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Críticas 1,536
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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30 de enero de 2014
401 de 649 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espero que nadie se dé por aludido en mi comentario si tiene la amabilidad de leerlo, pues mi intención es sólo la de exponer mis argumentos desde el prisma de un amante del cine.

Salí del cine profundamente decepcionado…, qué pena que el público y los amigos de F. A. se conforme con tan poco, (¡tiene un promedio casi de ocho!), me pregunto a los que la califican con un 8, 9, o un 10, ¿Qué entienden ellos por cine? Si para ellos un “Peliculón” como suelen decir… es una catarata de gratuitas palabras soeces, chistes de brocha gorda, sexo explicito y zafio, gags vulgares prolongados hasta la extenuación, imágenes efectistas y patéticas, personajes esperpénticos y disparatados en el peor sentido de la palabra, buscando la risa fácil, eso en mi opinión no es cine ni comedia ni nada, es menospreciar la inteligencia del espectador.

La película se alarga innecesariamente (quizá para justificar el presupuesto) para repetirse constantemente, en las soflamas histriónicas populacheras y casposas de un grotesco, sobreactuado y mal dirigido Leonardo Di Caprio, que me recordaba al peor Jim Carrey de “Mentiroso compulsivo”. Scorsese se empecina en repetir el mismo mensaje, como si el espectador fuera tan estúpido que no lo capta a la primera, con lo que después de la primera hora comienza el sopor, el aburrimiento, porque la historia no avanza, se repiten constantemente las gamberradas absurdas y delirantes en la oficina, donde los “brokers” son una panda de energúmenos que se dedican a competir ante el impresentable Jordan Belfort, a ver quien hace la gamberrada más abominable.

Scorsese se sirve de la biografía de este indecente personaje, que es Jordan, y creo que pretende parodiar al capitalismo voraz, cosa muy loable si lo hiciera abordando la cuestión con un mínimo de rigor. Pero los personajes son planos, sin consistencia psicológica, son como marionetas estereotipadas y previsibles, cuesta mucho la empatía con ellos, todo el tiempo ebrios, haciendo orgías, tomando drogas de todo tipo y rodeados de prostitutas de todo pelaje, yo no veo en los personajes una evolución moral creíble, todo está llevado a un exceso que llega a fatigar y asquear.

Al igual que Jordan Belfort vende humo con sus bonos basura a sus clientes, mientras se queda grandes comisiones, creyéndose un tipo listo por embaucar a gente sencilla y poco preparada para los tiempos que corren, Scorsese nos vende este engendro, indigno de su status artístico, manufacturado al gusto del público actual que acude a las salas ávido en devorar imágenes impactantes y obscenas de personajes impúdicos, relatos abyectos que denigran la inteligencia del espectador y que con su complacencia propicia un futuro desolador. Llámenlo como quieran pero eso no es cine.
20 de febrero de 2013
55 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer bastantes opiniones de los usuarios de esta web sobre esta obra, me he sentido interesado en dar mi opinión de “Centauros del desierto” (extraordinario título que supera al original), sobre todo por ser un fiel seguidor de John Ford, y ayudar a enriquecer el debate. Pero antes de opinar, me gustaría hacer algunas precisiones, desde el más absoluto respeto por los usuarios que valoran negativamente el film o creen que está sobrevalorado.

Es curioso que a la hora de realizar listas, entre críticos de cine y profesionales del medio, siempre está entre las primeras. Paul Schrader dijo de ella: “Me aseguro de verla al menos una vez al año”. Scorsese dijo: “La veo una o dos veces al año, me influenció mucho cuando hice Taxi driver”. Y John Millius sin cortarse un pelo: “La he visto sesenta veces”. No es por casualidad que un hijo de Millius y otro de Wayne se llaman Ethan. Alguien dirá que están locos, pero cabe recordar que ciertas locuras procuran una enorme felicidad y responden al nombre de pasión. En este caso pasión por el cine, pues creo que lo realmente grave es haberla sólo visto una vez, o no haberla visto jamás.

Hay quien le encuentra defectos de geografía por el “Monument valley”, si no está en Texas, que es Arizona, si el río es de uno u otro color, si los indios no son creíbles, si Ethan (Wayne) es un racista, si la crítica la sobrevalora últimamente, o que hay gente que se deja influenciar por lo que lee u oye, otorgando puntuaciones sin criterio que lo avale, etc, etc, etc. Está claro que todo lo que nos rodea influye en nosotros de una forma u otra, pero convendrán conmigo, que no tiene el mismo valor, la opinión de un profesional del cine, a la de un aficionado con todo el respeto que merece. Otra cosa es que te guste más o menos que otras, por ejemplo: a mí me parece extraordinaria, pero no siento empatía con el protagonista, en cambio, “La diligencia” y “El hombre que mató a Liberty Valance”, me gustan más por ser muy emotivas, aún siendo las tres para mí, ¡obras maestras!. En esta película Ford alcanza la cúspide de su expresión, ahí donde la acción sin detenerse se convierte en reflexión, en un justo análisis sobre la mitología del Oeste y sus héroes, que prolongaría en westerns posteriores. Ford reflexiona sobre los seres humanos en situación conflictiva, sobre el honor, la moral tradicional y el amor.
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El arranque, tras la hermosa canción de los créditos, es uno de los más deslumbrantes jamás vistos: la puerta de una cabaña se abre – estamos en su interior, en plano subjetivo – y sus moradores divisan en el horizonte a unos jinetes polvorientos; uno es Ethan Edwards, que regresa a casa de su hermano. Es un ser –lo intuimos sólo verle – derrotado, a quien en la última escena – cuando esa misma puerta va a cerrarse en perfecta simetría – descubriremos desencajado en el paisaje, solitario y sin rumbo. Entre el abrir y cerrar de esas puertas se nos cuenta la larga y dura búsqueda de la sobrina de Ethan, una niña secuestrado por los indios. Pero Ford se centra básicamente en ese personaje de homéricos ecos, que halla en Wayne – sobrio, admirable – su única encarnadura posible. La sensibilidad del cineasta capta el gesto más nimio, que a veces encierra en sí mismo una historia: con sólo acariciar el abrigo de su cuñado comprendemos que la mujer de la casa estuvo un día enamorada de él. El canto a los grandes héroes y a sus gestas se hace así, con sutileza y armonía, en voz baja y con el corazón palpitando.
19 de agosto de 2014
35 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western árido y sobrio, de belleza terrosa, totalmente incomprendido en su estreno por un supuesto racismo, que no es en absoluto cierto, es más, todo lo contrario, es de los westerns que mejor explica la cultura india y se les tiene más respeto. Eran tiempos en que el western estaba en declive, dominados por el “Pequeño gran hombre”, “Soldado Azul” y “El hombre llamado caballo”. Aldrich filma un soberbio guión de Alan Sharp y una fascinante fotografía de Joseph Biroc, deudora de las escenas pictóricas en los lienzos de Remington, una obra redonda que enfrenta a dos culturas, dos civilizaciones, donde la fisicidad del paisaje cobra todo su protagonismo. Cuenta la leyenda que el General Sheridan afirmó, que si fuera dueño del Infierno y del desierto de Arizona, elegiría el infierno para vivir, alquilando el desierto de Arizona, por lo que podemos imaginar la hostilidad del territorio.

Un western insólito, violento e hiperrealista, que tiene el sentido del paisaje de Anthony Mann, la sequedad narrativa de Boetticher, el romanticismo de Walsh y el sentido de la amistad de Peckinpah. “Ulzana´s Raid” narra la fuga de un grupo de Apaches de una reserva, capitaneados por Ulzana, indio astuto y decidido en busca de libertad. Es la historia de una persecución: una patrulla de soldados encabezada por un teniente novato de profunda religiosidad, De Buin (Bruce Davison), un experto y veterano explorador agnóstico, McIntosh (Burt Lancaster), ayudado por un indio rastreador, Ke-Ni-Tay (Jorge Luke), cuñado del jefe rebelde: “Esposa de Ulzana fea, la mía, menos fea”. La misión es doble: capturar a los Apaches y evitar que asesinen a los granjeros.

Pero la película es también una partida de ajedrez itinerante, porque el que se equivoque en la estrategia lo pagará con su vida. Un western ético y filosófico, religioso, agnóstico y pagano, donde se cabalga de día, se habla por la noche y se puede morir en cualquier lugar. Es el viaje iniciático de aprendizaje pero no sólo del joven oficial, sino de todos los personajes, donde la naturaleza es tan salvaje como los hombres que la pueblan. Una película parca en palabras de miradas y sobrentendidos, de una devastadora melancolía. De una romántica y soberbia factura en la que destaca el asombroso trabajo de Burt Lancaster, su fisicidad, su laconismo, su gestualidad, es el poso de toda una carrera, la de aquel saltimbanqui de feria, que con sus interpretaciones magistrales, entre las que destacan: “El fuego y la palabra”, “El gatopardo” e innumerables westerns, nos dejó su huella imborrable, como en esta película que ha ido creciendo con el tiempo en importancia y según pasan los años adquiere el poso de las obras maestras.
28 de enero de 2014
69 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir una crítica sobre una película que no te gusta, por el motivo que sea, me parece aceptable, siempre que sea con argumentos sólidos y razonables, también puedo aceptar adjetivos descalificatorios, siempre dentro del buen gusto y la educación. Lo que no me parece admisible es que desde el desconocimiento más atroz de lo que se juzga, con unos cuantos chistes fáciles y unas palabras supuestamente ingeniosas, se descalifique una película por ser modesta en su producción, no entender la propuesta del cineasta o simplemente se utilicen adjetivos peyorativos rozando la grosería, con el fin de saciar su ego, convenciendo a la “parroquia” y salir a hombros por la puerta grande, permítanme utilizar este símil taurino. Jamás leeré ese tipo de críticas porque no me parecen honestas.

Garci aborda el personaje de Holmes y Watson, desde su personal forma de hacer cine, pausado y reflexivo, una apuesta arriesgada y original. Puedo entender que para los no iniciados en el universo de Garci, pueda resultar extraño el tratamiento que de la pareja británica, alejada de los tópicos habituales que se han reflejado en el cine de gran presupuesto últimamente, además para ese tipo de cine, ya están los americanos... También es evidente en la película, que es una producción humilde, lo cual da al cineasta la libertad que precisa para llevar a cabo su propuesta. El buen cine no siempre va unido al gran presupuesto.

El cineasta apuesta por el pretexto de unos crímenes en el Madrid galdosiano, para recrear ese Madrid decimonónico, castizo al que llega la pareja británica siguiendo la pista de Jack el destripador. Garci nos presenta a un Holmes y un Watson más humanos y menos estereotipados, con una profundidad psicológica más compleja de lo habitual. Pero siendo fiel al espíritu de Conan Doyle en el fondo, el Holmes de Garci es atípico y heterodoxo, pero sigue siendo inteligente, misántropo, romántico y victoriano, le gustan las mujeres, pero valora más su independencia. Del mismo modo Watson es diferente del habitual, pues tampoco está escrito que tenga que ser gordito y con bigote. La ambientación y el vestuario son excelentes, teniendo en cuenta, que es una producción modesta.

En cuanto al idioma inglés que sólo aparece en un par de ocasiones, me parece que ahí se equivoca Garci, o hablan inglés todo el tiempo, o español, pues la mayoría del público ve las películas dobladas siempre, es más, apostaría a que la mayoría prefiere el doblaje. Lo del cocido y los churros que tanto agradan a Watson, no entiendo la crítica peyorativa de algunos, ¿no presumen ellos del té y el “roastbeef”?…, me parece absurdo. La novedosa propuesta de Garci amplia una nueva visión de uno de los más famosos personajes de la literatura universal, una mirada enriquecedora que podría llegar a convertirse en una película de culto.
2 de mayo de 2014
33 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alain Delon, el Tom Ripley más fiel, según Patricia Highsmith. No sólo eso: también declaró que era la mejor adaptación de todas sus novelas. Convertida, a los más de cincuenta años de su realización, en un clásico, en un film de culto para aficionados despiertos, “A pleno sol” es uno de esos “milagros” irrepetibles que dio el cine europeo en unos años de gran creatividad y que sólo puede entenderse y apreciarse a la luz de la época en la que nació, el final de los años cincuenta, uno de los propósitos que animó a René Clement fue demostrar que los postulados de la “Nouvelle vague” podían aplicarse a un film comercial. Una magistral adaptación de la novela “El talento de Ripley” de P. Highsmith, un thriller vigoroso donde no falta el suspense, la angustia y el crimen. Fotografiada excelentemente bajo el sol del mediterráneo por Henri Decae y una música maravillosa de Nino Rota.

En “A pleno sol” se viaja mucho, los personajes se mueven por mar en yate y por tierra, pasan la noche vagando por la romana Vía Veneto y en los clubes nocturnos de la zona para amanecer en el soleado Mongibello. Pero nunca lo hacen por placer, aunque en ocasiones pueda parecerlo: para ellos el viaje no es más que la proyección de su vacío, Phillipe Greenleaf (Maurice Ronet), o de su atormentado interior, Tom Ripley (Alain Delon), Marge (Marie Laforet), o una necesidad para conseguir su propósito. El dinero, la envidia y las relaciones de dominio conforman el argumento, desarrollado en los ambientes de la “dolce vita” romana en días de frenesí. Phillipe es un caprichoso millonario que mantiene amistades con otros ociosos de su clase, como Freddie, otro adinerado grotesco, charlatán y clasista, no sabe qué hacer con su tiempo y con su dinero, Marge es su enamorada que se debate entre un amor que le hace sufrir y un trabajo sobre arte que no sabe concluir. Ripley recibirá 5,000 $ del padre de Phillipe si consigue que éste vuelva a casa en San Francisco.

En apariencia, todos se llevan bien pero hay un desplazado entre ellos: un pobre entre ricos: Tom Ripley. ¿Y qué puede hacer éste rodeado de semejante fauna? Freddie lo desprecia en público, y Phillipe tiene todo lo que le falta a Ripley: el amor de Marge, dinero y elegancia, no se puede vivir entre tanta humillación sin sentirse afectado: Ripley tiene que escribir las postales turísticas de Phillipe , servirle de guía, ser ocurrente, mediar en sus disputas amorosas con Marge. Es el bufón en una corte de parásitos que tiene su centro en Mongibello en el que reina Phillip Greenleaf. Ripley es frío, astuto y calculador, un amoral corroído por la ambición. Una sencilla camisa veraniega es una prenda elegante en Phillipe, y en Ripley poco más que un andrajo, hasta los bronceados tienen matices clasistas.

Los mejores momentos de “A pleno sol” – si puede decirse eso de un film tan denso y compacto como éste – están apoyados sobre el contraste entre la tensión interna del relato y los elementos externos que, a veces, la suavizan y, otras, la potencian. El cineasta sabe exprimir la tensión de forma natural, cuando Ripley adapta la impostura, desenvolviéndose con naturalidad ante los acontecimientos. René Clement siempre jugando con el paisaje y el folclore italiano, sus gentes, sus mercados y su aire desenfadado. La mecánica del suspense está al servicio de la fascinación que despierta el personaje de Ripley y su metódico comportamiento. Una lección de cine, manteniendo intacto el origen literario.
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