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Caras y lugares

7,3
2.829
Documental Colaboración entre la veterana directora Agnès Varda y el artista gráfico urbano y fotógrafo JR (Jean René), un joven francés conocido por sus impactantes obras visuales que consisten en enormes intervenciones gráficas en calles y tejados de diversas ciudades de todo el mundo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
10 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su penúltima película antes de dejarnos, Agnès Varda se embarcó junto con el artista visual francés JR en un viaje por toda Francia con una misión: crear murales efímeros para homenajear a las gentes que van encontrando a su paso. Idiosincrática hasta el final, Varda es la gran humanista del cine francés y, hasta el último aliento, se dedicó a la exploración de la gente normal, con sus grandezas y sus pequeñeces. En este caso, el empaque visual de esas personas normales reflejadas en esos grandes murales da como resultado un documental que es a la vez una road movie y una delicia que reconforta en su sabiduría trascendental de la vida. Al salir del cine le dije a una amiga que tras ver esta película viviría 5 años más, y creo que estaba en lo cierto.

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loquearde
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4 de julio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agnès Varda >> UNA FORMA DE MIRAR
Fascinante juego de imágenes, inserto en lo experimental, indagando en los pliegues del alma
por Alvaro Sanjurjo Toucon
Caras y Lugares (Visages, Villages). Francia 2017. Dir. y guión: Agnès Varda y JR.
El próximo 30 de Mayo, Agnès Varda cumplirá noventa años. Esta figura fundamental de la “Nouvelle Vague” –nacida en Bélgica; como tanto francés famoso- tiene una notable filmografía con más de cincuenta títulos documentales y de ficción (“La pointe court”, “Cleo de 5 a 7”, “La felicidad”, “Las playas de Agnès”, “Muros, muros”, etc.) hasta el momento culminada con este magnífico y experimental film (“Caras y lugares”) realizado conjuntamente con un pintoresco fotógrafo galo nacido en 1983 e identificado solamente como JR.
JR se especializa en realizar gigantescas fotografías de personas, registradas y obtenidas en pocos minutos desde su laboratorio instalado en un camión que también es el vehículo que le traslada. Reunido con Agnès Varda, recorren perdidos y pintorescos pequeños pueblos de Francia (y otros que no lo son tanto), fotografiando y entrevistando a gente del lugar, cuyas imágenes gigantescas serán pegadas en muros y otros espacios allí encontrados.
La realización se transforma en un documental sobre esas gentes: obreros, granjeros, mineros, hombres y mujeres que nos hablan de sus vidas, pero también del cautivante hecho artístico –rápidamente perecedero- que son sus imágenes compartidas con la gente del pueblo y con los espectadores del film. También existe aquí un documental sobre el arte y los artistas.
Agnès Varda y JR son una constante en la pantalla, no en cuanto a una exposición desmedida de si mismos y su trayectoria previa, sino simplemente como el artista treintañero y la anciana dama generadores de hechos, de hurgadores en vidas y sentimientos propios y ajenos.
Varda asume su carrera como algo tan natural como la vida sin mayores relieves de aquellos entrañables pueblerinos, a los que recreará en imágenes superpuestas: las que ofrece el film actuando directamente sobre cada ser humano, y las que (re)fotografía el film en su recreación de los muros cubiertos por gigantografías de esas mismas personas. Un juego casi mágico sobre amistades, compañerismo, trabajo y también acerca de su ausencia.
Esta anciana dama, es captada fuera de todo divismo, aunque estamos ante una diva en el mejor sentido del término; es la cineísta famosa para unos y la señora de la que poco o nada saben para otros. Varda se preocupa que así sea. La emocionada referencia a quien solamente identifica como Jacques, no es sino la muestra de amor hacia otro, sin necesidad de aclarar(nos) que se trata de Jacques Demy, gigante dentro y fuera de la “Nouvelle Vague”: su esposo y realizador de brillantes títulos (“Lola”, “Fiebre”, “Los paraguas de Cherburgo”, entre otros).
Un Jean-Luc Godard que Vardá evoca como “l’enfant terrible” que fuera, se encarga de mostrar su soberbia en la vejez, que su admiradora perdona como una anciana puede hacerlo con el sobrino querido.
El cine corre por las venas de la realizadora, insertando aquí elocuentes y calladas, casi ocultas referencias para cinéfilos. Acertijos fílmicos que pasan por sus documentales previos, la autobiográfica y emotiva “Las playas de Agnès” (2008), y “Muros, muros” (1981). Pero no solamente lo temático del cine de Agnès Varda se filtra en cada fotograma de “Caras y lugares”, también está su sentido estético de la imagen.
Siete fotógrafos registraron “Caras y lugares”, el estilo visual es uno. Creado indudablemente en la selección de Vardá al compaginar tan diverso material, al que imprime sentido poético o dramático según corresponda. Es perceptible el perfeccionismo visual de Varda. El elocuente plasticismo icónico de “La felicidad” (1965) –donde la realizadora contara con notables colaboradores en el rubro: Jean Rabier y Claude Beausoleil- es, en otro estilo acorde al género de cada realización, el desplegado en “Caras y lugares”. Demostrando, como siempre lo hizo, que lo bello de sus películas no está reñido con lo socialmente auténtico.
Llamado para nostálgicos, desde la banda sonora llegan unos compases musicales que nos retrotraen al pasado. Velozmente escuchamos un tema que conduce firmemente al universo de Anouk Aimée en “Lola” (1961, Jacques Demy) y al “torbellino” de Jeanne Moreau en “Jules et Jim” (1961, François Truffaut).
Extasiados los sentidos ante “Caras y Lugares”, corresponde señalar que este es mucho más que un documental acerca de lo indicado por su título: es una bienvenida incursión en los pliegues del alma humana.
Alvaro Sanjurjo Toucon
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21 de abril de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No seré yo el que ponga en duda que Varda transmite una visión intima y personal de su perspectiva sobre la vida y sobre aspectos sociales como es el feminismo o el valor de la amistad, ahora también su cine me transmite algo, un aburrimiento terrible ¿Por qué? Precisamente por eso, porque es solo su perspectiva.

La mayoría de opiniones y críticas que he escuchado y leído a cerca de esta película son que la fotografía y el arte son magníficas. No se puede presentar el boceto de lo que quieres transmitir al mundo, adornarlo con una excelente fotografía y una gran dirección artística y que ya por ello se considere cine. La propia directora confiesa que en ningún momento se ha instruido sobre cinematografía y se nota, a estas alturas ya deberíamos saber que una buena película y una buena historia es algo más que la percepción que un@ tiene sobre el mundo, es saber comprender la humanidad y llegar al corazón de la gente. Agnès Varda puede que consiga esto con sus fotografías, cuadros, murales... Pero desde luego, a mi juicio; no sabe hacerlo en una película.
ClausHtz
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8 de septiembre de 2018
6 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que esto no es una película, es un documental. Sigamos con que es la maravilla de la crítica y los espectadores : todo en verde, ninguna crítica por debajo de 7. Y terminemos con que es cine (?) documental francés, con todo lo que ello conlleva de diversión y ritmo frenético.

Y dicho esto, la película se resume así : una especie de Risto Mejide joven y una señora muy mayor y (para mí) sin ninguna gracia, recorren Francia haciendo fotos gigantes de gente y pegándolas en las paredes.

No hay nada más, los diálogos de relleno entre una pegada de fotos y otra son banales, aburridos, insustanciales. Las bromas del tal Risto (nunca se quita las gafas) a Agnes Varda (directora de culto para la intelectualité, pero aquí sin talento especial) son de patio de colegio : que si eres vieja (tiene 88 años!), que si eres muy baja y yo alto, que como soy joven no me canso como tú que eres mayor...

En fin, siguen pegando fotos, salen algunas cabras, salen unos gatos, sale gente que dice que le encanta que le hagan fotos, salen paisajes no especialmente bonitos de Francia... Apasionante. Quizá estén pensando hacer una serie. Por cierto, solo aguanté una hora de documental, así que me perdí el final, que quizá era donde estaba la gracia del fotomatón gigante.

En fin, como dice unos de esos críticos maravillados a los que cité antes : ·Si te gustó "Los espigadores y la espigadora", ésta te va a encantar. No se puede decir más con menos palabras.

Y por cierto (y esto lo escribo un año después de ver la ¿película?), a 0 personas de 8 les ha parecido interesante mi crítica, lo que me confirma que la gente normal no está interesada en estos truñacos.
lord dunsany
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