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El caballo de Turín

Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 89
Críticas ordenadas por utilidad
29 de noviembre de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo calificar una película como ‘’The Turin Horse’’? ¿Cuál es la intención de Bela Tarr con esta historia, en la que no pasa casi nada? Según palabras del propio Tarr, su intención es captar en esta obra el peso insoportable de la vida. Y yo, sin entrar en si esta concepción filosófica es acertada o exagerada, creo que lo consigue.

La película nos presenta la vida de un cochero y su hija en el siglo XIX, que viven en la pobreza absoluta. Se representa esta vida de un modo pausado, tan pausado, que casi no hay movimiento. Es quizás la única forma de desnudar un día a día horroroso, de plasmar la vida de esos personajes de la manera más completa, de forma que hasta el detalle más intrascendente tenga su lugar. Al final, casi todo lo representado es intrascendente, pero por separado. El conjunto de estas intrascendencias, sin embargo, conforma un fondo trascendente, un fondo que trasciende (aunque parezca contradictorio) más allá de lo cotidiano, y que se acerca profundamente a la existencia, aquí como carente de sentido, cargada de sufrimiento, triste y desoladora.

Por otra parte, la influencia ideológica de Nietzsche en esta película es notable, más aún cuando el cochero es aquel cuyo caballo dice la historia que abrazó Nietzsche cuando cayó en la locura. Ideológicamente sigue las vías de una concepción cíclica de la vida, repetitiva, una concepción que rechaza el progreso, pues aquí nada cambia, cada día no es distinto al otro. Sólo se atisba un progreso, que es hacia el fin. También cabe destacar la similitud de la historia del caballo, el cochero y su hija con la vida de Nietzsche, que como él (aunque de un modo completamente distinto), no pudieron progresar, porque sencillamente el entorno pudo con ellos, consiguió arruinarlos y precipitar su fin. Esta película no es más que la historia de una familia sumida en la pobreza, maltratada y acorralada por el entorno físico, por la propia vida, que tratan de progresar frente a todo ello, la parte amarga de la existencia, su peso sobre nosotros, representada en esta película de un modo brillante, como no había visto jamás.

Pero llevar a la excelencia todo esto no se consigue sino con una puesta en escena impecable y una fotografía acertada, creando una atmósfera de angustia y tristeza devastadora, que consigue aislar al espectador a ese mundo, helarle la sangre, enfrentarlo cara a cara a la amargura, siempre y cuando (como ya dijeron algunos críticos) este espectador tenga predisposición, si no, difícilmente se podrá cruzar la frontera del tedio.

En resumen, una película no recomendable para todo aquel que busque un rato de entretenimiento puro y duro, porque esta película es toda una experiencia, una experiencia sobre la realidad, a veces amarga. Un logro del cine.

Calificación: 9,4
Sergio
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1 de junio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarteto: un hombre, su hija, su caballo y la sombra de Nietzsche que se hunde en la locura, evocada en el monólogo en off que abre la película (que narra la historia apócrifa del caballo de Turín).

El fin del tiempo: la película lo pone en escena, como si el nihilismo encarnado en los años finales, oscuros, del filósofo cobrara dimensiones cósmicas y se adueñara del mundo.

Dies irae: el viento no da tregua, el paisaje está lleno de signos. El animal es el primero en comprender.

Divertimentos: la rigurosa soledad de los protagonistas sólo se ve interrumpida por la visita de un extraño vecino que acude en busca de palinka, y por la irrupción de un grupo de gitanos que invitan a una huida imposible. El extraño vecino recita un monólogo airado que recuerda a Thomas Bernhard (como los planos-secuencia de la película pueden recordar sus párrafos interminables, llenos de rodeos y reiteraciones), en el que habla del triunfo de los corruptores del mundo, los que sondean, degradan y se apoderan de las cosas: “de ellos es ya el cielo y también nuestros sueños; de ellos es el presente, la naturaleza y el silencio infinito”. Uno de los gitanos hace entrega a la hija de una anti-Biblia en la que ella lee dificultosamente unas líneas que hacen referencia a la profanación de un lugar sagrado.

Los comedores de patatas: con la dieta hipocalórica que, por lo que respecta al contenido, nos suministra la película, podemos tener la tentación de interpretar estas referencias como el “mensaje” de la película. Pero, como dice el crítico Jonathan Rosenbaum, Tarr y su guionista nos ofrecen una visión, no un mensaje.

Tiempo de penitencia: en la llanura húngara, en un tiempo indeterminado (pero en todo caso anterior a la invención del cine), Sísifo retorna.

Música repetitiva: en ella las variaciones más sutiles se convierten en acontecimientos.

Parecidos razonables: Bela Tarr es como un Bresson hadrcore (que aplicara a la trama y el montaje el mismo ascetismo radical que a los actores), como un Tarkovsky agnóstico y minimalista.

Vanguardia: que retrocede a lo primordial, a lo anti-intelectual, en la estela de Samuel Beckett.

El tiempo: como ocurre con las fotografías de larga exposición, el plano-secuencia presta una cualidad especial a la película. El tiempo está, de algún modo, encerrado en ella. Quizá de ahí viene la tensión que nos impulsa a seguir mirando, la extraña expresividad de un relato de sustancia volátil y progresión mínima.
el pastor de la polvorosa
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6 de noviembre de 2011
29 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).

Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).

Levantarse, malvestirse, ponerse en marcha para trabajar, trabajar con el estómago vacío, volver del trabajo a duras penas, malcomer sin ganas una patata asada, mirar al vacío por la ventana sentado en una banqueta, desvestirse, dormir por fin... (Cuando el mundo te deja).

Dicen que Béla Tarr quería expresar en la que parece ser su película definitiva el implacable peso de la rutina en nuestra existencia, la inevitable inercia que nos lleva a vivir a base de acciones cuasi autómatas, casi instintivas, independientemente de que la vida nos merezca la pena o no. Vale, es cierto, consigue comunicar todo eso. Pero pregunto yo ahora, ¿acaso te merece a tí, futuro espectador, someterte a una rutina ajena y penosa, para plantearte estas cuestiones?. ¿Sí?, vale, entonces ve al cine a ver esta película porque vas vivirla casi en tiempo real. Si piensas que te puedes ahorrar casi tres horas viendo lo que hay en los primeros párrafos, huye.

Es un vehículo lícito el que usa Bela Tarr para expresar su mensaje, no digo que no. Pero no es el que me gusta ni el que me parece adecuado. Ya sé que es SU obra y no la mía... aunque claro, también es MI nota la que va a apareces en la crítica, y como el que vota soy yo pues la suspendo rotundamente.

Eso sí; gran fotografía.

Disfrútenla.
HEIFER
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4 de enero de 2019
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jajaja. Pobrecitos los/as que han ido al cine a verla y, por pudor o por pura "autobligación" han tenido el culo pegado a la butaca hasta ese "sorprendente" e "inesperado" final.
Se han quedado flipaditos con "esto". Entiendo su indignación.
Yo tuve la suerte de ponerla en el ordenador y, tras el primero de los insoportables plano secuancia de 10 minutos, he tenido la bendición de poderla ir pasando para delante mientras, atónito, observaba la ausencia total de: sucesión, ritmo, desarrollo, diálogos, personajes, cadencias, giros, argumento y todas esas "banalidades" que deberían tener las películas.

Al director, al igual que a los pseudo-intelectualoides que entienden a los grandes filósofos mejor que ellos mismos y que vomitan palabreos perfectamente articulados con los que Javier Marías babearía de gozo, le deben haber dado muchas collejas de pequeño para haber llegado a perpetrar este soporífero video-performance más propio de una sala oscura del Reina Sofía que del interior de un cine.
No os dejéis llevar. Todo son mentiras o postureos para parecer entendedores de los misterios del universo. Es como alabar y justificar un lienzo en blanco con un punto negro en el medio.
"¡Joooo, pero es que a mí también me daban collejas los demás niños en el cole. Yo quiero ser como todos esos críticos progres!" Pues venga, yo te ayudo a empezar tu crítica:
Nota: 10 " magistral remanso de luz y agonía que fluctúa entre nuestros sentidos, llegando a la emoción pura que transciende, no solo a la vacuidad de los espejos sin retorno de la existencia ajena sino de la espiritualidad de lo cotidiano, enfrentado a ....

sigue tú, campeón.
SHOCK
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23 de febrero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine de autor. Bela Tarr, maestro, es un genio, con unas escenas larguísimas, sin casi diálogos, con el sonido de fondo el horrendo viento, todo enmarcado en blanco y negro, crea un film para recordar, por sus personajes pero más aún por su metáfora, el fin de la luz.

Atrapado desde el principio, bajo el sonido del estrepitoso vendaval, comprendes que es poema visual, lleno matices, pequeños detalles que son claves para su descubrimiento, mientras los personajes, incluido caballo, deambulan por la pantalla como si uno estuviera en su propia casa. El poco diálogo que existe, se desata como una tormenta primaveral, cae sin sentido pero con gran astucia, para volver al silencio. Todo es horrendo, duro y lamentable, pero imposible apartar la mirada, incluso en la oscuridad total.

Es muy recomendable, es un aire fresco alejado de las típicas producciones, de lo habitual.
Ranxomare
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