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Paraíso: Fe

Drama Segunda parte de la trilogía de Seidl sobre el "Amor", la "Fe" y la "Esperanza". Si "Liebe" se centraba en el sexo, en este caso el relato se centra en la religión y cuenta la historia de Annamaria, una técnico de hospital muy devota que se hace misionera. (FILMAFFINITY)
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
31 de agosto de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la segunda entrega de la trilogía "Paraíso" de Ulrich Seidl, después de "Paraíso: Amor". Si son ustedes creyentes fundamentalistas, da igual de qué religión, no vayan a verla (aunque quizá les conviniera), probablemente les sepa a cuerno quemado. La protagonista es católica ferviente; su marido, musulmán descafeinado; pero ya les digo que estas adscripciones no dejan de ser secundarias.

Lo peor de los fundamentalismos religiosos es el enorme afán por redimir a los otros, a los demás. Ellos, los creyentes. se consideran salvados y en un gesto de altruismo digno de mejor causa salen al mundo en plan misionero, como la protagonista, a ofrecer el paraíso al resto de la humanidad. Eso sí, a veces se olvidan de los que tienen a su lado, que quizá no necesiten tanto la salvación eterna, como un sencillo gesto de amor.

El director, tal y como hizo en su primera entrega, mueve la cámara lo justo. El mundo que nos descubre es un escenario teatral que nos va mostrando sus distintas escenas, sus fotografías de postal. Todo parece estar en su sitio, hasta el caos de algunos de los domicilios parece perfectamente ordenado. Y subrayo lo de "todo parece estar en su sitio", porque en realidad nada lo está.

El amor conyugal alcanza justito para bañar al otro, cortarle las uñas y cambiarle las sábanas; el amor a Cristo vale hasta para llegar al orgasmo onanista; las golpizas y el cilicio autoadministrados forman parte de un contrato con no se sabe quién para no se sabe qué: todo, en defintiva, está desquiciado, fuera de lugar. No hay espacio para el ser humano, solo quedan territorios que reconquistar para anexionarlos a la fe "verdadera" (dicen: "hemos de convertir Austria en una nación cristiana").

Seidl llega a ser cruel con los personajes, pero no menos que los personajes entre sí y con ellos mismos. La fe brilla por su ausencia y el paraíso es un infierno en la ordenada Austria, léase Europa, léase mundo desarrollado. Y debajo de la mesa camilla de ese mundo están, a la espera, los inmigrantes, que no van camino de ser mejores que los que ya están sentados en ella. La fe en lo único y verdadero es, por definición, ciega, insensible e incompasiva hacia los otros y acaba convirtiéndose en su azote y crucifixión.
Daniel Blanquer
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4 de julio de 2013
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polémico director austriaco Ulrich Seidl presentó el año pasado en el Festival de Venecia la segunda parte de su trilogía sobre los viajes. El primero, “Paradise:Love”, fue sobre el Amor, la búsqueda desesperada del amor por parte de una mujer en África, desde el particular punto de vista del director. En esta segunda parte, se aborda el tema de la Fe. “Paradise: Faith” es un filme perturbador con la pura esencia de Seidl, que recorre los rincones más oscuros de la fe y las convicciones.

Ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia 2012, el filme dirigido y escrito por Seidl, cuenta la historia Anna Maria, la mujer que veríamos en la primera parte de “Paradise: Love”, que cuida a la hija de la mujer que viaja a África. La tercera parte “Paradise: Hope”, es protagonizada por la hija de la mujer. Anna Maria es una técnico de un hospital, muy devota, que en sus tiempos libres se dedica a ser misionera y visitar las casas de su ciudad para compartir la palabra de Dios, junto con una enorme virgen.

Anna Maria vive su vida monótona y entregada a su religión. Tiene su rutina diaria y al parecer es feliz siguiéndola. Cumpliendo el horario en su trabajo, donde muchas veces tiene contacto con los pacientes, pero para aplacar sus pecados mentales, siempre puede volver a casa y darse unos azotes como castigo, entre otras auto torturas. Un día sale de vacaciones y decide quedarse en casa y no salir de viaje. Así que dedica su tiempo libre a limpiar la casa y a salir a sus obras misioneras, que al parecer le dan un alivio y algo de significado a su vida vacía y miserable. Sin embargo, Anna Maria lucha diariamente con sus demonios y los aplaca con una sonrisa falsa y una aparente tranquilidad y superioridad moral, que quedan restringidos una vez cruza las puertas de su casa. Nos enteramos en la trama que antes estuvo casada con un hombre de otra religión.

Es preciso la llegada de su esposo lo que desencadena y perturba la tranquilidad de Anna. Su esposo queda aterrado con su nueva religión, su nueva actitud y sus creencias, él ha regresado porque la extraña y quiere pasar su vida con ella, pero ella lo rechaza tajantemente. Todo eso Anna lo ve como una prueba de Dios.

Y es así como tras ese telón de fondo, transcurre esta historia que atisba sin reservas y sin censuras, los más oscuros territorios de la fe. La fe como creación, como invención, como excusa, como opción para sobrellevar la vida, como antídoto, como castigo, entre muchos otros componentes.

El filme, como ya vimos en Paradise: Love, es dirigido con sutileza y minimalismo. Si en África resaltaban los colores del paisaje tropical, en Austria se resalta los encuadres sobre todo en la casa y los lugares cerrados. Muy buenas tomas sencillas y efectivas, que incluso ayudan al filme en su desarrollo. Vemos muchas tomas de espalda a Anna Maria, algo muy simbólico en la intención del director, sobre todo cuando va en el tren y tenemos un primer plano de su espalda mientras ella mira por la ventana. Esa imagen me trasmite tanta soledad y miseria, que es increíble. Por eso, es preciso poner atención a todos los detalles de fotografía y los planos que el director planea y rueda tan meticulosamente.

Las interpretaciones muy buenas, resaltando a Anna Maria, quien es interpretada por una actriz fetiche del director, Maria Hofstatter, que ha protagonizado ya otros filmes de Seidl.

En síntesis, un filme duro y perturbador pero filmado con buen pulso y con maestría, con todas las obsesiones de este director tan particular, de la misma escuela del director austriaco más famoso Michael Haneke. Muy recomendada, pero no apta para estómagos y corazones sensibles. Y por supuesto, aunque “Paradise: Love” me gustó, esta me ha gustado un poco más. Esperemos a ver “Paradise: Hope”.

http://asbvirtualinfo.blogspot.com/2013/07/paradise-faith-ulrich-seidl.html
Alejandro
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31 de agosto de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte de la trilogía y segunda forma de hacer el ridículo, llevarse berrinches y pasarlas canutas. En este caso, a través de la religión.
Otra cincuentona austriaca embarcada en una aventura grotesca y patética.
Esta parte es más humorística y disparatada, aunque sigan triunfando el absurdo, el dolor y la desesperación. La misma mirada malévola, paciente y escrutadora para desmontar a un pobre mujer que se refugia en la religión a falta del marido; huyendo de la soledad y los problemas. Lo malo es que lo hace de forma fanática y descerebrada, con lo que los golpes contra la cruda realidad son estrepitosos. Se entrega a la castidad y la autoflagelación y se dedica a salvar almas como una kamikaze obtusa y quijotesca. En casa se castiga y en la calle es humillada. Cuando vuelve el marido todo empeora. El marido musulmán para darle la vuelta al tópico (en esta película la dogmática enloquecida es la mujer católica) y rizar el rizo de los delirios religiosos. Impagables por minuciosos, terribles y risibles los combates marido-mujer; un canto a la incomprensión, la rabia y el sinsentido.
La religión como sublimación del sexo y como autismo enfermizo y egoísta. También como imposibilidad en el mundo moderno; demasiado pragmático, racional y desilusionado para aceptar tanta imposición, idealismo y superstición.
Se repite y se agradece la misma forma de contar: tono pausado y analítico en el que el espectador tiene la posibilidad de sacar sus propias conclusiones.
Ferdydurke
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4 de setiembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo habitualmente que en el Paraíso edénico no existía duda alguna entre las cosas, las relaciones, las palabras y sus significados. Creo que el interés de Ulrich Seidl y sus películas, recordando ahora a Jacques Lacan, se encuentra precisamente en el malentendido y en la difícil búsqueda de sentido, y en ese paraíso cotidiano en el que "toda carta llega a su destino", por trágico que nos parezca.

En Amor (2012), una mujer austríaca deprimida se va de turismo sexual a Kenia, avergonzada y decepcionada entre los ambiguos jovencitos convertidos en gigolós por el colonialismo y las promesas. En Fe (2012), otra mujer desesperanzada se aferra con fuerza a toda suerte de rituales religiosos con tal de fijar la brújula moral de una sociedad traicionera y a la deriva. En Esperanza (2013), una adolescente con sobrepeso persigue el ideal de cuerpo y de mujer en un campamento de verano - y recuerdo ahora como un antiguo amigo repetía sin cesar que "la esperanza jamás ha ayudado a nadie" -. Tres películas y tres persecuciones de paraísos distintos, tres intentos dolorosos de fijar la identidad triunfalmente. Como dice Baudrillard en "El pacto de lucidez o la inteligencia del Mal": "El onceavo mandamiento de los mercados es ¡sé dichoso!".

Hablando ahora sobre Fe (2012), Anna María sabe que la muerte de Dios supone la liberación de toda responsabilidad frente a otro mundo celestial, pero que también conlleva la plena responsabilidad por el mundo terrenal y por aquellos con los que convive, sin redención posible. Por eso Anna María lucha por resucitar a Dios a cada minuto de su existencia, casa por casa en el barrio donde vive, enfrentándose a una inmigrante soviética marginada y borracha, a un señor que padece el popular síndrome de Diógenes y a su resentido marido musulmán, siempre con los mismos rezos y dogmas, sin desencadenar un diálogo real, marmórea y fracasada como la estatua de la virgen que siempre lleva con ella.

Echando en falta un Edén feliz cada vez que Anna María ve alguna cosa que no le gusta, huye, se encierra, se flagela, reza frente a una imagen que siempre la escucha. Tras descubrir una desagradable orgía en un parque, corre hacia su habitación y se duerme tranquila, abrazada a la estampa de Jesucristo. Se enfrenta a las demandas impertinentes de un marido frustrado y misógino rociándolo con agua bendita, porque la prevención del Mal es como la lucha contra una infección microbiana en un mundo predestinado al Bien. Resulta más fácil interpretar un hecho doloroso como una prueba y atención de Dios, y no como una responsabilidad personal, como una mierda contra la que hay que hacer algo y con la que hay que interaccionar. Tras aguantar pacientemente durante toda la película, Anna María azota al Cristo de madera.
C Jarmusch
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14 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer de rodillas frente a un crucifijo, con el torso completamente desnudo, con una mano sostiene un rosario, y con la otra mano se flagela hasta dejarse la espalda roja, entonces da gracias a Jesús y se viste. Con este ejemplo de autocastigo con motivo de la religión mal entendida, es como empieza el flim. Justo después descubrimos que trabaja de auxiliar en un hospital, pero no se siente cómoda en el trabajo, donde se comporta con bastante frialdad. Anna María solo es feliz con la religión, a la que dedica prácticamente todo su tiempo libre, ya sea rezando, auto flagelándose, cantando canciones religiosas, o predicando de casa en casa, intentando que los habitantes de las mismas cambien de forma de vida y abracen ciegamente, como hace ella, todas las leyes de Dios (el católico). Para ella, su mayor satisfacción es ayudar espiritualmente a los demás, incluso aunque ellos no quieran. Satisfacción que no encuentra en su trabajo, ayudando a los demás con dolencias físicas. Pero algo rompe de golpe la paz de su hogar: la llegada de un musulmán parapléjico, que en un principio no sabemos quien es, pero a medida que avanza la historia comprobamos que es alguien fundamental de la vida de Anna María. Según avanza la trama desde este punto, podemos ver como la convivencia entre estas dos es cada vez más difícil, al tiempo que se nos va revelando el pasado común de ambos, y los motivos del fanatismo religioso de Anna María.

Esta es la segunda parte de la trilogía “Paraíso”, y sigue el mismo camino narrativo y visual del primero, optando en todo el momento por el realismo más crudo, aunque aquí el colorismo de los paisajes africanos se cambian por tonos mucho más apagados y oscuros, del interior del hogar de la devota, donde la iluminación cobra una importancia aun mayor que en su predecesora. Y Urlich Seidl sigue apostando por los planos largos, y moviendo lo menos posible la cámara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Time Bandit
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