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El viajante

Drama Emad y Rana deben dejar su piso en el centro de Teherán a causa de los trabajos que se están efectuando y que amenazan el edificio. Se instalan en otro lugar, pero un incidente relacionado con el anterior inquilino cambiará dramáticamente la vida de la joven pareja. (FILMAFFINITY)
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
8 de junio de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La respuesta a la pregunta del título es el dilema moral que plantea esta notable película.

Una pareja de actores teatrales deben evacuar el edificio donde viven porque el mismo ha comenzado a rajarse con peligro de desmoronarse. En estas circunstancias los protagonistas además están ensayando la puesta en escena de "La Muerte de un Viajante" de Arthur Miller. A partir de acceder a su nueva vivienda ocurre un hecho que, si bien se presenta en los primeros 15 minutos del filme, no conviene revelar y que también obliga a omitir en este comentario los detalles ulteriores.

Pero debe destacarse la maestría del director Asghar Farhadi que con un minucioso y casi imperceptible movimiento de los hilos del relato va envolviendo al espectador en una espiral de dudas existenciales que lo hacen tomar partido por el victimario y logran que sintamos lástima y empatía por quien cometió una terrible tropelía.

El guión hace una clarísima alegoría con el resquebrajamiento inicial del apartamento con la paulatina desintegración de los lazos conyugales, y con el condicionamiento que los personajes sienten por las apariencias igual que en la obra de Miller que están ensayando en su trabajo diario.

Seguramente a los espectadores latinoamericanos (especialmente a los varones) nos rechine la resolución final del conflicto, pero a la vez nos deje pensando (por un buen tiempo luego de haber visto la película) que a veces el perdón hace menos daño que la condena. Es un filme de ritmo muy pausado y lento, pero me atrevo a recomendarlo calurosamente a quienes deseen apreciar una visión diferente a los productos de la industria yanqui, en un filme brillante.
Atilio
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18 de marzo de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La exposición narrativa de los hechos parece la lectura de un asunto judicial. La obligada elección, en la edición, del transcurso de unas semanas en la vida de una pareja de Teheran es tan atinada que parece que no nos perdemos nada de su día a día, de los estados de humor que tienen, de como afrontan los compartimentos de su vida, con lo que la aproximación a los personajes es de gran amplitud, caracterizándolos en toda su complejidad a medida que avanza la acción. El aspecto realista de la narración, no impide una presentación más cinematográfica, por cuanto incorpora elementos de sugestión que sin dejar de tener aspecto realista, en la intersección, amplifican el drama y le añaden profundidad. Me refiero a la metafórica introducción de "Muerte de un viajante", la obra de teatro en la que participan los protagonistas. No lo sabemos al principio, pero lo comprenderemos más tarde. A medida que avanza la historia de la pareja protagonista, vemos sin saberlo la vida de su antagonista, por eso es tan poderoso el tramo final, filmado como una obra de teatro en un espacio agrietado, vacío, indeterminado. La vida de todos se vuelve agrietada e indeterminada. Una imagen puede ser un poderoso impulso evocador para el espectador. ¿Quién no se ha mudado de apartamento y ha estado unos minutos en la que fuera su casa, ya vacía, antes de cerrar para siempre? A todo lo dicho, se añade ese factor contexto como un elemento cinematográfico más.
Debo pararme aquí, porque el tramo final de esta película es lo mejor en términos cinematográficos que he visto en muchos años. Un apartamento desmantelado. Una coreografía entre cámara y personajes tan ajustada al curso de la narración, al curso de la evolución de los personajes, en un contexto evocador, que conduce al éxtasis narrativo y emocional: tiene el encaje de aquellos guiones increíbles de Billy Wilder y IAL Diamond, tiene la potencia visual de Orson Welles, la presencia teatral de Tennesse Williams o Arthur Miller, y la fuerza psicológica de Stanley Kubrick o Rossellini. No es broma.
Estructuralmente la película es impecable, y en esa estructura, ciertamente rígida, como exige el tono realista, el director iraní consigue introducir un camino paralelo para cuajar una película compleja e inquietante, hasta alcanzar un aire de thriller muy cercano, sometido al drama cotidiano. Y el camino que sigue es puramente cinematográfico, puro lenguaje visual sin traicionar el tono realista.
Un hombre tumbado en unas escaleras. Una mujer que camina llorosa por la calle en la noche, con las luces de una ambulancia detrás, en un barrio apuntalado. Realismo que trasciende lo real, como la vida misma, donde avanzan paralelos hechos y lo que se deriva de ellos en el alma de los que los protagonizan. Llegar a esa conjunción está al alcance de muy pocos en el cine.
Uma
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14 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el inicio, vemos una casa con paredes resquebrajadas, a punto del derrumbe, siendo evacuada por todos sus vecinos.
El matrimonio formado por Emad y Rana, actores ambos y profesor de instituto él, se apresuran por la escalera, mientras atrás dejan toda la rutina que conocen.
Tendrán que cambiarse de piso. Tendrán que empezar de nuevo. Pero hasta a eso se sobrevive.

'El Viajante' se abre así como un estudio particular sobre la huella que dejan los actos cotidianos, y en general analiza toda una sociedad, la iraní, consumida por ansias internas, la mayoría de las veces reprimidas por su severa ley religiosa.
Emad y Rana se mueven a un nuevo apartamento, casi de manera casual y nada complicada, mientras continúan sus ensayos teatrales y rutinas perfectamente delimitadas. Asghar Farhadi de hecho hace un esfuerzo consciente en dotar a esos momentos de una particular parsimonia, en los que se podría decir "no pasa nada"... y efectivamente nada pasa.
¿Por qué debería ser de otra manera?
Hasta que la tragedia sucede, camuflada dentro de lo cotidiano, y deja una huella imborrable sobre la que no se puede dejar marcha atrás.

Aquel apartamento recién adquirido tiene los fantasmas de una anterior inquilina disoluta, y dichos fantasmas aún vuelven a visitarla, da igual que ella ya no esté allí.
Una agresión ejercida a Rana se convierte entonces en el estigma insalvable sobre el que toda una comunidad de vecinos no tiene problema en expresar su (desagradable) opinión, y hasta Emad se verá incapaz de mantener una fachada de frío (masculino) control sobre la situación. Uno no puede estar seguro ni en su propio barrio, ni en la supuesta tranquilidad de un nuevo hogar.
La confianza entre Emad y Rana, los cimientos de un matrimonio común, se empiezan a resquebrajar ante una inquietud que se ha colado sin que hayan podido combatirla.

Es fascinante como Farhadi expande un misterio semi-convencional en todo un extraordinario drama social con apenas cuatro detalles: el agresor se dejó objetos detrás, ya no es una bestia terrible e incierta, sino un ser humano que huyó asustado dejando su furgoneta.
Vehículo ese que funciona como tótem de culpa, convenientemente movido por ambas partes de la pareja: Rana lo deja lejos con la esperanza de que desaparezca, mientras que Emad lo mueve cerca, bloqueando el paso en el garaje, como un recordatorio molesto al que hay que poner necesaria solución.
El teatro de ambos funciona del mismo modo, transformando "Muerte de un Viajante" de Arthur Miller en la adecuada metáfora de una sociedad reprimida e inmisericorde, que estando encerrada en sus culpas actúa dejando escapar una falsa risa donde marque el guión para aparentar que todo sigue bien, mientras cada vez tenemos más claro que ocurre lo contrario.

De entre las planicies de la rutina, se ha formado un monstruo voraz, alimentado por una vaga idea de honor a la que Emad quiere hacer justicia (su propia justicia), como si fuera la única cosa que le ha impulsado siempre, cuando vemos que ha sido capaz de ser marido afectuoso, profesor distendido y mejor amigo de los niños.
En el lado contrario, Rana solo quiere recuperar una vida que se les ha arrebatado violentamente, que muere a cada minuto entre los sucios secretos de los vecinos y los miedos irracionales que su situación le ha provocado.

La triste realidad, sin embargo, les sorprende dándose cuenta de que los actos horribles ya han pasado, y en su vida se han infiltrado.
Ellos, como toda una generación oprimida, deben convivir con ese carácter definitivo de las cosas, mientras intentan maquillar esa rabia e impotencia volviendo a calzarse el disfraz de "buenas personas" que creían ser. Una última puñalada que Farhadi se guarda, bajo la apariencia de un suspense desesperante en el que nunca ha habido mala baba, sino patetismo y humillación.
Y a eso, al contrario que a un edificio agrietado, nadie sabe si se sobrevive.
Charles
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18 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen film, pero no extraordinario. La historia de un malentendido entre un hombre mayor y una mujer casada joven es el tema central de esta película. Sobre un hecho que aquí, en nuestra sociedad occidental, podría considerarse nimio, se levanta toda una historia donde el honor y el pundonor lo rigen todo, hasta la conducta de miembros de la sociedad persa, que por ser directores teatrales parecerían que tuvieran que ser más abiertos.

Quizás, habría que pulir un poco la historia de cómo el joven protagonista da y consigue enfrentarse a solas con el presunto agresor de su mujer, pero dicho esto, toda la nuez de la historia de reproches y venganza está muy bien desarrollados, fluyendo de manera natural, sin artificios aunque, eso sí, de forma en exceso teatral.

En definitiva, quizás no podamos en nuestras vidas viajar a Irán, la antigua Persia, pero el cine, lo que tiene es eso, poder transportarnos, sin movernos de la butaca, a otro país y poder ser testigos directos de un trozo de su realidad. ¿Hay algo más mágico?
Luigi
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8 de abril de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando comenzó la política fronteriza de Trum, y antes de saber nada de la cinta, de ver su argumento, un trailer, o lo que fuese, ya sospechaba que había cierto tufillo político detrás de la nominación al Oscar, pero aún así no quise desaprovechar la oportunidad de ir a verla al cine, aunque fuese doblada y me retorciese de dolor al escuchar los diálogos.
Recientemente había visto "Nader y Simin, una separación" y me dejó clavado al sofá, era espectactacular la forma de contar tanto con tan poco, de evitar que un drama familiar no se convierta en un vulgar telefilm sentimentaloide, y conseguir que no puedas tomar partido por nadie, pues todos son culpables de sus egos. Con El Viajante vi algo parecido pero más descafeinado, seguía habíendo maestría tras la cámara, dominio del entorno familiiar y la idiosincrasia social de un país tan lejano, y desconocido por muchos, como Irán, en el cual la religión es mucho más que marcar la casilla de la renta, pero carecía de la fuerza dramática de la otra. Las tramas resultaban algo dispersas, casi más como un relleno que como subtramas que aporten algo al eje principal, y sí, el teatro podría haber sido una oficina de correos, si bien el escenario y la interpretación pueden ser vistos como metáforas de otras vidas; como un mundo que refleja otra realidad existente ajena a la nuestra, sin embargo, en el fondo me parece que es una conexión un tanto vaga y algo vista.
La parte final del metraje es, sin duda, lo mejor de la obra, cuando se muestra la miseria moral en toda su crudeza, cuando el thriller alcanza el climax, cuando el cine de verdad se levanta y te da la mano, en ese momento es cuando sientes que la hora y pico anterior, un tanto sosa, ha merecido la pena.
No quería terminar sin destacar el, o los, papeles femeninos en ambas obras de Farhadi, ya que se habla mucho de los actores principales, premiados en festivales, pero las que soportan el peso de la acción con solo la mirada son ellas, ver los ojos fijos de Taraneh Alidoosti escrutando desde la distancia prudente que marca una sociedad patriarcal los actos de su marido, transmitiéndote su dolor y su impotencia, es maravilloso; igual que hacía Neila Hatami en su papel de Simin, la sutileza de mostrar el interior oculto de una vida, de una familia, de una sociedad, de un país que se agrieta como los edificios viejos, a través de las pupilas de la mujer, es sencillamente muy difícil de hacer.
Y poco más que añadir, quizá no sea la mejor obra de Farhadi, aunque sí es mucho mejor que la mayoría de las cosas que se ofrecen en cartelera.
Obra recomendable, aunque el autor las tenga mejores.
elpoetaborracho
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