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La condición humana II: El camino a la eternidad

Bélico. Drama Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Forzado a unirse al ejército japonés durante la contienda, Kaji es enviado a Manchuria. Allí entabla amistad con un soldado que simpatiza con el comunismo. Tras una breve visita de su esposa, Kaji es enviado con su unidad al campo de batalla, del que muchos de sus compañeros nunca regresarán. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
24 de agosto de 2007
73 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi vida había visto un filme con más bofetadas, "guantazos", "galletas", "tortazos" u "hostias" dadas a hombres en la cara por cualquier motivo insignificante o sin venir al caso, todo por mera disciplina enajenante e indignidad militarista. Esto era una degradante costumbre japonesa que donde más se ponía de manifiesto era dentro de la vida militar. El director Kobayashi Masaki, que había participado en el ejército japonés de esos años cuarenta, conocía a la perfección todo ese submundo militarista y repleto de frustraciones patrioteras y machistas que él presenta sin cortarse un pelo a lo largo y ancho de su película y sobre todo en esta II parte.

Sin duda, la II parte de LA CONDICIÓN HUMANA es la mejor de las tres. Aquí nos narra como Kaji (Nakadai Tatsuya) es sometido por el militarismo y llevado por la fuerza a formar parte del ejército imperial japonés en la región de Manchuria. Esta 2ª parte, es la más excelente pues nos describi con toda clase de detalles expeluznantes las condiciones de vida de los soldados, su formación y adiestramiento, su transcurrir diario tanto a la intemperie como en los barracones donde vivían, los castigos a que eran sometidos por sus inmediatos superiores, y lo que aún es peor, por su propios compañeros veteranos, más crueles si cabe que los jefes u oficiales. Es una parte que pone los pelos de punta y en la cual, como antes he dicho, se pueden contar, como en ningún otro film de la historia, tal cantidad de bofetadas en el rostro, dadas a unos u otros soldados por toda clase de motivos indignos e injustos, que cualquiera que lo vea se puede hacer una idea bien exacta de lo que era el ejército japonés a mitad del siglo XX y por qué un ejército así acabó llevando a su país a una guerra mundial, a las consecuencias sufrientes de perderla y al horror espantoso de recibir sobre su población civil los efectos de dos bombas atómicas.

Stanley Kubrick, en su película de 1987, "La chaqueta metálica", se inspiró y filmó la 1ª parte de su filme, casi idénticamente copiado, ya en el nudo ya en el desenlace, de este II capítulo de LA CONDICIÓN HUMANA de Kobayashi Masaki. No lo citó, porque casi nadie conocía en Occidente esta maravillosa obra japonesa, pero debió hacerlo, pues no hay nada oculto que no acabe saliendo a la luz y esta comprobación la puede hacer hoy en día cualquiera contemplando y comparando una y otra cinta.

El único respiro en esta parte II, entre tanta brutalidad militarista, es el encuentro amoroso, encantador y lleno de ternura, entre el pacifista convertido a fuerza en soldado, Kaki, y su esposa Michico, quien recibe un sorprendente e increible permiso de la autoridad militar para visitar a su marido dentro del cuartel y pasar con él una noche entera.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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30 de diciembre de 2009
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amigos, ver mucho cine es indudablemente hermoso, pero encierra también no pocos peligros así como sorpresas desagradables. El visionado de este excelente filme, segundo dentro de una trilogía que alcanza las mayores cotas de antimilitarismo en la historia del cine, me ha proporcionado momentos muy gratos, pero se ha llevado por delante parte de la estima que yo sentía por "La chaqueta metálica" de Kubrick. Precisamente la primera parte de aquella obra era la que más me gustaba y la que me había llevado a concederle un ocho, pero tras ver la presente película, que cuenta lo mismo y mejor, me ha sido imposible mantener dicha nota. No es la primera vez que me pasa; algo similar me ocurrió con "La delgada línea roja" de Malick respecto de la anterior y casi desconocida "El ataque duró siete días", y más recientemente con "Munich" de Spielberg, un calco (con muchos medios, eso sí) de un telefilme titulado "La espada de Gedeón". En modo alguno les acuso de plagio a todos ellos, pero sí cabe recriminarles sus silencios, así como señalar que la originalidad de sus argumentos y personajes resultan harto discutibles.

Dicho esto, corroborar el máximo interés de esta cinta, un ejemplo de humanismo por parte de su director, un Kobayashi que se revela audaz hasta el punto de leerle la cartilla a las estructuras autoritarias características del Japón, centrándose especialmente en el ejército. Ya en "No hay amor más grande" se planteaba ese mismo problema, con las tremendas dudas que acosan a Kaji, un carcelero que no creía en las cárceles. En este caso, Kaji es un militar que no cree en el ejército, y en todo momento se nos muestra como un hombre que valora a sus semejantes por encima de las patrias y las retóricas impuestas desde el poder.

Formalmente hay que destacar la minuciosa preparación que denota el filme, plasmada en la composición de cada plano, en la lógica interna de las secuencias y en la solidez del guión, valores todos ellos que en mi opinión mantienen la brillantez y el interés del filme, sin que éste decaiga. El reparto ejecuta su labor con eficacia, destacando algunos personajes-tipo que a Kobayashi le interesa retratar (el recluta "patoso", el soldado de primera comunista, la enfermera, etc), más allá del protagonista, un personaje maravillosamente concebido y al que es difícil no estimar.

A pesar de lo dicho, sigan viendo películas, por favor.
Quatermain80
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30 de julio de 2010
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las tremendas pruebas que tiene que capear el arrojado, idealista y humanitario Kaji no concluyeron ni mucho menos en aquellas minas de carbón de Manchuria, en las que en “La condición humana I” se oponía al injusto e inhumano sistema de gestión y de explotación de los obreros asalariados y de los prisioneros de guerra condenados a trabajos forzados en las minas. Plantó cara a lo impensable, a toda una corrupción sistemática, organizada, que contaba con el beneplácito y la indiferencia de los que sacaban lucro.
Y como un hombre justo que ha desafiado el sistema y que ha mostrado peligrosas tendencias “comunistas”, según los paranoicos mandamases, un hombre que defiende a la chusma proletaria y a los chinos apresados, no puede ser tratado con indulgencia dado el peligro de que se extienda la peste propagada por las enemigas Unión Soviética y China.
Lo envían al ejército como recluta, para que sirva a su patria en la contienda mundial en la que es aliada de Alemania. Los rusos atacan duramente las fronteras en Manchuria.
Nuevamente Kaji encontrará, ahora en el seno del ejército, un sistema corrupto, podrido, intransigente y despiadado. No tarda en darse cuenta de que el principal enemigo no está ahí fuera, tras la frontera, sino dentro.
Superiores que maltratan a sus subordinados, sometiéndolos a vejaciones físicas y psíquicas, ensañándose con los débiles que no están hechos para la vida castrense. Castigos corporales, un régimen cuartelario extremadamente severo, prejuicios anclados hasta la náusea, discriminación, maldad y abusos de los que tienen poder de mando. Kaji, resistente, buen soldado, se subleva interiormente y otra vez vuelve a hacer valer su voz clamando por justicia, tratando de que la vida sea más llevadera para sus compañeros allá donde él se encuentre. Durante la breve visita de su esposa al cuartel hace un juramento: sobrevivirá, aguantará hasta el final.
No se rendirá.
Toda una epopeya antibélica de un valiente que nada a contracorriente. Un espécimen raro rodeado de hienas salvajes ante las que se planta con toda su dignidad a cuestas. Y un sentido del honor y del compromiso con la vida y con el amor que nada puede romper.
Los soldados, en el campo de batalla, bajo la lluvia de proyectiles, mirando a la muerte a la cara, mantienen un delgadísimo hilo de esperanza, de fuerzas: sus madres, sus esposas, sus niños.
No son autómatas que luchan por su patria. Son hombres aterrados que rezan para seguir viviendo y volver a casa.
Vivoleyendo
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25 de septiembre de 2008
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal escollo que encuentro en esta segunda parte de “la condición humana” se llama Kubrick. “La chaqueta metálica” se parece muy mucho a esta película de Kobayashi. Y como en la película de Kubrick, lo mejor es la parte del entrenamiento militar. Pero a diferencia de “La chaqueta…” aquí la cinta va perdiendo fuelle desde el momento en que Kaji queda al mando de los reclutas. Es decir, antes incluso de ir a la guerra. El motivo, creo que más personal que otra cosa, es que no le encuentro explicación, y por tanto verosimilitud, al hecho de que Kaji se deje golpear sistemáticamente por soldados de menor graduación. Todo por dar ejemplo y proteger a sus reclutas. Vamos, que uno puede ser bueno, tener unos ideales utópicos e imposibles, pero no creo que sea tan tonto como Kobayashi nos retrata a Kaji.

La primera parte de la película (o tercera de la trilogía) me parece igual de fascinante que las anteriores. Los ideales de Kaji, interfieren con las normas y conceptos de la vida en el ejército y por mucho que siga buscando su ciudad invisible, no deja de darse de morros con una realidad bastante deprimente. Perseverante en sus opiniones y actos, en cierto momento de la cinta, uno de los más poéticos de esta segunda parte, Kaji le responde a su amigo comunista: “Hermosas flores a los lados no justifican abandonar el camino”. Aquí nos damos cuenta que Kobayashi tiene asignado un camino que excluye cualquier posibilidad de exilio, por muy duro que sea ese trayecto.

Gustav Hasford, publicó en 1979 la semiautobiografía “The Short-Timers” de donde salió “La chaqueta metálica”. Es decir y sin pelos en la lengua: o creemos en las casualidades milimétricas o Hasford tuvo más cara que espalda y su semiautobiografía no es más que una copia descarada de la obra de Kobayashi.

Ya en la guerra, vuelvo a cogerle el pulso a esta condición donde Kaji toma conciencia de que su camino no es otro que matar.
Chagolate con churros
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25 de septiembre de 2008
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la segunda parte de “La condición humana”, Kaji sigue el curso de su vida llena de contradicciones. No hay peor destino para un pacifista que el ejército, y Kaji no sólo ingresa en el ejército, sino que también tendrá que entrar en guerra con los rusos. En esta segunda entrega es incluso más evidente que el film es una clara protesta en contra de la guerra. Kobayashi golpea duro al sistema japonés, e incluso, al igual que su protagonista, parece simpatizar más con el comunista.

Al igual que en la entrega anterior, Masaki Kobayashi continúa explorando al ser humano. La tiranía y el abuso de poder del hombre son expuestos por Kobayashi en contraposición al sentido de la justicia, la amistad y la camaradería. La maldad humana parece siempre victoriosa frente a la piedad casi ridícula del protagonista. Kobayashi vuelve a azotar al ser humano que no conforme con abusar de hombres de distintas razas, ahora también somete a vejaciones a los suyos.

“La condición humana II: El camino a la eternidad” posee las mismas virtudes y defectos que la primera de las entregas. Un film cargado de sentimiento y sensibilidad que sin embargo adolece de empatía y cercanía con el espectador. “El camino a la eternidad” me ha dejado en algún momento tan frío como “No hay amor tan grande”, pero sus virtudes e intenciones son tan grandes como larga la película.
Sersolo
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