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Las dos tormentas

Drama Anna Moore es una joven que va a visitar a su acaudalada tía de Boston para que ayude a su familia a salir de la pobreza, pero una vez allí un hombre rico la engaña con un matrimonio falso para aprovecharse de ella. Cuando Anna se queda embarazada es abandonada a su suerte. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
15 de marzo de 2008
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje nº 19 de David W. Griffith. El guíón de Anthony P. Kelly y D.W. Griffith (no acreditado), adapta el drama teatral "Way Down East", de Joseph R. Grismer y William A. Brady, basado en la pieza teatral "Annie Laurie" (1898), de Lottie Blair Parker. Se rueda en exteriores de Connecticut, Florida, NY (Long Island) y Vermont (White River Junction), con un elevado presupuesto de 700 mil dólares. Producido por D.W. Griffith, se estrena el 3-IX-1920 (EEUU).

La acción tiene lugar en Boston y en las localidades rurales de Belden y Bartlett Village (Nueva Inglaterra), en 1910-20. La joven campesina Ann Moore (Gish) es enviada por su madre a pedir ayuda económica a los Tremont, sus familiares ricos de Boston. Allí es cortejada por el desaprensivo Lennox Sanderson (Sherman), hasta que la acoge en su casa el Sr. Bartlett (McIntosh), padre de David (Barthelmess).

El film suma drama y romance. Sorprende que Griffith, ante el declive comercial de su carrera por el cambio de gustos del público, cansado de dramas victorianos, optara de nuevo por entregar una realización melodramática. Con ella crea una de sus grandes películas y consigue, además, uno de sus mayores éxitos de público. Recrea el mundo bucólico y lírico del campo de la segunda mitad del XIX, que traslada al presente dramático. Fotografía con delectación amplios paisajes en estado natural, humildes casas de labranza y tareas agrícolas de marcado aire pastoral. Añade la descripción de personajes individuales y colectivos, que traspiran la ingenuidad y amabilidad de la vida rural. Las fiestas populares de la gente del campo exhalan compañerismo y alegría natural.

Contrapone campo y ciudad. En ésta abundan los engaños, la codicia, el egoismo y la vanidad. Denuncia los errores del puritanismo, el fanatismo y la intolerancia. Condena los prejuicios y la obstinación. Exalta la inocencia, la solidaridad, la búsqueda de la verdad y la sinceridad de las personas de bien.

La cinta exhibe un excelente ritmo narrativo, que se torna trepidante en la secuencia de la tormenta. Combina ternura, sensualidad e intensidad dramática. Incorpora lances de humor y divertidos personajes cómicos, como Martha Perkins, Hi Holler y Ruben. Las escenas arriesgadas traspiran un realismo admirable, que emociona y cautiva. Consigue un nivel asombroso de tensión emocional y de suspense. Incorpora tres escenas memorables: la representación de la maternidad, el bautismo del niño y la tormenta de nieve.

La música, de Louis Silvers, combina ritmos de ragtime, canciones populares ("Jingle Bells") y acertadas melodías descriptivas. La fotografía, de Billy Bitzer, Charles Downs y Hendrik Sartov, en B/N (con sucesivos tintados sepia, azul y azafrán) ofrece primeros planos impactantes, perspectivas panorámicas de gran belleza y tomas desde posiciones arriesgadas. Gran interpretación de Lillian Gish.
Miquel
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21 de febrero de 2009
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
88/33(19/02/09) Gran melodrama del cine mudo, realizado por uno de los grandes pioneros del séptimo arte, David Wark Griffith. Fue el maestro del montaje, gracias a ello consiguió imprimir a su cine de un ritmo ágil, del que luego fueron bebiendo el resto. Esta "Las dos tormentas" es un melodrama en el que se permite hacer una dura crítica a las costumbres de la época, a la alta sociedad, a la falsa moralidad, al fundamentalismo religioso. El argumento gira en torno a una muchacha (Lilian Gish, una de las mayores estrellas del cine mudo) que es engañada por un cínico heredero que la abandona después de haberse aprovechado de ella, a partir de esto las desgracias se apoderan de la vida de la engañada, hasta ir a parar a la casa de una buena familia, para la que trabaja en la casa, pero cuando parece encontrar el amor los fantasmas del pasado vuelven y como consecuencia se pierde en una tormenta. La escena con ella inconsciente sobre un trozo de hielo por el rio persiguiéndola su amado, es una colosal secuencia digna del más grande, es la muestra del espectáculo puesto al servicio de la historia, pues en ella queda de manifiesto el amor de él. Recomendable a los que gusten de melodramas buenos del cine mudo. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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26 de abril de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira, hasta qué punto en el año 1920 se podía tener tal dominio del lenguaje y la narración cinematográfica. En esa época, hacía poco más de 20 años cuando Los Hermanos Lumière habían inventado el cacharrito en cuestión y grababan algunas cosillas en plano fijo para luego utilizarlo como una atracción más de feria, para ver si la gente se veía en la grabación.
Luego pocos años después, un tal Meliès se dedicó también a grabar en plano fijo. Suyo es el famoso "Viaje a la luna", en el que se mostraba alguna pincelada de lo que es narrar con una cámara; pero sobre todo se dedicaba a lo suyo, o sea, el ilusionismo pero dentro de una filmación. Después en la década de 1910 se hacían muchos cortometrajes de "slapstick" y los primeros western...
Total, que en 1920 el Señor Griffith nos planta una película (y no es la primera) de dos horas y media, que todavía hoy en día se sigue con interés. Me ha sorprendido lo bien contada que está la historia, la galería de secundarios y la habilidad en la inserción de escenas cómicas dentro de todo el drama (espléndido el personaje del profesor). Igualmente, es notable la puesta en escena. En concreto, la utilización de los diferentes tipos de planos. Hay grandes primeros planos muy bellos y una utilización poética del paisaje. Y para remate, toda la parte final (tormenta, deshielo) me parece muy avanzada para la época.
Yo tampoco soy ningún experto en cine, pero sería muy interesante analizar hasta qué punto bebieron los grandes cineastas de las obras de pioneros del cine como es D.W. Griffith. (me gustaría leer algún libro al respecto; si alguien sabe, que me informe, por favor) En este caso, esa mezcla de comedia y drama, e incluso ese baile en el salón, me ha hecho pensar en el cine de Ford.
José Luis Velasco
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21 de noviembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Griffith compró los derechos de esta pieza teatral victoriana original de 1898 fue duramente criticado por que los melodramas decimonónicos ya habían caducado.
Una joven con esa belleza inocente insuperable de la Gish maltratada por un malvado galán sin escrúpulos que la pone al borde del abismo, no hay hijo de vecino por mucho que se las de de intelectual que no caiga en sus redes. Y así fue. Un éxito de taquilla.
Pero además Griffith ya tenía muchas tablas y su cine de más de 500 películas no solo se refleja en "El nacimiento de una nación" e "Intolerance" y aquí se mueve como pez en el agua con esta tragicomedia de mundos e ideas encontradas y feroz crítica a una hipocresía que todavía y salvando las distancias no ha caducado. Hay sobre la pantalla un repaso importante al puritanismo religioso, la concepción de la mujer sometida en todo momento al hombre, la malidicencia y el chismorreo general, la frivolidad y contrates de clases,... pero también hay mucha tensión mantenida, drama sobrecogedor y emoción final. Y todo ello narrado con un lenguaje que se puede seguir sin problemas hoy día. Es cierto que la mezcla de melodrama y comedía cojea sobre todo en esta última parte donde los estereotipos de los personajes están bien definidos pero su humor desentona y carece de brillantez, si bien cumple su función de desahogar la angustia de la trama principal.
La historia la cuentan los vencedores y Griffith no tenia abuela para ensalzarse. Según pasan los años se rebaja o aumenta su influencia e importancia. No cabe duda que la tuvo. Es en su cine más intimo como la poética "Lirios rotos", o en historias como esta donde más me gusta.
PD: Adoro a Lilian Gish.
ELZIETE
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19 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes melodramas del maestro Griffith con el que adaptó una lacrimógena obra teatral de Lottie Blair Parker, una película de exacerbado romanticismo en la que Griffith consigue que esta historia rebosante de sentimentalismo interese en todo momento. Sus modos narrativos tienen fuerza, y los actores, sobre todo Lillian Gish y Lowell Sherman, entregan unas poderosas interpretaciones, la primera como mujer desvalida, acostumbrada a los padecimientos, y el otro como villano al que en algún momento asaltan los remordimientos. La historia recurre a todos los tópicos del género: seducción, deshonra, hijo ilegítimo... Sin embargo, la soberbia puesta en escena y su arrebatado aliento visual consiguen hacer olvidar fácilmente estas limitaciones, a partir de este material de práctico derribo Griffith consigue extraer un lirismo insuperable.

De nuevo Lillian Gish vuelve a brillar con luz propia en una actuación en la que, literalmente, se dejó la piel. En las dos horas y media largas de metraje la vemos evolucionar y pasar por toda una gama de personajes: alegre e ingenua chica de campo, inocente prometida, madre soltera, y finalmente una mujer madura perseguida por su pasado. Cada primer plano de la actriz es una obra de arte merced a su expresividad facial y la estupenda fotografía de Billy Bitzer. Su escena en solitario con el niño entre sus brazos es una pura lección de arte interpretativo.

Pero sin duda lo mejor es el tramo final de suspense con el que Griffith subraya el clímax de la película con una tormenta de nieve, mostrando a nuestra protagonista atrapada en un río de hielo. Dicha escena no sólo es la más llamativa del film sino que el rodaje de la misma en exteriores naturales ya forma parte de la historia del cine; en cualquier artículo que se recuerden rodajes accidentados siempre habrá una referencia a esta escena, durante la cual el equipo y, especialmente, Lillian Gish, tuvieron que soportar las frías temperaturas durante horas, en el caso de la actriz, incluso sufrió algunas secuelas de importancia, como consecuencia de mantener su mano derecha sumergida en el agua congelada tantos minutos ésta le quedó afectada durante el resto de su vida. Pero más allá de las anécdotas conocidas, la escena destaca por su magnífica factura visual, muy pocos directores de la época crearon clímax visuales como éste en que se aprovecha de tal manera la naturaleza como elemento dramático. Una absoluta maravilla.

Todo ese esfuerzo fue recompensado cuando la película se convirtió en una de las más taquilleras no sólo de la época sino de todos los tiempos. La película sigue atrayendo nuevos espectadores incluso hoy día a pesar de los un tanto desfasados valores morales decimonónicos. Todo un canto a la fuerza del tándem Griffith/Gish.
Juan Marey
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