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El increíble hombre menguante

Ciencia ficción. Fantástico Scott Carey (Grant Williams) navega con su mujer en una lancha motora y, mientras ella va a buscar una cerveza, se ve envuelto en una extraña nube. Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo: poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. A partir de entonces, su vida será una pesadilla, una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano (un gato, una araña) representa para él ... [+]
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
29 de marzo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente Jack Arnold contó con mucho menos dinero que Cecil B. de Mille para "Los diez mandamientos". Pero dirigió una estupenda, corta y por momentos terrorífica película.

Muestra la necesidad de conocer y usar bien de lo que se dispone, la lucha por la supervivencia, el dominio de uno mismo en circunstancias extremas, la necesidad de valorar un presente que puede torcerse de la noche a la mañana, la veta religiosa que todos tenemos pero algunos ignoran.
IzaNezzie
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30 de noviembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la década de los cincuenta la paranoia sobre la guerra nuclear se extendía por América como la pólvora. Durante esos años Hollywood se hizo eco la demencia reinante en la sociedad y produjo toda una sucesión de films de serie b con argumentos rocambolescos sobre arañas mutantes gigantes, hombres mosca, criaturas de lagos misteriosos, invasiones extraterrestres, etcétera. Una de las mejores fue sin duda El increíble hombre menguante. Una película que narra la historia de un hombre que después de recibir las radiaciones de una enigmática niebla mientras navega con su mujer, comienza a empequeñecer cada día. Los intentos de revertir el proceso son infructuosos y los médicos no son capaces de hallar una solución al problema, de modo que el protagonista sigue menguando cada vez más hasta el punto de que cosas tan insignificantes como un gato, una araña o su propia casa se vuelven peligrosos y obstáculos insalvables.

El film es una angustiosa obra de culto de la ciencia ficción con artesanales e imaginativos efectos especiales que no ha envejecido con el tiempo lo cual es un gran mérito tratándose de una producción de los cincuenta y filmada con escasez de medios. La trama engancha desde el principio gracias a ansiedad que produce su argumento. Una incertidumbre que transmite muy bien Grant Williams con una gran actuación. La inquietud que causa su problema se contagia al espectador que comparte con el protagonista su desesperación.
Harold Angel
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30 de marzo de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver EL INCREIBLE HOMBRE MENGUANTE (Jack Arnold, 1957) es enfrentarse a la historia de cómo lo cotidiano es puesto cabeza abajo. Para Scott Carey, “el hombre menguante”, esto ocurre cuando atraviesa una nube de radioactividad y empieza a menguar; para el cine fantástico y de terror, cuando Jack Arnold rodó la película.

Lo cotidiano para el protagonista, como no podía ser de otra manera, es nada más y nada menos que el American Way of Life: es un hombre de metro ochenta y cinco felizmente casado, con un dúplex con sótano, un gato cariñoso y arañas en los rincones más oscuros; para los espectadores de la época es la Serie B de los cincuenta, frecuentada por monstruos gigantes -a menudo insectos- fruto del peligro radioactivo.

Según el protagonista empieza a menguar, su matrimonio se amarga, su personalidad se embrutece, y lo que antes contribuía al orden natural de las cosas se tornará en peligros y desafíos mortales. La mujer que le hacía feliz ahora solo puede sentir compasión por él -será una enana la única que le comprenda-, el gato doméstico es un depredador mortal, la fuga del calentador una fuente de agua y más tarde fruto de la más peligrosas de las tormentas; el pan y juego de costuras -dejado por su mujer en el sótano tiempo atrás, en ese juego de asociaciones continuas al que se entrega Arnorld- en un equipo de superviencia, y así un largo etcétera. La vida que llevó hasta ahora ya no le sirve, no es un punto al que regresar, sino de dejar atrás. Aferrarse a él solo envenena el ambiente; es un simulacro sin sentido, y ahí tenemos la magnífica escena de la casa de juguete -cristalización del sustituto inservible del hogar- para demostrarlo. Scott debe dejar a su esposa ir, aceptar su condición -primero como enano pero después no se quedará ahí-, realizar una representación en miniatura de la conquista de la naturaleza y el ambiente por el hombre, y abrazar su nueva vida: su destino infinitesimal, a Dios, según el final impuesto por la productora al margen del director y autor de la novela.

Al espectador de la época tras ver este filme tampoco le quedó más remedio que aceptar que el terror había madurado y estaba listo para un nuevo recorrido. Los monstruos gigantes ya no serían producto del exterior, sino de uno mismo, del punto de vista. La anormalidad ya no estará en el entorno, sino en el hombre. La inocencia del terror de la Universal empezaría a dar paso a un nuevo tipo de terror, el terror psicológico.

Yo no soy un gran amante del terror clásico -por desconocimiento más que otra cosa-, pero tras disfrutar de esta película que empieza como drama para girar a la aventura con unos efectos especiales nada caducos -si bien es inevitable sonreír en algunas escenas por su inocencia-, he de admitir que con 700.000$, una buena idea y no demasiada, se podía hacer una buena película, blindada al paso del tiempo y sobretodo, entretenida. Eso ya es mucho, para algunos, todo.
Hernando
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11 de julio de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la anterior película que comenté, La Leyenda de la Casa del Infierno (1973), era una adaptación de Richard Matheson (1926-2013), esta nueva entrada también le pertenece. Digamos que la reciente muerte del escritor ha hecho que le dedique un tiempo a sus trabajos cinematográficos. El Increíble Hombre Menguante (1957) llega a los cines solo un año después de la publicación de la novela, convirtiéndose en un clásico inmediato en el género de la ciencia ficción. Dirigió un experto en el cine fantástico de la época, Jack Arnold (1916-1992), realizador de La Mujer y el Monstruo (1954) y Tarántula (1955).

El propio Matheson adaptó su propio guión a la pantalla, una común en la mayoría de sus libros trasladados al cine. Este increíble hombre menguante cuenta con un reparto no demasiado conocido: Grant Williams (1931-1985), Randy Stuart (1924-1996) y Paul Langton (1913-1980).

Una extraña nube radiactiva envuelve a Scott Cary (Williams) cuando está de vacaciones en un yate con su mujer (Stuart). De vuelta al trabajo Cary se da cuenta de que está perdiendo peso, y peor, está encogiendo. Pasan los meses y el protagonista pasa de medir 1,85 a 1,24... y bajando.

Entrada por la puerta grande, nunca mejor dicho, de Matheson. Es El Increíble Hombre Menguante un film de aventuras con un aire sci/fi serie B de los años cincuenta. Ese que muchas veces encubría una denuncia a los experimentos con radiactividad o con insectos. La película de Jack Arnold tira más por otro camino, el psicológico. A medida que mengua el protagonista y más adversidades se le presentan con los constantes vaivenes que sufre su estado físico y mental, más crece su instinto de supervivencia.

Esta montaña rusa cerebral que sufre en los breves y muy divertidos 75 minutos que dura la película le llevan a un desenlace con una carga filosófica/existencial sobre el sentido de la humanidad en el universo. Un clímax con un tono trascendente que redondea una película que merece la aureola de culto que conserva todavía.

Sumarle unos trucajes y efectos especiales que aún sorprenden, y escenas míticas como todo el tour de force final entre el protagonista y una araña, por un trozo de bizcocho.
David MS
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30 de julio de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llama la atención que la película de Jack Arnold esté tan adelantada a su tiempo. La dubitativa primera parte deja paso a un "naufragio" en el sótano absolutamente memorable que va mucho más allá de una mera película ciencia ficción donde la radiación vuelve a hacer de sus caprichos, y que será recordada por un desenlace inmejorable y bastante inusual para la época de la que hablamos. Es ese mensaje final lanzado a la magnitud del cosmos lo que hace al increíble hombre menguante una de las mejores películas del cine clásico del género. De no haber sido por esa personal reflexión final, estaríamos ante otra película más rellena catálogos.

Pero la película es una gran conjunción de sentimientos. Por un lado, la satisfacción superficial de ver a Grant Williams encoger por momentos como si de un monstruo feriante se tratara, y por otro, la sorpresa de esperar un desenlace mucho más tradicional en lugar de la arriesgada apuesta de Jack Arnold (bueno, de Richard Matheson). Su duración es una muestra de que no se necesitan horas y horas para ofrecer un espectáculo visual y emocional inigualable.

Un clásico que con los años es todavía mejor. Una visión adelantada a una historia tan presuntamente típica como inesperado es su desarrollo. Su potencia visual es tan elogiable como su personalidad.
NeoJ
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