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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
7
Comedia. Drama. Romance Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2011
65 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prestigio crítico gafapastil y cinematográfico, Jonathan Rosenbaum, dilapidó al filme de Michel Hazanavicius ya que su visión del final del cine mudo en Hollywood(land) le parecía totalmente falsa, tanto estilísticamente como en lo que se refería a los detalles históricos. Uno de los recursos que definitivamente le apartó de la historia y le imposibilitó tomarla en serio fue la utilización de la banda sonora de “Vértigo”, el mítico filme de Hitchcock realizado casi treinta años después. Y es que si alguien pretende tomar “The Artist” como un filme mudo desenterrado en nuestra era como fue la intención de “The Call of Cthulhu”, ese intento de crear una película fósil que no vimos pero que pudo existir y se generaba de las entrañas del pasado, quedará igual que un rígido historiador al visionar “Malditos bastardos” de Quentin Tarantino. Tal vez tengamos que malentender la historia y romper reglas para que pueda tener cabida en el presente y precisamente es de lo que nos habla “The Artist”.

Las intenciones de Michel Hazanavicius son completamente distintas a recrear simplemente y a tiralíneas el cine mudo, lo imposible, ya que parece respaldarse completamente en el sonoro. Ese cine que todavía monopoliza la cultura contemporánea donde queda enmarcada la propia “The Artist”, para desde ahí generar un homenaje al pasado... en esa industria que clausuró ese cine mudo por una cuestión meramente económica. Las reglas que crea son sobre filmes sonoros como “Ha nacido una estrella”, “Cantando bajo la lluvia”, “Cautivos del mal”, “Ciudanao Kane”… sobre la estética y sensibilidad silente de Murnau, Vidor, Stroheim, Niblo y un largo etcétera. Pero más allá del juego de referencias brutal la película es prudente con las normas que plantea, aparentemente inquebrantables, pero también es consciente de su posición y perspectiva para tantear las posibilidades de romperlas. Tal vez cuando se desplaza la historia la emoción queda malentendida hasta que uno se da cuenta que es pura emoción, al fin y al cabo.

La historia de amor que cuenta Hazanavicius no es más que una excusa y metáfora para un cuento sobre la vida y el cine: no podemos olvidar lo pasado porque no encaje en moldes presentes. Hay que seguirlo y mantenerlo en un sepulcro aunque ese propio pasado quiera encender una llama y pira funeraria que le haga desaparecer. Hay que amarlo en silencio y en secreto pero amarlo, en definitiva. Seguir sus pasos para no perderlo y protegerlo. Jugarse la propia vida para alcanzar ese momento en el que tenga un espacio en nuestro presente y que sea aplaudido (sonoramente) por aquellos que lo enterraron. Un momento, ¿y qué pinta aquí ese maravilloso perro que tiene que tener más años que Matusalén y que se convierte en lo mejor del recital? Nadie es perfecto, aunque a partir de ahora no digan vintage, digan “The Artist”.
Maldito Bastardo
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