Parásitos

La verdad, aunque todo el mundo parece estar fascinado, no es que me impactara mucho. Tiene sus momentos y la trama es inteligente, pero de ahí a decir que es una obra maestra... no sé. Igual me he perdido algo o simplemente esperaba demasiado por todo el hype y los premios.

No me malinterpretéis, es una buena película y todo eso, pero no la encontre tan extraordinaria como muchos dicen. Ahora mismo no creo que me vaya a quedar ninguna escena en el recuerdo como en otras 'obras maestras'.

Bueno, quizás le dé otra oportunidad más adelante, a ver si cambio de opinión.

La metáfora del parásito utilizada por el filme coreano ha sido malinterpretada por la mayoría del público no experto en cine. El verdadero parásito es Bong Joon-ho, el cual logra atrapar 254 millones de dólares americanos de los bolsillos de un gran número de sucias ratas ignorantes.
Lamento profundamente la deriva generacional por la que está pasando los Oscars en este momento, en este momento esta celebración del marxismo cultural imperante en occidente se ha convertido en un akelarre de lo políticamente correcto.
Cada año, asistimos al más explícito lamebotismo a todo aquello que se tilde de "progresismo". Este evente es una muestra más de la profunda endofobia imperante en los Estados Unidos de America.
Lo único bueno del largometraje es el final, puesto que puedes huir de la sala de cine, teniendo la oportunidad de intentar borrar ese trágico recuerdo.
Parece que los nuevos filmes están a cargo de Soros y el Lobby Multicultural el cual decide nuestros gustos y nos intenta manipular a su antojo, menos mal que no todos caemos en sus evidentes trampas.

Entre los numerosos defectos de la película, la mayoría ligados al guión, uno destaca por encima de todos, y es su insoportable clasismo. La magia creada por la crítica y los premios se esfuma una vez empiezas a comprender el leitmotiv que sustenta la trama: los ricos son ricos porque tienen talento y se esfuerzan, y los pobres son pobres porque son vagos y toman decisiones estúpidas; y lo que es más, no tienen escrúpulos y son capaces de cualquier cosa con tal de salir del fango, por lo que más te vale no confiar en ellos o acabarás mal. Un mensaje digno de telefilm barato norteamericano basado en el miedo, del tipo "la niñera quiere robarme a mi marido" o "el nuevo inquilino me quiere matar", pero destinado a las clases altas.

Así, la película muestra a los ricos, representados por los Park, como personas bondadosas, afectuosas entre sí, y un tanto naïfs, mientras que los pobres, los Kim, son egoístas, mezquinos y con clara tendencia a la violencia. El clasismo que destila es de tal calibre que dudo mucho que una cinta semejante pudiera haberse rodado en Europa o Estados Unidos, y mucho menos gozar del favor de la crítica especializada. En algún momento del proceso a algún ejecutivo le habrían saltado todas las alarmas, pensando, no sin acierto, que quizá no sea buena idea insultar a las personas que van a ir a ver tu película llenándola de rancios estereotipos clasistas. Y si no, ya se habría encargado el público de recordárselo más tarde.

Pero es que además, la trama carece de sentido. La película está repleta de giros de guión absurdos y mezcla al tuntún diferentes géneros, sin llegar a funcionar plenamente en ninguno de ellos. La etiqueta que más se aproxima al espíritu del film es la de comedia negra, pero los chistes no hacen ninguna gracia y bajo ningún concepto se puede decir que la película sea divertida. Tampoco funciona como drama, pues los protagonistas no despiertan la mínima empatía y las situaciones que se les presentan son del todo inverosímiles. Y por supuesto, nada tiene de drama social, a no ser que ahora el género haya pasado a denunciar lo dura que es la vida de los ricos y poderosos.

El éxito de Parásitos en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa es para mí un enigma. Su bella fotografía y su montaje ágil, sin duda los puntos fuertes del film, no ocultan su trama inverosímil ni su mensaje terriblemente clasista, ni justifican por sí solos su excelente acogida por el público y la crítica.

Una comedia negra que nos sitúa en la disyuntiva de reírnos o escandalizarnos ante lo que estamos presenciando. Una trama inteligente llevada de manera magistral donde hay más metáfora de lo que parece a simple vista (como uno de los protagonistas dice en un par de ocasiones, "todo es muy metafórico"), como una habitación secreta escondida en el sótano de una casa. Las relaciones de poder, los condicionantes económicos, la necesidad que se aferra como una roca y de la que resulta imposible escapar, la rabia de que para los privilegiados la peor tragedia no tenga ninguna consecuencia y el odio que despierta su egoísmo y su soberbia... Peliculón a muchos niveles.

Lo mejor: la angustiosa situación de la familia protagonista antes de recibir determinada proposición resulta tan poderosa como metafórica, transmitiendo una compasiva humildad que se prolonga hasta la conclusión de la cinta; la metodología educativa a la que se recurre reclama con rotundo éxito la entera atención del espectador, basándose ésta en un concepto de vigorosidad tan genuino como el significado que se otorga al de simplicidad para describir a cierto personaje femenino; la tensión sonora es el preludio de la visual, siendo la narración un auténtico primor cuyos giros argumentales incentivan sobremanera el visionado de una película que, elegante e ingeniosa como el empleo del código morse, no deja nada indiferente.

Lo peor: el contraste de clases se acentúa tanto que se desvirtúa por completo, poniéndose desmesurado énfasis en evidenciar que la apariencia cobra tanto o más valor que el propio saldo bancario en la sociedad; la interrelación entre los personajes se podría tildar de precipitada, no teniendo sentido lógico alguno amén de servir como excéntrica justificación del clásico componente humorístico de las propuestas niponas; la secuencia erótica que desemboca en el cruento final no tiene la menor cabida entre tanta brillantez, antojándose tan burda e impropia del talante denotado como la superficialidad de la afirmación explícitamente citada “sin un plan nada puede salir mal”, ya que la alegoría al descontrol contradice la esencia del metraje mismo.

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl