Apolo 13
6.4
29,876
Drama. Aventuras. Thriller
El Apolo XIII inicia su viaje a la Luna en abril de 1970. Cuando está a punto de llegar a su destino, se produce una explosión en el espacio que les hace perder oxígeno y, además, cambia el rumbo de la nave. La situación de los tripulantes se hace desesperada cuando el oxígeno empieza a agotarse. Mientras tanto, el mundo entero vive pendiente del desenlace de tan angustiosa aventura. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2010
15 de diciembre de 2010
172 de 185 usuarios han encontrado esta crítica útil
6,3 actualmente de media en Filmaffinity.
Y yo me pregunto porque.
* Única película realista sobre viaje espacial que no incluye ciencia ficción, y esto es mucho decir pero tristemente verdad.
* Actores por encima de la media, y algunos como Harris o Sinise sobresalientes o Hanks notable.
* Escenas espectaculares sobre una banda sonora excelente y adecuada, magnífica en la escena del despegue, pero también sobria con la lenta melodía al ver la nave salir de la cara oculta de la luna en la desolación del vacío estelar.
* Ambiente angustioso, tensión conseguida y mantenida durante todo el metraje, sin innecesarios artificios.
* Tecnicismos, sí, por supuesto, es lógico, pero se intercala con explicaciones sencillas aclaratorias en forma de noticiarios televisivos y alguna que otra interpelación de astronautas o técnicos que en la realidad no tendrían sentido, de forma que no hace falta ser astrofísico para entender y disfrutar la cinta. (por ejemplo con la expresión de que se ha de encender la computadora con la energía que gasta una cafetera en unas pocas horas, o la explicación de la pelota de baloncesto)
Puede no gustar alguna que otra escena pelín subida de tono norteamericano o puede no gustar el enfoque de las escenas que no se relacionan con el viaje en sí... (Familia, la Abuela)
¿ Pero realmente la película tiene tantas faltas para ser sólo considerada vulgar ?
Y yo me pregunto porque.
* Única película realista sobre viaje espacial que no incluye ciencia ficción, y esto es mucho decir pero tristemente verdad.
* Actores por encima de la media, y algunos como Harris o Sinise sobresalientes o Hanks notable.
* Escenas espectaculares sobre una banda sonora excelente y adecuada, magnífica en la escena del despegue, pero también sobria con la lenta melodía al ver la nave salir de la cara oculta de la luna en la desolación del vacío estelar.
* Ambiente angustioso, tensión conseguida y mantenida durante todo el metraje, sin innecesarios artificios.
* Tecnicismos, sí, por supuesto, es lógico, pero se intercala con explicaciones sencillas aclaratorias en forma de noticiarios televisivos y alguna que otra interpelación de astronautas o técnicos que en la realidad no tendrían sentido, de forma que no hace falta ser astrofísico para entender y disfrutar la cinta. (por ejemplo con la expresión de que se ha de encender la computadora con la energía que gasta una cafetera en unas pocas horas, o la explicación de la pelota de baloncesto)
Puede no gustar alguna que otra escena pelín subida de tono norteamericano o puede no gustar el enfoque de las escenas que no se relacionan con el viaje en sí... (Familia, la Abuela)
¿ Pero realmente la película tiene tantas faltas para ser sólo considerada vulgar ?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cuanto al tema de la tensión, quizás este sea el problema de la película, la mayoría de espectadores querrían más "peligro explícito" y por eso la tachan de "blandengue"...
Supongo que no les basta con ver deshacerse la nave a miles de kilómetros de la tierra, a que dependan de 20 miserables amperios para volver, que tengan que encajar a presión una pieza redonda y una cuadrada para no morir por inhalación de Co2 o a que tengan que estar jugueteando con datos milimétricos entre dos computadoras (de los años 60 eh no lo olvidemos) rezando para que los datos no se pierdan y queden a la deriva en el espacio aguardando su muerte...
¿ No será ?, que la explicación más lógica para la nota baja sea simplemente que las naves espaciales reales son lentas y aburridas porque no tienen lásers o hipervelocidad, y que vencer al imperio klingon destrozando naves y viendo planos de alienígenas que se volatilizan es más interesante y desde luego mucho menos blandengue que vencer al imperio de la física.
Supongo que no les basta con ver deshacerse la nave a miles de kilómetros de la tierra, a que dependan de 20 miserables amperios para volver, que tengan que encajar a presión una pieza redonda y una cuadrada para no morir por inhalación de Co2 o a que tengan que estar jugueteando con datos milimétricos entre dos computadoras (de los años 60 eh no lo olvidemos) rezando para que los datos no se pierdan y queden a la deriva en el espacio aguardando su muerte...
¿ No será ?, que la explicación más lógica para la nota baja sea simplemente que las naves espaciales reales son lentas y aburridas porque no tienen lásers o hipervelocidad, y que vencer al imperio klingon destrozando naves y viendo planos de alienígenas que se volatilizan es más interesante y desde luego mucho menos blandengue que vencer al imperio de la física.
18 de marzo de 2006
18 de marzo de 2006
120 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película podrá parecer pesada y aburrida a mucha gente, pero a otra mucha le encantará. Lo primero, si se quiere entender al completo todos los detalles de la película, hay que tener un mínimo de conocimientos de Física. Solo así podrás darte cuenta de lo realmente extrema que es la situación, y podrás meterte en el papel. No es una película de acción ni fantasia, para nada, es un hecho real perfectamente plasmado en la pantalla. Si ves la película como viste Star Wars o Armaggedon, pues te decepcionará, pero si la ves porque quieres saber cómo fue realmente la tragedia del Apolo 13 y te interesa algo el mundillo de la astronáutica, pues te encantará, como a mí.
Un detalle: "Las escenas en las que aparecen en ingravidez, flotando por la nave, las grabaron en un avión que se tiraba en picado durante unos segundos, en los cuales en su interior notaban como la gravedad se anula con la aceleración del avión. Tuvieron que hacer más de 600 "caídas" con el avión."
Un detalle: "Las escenas en las que aparecen en ingravidez, flotando por la nave, las grabaron en un avión que se tiraba en picado durante unos segundos, en los cuales en su interior notaban como la gravedad se anula con la aceleración del avión. Tuvieron que hacer más de 600 "caídas" con el avión."
2 de agosto de 2011
2 de agosto de 2011
41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he soñado con pisar la Luna. Me siento endiabladamente contenta de poder verla a trescientos ochenta mil kilómetros, desde este hábitat terrestre que me atrae con su gravedad y me ha forjado para mantenerme viva en él.
Me encanta contemplar la Luna, mirar todas sus fases. Me quedo embobada viendo cómo su cara visible se va agrandando cada día hasta el glorioso plenilunio, y cómo mengua después hasta ausentarse durante toda la noche, para volver a reaparecer. Me subyuga cuando, tan redonda como un balón de baloncesto, se alza justo por encima del horizonte y, por ese efecto óptico de la refracción causada por la atmósfera, parece un enorme disco dorado suspendido en el azul, con ese rostro triste que nos ofrece a perpetuidad. Y esa alquímica coincidencia de factores por los que se producen los eclipses.
La Luna me fascina, al igual que todo el firmamento nocturno. Me hacen sentirme tan pequeña que no puedo creer que se me haya concedido el privilegio de solazarme con tantas maravillas y misterios ahí insinuados en el espacio profundo.
Pero nunca he soñado con pisar la Luna. No soy tan valiente. O tan temeraria. Sé muy bien cuál es mi sitio: seguir con mis pies plantados en el suelo de la Tierra, y desde ahí levantar la mirada y sonreír a nuestro precioso satélite natural y a todos sus compañeros de la noche.
Será por eso que aprecio tanto este sólido apoyo bajo mis suelas, lo adoro mientras dedico una ovación respetuosa y admirada a aquellos astronautas que fueron a la Luna en mi lugar, en el lugar de todos los que no hemos ido ni iremos. No envidio su suerte, no envidio sus aventuras, ni sus riesgos, ni su arrojo, no envidio sus vuelos por la órbita del satélite ni sus paseos dejando huellas en el polvo. Mi rendido interés no se encamina a desear emularlos, sino a comprenderlos, a imaginar lo que se siente estando en una cápsula espacial a miles de kilómetros de casa con un minúsculo escudo protector que es lo único que se interpone entre el vacío absoluto y tú.
No me canso de leer sobre las misiones Apolo. No me canso de leer sobre la Luna, los planetas, las estrellas, las galaxias, las misiones no tripuladas dirigidas a todo el Sistema Solar, la impresionante carrera espacial del siglo pasado que habría hecho temblar de gozo a Newton, a Tycho Brahe, a Copérnico, a Galileo, a Kepler y un largo etcétera de científicos que, aún en los pañales de la ciencia, contaron sólo con el poder de sus observaciones y sus cerebros para descifrar algunos secretos que todavía hoy sustentan las bases de la Astronomía, y que la moderna tecnología está confirmando y completando a pasos agigantados.
Me encanta contemplar la Luna, mirar todas sus fases. Me quedo embobada viendo cómo su cara visible se va agrandando cada día hasta el glorioso plenilunio, y cómo mengua después hasta ausentarse durante toda la noche, para volver a reaparecer. Me subyuga cuando, tan redonda como un balón de baloncesto, se alza justo por encima del horizonte y, por ese efecto óptico de la refracción causada por la atmósfera, parece un enorme disco dorado suspendido en el azul, con ese rostro triste que nos ofrece a perpetuidad. Y esa alquímica coincidencia de factores por los que se producen los eclipses.
La Luna me fascina, al igual que todo el firmamento nocturno. Me hacen sentirme tan pequeña que no puedo creer que se me haya concedido el privilegio de solazarme con tantas maravillas y misterios ahí insinuados en el espacio profundo.
Pero nunca he soñado con pisar la Luna. No soy tan valiente. O tan temeraria. Sé muy bien cuál es mi sitio: seguir con mis pies plantados en el suelo de la Tierra, y desde ahí levantar la mirada y sonreír a nuestro precioso satélite natural y a todos sus compañeros de la noche.
Será por eso que aprecio tanto este sólido apoyo bajo mis suelas, lo adoro mientras dedico una ovación respetuosa y admirada a aquellos astronautas que fueron a la Luna en mi lugar, en el lugar de todos los que no hemos ido ni iremos. No envidio su suerte, no envidio sus aventuras, ni sus riesgos, ni su arrojo, no envidio sus vuelos por la órbita del satélite ni sus paseos dejando huellas en el polvo. Mi rendido interés no se encamina a desear emularlos, sino a comprenderlos, a imaginar lo que se siente estando en una cápsula espacial a miles de kilómetros de casa con un minúsculo escudo protector que es lo único que se interpone entre el vacío absoluto y tú.
No me canso de leer sobre las misiones Apolo. No me canso de leer sobre la Luna, los planetas, las estrellas, las galaxias, las misiones no tripuladas dirigidas a todo el Sistema Solar, la impresionante carrera espacial del siglo pasado que habría hecho temblar de gozo a Newton, a Tycho Brahe, a Copérnico, a Galileo, a Kepler y un largo etcétera de científicos que, aún en los pañales de la ciencia, contaron sólo con el poder de sus observaciones y sus cerebros para descifrar algunos secretos que todavía hoy sustentan las bases de la Astronomía, y que la moderna tecnología está confirmando y completando a pasos agigantados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Astronautas de las naves Apolo, siempre me inclinaré ante vosotros, porque hicisteis algo que yo no soñaría siquiera con hacer. Apolo XIII, también os dedico una ovación acalorada, porque tuvisteis el coraje de aceptar estar tan cerca del objetivo sin llegar a rozarlo, y los arrestos de volver a casa cuando todo estaba en contra. Y a los del control en tierra, la virtud de no desfallecer ni entregar a la muerte a tres seres humanos.
La misión real tuvo que ser tropecientas veces más emocionante y angustiosa que esta película. Pero Ron Howard lo hizo bien. Como Lovell, Haise y Swigert, no tocaré la Luna tras estar tan cerca. Pero me alegraré infinitamente por estar de vuelta en casa.
La misión real tuvo que ser tropecientas veces más emocionante y angustiosa que esta película. Pero Ron Howard lo hizo bien. Como Lovell, Haise y Swigert, no tocaré la Luna tras estar tan cerca. Pero me alegraré infinitamente por estar de vuelta en casa.
28 de abril de 2010
28 de abril de 2010
39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apolo 13: Hora de despegue 13:13, día programado para alunizaje 13 de abril de 1970. ¿Fue un reto al destino? ¿un reto al cabalístico número 13? Habrá que sumar al infortunio la presencia de Richard Nixon en la presidencia de los Estados Unidos.
Ron Howard nos presenta un film bien logrado que trata de captar los detalles de la novela de Jim Lovell, con buenas actuaciones como la de Ed Harris, Tom Hanks funciona pero estará usted de acuerdo conmigo que no está en su mejor papel.
El gran reto de la película era explicar al espectador en términos simples el gran problema tecnológico que se desató a varios miles de kilómetros de la Tierra y a pesar de la larga duración lo consigue.
Dr.Juventus
Ron Howard nos presenta un film bien logrado que trata de captar los detalles de la novela de Jim Lovell, con buenas actuaciones como la de Ed Harris, Tom Hanks funciona pero estará usted de acuerdo conmigo que no está en su mejor papel.
El gran reto de la película era explicar al espectador en términos simples el gran problema tecnológico que se desató a varios miles de kilómetros de la Tierra y a pesar de la larga duración lo consigue.
Dr.Juventus
22 de noviembre de 2011
22 de noviembre de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apolo XIII es prácticamente un documental, un film radicalmente basado en hechos reales. Tanto es así que, incluso, podándolo un poco, se podrían insertar en él entrevistas reales y una voz en off para completar lo que, de un tiempo a esta parte, en las televisiones llaman “nuevos formatos”.
Por tanto, conviene sentirse algo predispuesto al tema de los viajes espaciales, así como a asumir el espectáculo didáctico que propone la película sin esperar ningún vericueto dramático. En ese sentido, tanto la dirección como la labor de todos los actores me han parecido una perfecta demostración de escuela y oficio, sin excesos innecesarios. De hecho, me ha recordado a otra película americana que se rodó años después, “United 93” (2006), de Paul Greengrass, que narra con el mismo afán documental lo sucedido el 11-S en Nueva York.
Después de reflexionar un poco sobre este tipo de cine tan ajustado a los hechos reales, concluyo que ver una película de estas de vez en cuando no está mal, siempre y cuando se trate de un producto de calidad. Si alguien quiere experimentar el desastre que puede resultar cuando un director no sabe si está filmando un documental “o qué”, que le eche un vistacito a “Vivaldi, un príncipe de Venecia” (2006) y quedará, probablemente, tan espantado como quedé yo.
¿Y lo de “Horacio”? Bueno… por aquella máxima clásica de “enseñar deleitando”. Podemos ir a la luna a lomos de un cohete, pero aún me fascina más que un postulado poético tenga más de 2.000 años de vigencia. Apolo XIII es la muestra.
Por tanto, conviene sentirse algo predispuesto al tema de los viajes espaciales, así como a asumir el espectáculo didáctico que propone la película sin esperar ningún vericueto dramático. En ese sentido, tanto la dirección como la labor de todos los actores me han parecido una perfecta demostración de escuela y oficio, sin excesos innecesarios. De hecho, me ha recordado a otra película americana que se rodó años después, “United 93” (2006), de Paul Greengrass, que narra con el mismo afán documental lo sucedido el 11-S en Nueva York.
Después de reflexionar un poco sobre este tipo de cine tan ajustado a los hechos reales, concluyo que ver una película de estas de vez en cuando no está mal, siempre y cuando se trate de un producto de calidad. Si alguien quiere experimentar el desastre que puede resultar cuando un director no sabe si está filmando un documental “o qué”, que le eche un vistacito a “Vivaldi, un príncipe de Venecia” (2006) y quedará, probablemente, tan espantado como quedé yo.
¿Y lo de “Horacio”? Bueno… por aquella máxima clásica de “enseñar deleitando”. Podemos ir a la luna a lomos de un cohete, pero aún me fascina más que un postulado poético tenga más de 2.000 años de vigencia. Apolo XIII es la muestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(2X1 que hoy voy sobrao)
BENDITO SENTIDO DE LA PREVISIÓN
Lo que voy a contar, no sale en la película.
En 1961, dos integrantes del departamento de compras de la NASA se dirigieron de riguroso incógnito a una joyería de Corrigan, Texas. Compraron cinco cronógrafos (relojes con cronómetro) de gama alta y se los llevaron para los laboratorios de la NASA. Y allí empezaron las pruebas: los pusieron a 100 grados, después los congelaron, los sometieron a pruebas de vacío, los dejaron caer desde diversas alturas, los sometieron a procesos de aceleración y deceleración…
Las pruebas dieron como ganador al Speedmaster de Omega (el mismo que hoy en día anuncia George Clooney sin pudor alguno en varias películas). Con todo, la firma suiza de relojería aún tardaría cinco años en enterarse de que la NASA había nombrado a su modelo “reloj oficial para todas las misiones espaciales tripuladas”. Cuando les llegó la información, supieron que les había tocado la lotería. El Speedmaster fue el primer reloj –y durante décadas, el único- que se ha dado un garbeo por la luna.
El caso es que, cuando los del Apolo XIII tuvieron que regresar a la tierra con la nave hecha pedazos y sin la ayuda de la instrumentación de la misma (no tenían energía suficiente), tuvieron que fiarse de la exactitud del cronometro que llevaban en la muñeca para calcular el grado de inclinación correcto para entrar en la atmósfera. En este punto, el Speedmaster les salvó la vida. Meses después de aterrizar con éxito, la tripulación del Apolo XIII concedió a Omega el “Snoopy Award” (sí… el “Premio Snoopy”… suena un poco chorra, pero es así) en reconocimiento a la ajustada precisión de sus maquinarias.
Toda esta historia no es exclusiva. Al contrario: es bien conocida por los aficionados a la relojería. A mí me interesaba saber hasta qué punto la recogía la película. Y algo sale…
O sea, que ya saben: la próxima vez que vean a alguien con un Rolex… le cuentan esto y lo joden vivo. ¿No es encantador?
BENDITO SENTIDO DE LA PREVISIÓN
Lo que voy a contar, no sale en la película.
En 1961, dos integrantes del departamento de compras de la NASA se dirigieron de riguroso incógnito a una joyería de Corrigan, Texas. Compraron cinco cronógrafos (relojes con cronómetro) de gama alta y se los llevaron para los laboratorios de la NASA. Y allí empezaron las pruebas: los pusieron a 100 grados, después los congelaron, los sometieron a pruebas de vacío, los dejaron caer desde diversas alturas, los sometieron a procesos de aceleración y deceleración…
Las pruebas dieron como ganador al Speedmaster de Omega (el mismo que hoy en día anuncia George Clooney sin pudor alguno en varias películas). Con todo, la firma suiza de relojería aún tardaría cinco años en enterarse de que la NASA había nombrado a su modelo “reloj oficial para todas las misiones espaciales tripuladas”. Cuando les llegó la información, supieron que les había tocado la lotería. El Speedmaster fue el primer reloj –y durante décadas, el único- que se ha dado un garbeo por la luna.
El caso es que, cuando los del Apolo XIII tuvieron que regresar a la tierra con la nave hecha pedazos y sin la ayuda de la instrumentación de la misma (no tenían energía suficiente), tuvieron que fiarse de la exactitud del cronometro que llevaban en la muñeca para calcular el grado de inclinación correcto para entrar en la atmósfera. En este punto, el Speedmaster les salvó la vida. Meses después de aterrizar con éxito, la tripulación del Apolo XIII concedió a Omega el “Snoopy Award” (sí… el “Premio Snoopy”… suena un poco chorra, pero es así) en reconocimiento a la ajustada precisión de sus maquinarias.
Toda esta historia no es exclusiva. Al contrario: es bien conocida por los aficionados a la relojería. A mí me interesaba saber hasta qué punto la recogía la película. Y algo sale…
O sea, que ya saben: la próxima vez que vean a alguien con un Rolex… le cuentan esto y lo joden vivo. ¿No es encantador?
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