La hora final

Por sus indudables valores literarios y porque influyó, notablemente, en el apoyo al Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares (en vigencia desde el 10 de octubre de 1963 y ratificado por 113 naciones), “On the Beach”, es considerada una de las más importantes novelas que se hayan escrito en Australia. Lo escrito por el anglo-australiano, Nevil Shute, en 1957, se anticipa -con una visión post-apocalíptica- a lo que sería una III Guerra Mundial en la que, las potencias en conflicto, usaran las bombas atómicas. Shute no se muestra dispuesto a dar paso a la esperanza y recrea unos resultados que nadie desearía.

Sin señalar a nadie -porque, al final, todos perderíamos si tal hecho llegase a ocurrir-, la historia impacta, obliga a reflexionar, y deja bien sentado que, si seguimos llevando al poder a viles megalómanos, el fin de la humanidad puede comenzar en cualquier momento… y desde cualquier costado de nuestro hermoso planeta.

Adaptada por John Paxton, y dirigida por, Stanley Kramer, <<LA HORA FINAL>>, da amplia cuenta de las preocupaciones de Nevil Shute, y se convierte en un magnífico filme de anticipación que, por fortuna, con el accidente de Chernóbil (26-04-1986) y con la pandemia actual del Coronavirus, todavía parece un asomo de lo podría llegar a suceder.

Para suavizar el potente drama, en el que la tripulación de un submarino estadounidense, se encuentra anclada en Melbourne, Australia, a la espera de comprobar la expansión de la radiactividad causada por las bombas lanzadas durante el último conflicto bélico (la supuesta IIIGM de 1964), Kramer añade la historia de amor -que se comienza a tejer- entre el almirante del submarino, Dwight Towers (Gregory Peck), un hombre traumatizado que se niega a creer que perdió a su esposa y a sus dos hijos, y Moira Davidson (Ava Gardner), una atractiva mujer que no ha conseguido encontrar al hombre de su vida. Por otro lado, el teniente Peter Holmes (Anthony Perkins) y su esposa Mary (Donna Anderson), también luchan -¿en vano?- para conservar el hogar que ahora complementa una bebé.

La fotografía, en blanco y negro, del italiano Giuseppe Rotunno -con magníficos planos largos y una gran profundidad de campo en los momentos cruciales- consigue recrear esa atmósfera deprimente y sombría que la trama pretende; y la ambientación citadina, logra que sintamos la desolación que reina en el paisaje.

Por estar en contra de las armas nucleares y de la carrera armamentista de las grandes potencias, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos, denegó su cooperación con la realización del filme, y por eso se tuvo que recurrir a naves australianas no-nucleares. El estreno mundial se hizo en veinte ciudades americanas y, por primera vez, un filme hollywoodense se estrenó simultáneamente en la Unión Soviética. Se contó con la asistencia de 1.200 dignatarios y, entre los invitados a Moscú también estuvieron, Gregory Peck y su esposa.

<<LA HORA FINAL>>, es una gran película.

El pánico nuclear de la guerra fría estuvo sobredimensionado. Así de claro. Probablemente el mundo nunca estuvo más seguro que con la política de bloques, la bipolaridad y la disuasión nuclear de las superpotencias. Hoy ya no es así, y la situación de peligro es mayor que antes, aunque en cualquier caso no existe, repito, no existe, ninguna posibilidad de guerra nuclear total, sí de bombas sucias radioactivas por parte de algún grupo terrorista.

Hagamos un análisis semicientífico de lo que nos cuenta “La hora final”. Pongámonos por tanto en el ejemplo de la película. Guerra nuclear total. Lo cuál es materialmente imposible, pero aceptemos la hipótesis para continuar el juego. Si se hubiese producido con tal magnitud –se habla de ningún ser humano vivo en el hemisferio norte- tendríamos lo que se conoce como invierno nuclear, es decir la temperatura bajaría al menos 15 grados en todo el planeta y apenas llegaría el sol. Moriría la mayor parte de la vegetación –en la película se ven árboles con hojas en San Diego- y el tiempo no invitaría precisamente a ir a la playa, entre otras cosas por los huracanes, tempestades y maremotos que se darían. Vale, supongamos que el invierno nuclear hubiese pasado, imposible pero hagámoslo. Entonces lo que vendría es una combustión de la capa de ozono producida al arder el nitrógeno. Para explicarlo rápidamente, los rayos ultravioletas serían cancerígenos para los seres vivos al tener la capa de ozono un agujero casi completo. Es decir habría que protegerse con crema, gorro, gafas, no llevar nada al aire... etc Vamos que en la playa tampoco. Pero estos insisten.

A mi juicio por lo que se muestra en la película se trata de un holocausto nuclear limitado, es decir, no devastador, si así fuera, las moscas, insectos y ratas tomarían las ciudades y estas no estarían desiertas sino hecha ruinas por los incendios.

La radiación a la que se hace una y otra vez hincapié en la película, está sujeta a la circulación general atmosférica y por lo tanto a los vientos dominantes, no va ni viene por donde quieren, y no es posible que afecte a toda Australia de una vez. Existen además muchas medidas para evitar o al menos paliar sus efectos, entre ellas los subterráneos y otras obras de ingeniería. No vemos ninguno de ellos en la película.

Podría seguir horas hablando de errores que aparecen en “La hora final”, como la ausencia de descontaminación del submarino o la terriblemente infantil explicación de que todo comenzó porque alguien se equivocó y pulsó un botón. Para lanzar un arma nuclear, hace falta más que tocar un botón afortunadamente.

Mi impresión es que tanto el autor de la novela “On the beach” como el director Stanley Kramer pretenden producir temor entre la población mostrándoles un Apocalipsis del todo incierto, con el fin de concienciar a la población del problema de las armas atómicas.

Stanley Kramer dirige a Gregory Peck y Ava Gardner en una distopía nuclear en la que casi todo el planeta ha sido exterminado por un desastre atómico, y los supervivientes intentan buscar a otros en medio de una marea radioactiva cada vez más intensa.

Título de gran interés en lo referente a las interpretaciones y en el desarrollo dramático, angustioso y de gran calado del argumento, pero de ritmo muy diferenciado. El aura postapocalíptica que Kramer pretende reflejar sólo se encuentra en cada personaje, en la propia manera de enfrentarse a la realidad. Algunos, como Gregory Peck, parecen vivirlo con el conformismo y pasividad que provoca algo inevitable, mientras que otros, como Fred Astaire, aún sienten que hay que luchar contra toda esperanza.

Kramer apenas aclara los motivos del porqué del holocausto; tan sólo comenta el hecho, a todas luces imposible, de que alguien apretó el botón equivocado. Teniendo en cuenta ésto y muchos más sinsentidos científicos (por ejemplo, se ignora el efecto de cómo se propagaría en verdad la radiación, influida más por las corrientes de aire que por un avance propio), el único interés del filme radica en las soberbias interpretaciones de Gregory Peck y Ava Gardner, sin menospreciar la de Anthony Perkins. Especialmente Ava Gardner consigue unos registros dramáticos notables, constituyendo la auténtica vena dramática del filme. Kramer usa la pasión encendida de Ava sobre Gregory como una encarnación más del miedo que se respira en todo el metraje.

"La hora final" se queda como un estupendo ejercicio interpretativo de dos grandes actores y una muy correcta realización, pero aún queda a años-luz de estar cerca de ser una obra maestra. Interesante.

On the beach es distopía con envoltorio de melodrama o drama psicológico con aspecto de thriller apocalíptico.

En sus primeros cinco minutos, una locución de radio, deja claro al espectador que ha habido un holocausto nuclear y que Australia es la única zona del planeta donde todavía no ha llegado la radiación. A partir de ahí, su director Stanley Kramer nos regala una puesta en escena sobria, con momentos de belleza poética, con un elegante blanco y negro, para desarrollar un minucioso estudio de personajes, interpretados por un cast espectacular.

El film es desolador, y sus protagonistas se comportan con extraña normalidad. Ava Gardner y Gregory Peck están soberbios. Fred Astaire, Anthony Perkins, e incluso los personajes secundarios presentan un nivel de elaboración y profundidad notable. El film contienen imágenes de belleza impresionante a pesar del realismo y la sobriedad de su desarrollo.

Drama y romance intensos para una hecatombe situada en 1964 (el film se rodó en 1959), que busca ser una llamada de atención a los políticos de la Guerra fría. El film no toma partido, ni señalas bandos o culpables. Sencillamente narra una apocalípsis desde lo íntimo y reflexivo de unos personajes magistralmente elaborados.

Una obra maestra.

Los protagonistas de esta película Gregory y Ava, interpretan unos papeles magníficos para mostrar la esperanza de volverse a enamorar una vez perdido el norte en su vida o con la obcecación de volver a su vida anterior al panorama inicial. También los actores secundarios realizan un trabajo muy bueno al admitir el dramático futuro.

En mi opinión el ritmo del largometraje es el idóneo para mi. La consideraría como drama-catastrófico ligero ya que se fundamenta la historia en los personajes y comportamiento de los supervivientes ignorantes de saber como actuar en esta circunstancia tan crítica.

Los ambientes naturales están muy bien elegidos como: plazas, una estación, dársenas, un circuito de carreras y bares. Donde se ve el comportamiento de los ciudadanos y sus opiniones. Me encantó el realismo del fragmento de las carreras de automóviles y eso que me suele gustar poco ese género o entretenimiento deportivo.

Recomiendo verla con una atención media ya que puedes seguir la trama mientras estas dibujando, trabajando con media pantalla con el ordenador o montando maquetas.