El consejero

Si en vez de los actores que aparecen pusiéramos a otros más desconocidos, esta película se hundiría en la miseria y no irían a verla más que los familiares de dichos actores, pero como los nombres tiran mucho, habrá que decir de esta película que parece que del guión original se perdieron varias páginas, en las que se explica qué narices está pasando en cada momento. Sin embargo, a pesar de ello, queda un regusto a Mátalos Suavemente con un humor negro latente y a la vez una moraleja que parece lo único que los guionistas quisieron dejarnos claro. Tal vez no merezca pagar el cine por verla, pero peores cosas se han visto por la tele y no hemos dicho nada malo de ellas.

Hay veces en las que la suma de varios maestros no conduce precisamente a una pieza maestra. En El Consejero había suficientes nombres como para perpetrar una obra magna en su campo, un director que es un clásico incluso estando aún -muy- en activo, un guionista referente como dramaturgo y escritor contemporáneo, y un reparto de verdaderas estrellas, que además son, en su mayoría, excelentes intérpretes.

Pero El Consejero, vaya usted a saber por qué (yo no lo sé) es un absoluto desastre, un choque de trenes de lujo a toda velocidad. Una vez terminada la película, la pregunta que te viene a la cabeza es “¿de qué coño va esta película?”. Sí, trata de un abogado que se mete en el mundo de la droga y acaba descubriendo los peligros de ese campo. Pero, ¿quiénes son estos personajes? ¿por qué actúan como actúan? ¿qué les lleva atomar decisiones tan absurdas como las que toman? Todas estas son preguntas sin respuesta de una película estilizada y banal, que además pretende, ay, ser profunda, por incluir un par de disquisiciones filosóficas propias de Cormac McCarthy, pero que aquí chirrían como una máquina vieja.

El reparto hace lo que puede, intenta salvar un producto que va a la deriva desde que empieza. Michael Fassbender vuelve a demostrar su carisma y su capacidad emocional, pero su personaje está hueco. Poco puede hacer Brad Pitt con el suyo, protagonista de unas secuencias sin sentido, pues no sabemos nada, ni nos importa, sobre ese carácter. Cameron Díaz se lo pasa en grande con un personaje vistoso, pero se parece más a una caricatura, a un dibujo animado, que a una persona de verdad. Y de los de nuestros patrios Penélope Cruz y Javier Bardem, sólo sabemos que la primera está muy enamorada, y que el segundo es un hortera. Ahí queda su retrato psicológico...

Supongo que es difícil hacer una película seria y que quiera ser estética sobre el mundo de la droga en un año en que Breaking Bad ha llegado a la cima de la excelencia. Pero El Consejero parece por momentos, una soberana tomadura de pelo. Nada importa, nada está hilado, nada emociona. Sólo ves el dinero invertido en vistosos coches, apartamentos y sets, y en los sueldos de su reparto. Pero es una película vacía, banal, superficial, y lo peor de todo, bastante aburrida (cosa que no ocurría con por ejemplo, Salvajes, de Oliver Stone, que si bien no era una obra maestra, al menos pasabas un buen rato viéndola).

Te pasas la película esperando una explicación que no te dan, y al final, cuando después del visionado te estrujas y te sale una trama relativamente coherente, hay cabos sueltos por doquier. Demasiados diálogos demasiado profundos, aunque no es ese ni de lejos su peor vicio. En cuanto a los actores, el prota y Cameron Díaz espectaculares, Bardem a su rollo (y lo bien que lo hace), Brad Pitt que tira del carro hasta con piloto automático y la Penélope que no sabe por donde le da el aire.

Recuerdo que "El Consejero" me defraudó mucho antes de ni siquiera verla. Al mirar el póster, durante un breve espacio de tiempo, me pareció ver a Nicholas Cage brillar entre el elenco de bien pagados de Hollywood. Pero mis sueños y esperanzas se desvanecieron como lágrimas en la lluvia al percatarme que lo había confundido con un Javier Bardem recién sacado de Photoshop... Y como lo que mal empieza mal acaba, vi la película.

Para empezar, una queja enfermiza. En la versión original, la película se llama "The Counselor" porque a Fassbender le llaman, precisamente "Counselor". Aquí, en un país con un claro déficit de personal cualificado para traducir títulos, "El Consejero" es llamado durante toda la película "Abogado". No es tan difícil ponerse de acuerdo en una acepción del término y unificar.

Ahora ya nos centramos en la película en sí.
En líneas generales, y sin querer caer en el reproche fácil, la trama va de "a ver quién la tiene más grande". Imaginaos una orgía, donde cada participante espera pacientemente hasta que llega su turno. Cuando llega su momento y la cámara le enfoca debe aprovechar y demostrar sus cualidades con el fin de quedar por encima de sus "competidores". Para ello utiliza todos los recursos que tiene en sus manos, alargando innecesariamente la situación y enmascarando todo esfuerzo físico y mental bajo una fachada de pasotismo y prepotencia al estilo: "Esto lo hago siempre y miradme, ni sudo".

A lo que voy, si alguno se ha perdido con mis símiles. La película está cimentada en continuos monólogos a cargo de actores con los párpados a medio caer en señal de despotismo. Todo un alarde actoral capaz de sacar oro y bostezos de un guión lamentablemente vacío.
Y es que realmente no se muy bien de que va el tema. Una relación Bardem - Díaz - Pitt - Fassbender - Cruz cogida con pinzas que gira en torno a un trapicheo de droga en la frontera Tex-Mex.
Es por eso que, ante tal cantidad de lagunas, haya que rellenar la película como sea. Y qué mejor forma que dar a cada actor sus veinte minutos de gloria. Veinte minutos que cada cual rellena con la historia que más le place. Algunos hablan del tiempo, otros sobre sexo, sobre la vida o sobre el espacio infinito. Eso sí, con unas reglas: La conversación a de ser incoherentemente profunda y trascendental y sobre todo, tratar a tu interlocutor con aires de superioridad. Como si la gilipollez que le estás contando le estuviera cambiando la vida.
Y entre medias de este "Club del Monólogo" se cuece una historia blandengue de droga, poder y violencia cuyo único fin es ir matando periódicamente a los actores protagonistas y, de paso, evitar que el espectador muera de aburrimiento.

(via mouthonfire.es)

Son de esas películas en las que un segundo visionado se me hace fundamental. Primero, para saber un poco a lo que te enfrentas (es exigente para la atención del espectador teniendo en cuenta sus pocas escenas de "acción") y segundo, para atisbar diversas lecturas que los personajes nos dan a través de unos diálogos brillantes, que no se tornan aburridos en ningún instante. Lo cierto es que estoy bastante convencido de que la segunda vez me va a gustar más.
Tiene una forma distinta de explicar las consecuencias de la codicia. Para no perderse el profundo monólogo, con evocación a la poesía de Machado, del personaje que interpreta Rubén Blades; apenas dura unos minutos, pero es el cráter de todo el guión.
Para verla, dejarla reposar y volverla a ver.