E.T. el extraterrestre

Una de las películas más fantásticas y preciosas de todas, que te hace reir y llorar a la vez, y en la que ingenio y entretenimiento van de la mano todo el tiempo, sin flojear un momento.
Nunca un extraterrestre había dado tanto cariño en la gran pantalla.

Más vale que de verdad esté aquí mismo, porque no quiero que se vaya nunca.

Imperdible y preciosa historia.

Me quedo sin palabras ante esta obra de arte... aun siendo de los 80 (peor presupuesto que el de actualmente), es una película con una esencia muy intensa, que llega a cualquier tipo de público, con unos efectos especiales muy buenos para su época.
Para mí, su principal argumento a parte de lo obvio, es el sentido de la amistad, esa bonita amistad que se forja entre dos seres de diferentes planetas.
Con esta película reirás, llorarás, y sí empatizas con los personajes volverás a sentir esa amistad verdadera y sana sin conveniencias... puro amor!
Aunque suene típico, ya NO se hacen películas cómo las de antes, cierto es!

Volver a revivir esta película treinta años después es un autohomenaje a una gran influencia de la infancia, un montaje que hace mirar al firmamento y creer en una luna creciente, a pesar de ser una cinta ilógica tiene la esencia de la vida y es capaz de dibujar a los humanos como a los extraños, juegos de luces y críos con una chispa artificial con la que de sobra se sabe juguetear, la madre les deja jugar con dinero pero no encargar pizzas, pero se genera una atmósfera aventurera que ha perdido, pero hace recordar.

El toque dramático familiar clásico y el contacto con la ternura y la curiosidad, hay que tener en cuenta que es la favorita de cuando pequeños, los hombres de linternas añaden la intriga, la comunicación y las emociones compartidas, la amistad y el humor, E.T. se ha quedado para hacernos pasarlo bien con sus expresiones y poderes, un ser capaz de revitalizar con su carisma, aprende y se adapta.

Una sucesión de secuencias inolvidables para volver a mi casa teléfono, la magia invade que la madre no le deje vestirse de jipi pero no le castigue por montar la revolución naturalista en clase, supuestamente estando borracho, el vuelo en la luna llena de Halloween y la no tan fácil habilidad para imprimir dolor, E.T. nos pone a prueba, el humano amenaza, llegan equipados como si fueran a pisar la luna para amedentrar, Spielberg siempre busca amplificar esferas, pero lo cierto es que la separación, la sincronización y la protección tienen una sensiblería que calca en el espectador, son trucos sentimentaloides que se siguieron en toda su carrera porque funcionan, porque enganchan, otras también juegan con la fuerza del amor como máxima insuperable, además, luego deja libre la burla y la satisfacción, y la suerte que tuvo E.T. de no caerse de la canasta...

Hay películas que con el paso de los años siguen sorprendiendo y estarán siempre presentes, pero otras, como ésta, el paso de los años descubre su trampa y su cartón.
Esta película queda hoy día, pasada la época, y es la verdad, como un cuentecito de Navidad del tipo americano: sensiblera, medio mágica y con el correspondiente despliegue de medios científicos y policiales acorde al Estado que más se preocupa de su seguridad para crear los aires de autenticidad.
Hoy día se echa de menos que no se tuviera el debido cuidado en los aspectos más importantes del argumento. Después de los minutos iniciales, los que realmente intrigan, el cepo que atrapa a los espectadores, la película cae cuesta abajo y se desmorona. No se supo calibrar, no hubo visión de futuro.
El muñeco ET, un bípedo vertebrado que se desplaza caminando, no puede tener las patas tan cortas, coño. Parece un pingüino, a pesar que se le supone una evolución mayor, allá de donde proviene. Si el pingüino, que es un ave que bucea estupendamente porque se alimenta de peces, tuviera su hábitat en la tierra desde el principio, sus patas serían tan largas como las del avestruz. Un error de diseño, pero sobre todo de la imaginación que faltó a espuertas.
El despegue de pista del escuadrón bicicletero, al mando del caza con capota de bebé, ocasionó que en su día el espectador infantil, adolescente y demás, se preguntara a qué imbécil se le habría ocurrido tal idea para resolver esa secuencia. Sólo faltaba que se hubieran chocado con Mary Poppins.
La constante presencia de los niños ante un muñeco que se comunica como si fuera un turista que se ha perdido a la salida de un parque temático, y no entendiente el inglés, nos acerca más a un guiñol que a un ser venido de otros mundos, y nos impidió tristemente el poder saborear cierta intranquilidad, un velo de misterio, una palpitante espera de una escena sorprendente... Nada.
En su día, me decepcionó, como digo, su acomodo en la magia sensiblera y apocada.
¡Que venga Depredador!

¿Quién iba a pensar que un muñeco tan feo podría generar tanto fanatismo, amor y devoción como el E.T.? La capacidad creativa de Spielberg sobrepasó límites insospechados para un director -en aquella época- tan joven, pasó de lograr cuotas imponentes de terror con una torpe máquina -un terror que hoy el 3D de pirañas y no sé que más no pueden ni imitar siquiera- a hacer llorar a medio mundo con este extraterrestre "feito".

No caben dudas de que Spielberg es un artesano muy inteligente pero pese a las grandes alabanzas que recibió esta película, y a la nostalgia indiscutible que les remite a muchos, a mí no me conmueve. No logra emocionarme por varias razones. La primera, lo mal que introduce el director al personaje, todo empieza en esa confusa escena que intenta generar intriga pero que se "deschaba" sola al mostrar claramente a E.T. de manera precipitada. La segunda, y probablemente la más importante, lo molesto que me resulta su montaje, no es que esté mal hecho, pero es molesto a la vista, encuadres muy contradictorios son montados uno a continuación del otro de forma bastante extraña, y en cuanto a la linealidad narrativa, la edición tampoco aporta demasiado. Y la tercera es un claro abuso de la grandilocuencia en la historia, detalles como la llegada de los agentes vestidos casi de astronautas como si E.T. fuera tóxico, la búsqueda del comienzo, la entrada absurda a la casa, o el final en si mismo.

Por supuesto también tiene puntos a favor. Su mayor mérito es hacer de E.T. un personaje mudo, porque estéticamente el "marciano" no se aleja mucho del dibujo convencional -ojos grandes, cabeza más grande que el cuerpo, baja estatura y piel similar a la de los reptiles- excepto porque no es verde. Pero la característica de que no hable inglés le aporta mucho porque le permite jugar con la interacción corporal, con el malentendido y lo mejor le justifica muchos gags y muchas escenas emocionantes de esas que Spielberg cuando se pone las pilas filma con absoluta maestría como mi favorita: el homenaje a "El hombre quieto" (John Ford, 1952). El recurso de no mostrar al personaje de Coyote hasta el final es interesante pero termina por desaprovecharlo porque cuando finalmente entra en escena resulta soso y poco impactante -es muy previsible su rol-, tampoco aporta la actuación del propio Coyote que deja bastante que desear.

Hablando del reparto hay que destacar la dulzura de esa niña llamada Drew Barrymore, descendiente directa de una familia de talentosos actores. Wallace en un rol un tanto menor -la cinta es de los niños- alejado de su género -el terror-. Thomas con un protagónico que seguramente fue el mejor de toda su carrera, y el otro hermano acompañando correctamente.

Me sorprende la fotografía que está lejos de la calidad que suele mostrar Spielberg, excepto por algunas escenas como la famosa bicicleta voladora o la postal rojiza con el faro, el resto no destaca nada y en interiores deja bastante que desear para mi gusto; tal vez porque el fotógrafo no es Kaminski -su habitual colaborador-. Otro detalles es su sobrevalorada BSO que a mí no me seduce demasiado, no digo que sea mala pero está lejos de los mejores trabajos de Williams, la partitura de Nitzsche para la pastelosa "Reto al destino" (Taylor Hackford, 1982) se merecía más el premio.

Lo mejor: el personaje de E.T. y su perfil narrativo.
Lo peor: resoluciones que se alejan mucho del "realismo" que propone el propio guión.