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The Artist

Comedia. Drama. Romance Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro. (FILMAFFINITY)
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Críticas 485
Críticas ordenadas por utilidad
10 de marzo de 2012
84 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Más de 40 premios (entre Oscar, Globos y demás) en 2011!

El mundo del cine se ha vuelto loco.

Pero, ¿ustedes han visto las verdaderas joyas del cine mudo? ¿Cómo es posible que ochenta o noventa años depués este título (simpático y poco más) barra de un escobazo cientos de películas realizadas en los primeros treinta años de inicios del cine con medios tan pobres comparados con los de la actualidad?
Porque sepan ustedes que en el TOP de FA sólo las mudas "Amanecer", "M" y tres o cuatro películas de Chaplin superan a "The Artist". Sinceramente alguien ha enloquecido.

Como decía, es una película simpática y paren ustedes de contar. No diré nada de la fotografía ni de la música, por unas u otras razones no hay mérito en ellas, porque en todo momento estoy haciendo comparación con cien años atrás. En cuanto a los actores, sí, están bien, aunque llega un momento en que los guiños de ojos, las sonrisas, los gestos faciales, los movimientos de cabeza, me resultan algo falsos. Y, sobre todo, la sonrisa del galán resulta empalagosa de tanto mostrarla en plan cautivador, tanto mientras rueda como en su vida privada.

No le voy a quitar el sentimiento que tiene la película, ni su gracia, ni su fascinación. Se la ve de un tirón, sin altibajos, con toda atención. Pero...como tantas y tantas películas en la historia del cine que son interesantes pero no obras maestras.

Sí recomiendo su visionado pero sin llenárseme la boca de epítetos exagerados.
BAKUNIN
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16 de octubre de 2011
73 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Señoras, háganse con el vestido más vaporoso que encuentren. Caballeros, desempolven sus mocasines. Ha llegado el momento de viajar a los locos años 20 y dejarnos atrapar por una historia que desde el primer instante desprende aroma a obra maestra.

En los días que corren, dejar a una sala abarrotada sin habla (nunca mejor dicho) es todo un mérito. No hay nada como la innovación y el riesgo para salir por la puerta grande. El cine suele estar encantado de conocerse. Homenajes a sí mismo a lo largo de su historia no le han faltado. Sin embargo, apostar por una cinta muda y en riguroso blanco y negro no es la manera más común. Valor a Hazanavicius le sobra.

The artist gira en torno a George Valentin, la estrella más famosa del cine mudo venida a menos con la llegada del cine sonoro. La historia no es inédita. La cinta nos recuerda inmediatamente a Cantando bajo la lluvia (1950) y a El crepúsculo de los dioses (1950), aunque tampoco se esfuerza en disimularlo. Ahí radica su encanto. Estamos en la era del 3D y los efectos especiales y, a pesar de ello, un director casi desconocido opta por devolvernos la magia del cine en una de sus épocas más doradas. Una delicia de contenido con un envoltorio que la engrandece.

La nostalgia desprendida en cada fotograma y de la que son partícipes unos actores en estado de gracia (impagables Jean Dujardin y Bérénice Bejo) la convierten desde ya en una seria candidata a coronarse como mejor película en la próxima cita en el Kodak Theatre. Pero más allá de cualquier premio, la cinta está llamada a ser un clásico moderno. La poesía que irradian sus imágenes se une a la gran verdad que su director nos quiere contar. Esa senda por la que hemos de caminar para darnos cuenta de que es el propio individuo el equivocado y no el resto del mundo. En esa trayectoria contaminada por el orgullo más férreo es dónde la película despliega todo su poderío. Arte es lo que se respira en cada secuencia y que alcanza su esplendor en determinados momentos, como la pesadilla del protagonista.

Mención especial para Dujardin. Renunciar a memorizar un guión escrito por una serie de movimientos coreografiados es una tarea a la que pocos pueden optar. El esfuerzo requerido del lenguaje corporal es el hueso más duro de roer de todo actor y aquí las miradas, carcajadas y tropiezos del actor francés emanan más que talento.

The Artist supone una verdadera proeza al trasladar al respetable hasta las butacas que fueron testigos de la transición del cine mudo al sonoro. Tanto, que una vez alcanzados los títulos de crédito, el espectador tiene la necesidad irremediable de revisar todo aquel cine mudo que hizo más felices aquellos años.

Lo mejor: la permanente sonrisa del espectador durante toda la proyección.
Lo peor: que muchos se queden con el “se parece a ...”
Ulher
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18 de diciembre de 2011
124 de 201 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los que padezcan cinedentrodecinefobia, el argumento de The Artist les causará pereza e indiferencia. A los aférrimos al género, trillada y tal vez cansina. Para el resto, resultona, agradable, simpática, tal vez interesante. Pero desde luego no puede negarse que una vez se asume la originalidad, la trama se desploma ligeramente, como una pluma. Y mientras se despluma, salen de la cueva las latentes intenciones de la producción. Climax en la banda sonora cada 2 minutos, inclusión de sonidos en sueños, gags en los letreros, efectos especiales, desconfianza, en definitiva, de que el espectador tenga el paladar suficiente para degustar una película muda de verdad.

Cierto es que hay 4 planos magníficos, mas también lo es que el humor está esparcido sólo puntualmente y que el drama es débil. No ha dolor, no ha placer, sólo transcurre agarrada a una idea que podría engullirse a sí misma cual dibujo de Bill Plympton de llegar a crearse escuela con el invento.

Por todo ello, y aunque se han de reconocer los méritos, tan sólo se adivinan, de las latentes intenciones de la producción, dos: el homenaje, y la promoción. Y ojo que ambas son dignas, pero de tanto elogio...
Sines Crúpulos
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22 de diciembre de 2011
78 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
ocurren milagros como este, ya que nunca había escuchado aplaudir en una sala, y no era yo, estaba demasiado pegado a la butaca como para mover un solo músculo. La extraña amalgama que resulta de fundir el pasado del Cine con las técnicas cinematográficas más modernas en The Artist ha supuesto un logro magistral. No pude evitar recordar el comentario que siempre me dedicaba uno de mis viejos amigos: "eres más raro que una peli muda en color".

De un sentimentalismo a ratos apabullante, a algunos nos ha hecho recordar a aquel tipo de fémina de nuestros perdidos recuerdos hermosa y enamorada del prota que remueve cielo y tierra para que su amor salga del bache en el que se encuentra, un tipo de mujer pura, extinguida por desgracia desde hace décadas del mundo de un Cine que siempre se esforzó por estar acorde a los tiempos, y por ello este revival me parece tan refrescante como en aquellos lejanos días en que sólo había dos cadenas de tv y los ahora cuarentones veíamos sin quererlo un montón de cine mudo de todos los calados y tipos.

Michel Hazanavicius recoge toda la riqueza de un pasado ya lejano para condensarlo en algo más de hora y media a ratos mágica, a ratos entretenida, pero siempre pura, cruel y medida, escenificando fríamente unas emociones como sólo antes sabía representarse, y recordando al personal por enésima vez, que el medio es lo de menos, lo único que cuenta y contará siempre en el Cine...

...es una buena historia, aunque no sea original.

¿La mejor película que se ha filmado en los últimos cinco años? Igual no. Igual sí. Lo mejor es la duda.
Muy muy muy recomendable. 9.8
Txarly
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1 de diciembre de 2011
65 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prestigio crítico gafapastil y cinematográfico, Jonathan Rosenbaum, dilapidó al filme de Michel Hazanavicius ya que su visión del final del cine mudo en Hollywood(land) le parecía totalmente falsa, tanto estilísticamente como en lo que se refería a los detalles históricos. Uno de los recursos que definitivamente le apartó de la historia y le imposibilitó tomarla en serio fue la utilización de la banda sonora de “Vértigo”, el mítico filme de Hitchcock realizado casi treinta años después. Y es que si alguien pretende tomar “The Artist” como un filme mudo desenterrado en nuestra era como fue la intención de “The Call of Cthulhu”, ese intento de crear una película fósil que no vimos pero que pudo existir y se generaba de las entrañas del pasado, quedará igual que un rígido historiador al visionar “Malditos bastardos” de Quentin Tarantino. Tal vez tengamos que malentender la historia y romper reglas para que pueda tener cabida en el presente y precisamente es de lo que nos habla “The Artist”.

Las intenciones de Michel Hazanavicius son completamente distintas a recrear simplemente y a tiralíneas el cine mudo, lo imposible, ya que parece respaldarse completamente en el sonoro. Ese cine que todavía monopoliza la cultura contemporánea donde queda enmarcada la propia “The Artist”, para desde ahí generar un homenaje al pasado... en esa industria que clausuró ese cine mudo por una cuestión meramente económica. Las reglas que crea son sobre filmes sonoros como “Ha nacido una estrella”, “Cantando bajo la lluvia”, “Cautivos del mal”, “Ciudanao Kane”… sobre la estética y sensibilidad silente de Murnau, Vidor, Stroheim, Niblo y un largo etcétera. Pero más allá del juego de referencias brutal la película es prudente con las normas que plantea, aparentemente inquebrantables, pero también es consciente de su posición y perspectiva para tantear las posibilidades de romperlas. Tal vez cuando se desplaza la historia la emoción queda malentendida hasta que uno se da cuenta que es pura emoción, al fin y al cabo.

La historia de amor que cuenta Hazanavicius no es más que una excusa y metáfora para un cuento sobre la vida y el cine: no podemos olvidar lo pasado porque no encaje en moldes presentes. Hay que seguirlo y mantenerlo en un sepulcro aunque ese propio pasado quiera encender una llama y pira funeraria que le haga desaparecer. Hay que amarlo en silencio y en secreto pero amarlo, en definitiva. Seguir sus pasos para no perderlo y protegerlo. Jugarse la propia vida para alcanzar ese momento en el que tenga un espacio en nuestro presente y que sea aplaudido (sonoramente) por aquellos que lo enterraron. Un momento, ¿y qué pinta aquí ese maravilloso perro que tiene que tener más años que Matusalén y que se convierte en lo mejor del recital? Nadie es perfecto, aunque a partir de ahora no digan vintage, digan “The Artist”.
Maldito Bastardo
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