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La escalera de caracol

Intriga. Thriller. Cine negro Una joven muda (McGuire) trabaja en una gran mansión como criada de una anciana enferma. Cuando un asesino en serie empieza a aterrorizar al vecindario, la señora se preocupa por la seguridad de su bella sirvienta. De este film de suspense se dijo que Hitchcock no lo hubiera hecho mejor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La escalera desciende oscilante y se enrosca en la mansión, apretándola como dedos alrededor de un cuello, impidiendo el oxígeno y ocultando el fondo entre sombras perpetuas.
Ni tan solo un grito ahogado, sólo el débil resplandor de una vela y un ojo observando desde algún rincón apartado y oscuro...

Tras quedar muy disgustado con el final de "The Strange Affair of Uncle Harry", vilmente manipulado por los señores de Universal bajo la imposición del código de censura, Robert Siodmak participa en un "loan-out" con RKO para una cara producción donde pudiera volver a demostrar su gran talento como maestro de cine negro. Originalmente David Selznick posee los derechos de "Some must Watch", una de las obras imprescindibles de la carrera de Ethel White, pero necesita dinero para financiar su deseada "Duelo al Sol", así que la autoría pronto cambia de manos...
Y al más puro estilo Charles Bennett, Mel Dinelli adapta en el que es su primer guión, el relato a su parecer, publicado más de una década antes. No se puede decir si estos cambios, bajo supervisión de Isadore Schary, influyen en el resultado final; de la Inglaterra original la acción se muda a Vermont, sin embargo el ubicarla a comienzos de siglo ayuda a preservar ese toque victoriano y gótico tan propio de la literatura de la nativa de Gales, reforzándolo en su aspecto visual la imagen de esa escalera que en plano cenital abre los créditos y da título al film, girando hacia las tripas de una mansión en tinieblas. La atmósfera se establece desde el primer momento.

Los primeros minutos de "La Escalera de Caracol" encajan en una genuina película de terror de savia europea, y ello lo aporta la presencia de Siodmak, quien además realiza un bello homenaje al propio cine de principios de siglo con "The Sands of Dee" (elección significativa de una historia donde la apariencia oculta una terrible verdad). En otro cuarto una joven se desnuda, pero la cámara no abandona la estancia, sino que opta por deslizarse al fondo de un ropero de donde brota un inquietante ojo; Hitchcock moriría por firmar esta magistral secuencia donde el primerísimo primer plano atraviesa el iris de este globo ocular y se precipita al otro lado, forzándonos a ocupar el lugar de un muy posible asesino.
Así se adelanta el director en catorce años al ojo que espiaba a Marion en "Psicosis". Pura forma del expresionismo en un instante voyeur enfermizo; lo restante es simplemente imaginar y esperar a una próxima vez, pero por desgracia esto tardará en suceder. No nos quedamos junto a investigadores ni detectives, porque esto no es un policíaco propiamente dicho; nos vamos de allí acompañando a Helen, quien, por obra y gracia de Dinelli, ahora es muda (lanzando al aire un atractivo perfil para el criminal: sus víctimas son mujeres afectadas por alguna discapacidad, ausente en el libro).

Selznick quería a Ingrid Bergman, pero la recién iniciada en la industria Dorothy McGuire pronto captura nuestra simpatía, y se sufre al ver su figura frágil e inocente sumergiéndose en ese tenebroso entorno modelado por Albert D'Agostino y Nicholas Musuraca: la naturaleza rabiosa en el exterior, las sombras invasivas en el interior. White, de no haber fallecido sólo dos años antes, habría disfrutado sus ambientes góticos plasmados con tanto esmero en pantalla; la silueta del homicida acechando entre los árboles del jardín, descritos por aquélla como seres vivientes, figura un monstruo y presagia en dos décadas la figura del asesino del "giallo" (la influencia para Bava es apreciable)
Dentro se respira el aire denso y trágico de Du Maurier y es fiel al espíritu del libro. Un círculo de secundarios ayudan a mantenerlo, desde las amargas y mordaces criadas a la anciana señora Warren, postrada en su cama y sospechando en todo momento, para terminar atrayendo nuestra atención el hermano del dueño Albert, un personaje descarado y mujeriego, llegado del extranjero. La permanencia en este lugar nos vicia poco a poco los pulmones con su angustia, y Siodmak aprovecha todos esos elementos formales para configurar una atmósfera gélida, de rencor, odio y tensión.

Y aun habitando y revolviendo las entretelas de este extraño núcleo familiar cual melodrama de época, el asesino nunca se olvida pues sabemos que está dentro, así la sensación de muerte planea en todo momento sobre la cabeza de las tres féminas: esa inquietante y magistral Ethel Barrymore, postrada, siempre vaticinando el desastre, la sensual Rhonda Flemming como Blanche y su contraparte Helen. Mientras la amenaza de ser observadas persiste (y se nos hace saber a base de travellings que surcan los rincones como una presencia fantasmal), es admirable la habilidad de Dinelli al guión.
El drama psicológico que pesa sobre la última al estilo de "The House of dr. Edwardes" (hecha "Recuerda" por Hitchcock) y las cada vez menos infundadas sospechas sobre la verdadera identidad de Steven, tal cual sucedía en "La Sombra de una Duda"...todo misterio, fatalidad inesperada. Siodmak tiene esta vez el control del montaje final y libera la tensión, el horror acumulado, en un último tramo donde perder un segundo de metraje es perder las más viscerales sensaciones frente al suspense; el error de un romance inútil (el de Helen y Parry) y una confesión (totalmente innecesaria, un cliché a evitar) se compensa con un castigo ejemplar al son de "¡Asesino!" que nos golpea con violencia en el centro del estómago.

Una de las mejor elaboradas rectas finales que se han realizado en un "thriller" de la época, y que Hitchcock también moriría por firmar; algo de la tragedia "shakespeariana" que inspiró la literatura de White, simbolizada en esos feroces árboles del exterior tan bien descritos por Barrymore, queda impregnada en las poderosas imágenes de Musuraca.
El grito rompe con los muros del silencio y la violencia femenina se cobra su venganza. Con este logro del género, el alemán está preparado para dar el salto definitivo en Hollywood: "Forajidos".
Chris Jiménez
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23 de junio de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
204/22(16/06/22) Buen film de terror psicológico, que tiene el problema que el tiempo la ha arrugado un tanto en algunos aspectos. Dirigida por el alemán Robert Siodmak, traslada a la pantalla un guión del debutante guionista Mel Dinelli (“AlMas desnudas” o “La casa del rio”), que adapta la novela de la galesa de Ethel Lina “White Some Must Watch” (1933), relato que sigue a una joven muda en una ciudad de Vermont de principios del siglo XX aterrorizada por un asesino en serie que ataca a mujeres discapacitadas. Relato con claro sentido gótico, ese que el director había mamado en Alemania, por ejemplo colaborando con Fritz Lang, para ello en la cinta tenemos crímenes teatrales, mansiones decadentes, noche tormentosa, sótanos oscuros iluminados por velas que dejan sombras alargadas y tenebrosas, escaleras retorcidas, seres desvalidos, todo ello filmado de modo incisivamente expresionista.

En un pequeño pueblo en 1906 Vermont, la muda Helen (Dorothy McGuire da una sentida actuación, cargada de humanidad y fragilidad) asiste a una proyección de una película muda en el salón de una posada local. Durante la proyección, la cámara fluye de forma mágica hacia el candelabro enorme que hay sobre el embelesado público y de forma sutil se diluye en la habitación de arriba, una mujer lisiada (es coja) que se hospeda en la posada es asesinada en su habitación por un hombre que se esconde en el armario (visto en primer plano de su iris resulta espeluznante entre las ropas); su asesinato (escalofriante en su teatralidad, cuando ella se quita el vestido por arriba, como no vemos el crimen en sí, lo que vemos son sus brazos estirados hacia arriba contorsionándose sus dedos de forma cruenta, y con ello sentimos el dolor de la víctima) es el tercero de una serie de asesinatos en serie en la comunidad. El Dr. Parry (buen Kent Smith), un amigo de Helen, la lleva a la casa de los Warren, gran propiedad en las afueras de la ciudad donde Helen trabaja como asistenta de la Sra. Warren (Ethel Barrymore) postrada en cama. También residen en la casa el hijastro de la Sra. Warren, Albert (gran George Brent), un profesor local; su hijo, Steven (correcto Gordon Oliver); y un personal residente: la Sra. Oates (siempre excelente en un rol con claro sentido cómica, la eterna Novia de Frankenstein, Elsa Lanchaster), ama de llaves; su esposo, el Sr. Oates (buen Rhys Williams), un manitas; Blanche (cumplidora Rhonda Fleming en un papel totalmente prescindible, igual en la novela tenía más relvancia, aqu´ñi es un parche)), una secretaria que tiene una aventura con Steven; y la enfermera Barker (Sara Allgood), la enfermera abusada verbalmente de la Sra. Warren. En la casa, una figura encapuchada observa desde el bosque mientras Helen asciende por el camino de entrada.

Historia con claras reminiscencias a lo que se había descubierto en la Alemania nazi tras su derrota, los campos de exterminio donde se eliminaba, según los eugenésicos jerarcas hitlerianos a los seres defectuosos-indeseables, aquí se transmuta a la mentalidad del asesino, tipo enfermo que mata a las mujeres con taras ("No hay lugar, en todo el mundo, para la imperfección", dice). También se ha visto (acertadamente) como un sutil estudio del paso del cine mudo al sonoro, ello remarcado desde ese inicio en que asistimos a una proyección de una película silente, con la protagonista muda que lucha por poder hablar (de hecho, en la novela era la protagonista lisiada física y aquí pasa a ser muda), y sobre todo con su final. Un relato que juga hábilmente con el ‘agathachristiano’ ‘whodunit’, donde hay que adivinar quién es el criminal entre un nutrido elenco de sospechosos. Hay un ritmo fluido, ágil, con una duración que no llega a la hora y media, en un crescendo dramático bien llevado, que engancha al espectador, perro que en su final no me ha sido satisfactorio, pues tiene algunos defectos (spoiler) que la impiden elevarse, como es ese malo cometiendo errores de ‘chirigota’, cosa que no le habíamos visto hacer con la primera víctima, con la potencial última se vuelve un parlanchín que no va directo al ‘grano’. Esto bueno apoyado por unas notables actuaciones como son Dorothy McGuire, George Brent y Ethel Barrymore (la veterana actriz perteneciente a la cuasi-aristocrática saga Barrymore, recibió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto).

Todo con excelentes elementos de suspense, intriga, misterio, donde hay en el ambiente secretos del pasado, dolor, angustia, jugando de forma estupenda con la ambientación para sumar el interés, como es la fotográfia de Nicholas Musuraca (“La Mujer Pantera” o “Retorno al pasado”), que expone con dramatismo filmando mucho en ángulos bajos, con claroscuros, planos holandeses, los fuera de campo, los subjetivos, el detallismo, con mucho r3eflejo en espejos (alegoría del desdoblamiento de personalidad), ese primer plano de los ojos recordando a los de la buñueliana “El perro Andaluz”, influenciando claramente a cineastas como a Hitchcock y su “Psycho” (así como al voyeurismo), al Michael Powell de “Peeping Tom” o al Dario Argento de “Deep Red”), creando un clima de latente amenaza en el desarrollo, el detallismo (esas manos que se arquean para expresar el dolor al inicio), las mencionadas sombras, la escenografía de Albert S. D'Agostino (“Notorius” o “El enigma de otro mundo”), con ese ees interior de la casa que es un personaje más, en miscelánea con el sonido (esos crujidos, golpes de viento, gritos,...).

Relato de índole de psicológica en como varios personajes acarrean traumas cuasi-freudianos, como es la protagonista, sin voz desde que de niño sufrió un trauma que le paralizó las cuerdas vocales; la matriarca sufre por la educación que ha dado a sus vástagos; estos retoños llevan consigo patologías internas por la educación victoriana sufrida; Este estudio de la mente a través de sus tensiones mentales queda patente en la espléndida escena onírica de del sueño de boda idealizada de Helen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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7 de julio de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente haya otras anteriores, seguro, personas con más conocimientos cinematográficos que yo sabrán, pero esta película de las que he visto me parece que tiene todos los elementos que después caracterizarían al giallo: asesino serial, protagonista con discapacidad o algún impedimento físico, varios sospechosos, etc. Estoy seguro de que Bava y Argento la vieron más de una vez.
Es un melodrama gótico, una película de terror, hasta un noir si se quiere, aunque de este último género tiene poco y nada.
Lo mejor: la primera y la última parte, cuando la cámara enfoca los ojos del asesino, y también cuando vemos las cosas desde su perturbada perspectiva, como ve a sus víctimas solo por lo que las hace "anormales" lo que le provoca una fascinación perversa.
Todos los elementos funcionan para que cada cosa pase en el momento adecuado, como va hilando las diferentes historias para que confluyan y le den verosimilitud y coherencia.
Muy buenas interpretaciones.
Los planos, la fotografía.
Lo peor: la película se divide en tres partes, la segunda es puro melodrama, no un mal melodrama, pero sí muy predecible y en cierta forma insulso y que se siente relleno, ya que uno quiere ver es cómo Helen se enfrenta al asesino, no su romance con Dr. Parry, o el triángulo amoroso de Blanche, Albert y Steven.
Manuel
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29 de agosto de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda intriga que se desarrolla en una claustrofóbica mansión a la vez que tiene lugar una imponente tormenta. Atrapados en esa gran casa señorial nos encontramos a la protagonista y a otros personajes que se nos van a presentar como posibles sospechosos de los asesinatos que tienen lugar.

La fotografía es soberbia. Bebiendo claramente del expresionismo alemán en sus contrastes blanqui-negros tan perfilados. Artísticos y geométricos.
Los travellings también son muy interesantes. Acercándose al ojo del asesino y viendo reflejado en él la acción que tiene lugar y, en otras ocasiones, alejándose del personaje para encuadrárnoslo en un pasillo del sótano o de la casa.
Composiciones muy artísticas, usando espejos, escaleras para hacer auténticos bodegones muy equilibrados.
En la fijación por los ojos, en la escena con la boca borrada y en el sueño donde no logra articular palabra en público noto una admiración del director por el surrealismo de Buñuel. ¿O habría que hablar del psicoanálisis de Freud?

El guión es bueno, muy teatral (casi toda la acción tiene lugar en la mansión). Al principio te presentan varios sospechosos entre los que dudar pero en el último tercio se van descartando varios y un buen giro del guión te cambia los esquemas para llevarte hasta el asesino.
Lástima que, al final, una persona recobre la energía (no se sabe cómo) para llevar a cabo la última acción. Igualmente algunas cosas no se terminan de explicar del todo y es algo que se debería hacer. Ya que han jugado con nuestras expectativas incluyéndolas. Si ahora las quitas, dinos por qué dejan de ser pruebas inculpatorias.

Muy bien interpretada por todo el elenco. Pero McGuire tiene la dificultad extra de hablar sin palabras, sólo con su gesto. Y lo hace de forma sobresaliente. Eso es talento.

Dirección soberbia. No decae la intriga en ningún momento. La atmósfera opresiva y misteriosa se acrecienta con las sombras, las luces de las velas en los pasillos, la escalera de caracol, la fastuosa decoración de la mansión, los sospechosos y la opresiva tormenta del exterior.
Jose Solo Z
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23 de septiembre de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica obra de arte del director de origen alemán Robert Siodmak, una angustiosa cinta perfectamente llevada con total suspense e intriga sobre una joven muda que bien podría ser la víctima siguiente de un sádico asesino que mata a muchachas con defectos físicos.

Siodmak, con la inestimable ayuda de un gran operador de fotografía Nicholas Musuraca, consigue una atmósfera extraordinaria de inquietud y zozobra que alcanza de lleno al espectador.

La cosa es así: una joven muda (McGuire) trabaja en una mansión como criada de una mujer mayor enferma (Barrymore). Un asesino en serie aterroriza a la ciudad, la señora intuye algo y se preocupa por la seguridad de su bonita sirvienta.

El excelente guion Mel Dinelli es ajustado y suena auténtico, una historia de crímenes en serie basada en la novela de Ethel Lina White, “Some Must Watch”, ambientada en una pequeña ciudad de Nueva Inglaterra en 1906. Escenarios victorianos y atmósfera gótica, con una ruidosa tormenta en la noche que dura a todo el metraje.

A su vez tiene una gran música -absorvente y angustiosa- de Roy Webb, junto a la, como decía, mágica fotografía de Nicholas Musuraca (B&W), que sabe manejar las tonalidades de los claroscuros en este filme de intriga e incluso terror, sin olvidar la solidez de los ángulos de cámara y cambios repentinos de énfasis de cámara.

En el reparto la estatura de Dorthy McGuire como personaje central, no hace sino mostrar a las claras su talla como actriz, como sirvienta privada a la vez que enamorada; un papel de muda que no resulta nada fácil. Una gran Ethel Barrymore en su rol de rica excéntrica postrada en su cama que se huele la tostada. El reparto se acompaña de un elenco de lujo: George Brent, Rhonda Fleming o Rhys Williams.

Esta historia rinde homenaje al cine expresionista alemán, con grandes dosis de compló y elementos de miedo, y un poco de psicoanálisis sencillo (la teoría del trauma único que dejó sin habla a la joven).

Otro de los grandes atractivos es como Siodmak logra que, aunque todo sea muy teatral, especialmente la unidad de espacio, el filme no pierda un gramo de fuerza.

En fin, cine de alto voltaje del cual se dijo, quizá un tanto exageradamente, que Hitchcock no lo hubiera hecho mejor.
Kikivall
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