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La soledad del corredor de fondo

Drama Colin Smith es un joven de clase obrera que vive en los alrededores de Nottingham. Un día comete un robo en una panadería y es enviado a un reformatorio. Una vez allí empieza a correr, y gracias a sus cualidades como corredor de fondo va ganando puestos en la institución penitenciaria. Durante sus entrenamientos reflexiona sobre su vida anterior y empieza a comprender que se encuentra en una situación privilegiada. (FILMAFFINITY)
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
21 de junio de 2015
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Esta película es un ejemplo de por qué nunca leo las sinopsis. Leyendo el título, cualquiera puede pensar que esta va a ser una historia sobre un atleta y su lucha por llegar hasta la meta, o algo parecido. Nada más lejos. Lo que tenemos en nuestras manos es un duro drama sobre la soledad de un joven abandonado a su suerte.

La película, dirigida por Tony Richardson en 1962, nos muestra a Collins Smiths, un chico que vive en una de las zonas más pobres de Inglaterra y que acaba de quedar huérfano de padre. La acción empieza con él dando con sus huesos en uno de los reformatorios más estrictos del país, en el que se utiliza el deporte como disciplina para canalizar la energía, y en cuál pronto destaca como un prominente corredor de fondo.

Pronto van a jugarse unas pruebas de atletismo contra un internado vecino, por lo que el alcaide somete a sus reclusos a un duro entrenamiento. Un alcaide más preocupado por el reconocimiento personal que por ayudar a sus internos, a los que utiliza como instrumentos para aumentar su ego personal. Gran interpretacion secundaria de Michael Redgrave, por cierto.

Todo el pasado de Collins, y las causas que le han llevado a esta situación se nos muestra a través de flashbacks, distribuidos a lo largo de todo el film, que nos ayudan a comprender mejor las razones de su conducta.
Porque tenemos delante nuestra a un chico que busca un lugar en un mundo que le ha dado la espalda, un chico solitario que sin quererlo se gana la envidia y antipatías de los demás, un chico al que todos le dicen que es lo que debe hacer, pero nadie le ha preguntado qué es lo que él quiere hacer.

La historia está excelentemente escrita, con unos núcleos narrativos bien definidos y claros. Los diálogos fluyen de forma muy natural, profundos desde la simpleza. Nos encontramos también con un planteamiento tardíos, en el que se nos dejan caer pistas sobre la realidad de la trama, pero que una vez coge ritmo se ve incapaz de parar.

Sobre el apartado técnico, lo primero que hay que mencionar es la fotografía, y un blanco y negro en el que se le da mucho juego a las luces y sombras, e impresionantes exteriores de los bosques ingleses. Notable tambien el uso de los planos detalle y encuadres simétricos, que abundan pero sin caer en la tentación de abusar de ellos.
De vez en cuando nos encontramos recursos, como la aceleración de escenas, y efectos como las cortinillas, que nos ofrecen una comicidad disonante a la crudeza de la trama.
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Minstek
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21 de julio de 2016
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"En nuestra familia siempre hemos corrido. Sobre todo huyendo de la policía. Es difícil de entender. Sólo sé que hay que correr. Sin saber por qué. por el campo y el bosque. Y ser el ganador no es el final. Aunque la gente anime hasta quedarse tonta. Así es la soledad del corredor de fondo."

El film retrata la realidad de los menores infractores de los años 60: la imposibilidad de la educación mediante los métodos establecidos y posterior intento de reinserción en la sociedad a través de los reformatorios y los sentimientos de inconformismo que provocan sobre los jóvenes.
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Xriminef
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15 de octubre de 2017
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Tony Richardson saca un gran partido al relato corto del joven airado Sillitoe.
La difícil adaptación de La soledad del corredor de fondo lo resuelve su director apoyándose en una soberbia actuación de secundarios que se nota curtidos en la escena teatral y la más que correcta de T. Courtenay.
El otro pilar en el que se sustenta la cinta es el acertado traslado de la estructura social al microcosmos de un reformatorio con toda la carga simbólica de situaciones, traslado de personajes y todo el mensaje que el espectador quiera interpretar,
Tony Richardson elige a este rebelde proletario con causa marginal del lado de acá del charco para mostrarlo en genuinos escenarios callejeros, suburbios fabriles, en su asfixiante hogar, en una playa o corriendo por prados y bosques de Nottinghan todo ello conforma los mejores encuadres de la película.
Es de agradecer que Richardson no se excediera en la proliferación de escenas deportivas tentadora inclinación dada la singularidad del personaje.
Película entretenida, con su toque policíaco, carcelario, social que entronca con el cine que se estaba haciendo en Francia y con el realismo costumbrista de la española Los chicos.
José Miguel
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28 de mayo de 2021
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La vida puede ser una carrera a ninguna parte, aunque te estén señalando cuál es la dirección que debes seguir, como así lo han hecho los que te preceden. Detenerte es rechazar esa ilusoria dirección que no es sino un engaño que alquilará y anulará tu vida hasta tu muerte. Colin Smith (Tom Courtenay), el protagonista de La soledad del corredor de fondo (The loneliness of the long distance runner, 1962), de Tony Richardson, deseaba, cuando era niño, perderse. Pero dando sus primeros pasos como adulto ha constatado cuán difícil es lograr perderse. Hay quien le señala que tiende a huir. No corre hacia una meta o propósito, no para ganar ni lograr algo, sino que simplemente huye de un entorno, un modo de vida del que no quiere ser partícipe. Ya ha avistado que la vida de los adultos, a su alrededor, se define por un mismo patrón. Las relaciones maritales se deterioran progresivamente, y se convierte en una rutina de bilis y entumecimiento compartidos, como su madre reprochaba a su padre que no trajera el suficiente dinero a casa y él le reprochaba a ella sus flirteos con otros hombres. Colin no quiere esa vida, no quiere que su vida sea como la de su padre, un obrero de tantos que embarga su vida para conseguir un raquítico salario. Ya percibe los engaños de lo que no será, como los muebles expuestos en el escaparate de una tienda. Colin, en suma, es un joven de extracción social baja que no ve nada claro su futuro, o que no acepta aquello a lo que está destinado, una casilla ya predeterminada. Colin quiere huir de esa prisión no visible, aunque no sabe cómo.

La narración, tras presentarle corriendo, emblema de su circunstancia vital, comienza con su reclusión un reformatorio por robar un dinero en una panadería. La estructura del relato combina tiempos, los de la estancia en el reformatorio con su vida anterior, o un sutil modo de mostrar causas y efecto (de una resistencia), y asociar dos tipos de reclusiones. En el reformatorio, otro espacio roturado donde cada uno tiene su posición adjudicada, el director (Michael Redgrave) le plantea, por sus cualidades de corredor de fondo, representar a la institución para ganar una carrera contra un colegio de niños ricos. Esa oportunidad, por añadidura, implica poder acceder a una posición privilegiada. Si destacas puedes acceder a los privilegios de los que disfrutan los de clase dominante. Para los otros chicos, provenientes de su mismo entorno, se convierte en un esbirro. El deporte también era el medio por el que el jugador de rugby Machin (Richard Harris) conseguía acceso, en El ingenuo salvaje (This sporting life, 1963), de Lindsay Anderson, a los lujos y placeres inalcanzables para la vida de privaciones de los nacidos en un entorno de extracción social baja, la vida de los obreros y peones que miraban la vida desde la distancia, como Colin mira desde una colina, junto a Audrey (Topsy Jane), la chica que le gusta, la grisura de esa ciudad de la que quiere huir. Por eso rechaza el empleo en la fábrica de su padre, fallecido recientemente, aunque para él su vida era la de un muerto desde hace décadas atrás, desde que aceptó que su restringida casilla de vida de privaciones era ineluctable. Colin quema un billete del dinero recibido por el seguro, tras la muerte de su padre, porque lo considera la ilusoria recompensa que intenta disimular un sometimiento.

Colin roba como si eso fuera el acceso a otra realidad, aunque más bien es el gesto de quien no quiere resignarse a ser lo que la falta de oportunidades de su posición en el entorno le determina. Entre las dunas, junto al mar, por un momento fuera de la realidad, comparte su insatisfacción con Audrey, sus ansias de no vivir esa vida que siente como predeterminada. Dunas, un espacio cambiante, y un diseño de vida al que no quiere ajustarse aunque no sabe cuál es la línea de puntos con la que perfilar la vida que desea, y que sienta controlar, no programada por una estructuración social en la que le ha tocado en suerte una posición de salida en las posiciones más bajas. Para Colin solo quedará el gesto de sublevación o disidencia. La resistencia a ganar la carrera, aunque pueda hacerlo, es una forma de rebelarse ante un sistema que le sojuzga y convierte en cosa, en alguien que se convierte en algo si acepta su lugar en el mundo. La victoria significaría sumisión. Aunque corra contra los estudiantes de clase alta, ganarles no implicaría sino derrota, ya que significaría que acepta unas reglas de juego. Si gana es un privilegiado, porque le concederían esa distinción por ser un ganador, por disponer de unas determinadas cualidades en una de las diversas competiciones de la vida. No quiere ser un esbirro.

Alan Sillitoe fue una figura fundamental para el Free cinema, uno de los grandes literatos de aquella generación de Angry Young men. Su relato La soledad del corredor de fondo (Debate) y su novela Sábado noche, domingo mañana (Impedimenta) sirvieron de base para dos obras marcadas por una ilusoria luminosidad (una luz que ciega los ojos), dos retratos de jóvenes de baja extracción, un obrero (y sus contradicciones) y alguien que se niega precisamente a ser un obrero. No fue el único. Las excelentes novelas de John Braine y David Storey, Un lugar en la cumbre (Impedimenta) y El ingenuo salvaje (Impedimenta), dirigidas respectivamente por Jack Clayton y Lindsay Anderson, fueron adaptadas en otras dos de las mejores obras de aquel efímero movimiento cinematográfico que mordía en la yugular de un sistema clasista (o definido por unas desorbitadas desproporciones en la disposición de poder adquisitivo).
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cinedesolaris
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5 de septiembre de 2022
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Estupenda película británica, con una historia dura, de crítica social, de rebeldía juvenil, con un buen argumento, diálogos, interpretaciones, destacando la fotografía y el montaje del final (final que puedes eperar pero que lo hace "especial". Una película que ahora puede parecer que haya envejido no muy bien, pero que la temática y los pensamientos, por desgracia, siguen siendo muy parecidos. Y no le pongo más nota porque tiene una banda sonona que me parece horrorosa, con buenos temas de jazz pero que no pegan ni con cola con las imágenes; con unas melodías "infantiles" cuando pretende qu sea gracioso, acompañando esto último con un aceleramiento de las imágenes. Esto me pudo. Por lo demás, casi un clásico.
Flacdam
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