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Naranja mecánica

Drama. Ciencia ficción Gran Bretaña, en un futuro indeterminado. Alex (Malcolm McDowell) es un joven muy agresivo que tiene dos pasiones: la violencia desaforada y Beethoven. Es el jefe de la banda de los drugos, que dan rienda suelta a sus instintos más salvajes apaleando, violando y aterrorizando a la población. Cuando esa escalada de terror llega hasta el asesinato, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de ... [+]
Críticas 567
Críticas ordenadas por utilidad
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10
7 de febrero de 2011 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tema: La violencia.
Argumento: Álex es un joven alegre y violento al que le gusta salir con sus amigos y practicar lo que él denomina "ultraviolencia", que no es más que hacer el salvaje. Después de varios avisos por parte de las autoridades, lo arrestan. Y comienza su cura.

La película empieza con un primer plano desafiante del protagonista, en el que él mismo narra que está en esa especie de pub bebiendo y pensando qué hacer esa noche. En la siguiente escena, él y su grupo de amigos se cruzan con un viejo y después de un breve intercambio de palabras, le dan una paliza. El viejo decía que no quería seguir viviendo en una sociedad corroída, en la que los gobernantes sólo se preocupan de conquistar el espacio y en la calle la delincuencia campa a sus anchas, sin orden ni ley. Estas dos escenas dejan ver dos aspectos clave de la película que posteriormente se irán desarrollando: La violencia y el estado de la sociedad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tras ese comienzo, la película avanza constantando el grado de liderazgo del protagonista dentro del grupo, su pasión por la música clásica (Beethoven), la relación con su madre, las primeras riñas por su comportamiento, algún encuentro con chicas... Hasta que la situación explota. En una de sus noches de ultraviolencia se pasan, todo se complica, y el grupo le empieza a dejar de lado. Lo mismo ocurre con su madre. Es en ese momento cuando la policía lo detiene y lo llevan a la cárcel. Allí le ofrecen cambiar su condena por una terapia experimental, basada en el conductismo. Después de un periodo de tratamiento lo liberan, y las consecuencias (no ya de la terapia, sino de sus actos) van saliendo a la luz en forma de desprecio, discriminación, venganza, odio...
"La violencia engendra violencia", llega a decir él mismo.
Kubrick adapta la novela de por sí notable de una forma magistral, marcando un ritmo de sucesos que rara vez se logra, acompañado de unos actores que bordaron sus interpretaciones, y una música en la que la canción que acompaña a cada escena parece especialmente orquestada para ello.
9
17 de junio de 2011 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta no es una historia de violencia, ésta es la historia sobre la violencia, y no porque sea especialmente dura, que lo es relativamente, sino por lo que representa. La violencia más dura es la que no se ve. En este sentido, sigue la estela del Hitchcock más terrorífico. Lo importante no es lo mostrado, lo importante es la atmósfera.

Y como con las películas de Hitchcock, te identificas con el “malo” porque bien podrías ser tú en sus circunstancias. No somos tan diferentes de Álex y sus drugos. En una sociedad fría e inmoral, ¿quiénes son los culpables? Los que pegan o los que callan. El viejo tema del bien y el mal, pero llevado hasta el extremo.

Decir que Burgess y Kubrick eran unos adelantados, aporta ya bien poco. Pero eso no evita que así lo fueran. Doblemente Kubrick, pues a la valentía del discurso moral, le añade el discurso estético que marcaría épica.
9
8 de septiembre de 2011 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aprovechando que Burguess situaba la acción de su obra en un tiempo indeterminado, Kubrik aprovecha para darle un toque futurista. De esta forma, la peculiar estética del film se acerca de forma sospechosa a la de su anterior película, lo que se hace más evidente con los especiales vestidos del protagonista y sus compinches, y algunos decorados como el bar que aparece al principio.

El film gira alrededor de Alex (Malcolm McDowell), un joven cuyos entretenimientos giran alrededor de la violencia junto al grupo que lidera (a los que llama sus "drugos"), el sexo, y, paradójicamente la música clásica. Kubrik se sirve de este personaje para realizar una reflexión muy profunda sobre la presencia de la violencia en la sociedad. Con muy buen acierto, Kubrik no sólo no sitúa la acción en el tiempo, sino tampoco en el espacio. Esta indeterminación le sirve al realizador para representar de forma eficaz un concepto tan abstracto y complejo como es la sociedad, prescindiendo voluntariamente de señalar un país concreto o un año determinado. Incluso la curiosa jerga que hablan, parece servir a sus fines.

A través de Alex, un joven amoral y sociópata, vemos diferentes formas de ejercer la violencia, en un itinerario que parece seguir una forma circular. Posteriormente veremos, otro tipo de violencia, la institucional. Aquí también aprovecha Kubrik para cargar las tintas contra las instituciones, y sobretodo contra la incapacidad de las mismas por reeducar y reinsertar personas que están al margen de la sociedad. Kubrik nos habla directamente sobre la forma en que la violencia está enquistada en la sociedad, y que se transmite de unos a otros, sin que el Estado pueda hacer nada para remediarlo. A lo largo de todo el metraje vemos a todo el mundo ejerciendo la violencia de una forma o de otra. Es la propia sociedad la que "produce" tipos como Alex, los cuales, luego no sabe como controlarlos, si no es utilizándolos como policías o para sus propios ejércitos, o bien atajando de raiz esos instintos.

Estamos ante un film de los que no deja indiferente a nadie. No es que sea provocador, que lo es, sino que se podría considerar más bien como transgresor en su puesta escena (con imágenes que nos quedan impresas en la retina para siempre) pero sobretodo en sus planteamientos. Por ello el film transmite un profundo nihilismo. Así no es de extrañar que el film haya acabado con la etiqueta de "película de culto". Es posible que las imágenes del film hayan envejecido notablemente, pero lo que está aún de actualidad son las ideas que transmite el mismo, adelantándose varias décadas a tratamientos similares, que aún ahora no se atreven a llegar tan lejos como fue capaz el genial Stanley Kubrik.
8
28 de marzo de 2014 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación muy personal por parte de Kubrick sobre la novela homónima de Anthony Burgess, si bien desde una misma línea de pensamiento, ambos comparten la misma premisa, que describe al hombre como un ser que convive con la maldad en su interior. Pero difieren en cuanto a que, el escritor británico cree en la redención del individuo a través de su condición de católico y por el contrario Kubrick aboga porque la maldad es consustancial al hombre, aunque se manifieste tan sólo en algunos periodos a lo largo de su vida.

Al margen de las diferencias establecidas entre novela y film concernientes a la forma y a la intensidad de la exposición de la violencia en uno u otro caso, Kubrick dota de una mayor carga sexual a su obra, en contraste con la novela de Burgess. Las escenas del ataque de Alex a la casa de “la mujer de los gatos” es altamente revelador. Es tan solo un ejemplo de la reiterada presencia del sexo a lo largo del film, un elemento que, combinado con la audición de la música de Beethoven, provoca en Alex un efecto de catarsis.

La preocupación de Kubrick radica en hacer una exposición futurista del fenómeno de la violencia. Y la forma absurda y estúpida de combatirla por parte del legislador, más pendiente de su rédito popular y político, que del empeño de encauzar esa violencia despiadada, sin profundizar en las raíces del problema. Kubrick antepone un concepto efectista a un tratamiento psicológico de los personajes a través de la planificación. “La naranja mecánica” se corresponde con el concepto de una fábula moral de nuestro tiempo. Probablemente, si el cineasta hubiera situado la acción en la época romana o en la edad media, manteniendo similares dosis de violencia y salvajismo, hubiera sido saludada como “una metáfora sobra la sociedad actual” o comentarios similares. Pero en “La naranja mecánica” nos resultan demasiado próximos y reconocibles sus personajes.

Desde el vagabundo irlandés que recita las andanzas de Molly Mallone antes de ser apaleado por Alex y sus “drugos” hasta el pragmatismo del Ministro del Interior que utiliza toda clase de argucias políticas. El argumento va más allá, especulando que para el gobierno el método Ludovico no es más que una forma de experimentar con cierto tipo de reclusos a los que se utiliza como cobayas para lavarles el cerebro. Pero para el Ministro, los verdaderos reclusos que deben permanecer en prisión son los agitadores políticos y escritores subversivos, pues la falta de una ideología común y uniforme (es decir, la dictadura), deriva en la fragilidad de nuestra sociedad. Por otro lado, resaltar que Kubrick es un consumado maestro en servirse de la música clásica para su cine, al igual que Ingmar Bergman, que siempre encuentran el tema perfecto para potenciar dramáticamente las situaciones. En esta ocasión, además del tema inmortal de Gene Kelly, “Singing in the rain”, asistimos a la Novena Sinfonía de Beethoven y la obertura de la ópera de Rossini, “La Gazza lladra”. Resumiendo, Kubrick realiza un film brillante e inteligente que abre perspectivas al espíritu.
9
30 de octubre de 2014 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
... ¿O debería decir leche?.
Unos actores que realizan una actuación magnífica (cuando me enteré de que lo de tirar la estantería y bailar sobre la mesa durante la violación fueron una improvisación, me quedé a cuadros). Una historia interesantísima, que destila violencia por los cuatro costados cuando debe (¡y sin mostrar nada extremadamente explícito!), sin dejar de lado el dramatismo en ciertos momentos y con ciertos guiños cómicos que te harán sacar una sonrisa; deslizando de fondo unas preguntas morales que cuanto más las piensas más profundas te resultan:
¿Puede condicionarse el comportamiento humano para que un psicópata malvado deteste la violencia? ¿Debe hacerse? ¿Podemos estar seguros de que si manipulamos el cerebro humano no estamos tocando más de lo que deberíamos? ¿Puede "curarse" un malvado? ¿O el que es malvado nunca dejará de serlo? ¿Tiene el estado derecho a hurgar en las mentes de las personas de semejante manera?...
¡Es una película de Stanley Kubrick con una banda sonora del divino Ludwig van Beethoven! ... ¡Es tan buena como parece!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Toda la historia de la violencia al principio (Esa mirada en el Milk bar...)
La llegada a la cárcel con sus miles de normas y el protagonista leyendo la biblia, imaginándose azotando a Jesús...
El tratamiento con la música de Beethoven de fondo (Hecho cuya importancia pasaron con alto los científicos)
La mala suerte del colega, que se ve abocado a enfrentarse a una situación de la que podría haber salido con facilidad sin el condicionamiento y que casi lo lleva a la muerte.
Memorable de principio a fin.
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