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Voto de Time Bandit:
8
6,4
1.615
Drama
Segunda parte de la trilogía de Seidl sobre el "Amor", la "Fe" y la "Esperanza". Si "Liebe" se centraba en el sexo, en este caso el relato se centra en la religión y cuenta la historia de Annamaria, una técnico de hospital muy devota que se hace misionera. (FILMAFFINITY)
14 de diciembre de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer de rodillas frente a un crucifijo, con el torso completamente desnudo, con una mano sostiene un rosario, y con la otra mano se flagela hasta dejarse la espalda roja, entonces da gracias a Jesús y se viste. Con este ejemplo de autocastigo con motivo de la religión mal entendida, es como empieza el flim. Justo después descubrimos que trabaja de auxiliar en un hospital, pero no se siente cómoda en el trabajo, donde se comporta con bastante frialdad. Anna María solo es feliz con la religión, a la que dedica prácticamente todo su tiempo libre, ya sea rezando, auto flagelándose, cantando canciones religiosas, o predicando de casa en casa, intentando que los habitantes de las mismas cambien de forma de vida y abracen ciegamente, como hace ella, todas las leyes de Dios (el católico). Para ella, su mayor satisfacción es ayudar espiritualmente a los demás, incluso aunque ellos no quieran. Satisfacción que no encuentra en su trabajo, ayudando a los demás con dolencias físicas. Pero algo rompe de golpe la paz de su hogar: la llegada de un musulmán parapléjico, que en un principio no sabemos quien es, pero a medida que avanza la historia comprobamos que es alguien fundamental de la vida de Anna María. Según avanza la trama desde este punto, podemos ver como la convivencia entre estas dos es cada vez más difícil, al tiempo que se nos va revelando el pasado común de ambos, y los motivos del fanatismo religioso de Anna María.
Esta es la segunda parte de la trilogía “Paraíso”, y sigue el mismo camino narrativo y visual del primero, optando en todo el momento por el realismo más crudo, aunque aquí el colorismo de los paisajes africanos se cambian por tonos mucho más apagados y oscuros, del interior del hogar de la devota, donde la iluminación cobra una importancia aun mayor que en su predecesora. Y Urlich Seidl sigue apostando por los planos largos, y moviendo lo menos posible la cámara.
Esta es la segunda parte de la trilogía “Paraíso”, y sigue el mismo camino narrativo y visual del primero, optando en todo el momento por el realismo más crudo, aunque aquí el colorismo de los paisajes africanos se cambian por tonos mucho más apagados y oscuros, del interior del hogar de la devota, donde la iluminación cobra una importancia aun mayor que en su predecesora. Y Urlich Seidl sigue apostando por los planos largos, y moviendo lo menos posible la cámara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Uno de los aspectos más interesantes de la película es la relación que tiene Anna María con la religión. Para ella, antes, la religión no era algo decisivo en su vida: se caso con un hombre que confesaba otra creencia religiosa (más concretamente, el Islam), y convivían como un matrimonio normal. Hasta que él, por culpa del alcohol, tubo un accidente con el coche donde quedo parapléjico. La vida de los dos cambia radicalmente, y sus vidas sexuales finalizan. Y ella se refugia en la religión: cambia el amor a su marido por el amor a Dios. Un momento donde se refleja claramente esto, es cuando sustituye de su mesilla la foto de ambos recién casados, para colocar en su lugar una imagen de Jesucristo.
Además, queda claro que su relación con Dios no es el mismo que el que sentiría cualquier religioso, si no que se trata de algo mucho más carnal, como sustitución del amor (y del deseo sexual) que antes sentía hacía su marido. Y todo eso aumenta con el transcurrir de la trama, mientras a su marido lo cuida con delicadeza, pero con frialdad, sin mostrar ningún sentimiento; al igual que hacia con sus pacientes en el hospital. En cambio, su amor que sentía por Jesucristo es cada vez mayor: al principio; un simple beso antes de irse a dormir, pero luego pasa a alabarlo físicamente; de idénticamente que una quinceañera haría con el ídolo adolescente de turno, para terminar besuqueando y lamiendo un cristo crucificado, y como colofón, masturbándose mientras abraza el crucifijo hasta tener un orgasmo. Y la escena final es igualmente reveladora: después del frustrado intento de violación por parte de su marido, Ana María va furiosa hacía el mismo cristo con el que “se había acostado”, para gritarle, escupirle y golpearle completamente furiosa, para finalmente terminar abrazada a él llorando como una magdalena, al igual que haría cualquier amante despechada.
Además, queda claro que su relación con Dios no es el mismo que el que sentiría cualquier religioso, si no que se trata de algo mucho más carnal, como sustitución del amor (y del deseo sexual) que antes sentía hacía su marido. Y todo eso aumenta con el transcurrir de la trama, mientras a su marido lo cuida con delicadeza, pero con frialdad, sin mostrar ningún sentimiento; al igual que hacia con sus pacientes en el hospital. En cambio, su amor que sentía por Jesucristo es cada vez mayor: al principio; un simple beso antes de irse a dormir, pero luego pasa a alabarlo físicamente; de idénticamente que una quinceañera haría con el ídolo adolescente de turno, para terminar besuqueando y lamiendo un cristo crucificado, y como colofón, masturbándose mientras abraza el crucifijo hasta tener un orgasmo. Y la escena final es igualmente reveladora: después del frustrado intento de violación por parte de su marido, Ana María va furiosa hacía el mismo cristo con el que “se había acostado”, para gritarle, escupirle y golpearle completamente furiosa, para finalmente terminar abrazada a él llorando como una magdalena, al igual que haría cualquier amante despechada.