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La calle sin nombre

Cine negro. Thriller Stiles (Richard Widmark) es un jefe mafioso en alza que lucha por imponerse en el submundo criminal. Los archivos del FBI rebosan de historias sangrientas, pero hay un caso concreto que tiene desconcertado al inspector Briggs (Lloyd Nolan). Se trata de dos asesinatos: un ama de casa y el guardia de seguridad de un banco, abatidos ambos por la misma arma, pero sin que exista ninguna otra conexión entre ellos. Decidido a llegar hasta el ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2006
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en hechos reales, fue dirigida por William Keighley. Escrita en estilo semidocumental, fue nominada al WGA al mejor guión sobre los problemas del país. Siete años después fue objeto de un "remake", "La casa de bambú" (1955), de Sam Fuller. Fue producida por Samuel G. Engel y se estrenó el 14-VII-1948.

La acción tiene lugar, a partir del 14-XI-1947, en "Center City", símbolo de todas las ciudades estadounidenses de tamaño medio. Narra la historia de Alec Stiles (Richard Widmark), que pretende dirigir una nueva banda criminal con métodos científicos, aprendidos durante su participación como soldado en la IIGM. El FBI infiltra a uno de sus mejores agentes, Gene Cordell (Mark Stevens), en la banda de Stiles.

La película muestra la proliferación de bandas cirminales que tras la IIGM afectó a las ciudades medias del país. Muestra, también, la respuesta de la policía y del FBI ante el problema, los nuevos medios técnicos de que dispuso y el eficaz entrenamiento de sus agentes. Desarrolla una historia dramática llena de intriga y grandes peligros. La tensión dramática se apoya en la personalidad neurótica de Stiler, la crueldad y brutalidad de sus métodos, su inseguridad personal, su ambigüedad sexual, la imprevisibilidad de sus reacciones y la desmesura de sus ambiciones. Frente a él se alza la maquinaria policial y, sobre todo, la figura de un agente de élite, que obtiene la confianza de Stiles y se infiltra en la banda, asumiendo enormes riesgos, patentes cuando surgen los contratiempos. El papel del malvado Stiles corre a cargo de un más que inspirado Richard Widmark, en su segunda intervención en cine. Había debutado el año anterior en "El beso de la muerte" (1947). Su interpretación, memorable, confiere al film fuerza, credibilidad y capacidad de sugestión.

La música, dirigida por Lionel Newman, incluye melodías inquietantes, de profundo aire dramático, tomadas de composiciones originales, como las canciones "Baby Face" (Harry Akst), "Beg Your Pardon" (Craig y Smith) y "I'm Looking Over A Four Leaf Clover" (Harry M. Woods). La música adicional aporta títulos tan acertados como "All Dressed Up With A Broken Heart" y "Bye Bye Blackbird". La fotografía destaca los claroscuros, los ambientes sombríos, las escenas nocturnas y los grandes espacios misteriosos. Se beneficia de un excelente juego de luces, en el que las cerillas tienen un protagonismo especial. El guión incluye un narrador que habla como un ser superior. Usa el silencio como elemento narrativo, anticipándose a obras como "Rififí". Desarrolla unos diálogos breves y bien construídos. La interpretación de Widmark llena la pantalla y la cinta de fascinación. Destaca la sobria presencia de Lloyd Nolan ("La casa de la calle 92", 1947). La dirección impone a la obra un ritmo prodigioso y un magnífico pulso narrativo.

Película emblemática del cine policíaco de la segunda mitad de los 40. Muestra la otra cara de la sociedad. Exalta la figura, muy discutible, de Edgar Hoover.
Miquel
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31 de mayo de 2009
30 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice por ahí que quien algo quiere algo le cuesta. A veces hay que escarbar mucho, quizá demasiado, para encontrar el tesoro enterrado, y en algunos casos no debería ser así. Obra totalmente devaluada, injustamente. Me atrevería a decir que está entre las mejores películas de cine negro que se han hecho desde que un tio cogiera una cámara y empezara a grabar algo.

Expongo mis razones:

La linea temporal que sigue la película es practicamente perfecta. En algunas pelis basadas en hechos reales de este tipo se tiende a pegar saltos bruscos en el tiempo, perjudiciales para la trama (Véase "La ley del Hampa", 1960). Sim embargo, la película de la que me ocupo sigue una estructura sobresaliente.

Lo de Richard Widmark no es normal. No diré que hace uno de los mejores papeles de su vida, porque no he visto todos sus films, pero se come cada escena, algunos pensaréis que las engulle, otros que las saborea, pedazo a pedazo. El caso es que se las zampa, de una manera u otra.

El juego de luces y sombras es soberbio, cine negro en estado puro, y cuando me refiero al término puro lo hago al concepto más exacto de la palabra. William Keighley se sabía lo que hacía, conocía la teoría y la puso en práctica, con pulso y precisión pero con la agresividad necesaria.

De obligado visionado para los amantes del cine negro y de... ¡Qué coño!, obligado visionado también para amantes del cine en general.

Y recordad: el cine es la vida, pero la vida no es móvil, es peliculón.
h e r m a n ô n e g r ö
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28 de agosto de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda la parte inicial con su apología a mayor gloria del FBI, que tanto nos recordaba "La casa de la calle 92" de Hathaway, mostrándonos sus instalaciones, modernas técnicas de investigación y un personal tan digno de confianza, que nos hacía temer lo peor, cuando inesperadamente y a partir del momento en el que Gene Cordell, un neutro agente del FBI consigue introducirse en la banda de Alec Stiles, un sutil e inquietante psicópata, nos encontramos con un guión perfectamente trenzado hasta en sus menores detalles, una interpretación de Richard Widmark encarnando al jefe de la banda , (un personaje que parece continuación del que interpretó en "el beso de la muerte" de Hathaway) que quizás sea la mejor de toda su carrera y una fotografia que posee el tenebrismo digno de los films más negros de este género.
Notable.
Swann
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26 de mayo de 2013
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Richard Widmark es una de mis debilidades cinéfilas desde siempre no es ningún secreto. Pues pertenece a esa escasa raza de actores carismáticos que en cada plano que salen se engullen la escena, se la comen enteran y eclipsan al resto de actores con su inmenso talento, atractivo y personalidad cinéfila que trasciende la pantalla y al argumento. Y como se suele decir: si hace de malo pues mejor que mejor.

A la historia del cine negro (bueno, y del cine en general) ha pasado su antológica interpretación en "El beso de la muerte" de Hathaway. Y bien podría considerarse "La calle sin nombre" una especie de continuación de aquella, pues Widmark vuelve a bordar ese arquetipo de personaje neurótico, imprevisible, sádico, visceral, inquietante, ambiguo, cruel y violento que tanto nos gusta a todos los amantes del cine negro, aportando ese toque memorable e indeleble que tanto caracterizaron sus interpretaciones sobre todo en los años 40 y 50.

Sin embargo , a pesar de que "La calle sin nombre" es un film magnífico y muy entretenido, me niego a meterlo en la misma cesta que "El beso de la muerte", pues a mi parecer tiene un lastre que perjudica la narración y del que curiosamente también se resentía otra película que vi hace unos meses y de temática argumental casi idéntica a este film: "La brigada suicida" de Anthony Mann. Este lastre es muy evidente en ambas películas: esa voz en off describiendo en exceso, en tono documental paso a paso, las andanzas y avances del agente del FBI y, sobre todo, esa apología de las virtudes patrióticas y los sacrificios diarios que realizan los agentes por el bien común.

Desde luego, la voz en off es un elemento imprescindible en cualquier film noir y un sello característico de estos tipos de films (por ejemplo la emblemática narración en off de Fred MacMurray en "Perdición", aunque claro, el maestro Wilder sabía usar en sus películas estas narraciones mejor que nadie), pero en estos dos casos el abuso resulta cansino e innecesario. De hecho el descarado remake que Fuller hizo de esta película años después ("La casa de Bambu" con unos estupendos Robert Stack y Robert Ryan) dosifica mejor este tipo de narración y acaba beneficiando al conjunto.

Por tanto, el mejor consejo podría ser quedarnos con la siempre gozosa interpretación de Widmark y pasar benévolamente por alto las demás cuestionables taras que pudiera tener el film.

www.eldespotricadorcinefilo.com
El Despotricador Cinéfilo
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27 de enero de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente muestra de la tendencia documental que impregnó algunos títulos policiacos o negros a finales de la década de los 40, "La calle sin nombre" me parece también el mejor trabajo de Keighley dentro del género, superior a "Muero cada amanecer" y a la más conocida "G-Men".

En este filme el afán documental se mezcla con el también habitual elogio de las fuerzas del orden -en este caso el FBI-, que se plasma a través de una minuciosa descripción de los procedimientos investigadores e incluso del entrenamiento de sus agentes, en la que la voz en off tiene una importante presencia. Hasta aquí, poca diferencia respecto a modelos anteriores o coetáneos, como "La casa de la calle 92" o "Call Northside 777" ("Yo creo en ti"), ambas de Hathaway, y que junto con algunas tentativas más logradas, como "La ciudad desnuda" (Dassin) o "T- Men" ("La brigada suicida", de Mann), asientan los principales rasgos de estas películas de aire naturalista. Afortunadamente, en esta ocasión el filme incorpora algunos aspectos que trascienden la mera plasmación cinematográfica del entorno urbano y de la actuación policial, acercando el argumento a las coordenadas más clásicas del cine negro, en el que siempre late cierta crítica social y existen personajes arquetípicos.

La crítica social viene aquí ligeramente sugerida por la alusión a la corrupción de un importante miembro de las fuerzas del orden, matiz relevante, pues contribuye a aligerar la tendencia moralizante y a veces casi autoritaria en la que frecuentemente caen estas películas, resintiéndose en tales casos el desarrollo dramático. Hay dos personajes arquetípicos en la película. De un lado el agente infiltrado, personaje siempre valiente y heróico pero, a veces por eso mismo, también un tanto plano, cuando no soso. Sin embargo, el otro personaje arquetípico, el malo, en este caso dibujado como un personaje carente de escrúpulos y maniático (obsesionado por los gérmenes y las corrientes de aire, siempre con el inhalador a mano), resulta enormemente atractivo, elevando notablemente la película, que sin él quedaría huérfana de auténticos personajes.

Excelentemente realizada, con una fotografía en la que los acusados contrastes del claroscuro y la iluminación lateral proporcionan imágenes muy bellas, la película, tras un primer cuarto de hora un tanto premioso a causa de la voz en off y su constante encomio del FBI y sus métodos, salta a la calle, y es entonces cuando los aciertos estéticos de este subgénero documental cobran sentido; los paseos nocturnos del infiltrado por el centro de la ciudad y la perfecta ambientación de los mismos -con una elección de localizaciones realmente acertada- bien apoyada por una adecuada pléyade de secundarios característicos, tienen la virtud de "zambullirnos" en la historia. Otra secuencia meritoria es la que nos muestra al malvado Alec averiguando que alguien ha estado en su guarida bajo el gimnasio gracias a su finísimo olfato.

El guión resulta correcto, al igual que las interpretaciones, si bien ambos aspectos alcanzan otra dimensión cuando los estudiamos desde el punto de vista de Alec Stiles; el trabajo de Widmark es apabullante, y como bien han apuntado otros usuarios su creación entronca con la del personaje de "El beso de la muerte" (Hathaway), si bien aquí el personaje de malvado casi demoníaco presenta una mayor evolución, mostrándolo bajo el signo de la esquizofrenia, por lo que oscila entre momentos de frialdad y de ira (con una misoginia evidente y cierta ambigüedad sexual), todo ello adornado por multitud de pequeñas manías, que lo hacen enormemente atractivo (su sola aparición, en el gimnasio, ya causa impacto).

Por todo ello, una película muy recomendable que disfrutará todo buen aficionado, y cuya influencia en obras posteriores es notable; aparte del remake de Samuel Fuller ("La Casa de Bambú"), algunas secuencias serán retomadas en obras posteriores, como el tramo final, ambientado en un entorno industrial, que encontraremos también en "White Heat" ("Al rojo vivo" de Walsh), o una escena en la que Stiles se enfada con uno de sus compinches, que ha regalado un costoso abrigo de piel a su novia, y que muchos años después parece haber inspirado a Scorsese para una secuencia de "Goodfellas" ("Uno de los nuestros").
Quatermain80
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