¡El soplón!

Me apetecía ver la película para poder contemplar la interpretación de Matt Damon, ya que había sido nominado al Globo de Oro (galardón que se acabó llevando Robert Downey Jr.), pero según iba avanzando el metraje me iba dando cuenta de que la cinta trata un tema demasiado complicado y sin interés alguno, que lo hace desde un punto de vista lejano para el telespectador, y que además el director cree demasiado en sus posibilidades y tiende a la pedantería.
Todo ello hacen de El solplón una película muy mejorable a la vez que muy olvidable. No se lo aconsejo, porque Matt Damon actuará muy bien, como casi siempre, pero el resto del elenco parecen de cartón piedra.

Mi nota: 0

Desde luego el trailer engaña. Parece una comedia entretenida sobre el mundo empresarial, pero todo queda en una confusa trama dramática de engaños en la que hasta el final no te queda demasiado claro qué es lo que está ocurriendo. La actuación de Matt Damon es lo mejor de la película. Es una pena que no se haya trabajado más la trama para hacer la película menos espesa. Aún así merece la pena ver la película.

Es curioso porque me suele gustar bastante a menudo el cine de Steven Soderbergh, pero aquí ha pinchado directamente en hueso. Sí, vale que ha pillado una historia basada en hechos reales y toda esa movida que suele conmover a los espectadores menos exigentes, no es mi caso. Me da igual que sea un guión inventado o que lo hayas vivido, si al final no tienes esa capacidad de hacérmelo llegar y me deja indiferente.

El fallo más clamoroso que veo en El Soplón es la falta de clasificación en un determinado género, comienzas a meterte en la historia y el narrador con voz en off te traslada automáticamente al mundo de la comedia, pero luego te pega un tremendo giro una y otra vez que te termina descolorando por completo, y no sabes si estás en una comedia, en un drama o en una peli de intriga o espionaje. Perdido total. Y si te pierdes, dejas de prestar atención. Los personajes no están bien definidos, no sabes en todo momento quien es quien, porque han llegado hasta allí y que se debe hacer, seguimos con el mar de confusiones.

Y si me pones a Matt Damon con kilos de más, peluca y gafas, me transmite más un vídeo de fin de año de Cruz y Raya que una película sobre un hecho real.

Ni para pasar el rato, se hace larga y tediosa.

Absolutamente incomprensible.

Creo que ninguno de los que estaba en el cine se enteraba de un carajo. Y todo ello gracias a sus absurdos diálogos inconexos y sin linealidad argumental. Al final después de tanto timo, el que se siente timado es el espectador por ver una de las mayores estafas fílmicas jamás rodada.

Hubo tres cosas que me repatearon y con lo que incluso llegué a ser insultado como espectador:

- La música de “vídeos de primera” que intentaba decirnos de alguna forma que la película mola.... y no, no mola.

- La estúpida voz en off que sólo se limitaba a contar pseudochistes copiados de “el hormiguero”, sin hilar además nada con el argumento.

- Los textos gigantes con colores alegres que volvían a intentar transmitirnos esa idea de que la peli es cool... y no, no es cool. Además no informaban de nada relevante para la historia.


En fin, seguro que la historia real tuvo más gracia que la película; al menos no había ni música ratonera, ni absurdas voces en off, ni “molones” textos gigantes.

Soderbergh se descuelga con un film de apariencia independiente. Basada en hechos reales, la trama nos cuenta la historia de Mark Whitacre (Matt Damon), un directivo de una multinacional que en los principios de los 90, quien decide colaborar con el FBI denunciando a su propia empresa. Sin embargo, tras una larga y exhaustiva investigación, las cosas no son lo que parecen.

Lo primero que llama la atención del espectador es la puesta en escena con una fotografía con tonos más bien apagados, incluso fríos, y un ritmo tirando a lento, que le sirve al realizador para narrar lo que inicialmente parece una trama típicamente de espías, trasladada a un “thriller” empresarial. La empresa para la que trabaja Whitacre no es precisamente un modelo de buena conducta y ética, aspecto que se encarga de resaltar Soderbergh. Sin embargo, el que se lleva la palma es precisamente su protagonista, al que Damon consigue darle el tono perfecto de ambigüedad que requiere un tipo como Whitacre, cuya apariencia de inofensivo “chupatintas” esconde mucho más de lo que se puede intuir inicialmente. Aspecto reforzado por la voz en “off” del propio Whitacre que nos mantiene en un estado de despiste permante.

El aire de comedia desenfadada que se mantiene durante todo el metraje también ayuda a que el espectador no acabe por ver venir el giro que acaba tomando el film, de forma que mientras parece que estamos viendo una cosa, en realidad, desde el principio la intención de Soderbergh era otra. Soderbergh nos presenta un film inclasificable que se mueve en la comedia pero sin perder de vista los aspectos dramáticos. El hecho de saber que se trata de una historia real, junto a que se trata de un tema económico financiero, tan de actualidad en nuestros días, hace que pese a lo absurdo de algunos pasejes, nunca perdamos de vista la realidad. Quizás lo más interesante del film, es la composición de su personaje principal, a quién nunca llegamos a conseguir a entender. Como si de un mago se tratara, Whitacre, se pasa el film haciendo juegos de manos y sacarnos un conejo de la chistera en el momento más inesperado. Este es uno de los aciertos de este film sin excesivas pretensiones.

A pesar de todo, el film no acaba siendo del todo redondo, hay una evidente crítica hacia el sistema económico, sobretodo el de las grandes corporaciones, e incluso hacia los individuos que las gobiernan, pero al centrar excesivamente el foco en el personaje principal, acabamos perdiendo perspectiva. Por otro lado, en diversos tramos del metraje, la acción es excesivamente lenta, alargando la duración total de una historia que se hubiera podido resolver en menos tiempo.