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El caballo de Turín

Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 89
Críticas ordenadas por utilidad
17 de agosto de 2015
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine debe entretener como...

...un Picasso decorar.

Ya he dicho todo lo que tenía que decir pero, debido a que con apenas dos líneas no me van a aprobar la crítica, aprovecho para comentar que soy una persona muy afortunada. Digo esto porque a mi cine como "El caballo de Turín" -la cual acabo de ver por cuarta vez- me entretiene en cada plano, haciendo que pierda la noción del tiempo en la belleza de todos y cada uno de sus encuadres. A Tarr en 30 años se le valorará como merece, por encima de cualquier otro director vivo a día de hoy.

Como dijo Robert Bresson...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
albertoADC
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11 de marzo de 2017
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Tiempo

Dos personas toman asiento y, juntas, admiran uno de los nenúfares de Monet. A los cinco minutos, uno de ellos se levanta y, satisfecho, abandona la sala. El otro lo hace 136 minutos después.

¿Podría acompañar a cada pintura, a modo de instrucción, en su placa identificativa, cuál es el tiempo de contemplación inequívocamente "adecuado", para saber cuál de ambas personas ha disfrutado mejor la obra?

2. Imagen

La desintegración no admite unos colores que ya han sido borrados. La luz, escasa, ha de ser contraplano y hermana de un negro despiadado. El viento arrastra lo que bien pudieran ser cenizas.

3. Sonido

"El viento es un can sin dueño,
que lame la noche inmensa".

Dámaso Alonso

No sería apropiado que a un desánimo bicromático le acompañase un universo acústico rico y variado.

La granja de Turín tiene dos pistas; el silencio hostigado por un viento que parece hacerle clamar (y que, además, sopla siempre en la misma dirección), o la sinfonía del horror que Mihály Vig parece haberle compuesto al mismo Satán.

4. Espacios

Un detalle de composición espacial extraordinario. Hay dos escenas en las que el caballo, tras negarse a andar primero y a comer después, es reconducido a su establo. Al cerrar Erika Bók las portezuelas, el plano queda suspendido y fijado en ellas; el espectador sufre la reclusión silenciosa y resignada del equino, en un agónico fuera de campo: ha quedado atrapado con él, y teme la oscuridad que hay tras las puertas, desde fuera hacia adentro.

Cuando la austera dupla padre e hija se afanan en sus grisáceas rutinas dentro de la casa, oímos el viento en la lejanía, incesante, y nos sentimos temerosos de salir y sufrir su impenitente látigo; tememos lo que hay tras las puertas, desde dentro hacia afuera.

No hay remanso alguno; la desazón acomete sin piedad. A cada lado del umbral hay desolación.

[Padre e hija empacan y huyen. Sin previo aviso, vuelven y, sin mediar palabra, deshacen su equipaje. A la decisión de trasladarse le ha de seguir un atroz interrogante; ¿adónde, que no sea como aquí?]

5. El silencio

La película remite, en su final, a su premisa inicial, la anécdota sobre el abrazo fraternal de Nietzsche al caballo. Tras eso, "el abismo le devolvió la mirada" y ya nunca habló.

Nietzsche, un genio clarividente y, por ello, una persona frágil, llegó a la Nada antes de que su cuerpo se apagara. En esta película, caballo, hija y padre, en ese orden, la alcanzan también. Tarr exclama que ya vivimos en ella, y que es una cuestión de tiempo, de conciencia o de mal azar, que acabemos encontrándonos, irremediablemente, con los ojos del diablo.

[Tarr sabía que, en su recapitulación final, antes de callar él también apagando su cámara, no podía negarse a sí mismo una justicia particular. La de extender, y extendernos, un blanco infinito que, por unos momentos, lo cobije todo, uniforme infinito; ya sea como promesa, o como una necesaria mentira compasiva]

Gracias.
Nuño
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6 de abril de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Y si tuvieran algo de razón los que poseen rasgos de visionarios, esos que parecen un poco locos, esos pensadores excéntricos que caen en estados de colapsos mentales? Tal vez ellos tienen cierta capacidad de ir un poco más allá, de intuir cosas que pasan por alto para los demás, de explorar caminos en sus cerebros que suelen se impracticables, y por ello no pueden soportar semejante carga... O quizás lo suyo no pasa de diversas manifestaciones de perturbaciones de la psique... ¿Quién lo sabe? El cerebro es el mayor de los misterios.
Según un rumor popular, Nietzche, uno de los influyentes en el pensamiento moderno (y también, desgraciadamente, interpretado sesgadamente por ideologías destructivas), en una de sus visitas a Turín a causa de su delicada salud, se desmoronó abrazado a un caballo que estaba siendo castigado por su cochero. Se cuenta que después de ese episodio, el filósofo enmudeció y no se recuperó de la aguda depresión que lo aquejaba.
Béla Tarr, peculiar artista actual del campo cinematográfico, ofrece su personal visión del legado nietzcheniano, decantándose por una vertiente inexorablemente pesimista y apocalíptica. En enero de 1889 algo terrible parece cernirse definitivamente sobre el mundo y el pensador alemán lo ha presentido en su extraño arranque junto al caballo de Turín ante los estupefactos transeúntes. Una voz en off informa de este suceso y a continuación vemos al supuesto caballo que trota pesadamente bajo una ventisca, conduciendo a su amo a la granja donde viven. El blanco y negro áspero, el viento silbante que azota sin piedad y la enigmática música reiterativa como una especie de mantra hipnótico, son los acompañantes de un tiempo que se dilata y que va dejando de avanzar cuando ya es patente que la vida se ha destruido en su propia rutina inútil de días inertes, porque todo en lo que creíamos era mentira, la moral, el bien, el mal, el amor, Dios, que existe tal y como lo hemos creado, a nuestra imagen y semejanza, y que se hunde también porque no hay nada más allá, sólo nosotros que somos tan insignificantes y nos destrozamos en una inercia vegetativa. La lacónica relación entre el granjero y su hija en su austera casa, ciñéndose a sus gestos conocidos, muy parcos en palabras (que sobran porque hablar es un derroche superficial que no aporta novedad), haciendo lo que han hecho siempre para sobrevivir, esa relación se ve tan desvalida y frágil y absurda debajo de la tormenta que no cesa, se levantan, ella enciende el horno de leña que sirve para cocinar y calentar la estancia, sale a buscar agua del pozo casi derribada por el viento enemigo, viste a su padre como si fuera un muñeco silencioso, se beben unos tragos de aguardiente matutino y salen para preparar el carro y enganchar el caballo. Pero el animal, con su instinto muy superior al humano, huele la desesperanza universal y su pesebre está intacto, se niega a comer y tampoco quiere someterse a los actos cotidianos que ya no sirven.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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2 de enero de 2012
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película no para cualquiera.

Fascinante la excelente realización, la dirección y la manera en que logró transmitirme la sensación de soledad, de melancolía, monotonía, mecanicidad, desolación, e incluso de temor y resignación.

Obviamente la intención del director no es la de entretener y divertir, busca una manera de crear y de expresarse a través de este medio, dejando un ténue mensaje perceptile solo para quien esté dispuesto a ver esta película con paciencia y sin esperar absolutamente nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mikealeks
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14 de febrero de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atención: puede contener spoiler

“Turin Horse” es la última película de Béla Tarr. A través de seis días vemos a un padre de cincuenta y ocho años y a su hija viviendo en medio de la nada. El viento castiga la casa de piedra y se levanta el polvo y las hojas de los árboles. Ambos se turnan frente a la ventana para ver el mismo paisaje que se extiende hasta una pequeña colina donde hay un árbol que recuerda a Friedrich. Un pozo y poco más. Cada día va la hija a sacar agua del pozo y lucha contra la inclemencia del tiempo. Luego viste al padre que sufre de una parálisis en el brazo. Hacen cosas cotidianas como lavar ropa, coser, cortar leña, dar de comer al caballo, comer una patata hervida y beber aguardiente, todo en medio de un profundo silencio que es quebrado sólo para hacerse pequeñas observaciones sobre la carcoma o si está lista la comida. Hay un par de interrupciones de foráneos: un vecino que viene a pedir aguardiente y empieza un largo monólogo sobre la injusticia, la ineptitud de Dios, el poder y el pueblo, etc. El dueño de la casa sólo le corta al final: “Eso es una estupidez”. Otra interrupción es la del grupo de gitanos que vienen a coger agua del pozo y son echados por los dueños de la casa. Uno de ellos le regala un libro sagrado a la chica de la casa.

Sabemos que Tarr se inspiró en el caballo que Nietzsche vio ser maltratado por su cochero. El caballo de la película deja de comer y en vez de ser útil para sus dueños, comienza a ser un peso más. Cuando intentan huir de la casa, deben cargar con el caballo y los trastos, todo lo lleva la chica. No sólo es el caballo lo que empieza a ir mal. Se acaba el agua del pozo, se va la luz y no pueden encender las lámparas, las brasas no pueden encender nada. Sin agua y sin fuego no pueden hervir las patatas y los inunda la penumbra al final de la película, donde el mayor come una patata cruda y la hija observa sin intentar comer siquiera ante la advertencia de su padre: “Deberías comer” como antes ella le señalaba al caballo.

Lo importante, no está sólo en la fotografía cuidada y preciosista... hay muchos planos, pero me quedo especialmente con la imagen que se ve desde dentro de la casa del vecino alejándose, debatiéndose con el viento y el marco de la ventana encuadrándolo. La ventana es especial, vemos a la chica mirar también enfocándola desde afuera, casi al final de la película. Vemos comer un día desde el ángulo del padre, desde el ángulo de la chica otro día, al siguiente los vemos a los dos desde un lado de la mesa, y finalmente desde el otro. Así, vemos todo y nos metemos en esa casa y en su silencio (con una única melodía que encaja a la perfección).
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infausta
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