La ola

Tiene "La ola" junto a algunos fallos de guión (como el hecho de que el movimiento ideológico de "La ola" se desarrolle tan rápido y cale tan rápidamente en los muchachos) y algunas interpretaciones por parte de algunos actores algo flojas, una buena BSO y puesta en escena, algunas interpretaciones muy buenas (por ejemplo la del profesor), un guión excelente, y sobre todo un gran nivel de originalidad que la hicieron merecedora tanto de ser la película más taquillera del 2008 en Alemania como de ser una de las más exitosas en el festival de cine independiente más importante: Sundance.
De hecho, en el transcurso de los primeros minutos del filme ya nos damos cuenta de que La ola no es una película al uso. Nos habla del gastado tema de los fascismos y autoritarismos en general, pero de una forma mucho más original, dándole una vuelta de tuerca al asunto. No aparecen campos de concentraciones, no hay judíos ni nazis, no hay buenos o malos. La trama se sitúa en Alemania, en pleno siglo XXI, y gira en torno a una pregunta que realiza un profesor a sus alumnos: ¿es imposible que otra dictadura vuelva a implantarse en Alemania? Los alumnos ironizan con el tema y responden por unanimidad “no”. Tienen la lección aprendida y están hartos de machacar el tema: la dictadura nazi fue un despropósito aunque, según ellos, también irrepetible en el marco temporal en el que se encuentran, exento tanto de racismo como de circunstancias deplorables que motiven su estallido. Será entonces cuando el profesor Rainer, delante del escepticismo mostrado por los alumnos, iniciará un experimento sociológico basado en los mismos aspectos que propiciaron la aparición de los fascismos, de manera que en la película podremos ver diferentes escenas y situaciones plagadas de connotaciones, metáforas y paralelismos haciendo hincapié al por qué surgió, por qué no hubo una sublevación contra él y por qué hoy en día todavía hay gente que sigue fiel a sus ideas.

Extraña película que consigue resumir en apenas hora y media la génesis del totalitarismo en general y del nacionalsocialismo en particular. Tan simple como didáctica, “La ola” muestra de manera inteligente el lado seductor de la dictadura y de la violencia, el camino fácil que para muchos inadaptados y marginados supone que alguien les ofrezca un sitio del que formar parte, un grupo en el que integrarse y, en definitiva, algo que dé sentido a sus vidas aunque no sea más que una llamativa ficción, un lema sin sustancia, una bandera vacía, palabras rimbombantes dichas con la parafernalia adecuada en el momento oportuno.

“La ola” refleja como en los momentos más oscuros, los que no tienen nada escucharán a cualquiera que les ofrezca autoridad (o algo parecido), un rumbo y lo que sea que les diferencie del resto de una sociedad en la que no pueden integrarse. Es atractivo dejar que los demás piensen por ti y, sobre todo, que planteen todo en términos de enfrentamiento, de “nosotros” y “ellos”, de un conflicto artificial que refuerce los vínculos con el resto del grupo y no nos haga pensar demasiado en si se hay un proyecto de fondo.

Inteligente, reveladora, un ejemplo gráfico (con eficacia alemana) de cómo nace una banda, una secta o un movimiento fascista. Aunque sea soñar despierto, su proyección debería ser obligada en los colegios de España, aunque no esté subvencionada, el reparto no esté distribuido al 50% entre mujeres y hombres, no haya prostitución y no aparezcan homosexuales.

Con esta producción alemana queda demostrado una vez más que con pocos medios se puede realizar una película entretenida y pedagógica al mismo tiempo. Sin embargo, hay algún punto que juega en contra de la cinta:

1. Personalmente me resultan un tanto inverosímiles las participaciones de los chavales en clase, con unas participaciones demasiado breves. O bien el casting ha estado desacertado escogiendo a estudiantes tan mayores capaces en la vida real de razonar mucho mejor las respuestas a las preguntas del profesor.

2. Por otro lado, los personajes son demasiado lineales, el maestro inteligente y de buenas intenciones, el alumno desarraigado, el chulito macarrilla, la alumna perspicaz (que parece Lisa Simpson)... En fin, tratando de reflejar tantas vidas paralelas, la identidad de cada personaje queda diluida y el espectador no puede apreciar el auténtico cambio interior que el alumno experimenta con el experimento.

3. Me resulta paradójico que para demostrar en la propia carne del alumnado cómo funciona un régimen autocrático, el maestro siempre utilice un sistema democrático, es decir recurriendo constantemente a la consulta de sus alumnos hasta el punto de realizar unas votaciones abiertas.

Como siempre suele ocurrir, la realidad supera la ficción y la ficción no sabe cómo plasmar esa realidad. De nuevo el cine adultera los hechos por circunstancias poco claras, quizá asustado en esta ocasión de lo que supuso el verdadero experimento del profesor Ron Jones en Palo Alto en 1967.

Esos son los orígenes de «La ola»: una clase de historia contemporánea de alumnos de diecisiete años que se vieron inmiscuidos por completo en un movimiento de tintes totalitarios iniciado, instigado, estructurado y organizado por su profesor. Esto que acabo de explicar es muy importante, porque precisamente uno de los mayores errores de «La ola» es que el profesor Wenger no tiene ese papel tan activo; de hecho, parece que son los alumnos los que crean y dirigen el movimiento y no su tutor, quien no se entera ni de la mitad de lo que está pasando. Se supone que el profesor Wenger es el líder de todo el cotarro y se le pretende echar la responsabilidad de lo sucedido como instigador de un lavado de cerebro que se le va de las manos, pero si atendemos a la película las cosas no son así, porque no hay lavado de cerebro, ni un mínimo de adoctrinamiento o base ideológica, lo que repercute en la total falta de credibilidad de la historia.

De esta manera, vemos que en «la ola» hay una absoluta ausencia de ideas u objetivos. Es un movimiento vacío por completo, donde ni siquiera hay privilegios o castigos por parte del profesor que justifiquen la pertenencia al grupo, lo que ya es tratar a la gente como idiotas. Porque encima nos quieren hacer creer que una camisa blanca, un logo y un saludo son síntomas de fascismo que te llevan irremediablemente a la maldad. Es el fascismo de tres al cuarto hecho caricatura. Ayer yo era un muchacho muy bueno; hoy, porque pertenezco a «un grupo» muy bonito y unido (pero ¿por qué es «fascista»?), le pego a mi novia, le pongo los cuernos y discrimino a mis compañeros; mañana, que se ha acabado «el grupo», vuelvo a ser el mejor chaval del mundo... Venga, hombre.

El remate es el final con Tim, que parece estar puesto ahí, en una modificación de la historia original, para dar a entender que, en definitiva, los verdaderos fachas están mal de la cabeza. ¿No era esa la intención? Pues lo ha parecido.

Me he quedado bastante decepcionada. Lo peor es que la historia ya estaba hecha, solo tenían que adaptarla. Pero no se han atrevido y habría que preguntarse el porqué.

Sinceramente, no me creo nada.
En mi colegio nos poníamos de pie cuando entraba el de matemáticas. Menudo cabrón. También nos hacía ponernos de pie para decir algo. Nos desquitábamos dibujándole tragando pollas de par en par. Muy infantil la verdad. Pues sí, así es un colegio.
El problema es que el respeto a la autoridad y la ridiculización de la misma en algún momento entraban en conflicto. En mi colegio solía terminar la cosa en 3 días de expulsión o en doble ración de miembros. Y los compañeros no te miraban mal, se reían contigo. De hecho creo que soy más "naziable" ahora mismo, si me para un guardia civil siento el mismo cosquilleo, pero la sobrada me la guardo.

Con esto quiero decir que a un chaval difícilmente le puedes inculcar algo basado en el respeto a un adulto y el compañerismo como únicas armas. Ellos viven de ir en contra de lo adulto y de adoptar aquéllo que molesta al adulto. El compañerismo existe, pero no se alude a él.

Creo que todo sucede en la película demasiado rápido, y que muchas situaciones son irreales totalmente.

pd: En mi clase la de rastas al terminar el día no se iba al periódico, se iba a fumar porros.