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Voto de Daniel Blanquer:
9
Drama Segunda parte de la trilogía de Seidl sobre el "Amor", la "Fe" y la "Esperanza". Si "Liebe" se centraba en el sexo, en este caso el relato se centra en la religión y cuenta la historia de Annamaria, una técnico de hospital muy devota que se hace misionera. (FILMAFFINITY)
31 de agosto de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la segunda entrega de la trilogía "Paraíso" de Ulrich Seidl, después de "Paraíso: Amor". Si son ustedes creyentes fundamentalistas, da igual de qué religión, no vayan a verla (aunque quizá les conviniera), probablemente les sepa a cuerno quemado. La protagonista es católica ferviente; su marido, musulmán descafeinado; pero ya les digo que estas adscripciones no dejan de ser secundarias.

Lo peor de los fundamentalismos religiosos es el enorme afán por redimir a los otros, a los demás. Ellos, los creyentes. se consideran salvados y en un gesto de altruismo digno de mejor causa salen al mundo en plan misionero, como la protagonista, a ofrecer el paraíso al resto de la humanidad. Eso sí, a veces se olvidan de los que tienen a su lado, que quizá no necesiten tanto la salvación eterna, como un sencillo gesto de amor.

El director, tal y como hizo en su primera entrega, mueve la cámara lo justo. El mundo que nos descubre es un escenario teatral que nos va mostrando sus distintas escenas, sus fotografías de postal. Todo parece estar en su sitio, hasta el caos de algunos de los domicilios parece perfectamente ordenado. Y subrayo lo de "todo parece estar en su sitio", porque en realidad nada lo está.

El amor conyugal alcanza justito para bañar al otro, cortarle las uñas y cambiarle las sábanas; el amor a Cristo vale hasta para llegar al orgasmo onanista; las golpizas y el cilicio autoadministrados forman parte de un contrato con no se sabe quién para no se sabe qué: todo, en defintiva, está desquiciado, fuera de lugar. No hay espacio para el ser humano, solo quedan territorios que reconquistar para anexionarlos a la fe "verdadera" (dicen: "hemos de convertir Austria en una nación cristiana").

Seidl llega a ser cruel con los personajes, pero no menos que los personajes entre sí y con ellos mismos. La fe brilla por su ausencia y el paraíso es un infierno en la ordenada Austria, léase Europa, léase mundo desarrollado. Y debajo de la mesa camilla de ese mundo están, a la espera, los inmigrantes, que no van camino de ser mejores que los que ya están sentados en ella. La fe en lo único y verdadero es, por definición, ciega, insensible e incompasiva hacia los otros y acaba convirtiéndose en su azote y crucifixión.
Daniel Blanquer
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