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El libro de la selva

Aventuras Adaptación del famoso relato de Kipling ambientado en la India colonial británica que narra las aventuras de Mowgli, un niño abandonado en la selva, que se cría entre animales salvajes. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2006
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por Alexander Korda y dirigida por Zoltan Korda, se rodó en escenarios decorados por Vincent Korda. Intervino como director de la 2a unidad André de Toth. Se basa en la obra homónima de Rudyard Kipling. Fue nominada a 4 Oscar (decorados color, fotografía color, efectos especiales y música). Se estrenó el 3-IV-1942, con gran éxito de público. Walt Disney realizó un "remake" en 1967.

La acción tiene lugar en la India en los primeros años del XX. Narra la historia de Mowgli (Sabú), un adolescente, criado por lobos en la selva, que llega a una pequeña aldea, donde es adoptado como hijo por Messna (Rosemary De Camp). Aprende con facilidad el lenguaje de los humanos y se adapta a sus scostumbres y modos de vida. Entabla amistad con Mahala (Patricia O'Rourke), una muchacha de su edad, hija de Baldeo (Joseph Calleia), con la que se interna en la seva, donde descubren los restos de una antigua y rica ciudad y el tesoro de un rey.

La película pone en contraste la generosidad y la sencillez de Mowgli con las ambiciones, la codicia y la crueldad que dominan el comportamiento de los aldeanos. Cuando llega la noticia de que Mowgli y Mahala han encontrado un tesoro oculto, se desatan en la aldea las pasiones en una espiral de violencia autodestructiva, que culmina en un incendio que arrasa la aldea y los alrededores. La construcción en estudio de una jungla esplendorosa, de vegetación viva y tupida, con lagos de aguas cristalinas, constituyó, en su momento, una proeza de imaginación y de técnica. La selva da cobijo a una nutrida colonia de animales temibles, como lobos, cocodrilos, panteras, chacales, cobras y el tigre Shen Kann, único enemigo de Mowgli. Ninguno de ellos mata por placer, odio o crueldad. Sólo los seres humanos matan por estos motivos.

La música aporta una espléndida y vibrante partitura orquestal. La fotografía recrea con delectación las imágenes de una selva frondosa, llena de fantasía. Trata el color con especial atención, al objeto de conseguir un cromatismo superior al habitual. Los efectos especiales, centrados en algunos animales y en el gran incendio de la jungla, conservan su emoción gracias a la grandeza y a la evidente factura artresanal de los mismos. El guión explica la historia en flashback, con vuelta al punto de origen, en el que el narrador Baldeo confiesa haber sido el villano vencido de la historia. La interpretación de Sabú rebosa naturalidad y espontaneidad. Años después, al regresar del frente, sólo obtuvo papeles secundarios de escaso brillo. La dirección combina el esplendor de la selva con la sencilla ingenuidad de un cuento de raíces milenarias.

La película enfrenta la civilización con la vida en la selva, la hipocresía con la sinceridad, la codicia con la generosidad. La excelencia del colorido y la envergadura de los decorados reclaman la atención de los cinéfilos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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21 de noviembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No haber visto esta película es no tener infancia. Vale, hablo puede que de una forma muy personal (y en parte porque es una de esas películas que más me han marcado en la infancia).

Veo en la película un magnetismo que me puede. Será por el motivo que sea, pero para que una película tenga la capacidad de calar hondo en un espectador siempre ha de tener algo, o algo más que una conexión emocional. Y creo que este es el caso.
Korda me parece que ha acabando siendo sinónimo de cierto cine de aventuras con bienintencionadas intenciones y espectaculares resultados. La revisión del clásico de Kipling y su moralina lucen perfectamente y la compañía musical de Miklós Rózsa no tendra la fama de la version de Disney, pero sin dudarlo yo me quedo con ésta.

Técnicamente muy lograda y solo es una lástima que el sonido esté tan mal. Pero lo único mal que veo es que en filmaffinity no tenga más seguidores.
el hombre del coco
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24 de agosto de 2007
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que en su día debió de ser una gran superproducción de la época, se ha quedado hoy en una interesante, bonita y bien realizada película de aventuras, la cual adapta la famosa novela del escritor británico Rudyard Kipling.
Posiblemente el no poder considerar a esta cinta como un clásico de culto se deba, principalmente, a lo deteriorado que está su sonido (no así su magnífica fotografía, repleta de colorido y grandes contrastes). Esto resulta extraño, cuando cintas más antiguas se han conservado mucho mejor. Tampoco está a la altura del personaje su protagonista, Sabu, demasiado reiterativo y algo edulcorado (pese a que, por fisonomía, se ajuste perfectamente a las ilustraciones que todos conocemos de Mowgli).
El guión es atractivo, "in crescendo" a partir del descubrimiento que Mowgli y su amiga hallan en la selva - no diré más porque forma parte de la base de la trama -, tras una presentación más documental que ficticia (me recordó particularmente a Félix Rodríguez de la Fuente). Eso sí, la introducción que mezcla el hinduismo con los capítulos bíblicos del Génesis son bastante incongruentes a mi modo de ver, pues no creo que esta religión tenga precisamente la Biblia como libro sagrado. Otro aspecto que le resta puntos, así como la comicidad de varias escenas (sobre todo aquellas en las que aparece el barbero).
Por lo demás, el argumento de la película es de sobras conocido por casi todo el mundo: Un niño de la India se escapa de sus padres y es criado por unos lobos. El contacto con estos animales le proporcionará la capacidad de comunicarse con todos y de convertirse en su amigo Mowgli (especialmente de la pantera Bagheera). Sin embargo, uno de ellos, el temible tigre Sherkan, intentará matarlo para proclamarse el rey (a falta de leones en la India, buenos son otros felinos). Entonces, ante la amenaza de Sherkan, Mowgli regresa a la civilización para encontrar un arma con la que derrotarle, antes de que el tigre masacre a sus compatriotas humanos. Pero la naturaleza del hombre desviará sus intenciones...
Un 6,5 sería una nota adecuada para una película bien hecha, pero que no termina de empatizar lo suficiente con el espectador.
Luis Miguel
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8 de febrero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de aventuras de la conocida historia de Mowgli, alejada de la versión dulcificada que Disney haría después.

Visualmente es impresionante, la selva es un mundo colorido de lugares exóticos y animales peligrosos. Parece un mundo de fantasía.
La historia enfrenta a la civilización del hombre con el orden natural de la selva. En la selva se vive en libertad, con humildad y se mata por necesidad. El hombre, por el contrario, es avaricioso y mata por odio y egoísmo. Cuando los hombres descubren que Mowgli conoce la ciudad perdida de la selva y que la misma está repleta de tesoros, sus bajos instintos salen a flote y no dudan en matar o torturar para conseguir esas riquezas. Su egoísmo y maldad irán tan lejos que terminan matándose entre ellos y arrasando el pueblo en un incendio.

Por lo tanto, finalmente la selva es la civilizada y los hombres las bestias salvajes.

Atención a los efectos especiales, han envejecido bastante bien. La escena del incendio final es increíble. No pasa lo mismo con el sonido, que es sin duda lo peor de la película, los años no le han sentado bien, demasiado ruido y voces muy chillonas o muy bajas, es una pena, porque por lo demás es un film bastante completo, entretenido y con mensaje.

La historia, por cierto, está narrada por el villano. Curioso.
Biopunk
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24 de abril de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que querer a los narradores valientes.
Porque de qué otra forma se podría llamar al productor que, en plena 2º Guerra Mundial, decide volver la vista a un clásico de la literatura universal, plagado de conversaciones entre animal y hombre, y dice: "esto será película".
Ahí está la valentía, y tal vez quizás la magia, de contar una magnífica historia a cualquier precio con el único objetivo de embelesar a la audiencia, como la que narra el viejo hombre indio que nos da la bienvenida a este relato.

'El Libro de la Selva' reviste así de un encanto especial y difícil de ignorar, que convierte lo que podría haber sido un delirio de adaptación en el perfecto material del que están hechos los mejores cuentos.
La jungla se abre a nuestros ojos como pocas veces se ve: plagada de colores, de encantos y misterios, plena en maravillas y a la vez reservada solo a los que saben vivir en ella. Nuestro narrador nos cuenta como la soberbia de los hombres llegó hasta el extremo de erigir una ciudad en medio, solo para terminar siendo devorada por las enredaderas y el olvido.
Esos hombres, por su parte, son los que ahora la temen, conscientes de que nada puede vivir en ella, y la atacan como pueden, matando bestias salidas de sus entrañas.

Mowgli, en ese contexto, no es tanto una anomalía como una puerta de entrada a ese mundo impenetrable, visto por maliciosos que piensan que si un niño pudo domar la selva también podrán ellos.
Sin embargo, no hay orgullo por lo conquistado en sus maneras: Mowgli, el chico rana, habla con los monos como si de viejos familiares se tratara, y es capaz de reducir los imponentes animales colgados en el salón de un hombre a decepcionantes cacerías tras bestias cansadas y viejas. La verdad queda patente, a nuestros ojos y a los de la encantadora muchacha fascinada por él, de que este niño está lejos de ser un hombre, y solo ha aprendido a vivir en paz con su selvático hogar de acogida.

Sigue siendo niño pese a ganar las persecuciones contra un poderoso tigre, sí, pues ¿de qué otro modo se podría describir a una persona que usaría un rubí de incalculable valor para tirar de los bueyes?
En el retiro imponente y azul intenso de la ciudad perdida de la jungla, un edén irreal lleno de estatuas monumentales, que quizás representen viejos dioses hace mucho tiempo olvidados, Mowgli y la muchacha solo juegan entre riquezas sin prestar atención a ellas, con el único objetivo de divertirse o quizás solo llevarse un recuerdo de su aventura juntos. A sus ojos, ese lugar posee algo de la magia que antaño tuvo, nada que ver cuándo los maliciosos lo ven y solo son consumidos por su propia avaricia.
Ellos son los mismos que niegan la conquista de Mowgli a su gran enemigo Shere Khan, de nuevo por considerarlo demasiado débil, mientras que luchan unos con los otros por unas simples monedas. El camino a la madurez del chico refleja por contraste esa miseria moral: de una victoria ganada con honor y esfuerzo, poblada de riesgos ante las mandíbulas de un tigre y los engaños de una astuta pitón, vemos como los de la aldea solo persiguen un camino fácil y rápido, azuzando el miedo en los corazones de sus semejantes y despreciando todo lo que no pueden comprender.

Por eso no es extraño ver a Mowgli exclamar, con férrea determinación "la selva es mi único hogar".
El niño se vuelve hombre, abrazando las raíces que le vieron crecer, y dejando de lado el amor fugaz que encontró en la muchacha y su madre adoptiva.
Porque tal es la magia de este cuento, que nos muestra una jungla eterna sin final, bajo la cual ninguna mano humana o divina puede prosperar.
Charles
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