Sabrina

¿Qué hace mágico al cine? Que nos hace vivir a través de la pantalla otra realidad de la que nos gustaría formar parte. Billy Wilder en Sabrina lo consigue.
Intento llegar a una película lo más descontaminado posible. No quiero saber su argumento y eludo, todo lo posible, los comentarios sobre la misma.
En Sabrina a los dos minutos de comenzar la película Wilder nos ofrece un bello encuadre: Una joven encaramada como una gata en un árbol observa una fiesta de la alta sociedad enmarcada en la propia rama del árbol. Desde esa poética fotografía, a los dos minutos, sabemos que va a ocurrir en cada escena, en cada instante de la trama. Condiciona ese conocimiento hasta el papel que representan cada uno de los personajes, en definitiva lastra tanto la película que llega al tedio consolándonos en que llegue pronto al final cantado en el minuto dos.
La virtud de Wilder en Sabrina es hacernos olvidar el amargo fruto de la realidad.
Ya sabemos que los ricachones caen mal y son repulsivos, que Sabrina hubiera acabado de vuelta al pueblo embarazada o tras abortar, que no existe el príncipe que se case con la humilde campesina pero en Sabrina Wilder nos hace olvidar esa realidad con la colaboración de una Audrey H., eterna adolescente, todo ojazos que sabe utilizar en su profesión de actriz y da la talla como ingenua e inocente niña enamoradiza.
Bogart realiza un papel por encima de la media de sus actuaciones. Enfatiza la diferencia de edad pero es tan plano, incluso en esas subidas de cejas que no logra destacar el engaño de la realidad si no es explícitamente de propia voz.
Cary Grant fue en primer lugar el actor elegido para el papel de Bogart declinando la oferta. Cary hubiera conseguido con un par de gestos hacer cómplice al espectador del juego amoroso. Una pena no recrearnos una vez más con él aunque ni él hubiera levantado esta película.
Hubo cierta polémica con el vestuario de Audrey H. encargado a Hubert de Givenchy que no aparecía en los créditos de lo cual se benefició la encargada de vestuario Edith Head que tan solo había adaptado los bocetos para el taller.
La nueva apariencia de un personaje para hacerlo más sofisticado se circunscribe a la simpleza de añadirle un gorro en forma de casco y un perro faldero que son los detalles que sobresalen por encima de su traje.
El desfile de vestidos de princesa resulta fetichista llegando a ser rutinario, tan solo acierta cuando en una escena relevante aparece como lo que representa una veinteañera delgadísima y que es lo más adecuado y atractivo para la figura de Audrey H. en todo ese lujo de Givenchy.
Una tras otra las escenas de Bogart y Audrey, hacia la mitad de la película, se suceden adaptando casi literalmente la obra de Broadway en la que se basa. Parece que Wilder incluso tuvo que pedir a Audrey H. que fingiera estar mala para adelantar el guión a ese día, lo cual hizo adaptar lo justo para el cine las escenas de teatro sin más complicación.
Como dijo Wilder "Yo reescribo guiones" y eso es lo que hizo con Sabrina para que el espectador estuviera sentado en el patio de butacas ¿de un cine o de un teatro?

De ricos para ricos.

Ejercicio de la mas antiséptica comedia romántica, basada en la fama de sus actores y la desmedida cantidad de dinero empleada en su filmación. Sin duda creó escuela y lleno cines dejando enormes beneficios, además del Oscar al mejor vestuario; menos mal que no fue otro.

Calculo que la recordaré semana y media. Aunque bueno eso facilita su revisión, ya se sabe que es de Wilder, pero no es de las que viven para siempre. No para mí. Lo mejor son los tres o cuatro chistes de rigor, eso y que Linus se genializará con el tiempo convirtiéndose en C.R. MacNamara.

Por cierto Sabrina cambia cual gusano transformado en mariposa. ¿Qué mujer no lo hace tras cortarse la coleta?. ¡Es imposible reconocerla!

Pero entonces ¿es mala película?
¡Qué va en absoluto!

¿O sea, que es buena?
¡Qué va en absoluto!

Otras afirmaciones inauditas sobre el tema:

Tiene la profundidad emocional de un sándwich mixto.

Me ha dado tiempo a recortarme la barba a tijera mientras la veía.

Marilyn Monroe estaba mucho mas buena. A esta chica le falta pecho... joder que asco ¿cómo puedo ser tan superficial?

¡Esto es una obra maestra!

Un mundo como el que plantea Wilder es mejor que cualquier utopía imaginable, un lugar en el que los burgueses tratan de manera tan cordial a la hija de un empleado y todo son sonrisas y buen rollito. Sé que se trata de una comedia-ficción, como tantas otras, y que hay que tomar distancia, si no es así no se puede tragar bien. A menudo que sea imposible el contenido de una película nos es igual, en este caso, con esta ñoñez de "Sabrina", a mí no me da igual. Queda inaugurada la etiqueta de comedia romántica que por desgracia traerá títulos tan horribles, tan parecidos, con tramas tan parecidas que la verdad, yo no puedo aplaudir esta "Sabrina", todo lo contrario, la abucheo moderadamente.

A mí que la actriz de turno, en este caso la bellísima Hepburn, sea paradigma de sentimientos elevados, de sencillez a la vez que de cordura me parece de lo más aburrido, no entra en mi esquema de gustos porque su perfección más bien me resbala. Y en fin, que se enamoren dos hermanos más acaudalados que Bill Gates me importa bien poco, la trama y el desenlace están vendidos desde el principio. En parte salvo de la pira total a Wilder porque reconozco que las cosas sabe hacerlas bien y sobre todo por el optimismo que derrocha. Porque que la película a mí no me guste no significa que pueda reconocer que está bien hecha, además aparece Bogart, que sólo con un gesto, con su presencia, rellena más que con todos los minutos de la Hepburn. Y de ese optimismo, ¿qué puedo decir?, la hija de un chófer arregla su vida y la del jefe millonario, y la del otro hermano, y la de la empresa, y la familia... Existir en un mundo como el que Wilder nos presenta merece muchísimo más la pena que vivir en el actual.

¿Qué podía salir del trio Billy, Humphrey, Audrey? El culmen del entretenimiento.

De humor grotesco y suspicaz, Sabrina cuenta la historia de una chiquita enamorada de uno de los dos hijos una rica y poderosa familia, pero ella es la hija de su chofer y parece que eso no puede funcionar. Decide ir a Paris para aprender algo de cocina. A parte de cocina aprende más cosas allí y cuando vuelve todo es muy distinto.

Bonita historia que uno no se cansa de ver. Audrey, que inocentemente ve como juegan con ella, tendrá que aceptar su destino, aunque al final quizás sea distinto de lo que esperaba.

Hay películas que son mero adorno de los actores, y me parece a mi que «Sabrina» es una de ellas. También es una historia de amor, pero una historia un poco desaprovechada.

Billy Wilder quiso convertir a Audrey Hepburn en un referente, y lo consiguió por vete tú a saber qué motivos. No es que sólo sea la protagonista, es que además se la mima, se la viste de Givenchy, se la peina, se la enfoca con detalle, se la acaricia, se la enaltece, se la alaba, se la ama. Y ella, siempre lánguida y elegante, tan etérea que en cualquier otra circunstancia podría ni existir, se constituye en icono. Personalmente y por lo que he visto de ella, no siento una simpatía especial hacia la Hepburn, pero tampoco abierta antipatía.

Quien sí tiene toda mi admiración es Humphrey Bogart, que ya contaba entonces con 55 años de edad. Físicamente hablando, William Holden (con 36, y también con toda mi admiración) se lo lleva de calle, pero el personaje de Linus Larrabee es mil veces más atractivo, verdaderamente encantador, todo un caballero respetable, divertido cuando quiere, siempre atento y, en el fondo, un buenazo. Bogart, a pesar de todo, no pierde el arte de la seducción.

Lo que me decepciona es que la historia de amor no se centre en lo que debería centrarse. Lo importante no es lo maravillosa y chic que es Sabrina (algo que llega a hartar un poco), ni mucho menos las diferencias sociales entre los enamorados, idea ésta que se empeñan en repetir una y otra vez cuando, en realidad, no supone ningún problema y es algo que considero perfectamente superado.

Sin embargo, sí es polémico y discutible (ayer, hoy, mañana y en cualquier época), la diferencia de edad entre el hombre y la mujer. Y es que parece que veinte o treinta años no son nada. Que la hija se enamore de un caballero que le duplica la edad, no es chocante, no es motivo de crítica, de reprimenda, de sorpresa por lo menos... Qué va. Ni se comenta siquiera el conflicto que puede suponer.

Creo que el romanticismo de esta historia radica precisamente en eso: en que ella es una niña romántica y él un señor maduro. No soy muy partidaria de estas historias, pero con galanes así, se permite cualquier cosa. Además, Wilder empieza bien y retrata un historia de amor que va de más a menos, con un planteamiento y un inicio a fuego lento muy conseguidos, pero que luego se precipita demasiado, ya que todo ocurre en apenas unos días.

Aún así, la película deja un buen sabor de boca y la protagonista Sabrina me cae lo bastante bien como para que el desenlace no me moleste. El trío interpretativo es estupendo, y hasta la comedia hace reír. Bonita, en definitiva.