentro del terror, dónde son también palpables defectos de construcción del guión, las limitaciones del presupuesto (esa sangre...) o una música que fue un éxito en los circuitos independientes - nº 1 en Inglaterra - pero a la que yo creo llamativamente irregular. Aparte de la miocridad de gente como Ewa Strömberg o Heidrum Kissum, sobre todo si se las encara con una admirable, tan envolvente como desamparada, Soledad Miranda, quien hace una composición magnífica del personaje llena de determinación y encantadora naturalidad (poco después fallecía tragicamente). Jesús Franco, por su parte, se reserva un papel de sádico depravado, coleccionista de muñecas sexuales.
Así pues, una variante lésbica del "Drácula" stokeriano francamente sugestiva y muy respetable que engalana (gracias a esta nueva versión íntegra, sino ya estaríamos hablando del film chapucero de siempre) la particularísima filmografía de un autor puramente español pero extranjero aquí, pues es practicamente el único lugar del mundo del cine dónde aún no ha logrado reconocimiento alguno: me parece absolutamente injusto, ya que acumula más méritos que otros y cuando ha podido/querido hacer cine con su estilo y en libertad - no libertinaje - ha logrado buenas cosechas. Para empezar vean "Gritos en la noche".

Por cortesía de mi camello, encontré la versión íntegra de esta (lamentablemente) mítica cinta por el módico precio de 2 euros. Como lo que yo había visto en su momento era una serie de retales hilvanados sin ton ni son, lo que la censura franquista había respetado, y no había entendido nada, me la zampé enseguida. Bien, la verdad era que no había gran cosa que entender. Todo estaba meridianamente claro. Desde el primer momento.
Ya he manifestado en otras ocasiones la simpatía que despierta en mí Tío Jess. Era un sinvergüenza y un caradura que logró hacerse pasar por "autor" mientras iba atiborrando de basura al personal. Y la persecución implacable de la censura sólo logró aumentar su aura, agigantar el mito. Como ya dejaba claro en mi crítica de Justine, Franco era un enfermo metal de pronóstico muy grave y escasas posibilidades de curación, y no digamos ya de redención, un perverso de manual, pero tuvo la rara habilidad de, en lugar de pagarse un psicoanalista que le mantuviera compensado, conseguir que otros incautos le pagaran a él para poder así trasladar a la pantalla y convertir en realidad sus obsesiones más delirantes. Como cineasta, Franco es negado: no sabe planificar, ni iluminar, ni montar, ni encuadrar, ni elegir la música, ni dirigir a los actores, ni compaginar estas tareas propias de un realizador. Si hasta logró engañar a Orson Welles para que le contratara como ayudante de dirección y así alimentar su mito, por el amor de Cthulhu. Dicho esto, pasemos a descuartizar la película.
Música de burdel barato; ambientación de pacotilla; fotografía tipo "¿cómo encuadro esto? Como te salga, chaval"; diálogos que parecen compendiar todas las frases hechas más chorras y estereotipadas; erotismo de fiesta soberanista regada con Aromas de Montserrat; toques lésbicos que producen vergüenza ajena; coreografías que habrían enfurecido a los clientes habituales del Arnau; y la interpretación. Esto merece otro apartado.
Ewa Strömberg tal vez fuera el prototipo de maciza germánica soñada por muchos hombres, pero su inexpresividad y falta de voltaje erótico bastarían para descalificarla y expulsarla de una película presuntamente hecha para excitar a los machos. Sólo verla me producía calambres. Qué falta de entusiasmo, qué carencia de energía, que ganas de salir corriendo y dedicarse a otros menesteres. Sale un tipejo llamado Andrea Montchal, con un peinado imposible y una cara de simio recién bajado del árbol, que apenas duró ocho películas, afortunadamente. Es de bofetada. El pobre Dennis Price, cómplice habitual de Franco, no sabe ni lo que hace ni por qué. Se limita a farfullar algunas perogrulladas sobre lo oculto y lo demoníaco y se queda tan fresco. Hace de médico un poco loco, claro está. En este repaso no vamos a olvidar al propio autor, Jesús Franco in person, en un papel de... ¡obseso sexual con tendencias homicidas! ¡Lo habéis adivinado. Le sale bien, porque hace de sí mismo. Borda el papel.
Y Soledad Miranda. Pobrecita, no logró ver el estreno de la película, porque se estampó con el coche poco después de finalizado el rodaje de Las vampiras. Ella era la musa de Tío Jess en ese momento. Aparece hermosa, distante y misteriosa. Nunca sabremos qué habría pasado de haber continuado con vida. Desde luego, yo no la veo trasegando litros de semen y recibiendo por el trío de orificios ante la cámara como Lina Romay, segunda y última musa de Franco. En la intimidad, sí que la veo, pero de cara al mundo no. Ella, malaguanyada, hace lo que puede con el libreto, bueno, en realidad, apenas habla, pero sus pretendidos numeritos lésbicos de cabaret del Raval dan grima. Habría debido arrimarse a otro Pigmalión.

De lo mejor que hizo el iconoclasta Jesús Franco en su larguísima e irregular (seamos benévolos) carrera como director. Como casi siempre en sus películas, existen dos versiones: la íntegra, ya editada en España después de muchos años. y la censurada, con los cortes perpetrados por los represores y reprimidos censores franquistas (más de 20 minutos).

Buen guión, basado en un relato corto de Brad Stoker y adaptado por Jaime Chávarri y el propio Jess Franco, dirección más cuidada de lo habitual en el director, fotografía muy lograda y sobre todo una bellísima y hechizante Soledad Miranda que se come la pantalla en cada plano. Soledad fue la gran musa del director y una estupenda actriz con una carrera por delante extraordinaria, pero fatalmente truncada por un accidente de coche que se la llevó para siempre el 18 de Agosto de 1970, pocos meses después de rodar esta película. Tenía sólo 27 años.

En resumen, buena película del género de terror erótico español, que todo buen cinéfilo debe de tener. Por ser de lo mejor que hizo Jesús Franco, pero sobre todo por Soledad Miranda.

La pasión turca. La vida es sueño. La llamada de la selva. Los inmortales. Todos a una, como en Fuenteovejuna.
Bósforo, Esmirna, Anatolia... Üsküdar, Ankara, Crimea... Mira que me cae bien Jess, pero...
Una rubia y otra morena como en zarzuela.
Psiquiatras, Dráculas, qué más da cuáles son peores, posesiones demoniacas, sexo a borbotones y mucha mala muerte.
Ni el más mínimo sentido argumentalmente, cortes bruscos absurdos, elipsis inenarrables y montaje delirante.
Lo mejor, el tema musical principal, genial, los cuerpos serranos de ambas y los colores fuertes, esos rojos y esos azules brillantes. La estética pop y soft porn.
Es laberíntica y cilíndrica. Como de Chirico, poco menos.
Repite conmigo, la mariposa, el escorpión y la cometa, abre la muralla, y el sable del coronel, cierra la muralla.
He visto la versión restaurada, sin censura, infinitamente superior a la cortada, dónde va a parar, las escenas incorporadas le dan un sentido completamente nuevo a la obra, son la clave, la llave para entender su críptico mensaje, oh, Yahvé.
Lisérgica y psicodélica.