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La semana del asesino

Thriller. Terror Un joven que trabaja como carnicero en un matadero, mata accidentalmente a un taxista tras una discusión. Cuando su novia le intenta convencer de avisar a la policía, se ve obligado a matarla, y lo mismo hace con todos aquellos que suponen para él una amenaza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
17 de octubre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Semana del Asesino (La semana del Asesino, 1972) se trata de un filme perteneciente al género de terror (como veremos esto es motivo de discusión), que realizó aún durante los últimos coletazos de la dictadura franquista, el cineasta de origen vasco Eloy de la Iglesia. La película sigue durante una semana, como indica el título, la vida del obrero que interpreta Vicente Parra, quien cometerá una ola de crímenes durante ese lapso de tiempo. Es cierto que la película se ha adscrito comúnmente al género de terror, pero como bien advierten algunos[1], en realidad De la Iglesia no la ubica en un tiempo fantástico ni imaginario, sino que La Semana del Asesino transcurre en Madrid. Para más señas, en emplazamientos frecuentados por la clase media-baja y trabajadora (desde la fábrica hasta la chabola donde nuestro protagonista mira a los lumpenes jugar a fútbol), y además su protagonista es un obrero que trabaja en una industria carnicera. Estaba claro que a pesar del género el cineasta no iba a renunciar a su sello de autoría.

Hay sin duda una lírica macabra en la película, que quizá incluso nos pueda recordar documentales como La Sang Des Bêtes (La sangre de las bestias, 1949) de Georges Franju, por su afinidad temática. Detalles irónicos que ayudan a potenciar el mensaje de desesperación que recubre el filme. Unas secuencias monstruosas, realizadas mediantes algunos planos secuencias y travellings nos muestran la carnicería en la que trabaja nuestro protagonista. El desmembramiento y la sangre se convierten en absolutos protagonistas. Sin embargo, la película no nos muestra estas escenas como algo extraño, sino que forman parte de la cotidianeidad de nuestro protagonista. Para más ironía, se nos muestra a nuestro personaje comer un bocadillo mientras somos testigos de esta barbarie. Detalles como este ayudan al cineasta a mostrar su faceta más negra, como la bolsa de deporte que tiene el eslogan del ministerio del movimiento, y que nuestro protagonista utiliza como herramienta para transportar los trozos desmembrados de las víctimas.

La estética de la película consigue adaptarse perfectamente entre el territorio de lo escabroso y lo macabro (las ya comentadas secuencias del matadero) y un ambiente industrial decadente. La película emplea un magnífico Raccord que nos adentra en la vida de nuestro protagonista. Por ejemplo, la decoración del piso es un genial ejemplo de cómo se construye un raccord en torno a una idea (en este caso, la de construir un personaje como al que da vida Vicente Parra)

Eloy de la Iglesia nunca pretendió cerrar la película con semejante final, que no tiene nada que ver con lo que desarrolla la película. Fue la censura la que obligó al cineasta cambiar el final, para mostrar que nuestro personaje, interpretado por Vicente Parra, finalmente se entregaba a la policía. Algo totalmente absurdo, precisamente porque una de las cosas que nos enseña La Semana del Asesino, es que nuestro protagonista cae en una vorágine de sangre de la que no puede escapar (remarquemos la característica del no retorno). Primero se trata del asesinato casi involuntario del taxista, pero los crímenes posteriores vienen de una manera casi inevitable y como a consecuencia del primer asesinato, pues el personaje que interpreta Parra intenta tapar las evidencias del crimen, así que resulta impensable que de repente nuestro personaje reflexione y llame a la policía entregándose.

A pesar de que la película está realizada antes de la caída definitiva del régimen franquista y por tanto antes de que la censura se anulara, ya encontramos señas muy interesantes que anuncian el cine de Eloy de la Iglesia.

Por ejemplo, entre el personaje de Vicente Parra y el de Eusebio Poncela se entrevé una relación un tanto ambigua, que parece ir más allá de la simple amistad. Y es que el interés que profesa el personaje de Eusebio Poncela en torno al personaje de Parra parece ir hacía el deseo sexual, aunque siempre lo oculta de una manera sutil y de manera que no se evidencie en exceso. De hecho, una de las secuencias que la censura obligó a cortar al director estaba aún más implicada en este sentido. Durante toda la película hay una interesante vía que se centra precisamente en esta camino de explotación. Nuestro protagonista no se encuentra a gusto en ningún momento (ni siquiera con compañía femenina), y sólo lo vemos relajarse en presencia de su nuevo amigo.

Como analizaba el teórico Jamake Highwater en su obra[2], estas imágenes de transgresión sexual servían para cuestionar un poder establecido que no dejaba que ninguna película ocultara el mínimo atisbo sobre la homosexualidad. Eloy de la Iglesia fue uno de los pioneros en este sentido, y seguiría con esta vía a lo largo de casi toda su carrera.

[1] Antonio Lázaro Reboll, Masculinidades Genéricas: Tomas criminales en la Semana del Asesino (Eloy de la Iglesia, 1972), Universidad de Nottingham.

[2] Highwater, J. The Mithology of transgression. Homosexuality as Metaphor, oxford University Press, New York 2001
Kyrios
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7 de junio de 2008
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller macabro dirigido por Eloy de la Iglesia con un detenimiento que perdió en sus toscos y sensacionalistas éxitos posteriores (en los que agitaba frontalmente a la sociedad pero sin ninguna sutileza) rescatando al rancio galán Vicente Parra, cuya ajustada interpretación es acompañada por interesantes secundarios y el emergente y siempre grande Eusebio Poncela haciendo un ambiguo y curioso personaje.

Los aderezos de la historia, transcurre en siete días, el protagonista vive en una casa vieja y destartalada rodeada por altas torres de pisos nuevos, el trabajo en el matadero, la naturalidad al describir los aspectos más escabrosos, aportan unos interesantes matices en una historia que se retuerce, todo lo que puede, en aviesas intenciones...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ennis
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10 de abril de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un obrero de un matadero (Parra) asesina sin pretenderlo en principio, a un taxista a consecuencia de una discusión. Así comenzará para él una interminable semana en la que continuará la labor empezada...
La película de culto entre los admiradores de su discutido autor, un film argumentalmente muy arriesgado para la España de la época, en el que la ya de por sí escasa fascinación que pudiera poseer en su estreno va perdiéndose con el paso del tiempo, dejándola como una obra muy poco defendible.
Altamente mediocre desde un punto de vista puramente cinematográfico, con una burda y chapucera realización, una puesta en escena pobre y cutre, así como un guión desigual y francamente malo en no pocas ocasiones, una fotografía más molesta que sórdida o transmisora de una sensación desagradable, tiene buenas interpretaciones de Poncela, Cohen y Lola Herrera (no así de un envarado y notablemente perjudicado por primeros planos, Vicente Parra) y el sustrato de la historia. De la Iglesia desparrama, sin embargo, lo que pudo haber sido una magnífica película desde el mismo momento en que aplica un tratamiento truculento, cercano al gore gratuito, fácilmente morboso y nada comprometido con las bases de su argumento, sin mostrarse preocupado por buscar otros aspectos relevantes y adscribibles a la historia (psicológicos, una metáfora acerca de la putrefacción de la condición humana, incluso casable con la Dictadura, una búsqueda de un pesimista estudio acerca de la laberíntica y hermética universalidad del crimen). Efectista, pues, y sobre todo nada convincente y muy demagógica, singularmente inverosímil del lunes al viernes en esta semana del vértigo para este vulgar obrero, se queda como un film inválido aunque respetable, pero dónde se puede achacar ya a De la Iglesia su afán por dilapidar muy buenas ideas para ponerlas al servicio de un desconcertante ejercicio de deslizamiento hacia los pantanosos terrenos del morbo fácil. Por algo, "La semana del asesino" (film machacado por la censura, eso también) es la obra predilecta por los exégetas del cineasta, cuando, por ejemplo, tiene en la muy infravalorada y casi desconocida "Otra vuelta de tuerca" su auténtica gran obra.
kafka
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26 de mayo de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rara, extrañísima película del bueno de Eloy de la Iglesia que parece ser, para variar, que tuvo que sufrir en sus carnes artísticas los estertores censores del moribundo, y cerril, franquismo.
Y se entiende el porqué; ya que viene a ser, sin forzar mucho la mano ni dárselas uno de listo en la interpretación, un ensayo lírico, macabro y cañí sobre las consecuencias funestas de la represión sexual (en este caso ejercida contra los homosexuales) en un ambiente cafre y asfixiante.
Estamos metidos de lleno en un verano madrileño de padre y muy señor mío; en una barriada chabolera y abrupta, con tascas, camareras porno y perros de la noche.
Y hay un protagonista total; el angustiado, ahogado sin saber muy bien por qué, Vicente Parra, obrero carnicero, maduro y soltero (lo cual, ser cuarentón y no estar casado, en aquella España de nuestros queridos antepasados, era un horror sospechoso, solo perdonable en caso ser un golfo acreditado, un mujeriego rufianesco, un putero cuartelero o, directamente, un pobre hombre sin remedio) que ante la horrible situación general y la mucha presión social, ante su falta de recursos y nula capacidad de autoanálisis, tira por la calle de en medio y lo resuelve todo a... machetazos, pedradas, cuchillería variada y todo un alarde o variada panoplia de descuartizamientos y mutilaciones tomateras en escenas grotescamente violentas en las que se transforma en un Pascual Duarte atormentado, perdido y torturado, en un Norman Bates de tanto extrarradio.
Pero todo no iba a ser dolor e incomprensión; mezclado todo con sus terribles pesadillas nocturnas y tras arduos agotamientos charcuteros, tiene el placer de encontrarse con el bello Poncela, su otra cara de la moneda, su versión mejorada, intelectualizada y sublimada, su espejo caro e ideal; este es un burgués, escritor (de cine para más señas y evidencias), noctámbulo y voyeur; la importante diferencia es que Poncela sufre existencialmente, se quiere morir, es consciente de su desclasamiento, de su falta de lugar en un ambiente que no acepta ni comprende ni su inclinación sexual ni su libertad personal (Parra, el pobre mentecato, bastante tiene con tirar palante, aturdido, zarandeado por fuerzas que ni controla ni conoce, dividido, y zaherido, entre sus deseos, miedos y supuestas obligaciones); Poncela vendría a ser tanto un hermano español de Pasolini como seguramente un álter ego de Eloy de la Iglesia, que en películas posteriores también utilizaría este tipo de personajes de cierta posición social y desahogo económico que protegen a cachorros perdidos (me vienen a la cabeza Quique San Francisco y José Luis Manzano en alguno de esos clásicos quinquis que clavó a su particular manera el director vasco). Bueno, pues ahí Parra encuentra un poco de paz y relajo.
Y comprendemos el origen de sus males, de cómo la represión salvaje de sus verdaderos instintos (homosexuales) es la causa oculta, nunca reconocida ni asumida ni entendida, de sus estallidos violentos (más allá de la equívoca y superficial apariencia de asesino en serie descerebrado, sin más). De hecho, solo hay que fijarse en que la mayoría de asesinatos tiene relación directa con relaciones heterosexuales, suelen ser su corolario feroz, su purga; el resentimiento, la rabia que siente por haberse visto "obligado" a hacer esas "cosas" tan ajenas a su verdadera "naturaleza", se transforma en abscesos brutales de ira, sus víctimas pagan haberle "forzado" a practicar actividades que en verdad le repugnan.
Pues eso, un retrato truculento y bestial de un asesino (un poco como en las novelas de Jim Thompson, también llenas de personajes con doble cara; Jekyls y Mr. Hydes, conviviendo ambos en la misma mente perturbada y alucinada, que a duras penas distinguen la realidad "real" de un mundo interior poblado de asco, vergüenza y crueldad; de animosidad gélida y disolvente) sin norte ni asideros, que improvisa chapuceramente. Y, de paso, una mirada desolada y espantada a un país atrasado y pavoroso, invadido por el fútbol y habitado por gentes de miedo (ese taxista del pánico por ejemplo), primitivamente molestos, agresivos y de tan pocas luces.
Valiente y tremenda película de un director muy apreciable, muy español y sincero, que con muchas dificultades logró levantar una obra interesante, única, de autor también popular, a tumba abierta, sus carnes creativas arrojadas y expuestas al normalmente muy indiferente público.
Pero, lamentablemente, en este caso el resultado es fallido, un poco manga por hombro todo, la sucesión de los hechos y la resolución de las escenas es en muchas ocasiones, demasiadas, absurda, mal hecha, sin mucho sentido; hasta la acumulación terrible de cadáveres, moscas zumbando, colonias y demás cachivaches mediante, deriva sin parar en la comedia involuntaria y el inopinado esperpento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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27 de junio de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque haya por ahí, creo que en una edición en DVD, algunos fotogramas más explícitos aún, y que sin ir tan lejos "La semana del asesino" en su versión internacional era aún más fuerte, la que se mostró en los cines ya en el año 1974, con dos años de retraso y "masacrada por la censura", es muy fuerte: muertes bastante gore, incluso para hoy, secuencias sexuales y una trama homosexual más oculta pero que es fácil adivinar. Dicen que la censura realizó 64 cortes, mas me atrevo a decir que el único lugar en el que realmente estropea la película de Eloy de la Iglesia es en el final evidentemente impuesto, aunque no del todo absurdo.

Lo curioso es que la asociación entre matadero y matador, que quedó establecida en "La Matanza de Texas" (1974), está ya aquí. Estoy por afirmar que Tobe Hooper se inspiró precisamente en "La semana del asesino", que en Estados Unidos se estrenó en junio de 1973, para su obra maestra. Sea como fuere, la película tiene ese aire entre cañí y setentero que le dota de cierto encanto, pero también que su guión es excesivamente simple, pero sobre todo, carente de intriga. De la Iglesia va más por el drama humano que por la investigación pero tampoco define bien la naturaleza del asesino, a veces psicópata, otras pobre diablo.
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