FleabagSerie
2016 

Phoebe Waller-Bridge (Creadora), Harry Bradbeer ...
7.8
21,207
Serie de TV. Comedia
Serie de TV (2016-2019). 12 episodios. 2 temporadas. Fleabag es una joven londinense de 30 años, directa y descarada, que pasa por una crisis vital tras perder a su mejor amiga. Su actitud es inconformista, se acuesta con todo el que se acerca a ella, intenta no pedir dinero a su hermana Claire y se niega a llevar de una vez una vida independiente y madura. Sin reparos, la protagonista desafía al espectador que quiera plantearse ... [+]
18 de mayo de 2019
18 de mayo de 2019
117 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el minuto uno te das cuenta de que esta es una serie diferente. La protagonista, hablando directamente a la cámara, nos expone los hechos desde una perspectiva hiperrealista. Desde su punto de vista, una joven londinense descarada, egoísta y muy perdida, nos cuenta su día a día, sus encuentros sexuales, las relaciones familiares frías y complicadas. Y poco a poco vamos descubriendo una cara más sensible y frágil que se esconde detrás de esa fachada irónica y mezquina.
Y el resultado es magnífico. Una serie divertidísmia a ratos, con un humor irónico y crudo, pero que también sabe tocar la fibra sensible cuando hace falta.
El personaje de Fleabag me parece interesantísimo. Con muchísimos matices. A pesar de ser un desastre absoluto y de cometer muchos errores, se hace querer. Quizás la magia de fleabag está que, a pesar de ser un completo caos, resulta tan natural, creíble y, sobretodo, tan fácil de identificarse con ella. Es imperfecta, dura por fuera pero hecha pedazos por dentro. La caga constantemente y monumentalmente. No siempre es buena o generosa, especialmente con ella misma.
Las actuaciones están muy bien, destacando la de la protagonista (que también es la creadora y escritora de la serie) y a la grandísima Olivia Colman, con un personaje distinto al que estamos acostumbrados y que aún así defiende a la perfección. Los demás actores también hacen un gran trabajo.
El guion es fantástico; crudo, inteligente y divertidísimo. Sabe usar el recurso de romper la cuarta pared de una forma magistral, que nos permite empatizar mucho más con la protagonista y añadir toques humorísticos a cada situación.
Por último destacar también el trabajo con la cámara y la música, que se adecua muy bien a cada situación (sobretodo en la segunda temporada, me parece genial la selección musical).
La segunda temporada suponía un gran reto para la creadora, pues las expectativas eran muy altas. Y no solo no defrauda, sino que consigue superar la primera temporada. No voy a hacer ningún spoiler, pero el primer capítulo de la segunda temporada es de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Desde el inicio es una declaración de intenciones y cada segundo es absolutamente perfecto. Como siempre, mezclando grandes dosis de humor con un drama golpeador (literalmente) en el momento menos esperado.
En resumen, una serie estupenda (y corta, se mira muy rápidamente) y una actriz y guionista que habrá que seguir muy de cerca.
Y el resultado es magnífico. Una serie divertidísmia a ratos, con un humor irónico y crudo, pero que también sabe tocar la fibra sensible cuando hace falta.
El personaje de Fleabag me parece interesantísimo. Con muchísimos matices. A pesar de ser un desastre absoluto y de cometer muchos errores, se hace querer. Quizás la magia de fleabag está que, a pesar de ser un completo caos, resulta tan natural, creíble y, sobretodo, tan fácil de identificarse con ella. Es imperfecta, dura por fuera pero hecha pedazos por dentro. La caga constantemente y monumentalmente. No siempre es buena o generosa, especialmente con ella misma.
Las actuaciones están muy bien, destacando la de la protagonista (que también es la creadora y escritora de la serie) y a la grandísima Olivia Colman, con un personaje distinto al que estamos acostumbrados y que aún así defiende a la perfección. Los demás actores también hacen un gran trabajo.
El guion es fantástico; crudo, inteligente y divertidísimo. Sabe usar el recurso de romper la cuarta pared de una forma magistral, que nos permite empatizar mucho más con la protagonista y añadir toques humorísticos a cada situación.
Por último destacar también el trabajo con la cámara y la música, que se adecua muy bien a cada situación (sobretodo en la segunda temporada, me parece genial la selección musical).
La segunda temporada suponía un gran reto para la creadora, pues las expectativas eran muy altas. Y no solo no defrauda, sino que consigue superar la primera temporada. No voy a hacer ningún spoiler, pero el primer capítulo de la segunda temporada es de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Desde el inicio es una declaración de intenciones y cada segundo es absolutamente perfecto. Como siempre, mezclando grandes dosis de humor con un drama golpeador (literalmente) en el momento menos esperado.
En resumen, una serie estupenda (y corta, se mira muy rápidamente) y una actriz y guionista que habrá que seguir muy de cerca.
29 de septiembre de 2016
29 de septiembre de 2016
60 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la exitosa obra de teatro protagonizada en 2013 por la propia Phoebe Waller-Bridge. Otra joven actriz británica, de su inagotable escuela, que dará que hablar en el futuro. Sorprende la libertad creativa que la BBC, a través de su canal minoritario, Three, ha otorgado a la propia actriz, para que escribiera los guiones.
Interpreta a una mujer inmadura, sexualmente muy activa, capaz de vivir varias relaciones a la par, pero de no encontrar satisfacción en ninguna de ellas. Una nueva "dramedia" con toques de humor cínico, incluso se atreve a meterse con el feminismo y con la forma de vida que ahora llaman modernidad.
No es una serie ni fácil, ni para todos los públicos, pero que, aunque sea por la actuación de Phoebe Waller-Bridge, merece la pena. La actriz se mete en la piel del personaje como si nos estuviera contando su propia vida. Además, obliga al espectador a ser partícipe de lo que cuenta, y eso lo consigue porque no duda en dirigirse directamente al espectador, mirando a la cámara, sin intermediarios, incluso cuando está haciendo el amor.
Merece la pena echar un ojo a la serie. Presentada en seis capítulos de 25 minutos de duración.
Interpreta a una mujer inmadura, sexualmente muy activa, capaz de vivir varias relaciones a la par, pero de no encontrar satisfacción en ninguna de ellas. Una nueva "dramedia" con toques de humor cínico, incluso se atreve a meterse con el feminismo y con la forma de vida que ahora llaman modernidad.
No es una serie ni fácil, ni para todos los públicos, pero que, aunque sea por la actuación de Phoebe Waller-Bridge, merece la pena. La actriz se mete en la piel del personaje como si nos estuviera contando su propia vida. Además, obliga al espectador a ser partícipe de lo que cuenta, y eso lo consigue porque no duda en dirigirse directamente al espectador, mirando a la cámara, sin intermediarios, incluso cuando está haciendo el amor.
Merece la pena echar un ojo a la serie. Presentada en seis capítulos de 25 minutos de duración.
4 de junio de 2019
4 de junio de 2019
43 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha escrito bastante sobre esta serie, con unas cosas estoy más de acuerdo que con otras y tampoco me identifico, como siempre me pasa, con la sinopsis que se ha hecho de ella. Para mí la serie habla de la vida y de las dificultades que los humanos tenemos para salir adelante superando nuestros complejos, nuestras fobias y sufriendo las de los demás. Pero también sobre lo complicado que resulta lidiar con la soledad y la gesta casi imposible que supone encontrar a ese alguien ideal que nos ayude a superarla.
Por lo tanto aunque catalogada como comedia romántica de autor por parte de la crítica y a pesar de contar con numerosas escenas jocosas, es para mi un drama urbano en toda regla magníficamente narrado y con el aliciente por parte de la protagonista de estar rompiendo continuamente la cuarta pared permitiendo que nos sumerjamos en las intenciones narrativas de principio a fin. No se si encierra algún mensaje, algún tipo de moraleja, acaso que el amor es la única esperanza para no caer en el abismo y que por eso resulta a su vez tan desesperanzador.
Por lo tanto aunque catalogada como comedia romántica de autor por parte de la crítica y a pesar de contar con numerosas escenas jocosas, es para mi un drama urbano en toda regla magníficamente narrado y con el aliciente por parte de la protagonista de estar rompiendo continuamente la cuarta pared permitiendo que nos sumerjamos en las intenciones narrativas de principio a fin. No se si encierra algún mensaje, algún tipo de moraleja, acaso que el amor es la única esperanza para no caer en el abismo y que por eso resulta a su vez tan desesperanzador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final me parece perfecto aunque complejo a la vez. Una escena de desamor con tono agridulce que resume la esencia de nuestras relaciones y aunque la creadora ya ha avisado a través de las redes sociales su decisión de no darle continuidad para poder centrarse en otros proyectos que no dudamos serán también un éxito, sonando de fondo el maravilloso tema This Feeling de Alabama Shakes nos despide con un gesto y una sonrisa que más que un adiós parece un hasta luego
24 de febrero de 2018
24 de febrero de 2018
47 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa esta chica. Como actriz, pero sobre todo como guionista. Dificilísimo crear una historia con tanto humor basándose en una premisa tan triste, y un personaje protagonista tan egoísta y a la vez tan querible. Habrá que seguirla de cerca.
22 de octubre de 2019
22 de octubre de 2019
85 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quienes sostienen que la feminidad nunca ha sido adecuadamente representada en una pantalla. Quizá directores de segunda fila como Bergman, Dreyer, Ozu, Antonioni, Fellini, Wyler, Preminger, Cameron, Verhoven o Yimou les hayan dedicado un papel central en sus obras, pero eran hombres y no podían comprender lo que significa ser mujer. Las más liberadas arguyen que hay muros imposibles de sortear, como el sexo y la raza, y que las mujeres, en tanto que son drásticamente diferentes de los hombres, solo pueden ser representadas adecuadamente por otras mujeres. Sin embargo, ahora que al fin comienzan a liberase del yugo, por fin puede salir a la luz ese caudal de creatividad sofocado durante eones para constatar que, en efecto, las obras de los anteriormente mencionados no eran más que baratijas, películas represoras, pasadas de moda, esencialmente falsas y ampliamente superadas por series como la de esta joven directora, retrato femenino de gran profundidad y enjundiosa sustancia, necesariamente bueno y acertado en todas las dimensiones que abarque lo femenino y lo de más allá gracias a la conjunción de su condición natural y su innegable talento.
Cuenta la leyenda que hace no mucho tiempo, en esta misma galaxia, para que una obra recibiera el elogio de crítica y público debía acreditar cierta calidad en alguno de sus apartados con independencia de la condición natural de sus directores, guionistas e intérpretes. Afortunadamente, esos tiempos ya han quedado atrás. Ahora cualquier producto puede ser multipremiado y multielogiado con tan solo sumarse al carro de lo políticamente correcto a base de añadir brochazos de empoderamiento e igualdad. Que el producto sea mediocre en todas sus dimensiones resulta irrelevante, lo importante es estar a la última, subirse al carro, ser trending y, sobre todo, poner un par de escenas guarras sin primeros planos.
La lista es inabarcable. Sin ir más lejos casi todo el catálogo producido por Netflix y la HBO está cortado por ese patrón en donde más importante que el producto en sí son los valores explícitos de los mismos, los que se exhiben de cara a la galería mientras “sutilmente” se introducen otros que nada tienen que ver con los primeros, llegándose a dar la paradoja de que a veces el significado último de esos productos se opone a los que exhiben en un primer nivel: lo vimos en Black Panther, que simula hablar de igualdad pero que en realidad es profundamente racista, lo vimos en Big Little Lies, que pretende retratar la liberación de la Mujer pero que lo que en realidad hace es machacar a los hombres, y lo vemos ahora, de nuevo, en Fleabag.
Hay tantos apartados en ella tan seriamente idiotas, tan impecablemente cutres, tan perfectamente sobreactuados que sería difícil profundizar sin perderse en los detalles y en todo cuanto la rodea: no sólo su guión, su dirección o sus interpretaciones, sino, especialmente, su éxito, sus premios, sus críticas...
Fleabag es un drama con toques de comedia que ha sido calificado como sofisticado, sutil y atrevido.
Sin embargo, la sofisticación desaparece en el mismo instante en que aparecen sus personajes, cuyas inquietudes básicas oscilan entre la necesidad de echar un buen polvo, el peinado y el número de orgasmos. Literalmente: toda la serie gira en torno a la vagina de su protagonista, pues así de inquieta y, sobre todo, profunda es su poseedora. La prueba irrefutable de que está liberada, y el centro gravitacional de la serie, no son sus ideas (no tiene ni una, ni original ni plagiada), su educación (que no hace acto de presencia) o su conducta (por lo general, mezquina y egoísta): es el hecho de que folla a destajo y se masturba a saco. Porque no todo el mundo tiene ideas, ni educación, ni respeto; pero follar lo puede hacer cualquiera. Tan sofisticada es la serie. Tan empoderada está ella.
Inútil subrayar lo sutil que resulta ver a una mujer pasarse el vibrador mientras gime de placer. O lo atrevido que resultan los monólogos a cámara en donde la protagonista nos explica lo que acaba de suceder, o, mejor aún, lo que sucederá a continuación. Y no porque lo que sucede sea precisamente complejo, sino, más bien, porque hay que enfatizar cada sobreactuado gesto no sea que se nos escape algo.
Por supuesto, los hombres no deben menospreciar a las mujeres; ellas, sin embargo, no sólo pueden (a causa de su superior empatía) sino que deben (es el primer paso si pretenden emanciparse de sus opresores). Según retrata la serie, los hombres son incapaces de renunciar a un polvo. Da igual como sea de inteligente, simpática o atractiva la mujer que se les abalance, allí donde hay un agujero se les nubla el pensamiento y no hay Dios capaz de impedir que entren en modo reproducción. Es su naturaleza. He aquí la lógica que subyace a todos los personajes masculinos: si mujer entonces coño luego bajada de pantalones. Ellos siempre se los bajan sin reparar en consecuencias. Y basta con decirles el número de veces que se han corrido para que se vayan a dormir contentos mientras ellas pasan al siguiente.
Fleabag parece partir de aquella sentencia de un personaje de Woddy Allen cuyos principios básicos eran, según decía, nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo; solo que en aquella película que el personaje dijera eso tenía sentido, ya que no creía en aquello que decía y por lo tanto su lema resulta doblemente cínico; mientras que esta serie parece haberse tomado en serio lo que ya de entrada era manifiestamente absurdo. Por la simple razón de que es técnicamente imposible decir algo así y creerlo. Fleabag, sin embargo, lo cree. Construyendo así un personaje no ya ridículo sino esencialmente inconsistente, razón por la cual la serie carece de arco dramático: es imposible que alguien con esas características pueda sufrir drama alguno. No hay conflicto en la nada.
Cuenta la leyenda que hace no mucho tiempo, en esta misma galaxia, para que una obra recibiera el elogio de crítica y público debía acreditar cierta calidad en alguno de sus apartados con independencia de la condición natural de sus directores, guionistas e intérpretes. Afortunadamente, esos tiempos ya han quedado atrás. Ahora cualquier producto puede ser multipremiado y multielogiado con tan solo sumarse al carro de lo políticamente correcto a base de añadir brochazos de empoderamiento e igualdad. Que el producto sea mediocre en todas sus dimensiones resulta irrelevante, lo importante es estar a la última, subirse al carro, ser trending y, sobre todo, poner un par de escenas guarras sin primeros planos.
La lista es inabarcable. Sin ir más lejos casi todo el catálogo producido por Netflix y la HBO está cortado por ese patrón en donde más importante que el producto en sí son los valores explícitos de los mismos, los que se exhiben de cara a la galería mientras “sutilmente” se introducen otros que nada tienen que ver con los primeros, llegándose a dar la paradoja de que a veces el significado último de esos productos se opone a los que exhiben en un primer nivel: lo vimos en Black Panther, que simula hablar de igualdad pero que en realidad es profundamente racista, lo vimos en Big Little Lies, que pretende retratar la liberación de la Mujer pero que lo que en realidad hace es machacar a los hombres, y lo vemos ahora, de nuevo, en Fleabag.
Hay tantos apartados en ella tan seriamente idiotas, tan impecablemente cutres, tan perfectamente sobreactuados que sería difícil profundizar sin perderse en los detalles y en todo cuanto la rodea: no sólo su guión, su dirección o sus interpretaciones, sino, especialmente, su éxito, sus premios, sus críticas...
Fleabag es un drama con toques de comedia que ha sido calificado como sofisticado, sutil y atrevido.
Sin embargo, la sofisticación desaparece en el mismo instante en que aparecen sus personajes, cuyas inquietudes básicas oscilan entre la necesidad de echar un buen polvo, el peinado y el número de orgasmos. Literalmente: toda la serie gira en torno a la vagina de su protagonista, pues así de inquieta y, sobre todo, profunda es su poseedora. La prueba irrefutable de que está liberada, y el centro gravitacional de la serie, no son sus ideas (no tiene ni una, ni original ni plagiada), su educación (que no hace acto de presencia) o su conducta (por lo general, mezquina y egoísta): es el hecho de que folla a destajo y se masturba a saco. Porque no todo el mundo tiene ideas, ni educación, ni respeto; pero follar lo puede hacer cualquiera. Tan sofisticada es la serie. Tan empoderada está ella.
Inútil subrayar lo sutil que resulta ver a una mujer pasarse el vibrador mientras gime de placer. O lo atrevido que resultan los monólogos a cámara en donde la protagonista nos explica lo que acaba de suceder, o, mejor aún, lo que sucederá a continuación. Y no porque lo que sucede sea precisamente complejo, sino, más bien, porque hay que enfatizar cada sobreactuado gesto no sea que se nos escape algo.
Por supuesto, los hombres no deben menospreciar a las mujeres; ellas, sin embargo, no sólo pueden (a causa de su superior empatía) sino que deben (es el primer paso si pretenden emanciparse de sus opresores). Según retrata la serie, los hombres son incapaces de renunciar a un polvo. Da igual como sea de inteligente, simpática o atractiva la mujer que se les abalance, allí donde hay un agujero se les nubla el pensamiento y no hay Dios capaz de impedir que entren en modo reproducción. Es su naturaleza. He aquí la lógica que subyace a todos los personajes masculinos: si mujer entonces coño luego bajada de pantalones. Ellos siempre se los bajan sin reparar en consecuencias. Y basta con decirles el número de veces que se han corrido para que se vayan a dormir contentos mientras ellas pasan al siguiente.
Fleabag parece partir de aquella sentencia de un personaje de Woddy Allen cuyos principios básicos eran, según decía, nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo; solo que en aquella película que el personaje dijera eso tenía sentido, ya que no creía en aquello que decía y por lo tanto su lema resulta doblemente cínico; mientras que esta serie parece haberse tomado en serio lo que ya de entrada era manifiestamente absurdo. Por la simple razón de que es técnicamente imposible decir algo así y creerlo. Fleabag, sin embargo, lo cree. Construyendo así un personaje no ya ridículo sino esencialmente inconsistente, razón por la cual la serie carece de arco dramático: es imposible que alguien con esas características pueda sufrir drama alguno. No hay conflicto en la nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para hacer un drama humano hay que reflejar la humanidad y sus contradicciones. Pero Fleabag es tan audaz y sofisticada que se limita a construir una galería de personajes puramente mecánicos, absolutamente incapaces de pensar, y, en consecuencia, alarga hasta el absurdo situaciones y conflictos decididamente vulgares. Toda la segunda temporada no es más que la crónica de un polvo anunciado. Y sus previsibles consecuencias. Pues no es que la serie no tenga giros, es que apenas tiene guión. Son 5 horas de chorrada ininterrumpida cuyo cliffhanger recurrente es saber si esa noche tocará salchipapa o polvorrón, en donde los conflictos existenciales se computan como orgasmos y el drama no es más que una espera entre dos nabos.
Lo mejor, no obstante, no es el grado de coherencia, similar al de esos reggaetones feministas en que la vocalista perrea, o el trabajo visual, de un nivel cercano a los mejores anuncios de L`Oréal, o el montaje, sin sentido alguno de la pausa dramática y aún menos del allegro cómico, sino esa escena en donde la hembra emancipada y poliamorosa se sincera en el confesionario ante el sacerdote que, por supuesto, desea revisarle los bajos. Allí, ella, la multiorgásmica (9), la ex-oprimida, la que ha superado a base de valor e intrepidez las inhibiciones y tabúes del heteropatriarcado, la joven atrevida, ambiciosa y canallita se revela de improvisto como una especie de fulana arrepentida mientras suplica redención al pene más cercano, pues según viene a decir, se siente perdida y para salir del pozo lo que necesita, aún más que una buena salchipapa, es un Hombre (uno de los de antes) que la guie, la someta y la anule. Este fragmento, que actúa como contrapunto del resto de la serie, puede parecer contradictorio, pero posiblemente sea lo único coherente de todo el metraje. Por un breve instante ella parece consciente de que tras la máscara de lobo tan solo hay un corderito asustado golpeándose contra la pared, de que las decisiones que ha tomado han expandido sus cavidades (haciendo más grande el vacio), de que con el paso de los años la elasticidad se va perdiendo, que cada vez es más difícil cosechar un buen pepino y que en cualquier caso ya no saben como los de antes… quizá incluso sospeche que los hombres que quedan en el mercado no son más que los despojos, los que ninguna otra quiere, los infieles compulsivos, que le va resultar muy difícil encontrar algo que al menos pase la ITV y que por lo tanto deberá bajar un listón que a esas alturas no es más que un raya en el suelo. El curita, un mezcla rancia, sin cafeína, sin gluten, sin lactosa y casi sin vida entre San Manuel Bueno y Fermín de Pas, es su oportunidad para redimirse, uno de los últimos ejemplares en los que aún se puede confiar llegados a esa edad, y sirve para revelar la naturaleza profundamente necia no ya de la protagonista (eso queda claro con una rapidez pavorosa) sino de la serie, que va de progre, liberada y liberal pero llegada la hora de la verdad renuncia a todo eso para construir el drama y e intentar dar profundidad a una situación y personaje que, tal como se admite ahí, en ese contrapunto, resulta intrascendente e insustancial. En cualquier caso, la epifanía tan sólo dura un orgasmo, unos instantes después ella mira a cámara riéndose de todo lo anterior, como diciendo: sí, soy tan necia que quiero seguir siéndolo. Lo cual, para que engañarnos, suele pasar.
Lo mejor, no obstante, no es el grado de coherencia, similar al de esos reggaetones feministas en que la vocalista perrea, o el trabajo visual, de un nivel cercano a los mejores anuncios de L`Oréal, o el montaje, sin sentido alguno de la pausa dramática y aún menos del allegro cómico, sino esa escena en donde la hembra emancipada y poliamorosa se sincera en el confesionario ante el sacerdote que, por supuesto, desea revisarle los bajos. Allí, ella, la multiorgásmica (9), la ex-oprimida, la que ha superado a base de valor e intrepidez las inhibiciones y tabúes del heteropatriarcado, la joven atrevida, ambiciosa y canallita se revela de improvisto como una especie de fulana arrepentida mientras suplica redención al pene más cercano, pues según viene a decir, se siente perdida y para salir del pozo lo que necesita, aún más que una buena salchipapa, es un Hombre (uno de los de antes) que la guie, la someta y la anule. Este fragmento, que actúa como contrapunto del resto de la serie, puede parecer contradictorio, pero posiblemente sea lo único coherente de todo el metraje. Por un breve instante ella parece consciente de que tras la máscara de lobo tan solo hay un corderito asustado golpeándose contra la pared, de que las decisiones que ha tomado han expandido sus cavidades (haciendo más grande el vacio), de que con el paso de los años la elasticidad se va perdiendo, que cada vez es más difícil cosechar un buen pepino y que en cualquier caso ya no saben como los de antes… quizá incluso sospeche que los hombres que quedan en el mercado no son más que los despojos, los que ninguna otra quiere, los infieles compulsivos, que le va resultar muy difícil encontrar algo que al menos pase la ITV y que por lo tanto deberá bajar un listón que a esas alturas no es más que un raya en el suelo. El curita, un mezcla rancia, sin cafeína, sin gluten, sin lactosa y casi sin vida entre San Manuel Bueno y Fermín de Pas, es su oportunidad para redimirse, uno de los últimos ejemplares en los que aún se puede confiar llegados a esa edad, y sirve para revelar la naturaleza profundamente necia no ya de la protagonista (eso queda claro con una rapidez pavorosa) sino de la serie, que va de progre, liberada y liberal pero llegada la hora de la verdad renuncia a todo eso para construir el drama y e intentar dar profundidad a una situación y personaje que, tal como se admite ahí, en ese contrapunto, resulta intrascendente e insustancial. En cualquier caso, la epifanía tan sólo dura un orgasmo, unos instantes después ella mira a cámara riéndose de todo lo anterior, como diciendo: sí, soy tan necia que quiero seguir siéndolo. Lo cual, para que engañarnos, suele pasar.
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