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Detour

Cine negro. Thriller. Intriga La vida de Al Roberts, un pianista de Nueva York, se convierte en una pesadilla cuando decide hacer auto-stop para buscar a su novia que vive en Los Ángeles. Lo que Roberts no puede imaginar, es que su periplo se verá envuelto en una serie de problemáticos acontecimientos que acabarán arrastrándolo a una situación límite. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
13 de noviembre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Desvío es un claro ejemplo de Serie B estadounidense de mediados de los 40 con elementos característicos del cine negro pero con unas carencias de guión importantes que manchan inevitablemente el encanto del cine negro de Serie B de la época. Encontramos diferentes elementos clásicos del cine negro como la figura de la “femme fatale”, la utilización continuada de la voz en “off”, o la estética demacrada y despreocupada del protagonista. Una cinta, puro producto Serie B, carne de cañón de las estrategias comerciales de los Majors, los mencionados “Block Booking”. Un film de estética barata pero que podemos considerar bueno, sus aspiraciones son interesantes y nobles pero un poco echadas a perder por un desarrollo del guión un tanto inestable. Su estética y su historia me ha gustado y aunque sea un tanto fácil y a ratos inverosímil resulta atractiva y entretenida de cara al espectador. Un film rodado íntegramente en unos escasos 6 días de trabajo. La intriga que desprende consigue captar rápidamente la atención del mismo y bajo esa estética, siempre atractiva, del “Road Movie” nos clava en el sofá durante los escasos pero intensos 67 minutos de metraje.

El protagonista encarnado por Tom Neal es un pianista que trabaja en un local de Nueva York junto a su pareja que es la cantante. Un buen día ella decide marchar para ascender profesionalmente en su carrera rumbo a Hollywood. El protagonista no soporta su ausencia y al no disponer de recursos suficientes decide ir hacia L.A. en busca de su amada haciendo auto-stop. Una correlación de sucesos inverosímiles y de una causalidad demasiado forzosa hacen que ese viaje se convierta en una auténtica pesadilla. El guión es forzado ya que la causalidad que nos presenta el director Edgar G. Ulmer resulta difícil de creer.

Las interpretaciones son correctas pero salvando a Ann Savage el resto no seducen ni maravillan a nadie. La mencionada actriz simboliza notablemente el papel de “femme fatale” muy característica del cine negro. La primera acción que empieza a descolocarme es ese repentino cambio de opinión del personaje a la hora de irse a L.A. ¿La chica de la que estás enamorado te pide ir con ella y rehúsas la invitación para días después ir solo atravesando el país haciendo auto-stop? Primer síntoma inequívoco de que estábamos ante un guión que cojearía irremediablemente…
¿Un pianista con trabajo que vende todas sus pertenencias y posesiones no tiene mejor opción que ir a L.A. haciendo auto-stop y no tiene dinero ni para cenar? ¿En que se ha gastado el dinero este hombre? Seguimos con el festín de incongruencias…
¿Por qué los focos del coche no llegan a iluminar la carretera? ¿Van en conduciendo en un descapotable y el aire no les mueve el pelo ni las corbatas? Es imposible conducir así…sin duda, con elementos tan claros es imposible no identificar esta cinta como Serie B.

(Continua en SPOILER)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Xavi Bergman
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7 de enero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El de la mala suerte es uno de los temas recurrentes del noir, sobre todo de ese cine negro que se desprende de las figuras del detective o policía de turno y fija su atención en los perdedores y psicópatas que pueblan los bajos fondos. A veces toma el rostro de una femme fatale que lleva al protagonista a la perdición, otras simplemente toma la forma de un desvío, de una ruta hacia la nada de la que es imposible escapar.

Hablamos, más que de azar, de un sentimiento de fatalidad que se adueña de los personajes, hundiéndoles en la desesperación, conduciéndoles a través de un aire de pesadilla hasta el sueño eterno.

También es probable que todo sea un engaño, pero esa posibilidad, por racional, resulta mucho menos apasionante.
Jackie Daytona
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9 de junio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al Roberts (Tom Neal), un pianista de Nueva York cortito de dinero, es recogido en autostop por Charles Haskell (Edmund MacDonald), cuando iba a reunirse con su novia (cantante en su número de piano) que se había trasladado a Hollywood a probar fortuna en la industria del show bussines, cosa que sabemos por la voz en off de Al sobre imágenes que van recreando lo que este nos cuenta desde ese arranque de la película en el que le vemos huraño, con barba de varios días, mal encarado y evidentemente desnortado.

Siguiendo con los flashback utilizados por Edgar G. Ulmer para contarnos la historia, entramos en una montaña rusa de fatalidades y huidas precipitadas hacia delante, cuya génesis es la muerte accidental de Haskell cuando había dejado conducir al autostopista Al para echar una cabezada, y las decisiones por este tomadas ante su suposición de que nadie iba a creer la verdad de cómo se produce esa muerte, y la certidumbre de tener todas las papeletas para ser tomado por un autoestopista asesino.

Para acabar de complicarle las cosa al bueno de Al, aparece en su camino Vera (Ann Savage), una bella y con aspecto de baqueteada mujer, a la que recoge en el coche presentándose como el difunto (hasta aquí vemos a Al como un tipo que se las prometía, si no muy felices, si sorteando la mala suerte y con la esperanza de llegar a reunirse con su novia para después abandonar coche e identidad suplantada), y que resulta ser una pérfida buscavidas aficionada a la botella y más bien ida de la olla, que por ironías del destino y casualidades de la vida, se transforma en la peor pesadilla de Al, tanto en los métodos de esa espiral delincuencial en la que atrapa a este, como en el delirante proyecto que ante su pasmo y pánico pretende embarcarle.

Sigue en spoiler por falta de espacio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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10 de julio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli la vi por primera vez en los 90, algún lunes a las tantas de la noche, en el extraordinario programa "Que grande es el cine" de José L. Garci. También de los 90 era un buenísimo programa de Antena 3, "Al ataque!", donde aparecía el personaje Pepe Gáfez (auténtico avatar del cantante José Vélez), quintaesencia de la mala suerte, y que parece haber tocado con su dedo fatídico al pobre protagonista de este film.

La película, de neta serie B (hay críticos que la consideran la mejor peli de serie B de la historia), se mueve entre el cine negro y la road movie, y no desagradará a los amantes del género. Dirección magistral de Edgar G. Ulmer y actores de segunda fila que lo bordan, en especial Tom Neal, el malhadado pianista que refleja en su rostro toda la impotencia y desesperación ante lo inevitable del destino.

Ante semejante panorama, ¿qué podemos decir?. "Que mala zueeeeeerte, chato!".
cherburgo
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27 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que conocí porque Martin Scorsese la reivindicaba en sus documentales sobre el cine negro americano. De todos los clásicos inmortales que nombraba la citaba con especial cariño.
Realmente es una película extraña, apenas sobrepasa la hora de duración, su trama es casi inverosímil y en su reparto lleno de caras desconocidas no destacan por su especial carisma. Sin embargo la película se visiona como una exhalación. Es atractiva.
Los motivos: abusa tanto de las señas de identidad del más prolífico cine negro que la hace, seguramente el tiempo ayuda, a que sea hipnótica, sobretodo para los amantes del género. Una fotografía sugestiva en blanco y negro, una voz en off omnipresente al más puro estilo Dashiell Hammett, mujer fatal, caprichos del destino. Todo lo que un amante del cine espera de uno de sus géneros preferidos.
waldeker
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