El increíble hombre menguante

Durante unas vacaciones con su esposa en un yate, Scott Carey (Grant Williams) se ve afectado por una extraña nube que pasó mientras se encontraba tomando el sol, meses después, comienza a notar que la ropa le queda grande, por ende empieza a deducir que se está encogiendo. Un caso nunca visto en los anales de la medicina, una rareza que obviamente complicará su existencia, para una historia propia del cine B.

El guion del film fue realizado por Robert Matheson, prolífico escritor de Ciencia Ficción quien se basó en su novela The Shrinking Man (1956), sería esta la primera de muchas adaptaciones de su obra, aunque en pocas actúo como guionista, como en este caso. Dirigida por Jack Arnold, realizador que en sus inicios ahondó mucho en este tipo de cine de clase B, con muy buenos resultados, como el presente film o Creature from the Black Lagoon (1954).

La película cuenta con unos efectos especiales bastante efectivos, las aventuras que el protagonista debe manejar para intentar sobrevivir son geniales, poco a poco, todo se vuelve un mundo nuevo para él, un universo que con cada día que pasa se vuelve más grande. Williams logra en todo momento transmitir a la perfección la angustia ante su ¿enfermedad? Desde los primeros minutos lo hace.

El logro de The Incredible Shrinking Man, y que supone el logro del protagonista, cuando va superando las trabas ante los elementos con los que debe ir luchando para sobrevivir, es que pasa de un sentimiento de desánimo total, de estar prácticamente encerrado ante una situación irreversible, a liberarse de dichas ataduras, aceptar su condición y compenetrarse con este nuevo universo que se le presenta, ir entonces descubriendo todo.

Al fin de cuenta hay algo muy común que se nos cuenta desde pequeños, la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, la película muestra el andar de este individuo en su desesperación ante la situación en la que está, ¿pero luego qué? Luego de la aceptación no queda más que mostrar, ha entendido en que se ha transformado, su existencia tiene ahora un sentido diferente.

Notable película de ciencia ficción, adaptación de un relato de Richard Matheson.

El reparto es meramente aceptable, pero Jack Arnold, director de la película, imprime a la historia un gran dinamismo, y saca lo mejor de sus actores.

La primera mitad lidia con los problemas del protagonista, dada su condición de hombre menguante, y el cómo afecta a su vida y sus relaciones personales el trastorno que sufre. Es interesante y está bien contada, pero lo realmente memorable es la segunda mitad de la historia, que hace gala de unos magníficos efectos especiales, y de un gran sentido de la emoción y la aventura, sin dejar de ser claustrofóbica y aterradora en cierto modo.

Lo mejor: Los efectos especiales y el guión.

Lo peor: El reparto es mejorable.

Llamativa, porque el hecho que relata se corresponde fiel y llanamente con lo que anuncia su título. Dura apenas una hora y cuarto y es magnífico ver cómo una película rodada hace 60 años sigue teniendo vigencia.

La película supone una rompedora puesta en escena que remueve los cimientos del cine de los años 50, con una idea tan original que es capaz de destrozar los esquemas del cine de ciencia ficción del momento, bajo unos efectos especiales de cartón piedra lo suficientemente dignos como para que una película de serie B se transforme en una película de culto.

La cinta se divide en dos partes diferenciadas: una primera que pone de manifiesto el problema que atesora nuestro pequeño protagonista – un muy creíble Grant Williams -, y un segundo tiempo que camina hacia el género de aventuras, en un excelente uso de recursos escenográficos bañados en música de viento para realizar un profundo análisis del espíritu de supervivencia y la exploración psicológica del hombre.

Tal vez la trama pierda un poco de fuerza por algún salto fotográfico que aprecia falta de ritmo, terminando también por mostrar un aspecto visual demasiado convencional. Pero precisamente, en la capacidad para descolocar la sencillez del entorno usando el efecto óptico, reside el éxito de un film que realiza una reflexión existencial con una conclusión metafísica que trata de dar un toque de atención a la humildad del ser humano.

Era muy niño cuando vi ésta película por primera vez y lo pasé fatal, señal inequívoca que estaba delante de un producto de mucha calidad y me alegro que haya envejecido muy bien.

Cuando somos niños,vemos el mundo de forma diferente, todo nos parece enorme, pero es algo natural. Si se alternan los papeles ya es otra cosa. El protagonista de ésta historia es un joven apuesto y felizmente casado, parece que convive a diario con lo que llaman felicidad. Pero un día ocurre un hecho anormal y a partir de ahí su cuerpo comienza a menguar progresivamente. Pierde altura y peso.

Llegando a un punto sin retorno, donde lo que antes te parecía algo insignificante como un alfiler, ahora puede ser vital para la supervivencia.

Ojo, año 1957, se le ven las costuras a los efectos especiales, sobretodo a la doble pantalla, pero para la época e incluso hoy día, salva con nota alta el asunto.

Al contrario de lo que me pensaba, la historia va de menos a más, pasando de un interés médico-cientifico, a un nivel grandioso cuando su tamaño encoge considerablemente.

Que diferente se ve el mundo así. Una casa de muñecas, el cable del teléfono, una trampa para ratones, una tabla con pintura, una bobina de hilo...a partir de ahora, todo se volverá grandioso y especial.