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Enter the Void

Drama. Fantástico Oscar y su hermana Linda viven desde hace poco en Tokio. Él sobrevive traficando con drogas, ella trabaja como stripper en un club nocturno. Durante un forcejeo con la policía, Oscar cae herido tras un disparo. Aunque muere, su espíritu, fiel a la promesa de no abandonar a su hermana, rechaza abandonar el mundo de los vivos. Su espíritu vaga ahora por la ciudad y sus visiones son cada vez más caóticas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se si se puede filmar la experiencia de la muerte de uno mismo y contarla desde dentro, en primera persona, y salir airoso, pero eso es lo que Gaspar Noé intenta hacer en Enter The Void, una de las películas más raras e inclasificables que he visto nunca.

La historia es aparentemente simple: Óscar es un joven occidental que sobrevive en Tokio desde hace algún tiempo, buscándose la vida y trapicheando a veces con drogas, para poder pagárselas, pues también es consumidor. Tiene un grupo de amigos y conocidos también occidentales con los que se relaciona, entre ellos Alex un pintor medio hippie, y Victor que vive con sus padres. Óscar es huérfano desde niño, cunado sus padres murieron en un accidente y tiene una hermana menor, Linda a la que está muy unido y de la que prometió que nunca se separaría, pero que acabaron en hogares de acogida distintos al quedarse huérfanos. Una vez establecido en Tokio, Óscar convenció a su hermana para que se viniera a vivir a Japón con él, y desde hace algún tiempo ella trabaja como bailarina en un club de striptease llamado Sex Money Power, con cuyo dueño está liada.

Una noche Victor lo cita en un garito de mala muerte llamado The Void (algo así como “el vacío”) para venderle droga, pero es una trampa: por venganza (debido a algo que no desvelaré pero que se cuenta en la película) Victor ha avisado a la policía que los está esperando. Cuando la policía va a detener a Óscar, a este le entra pánico y en parte por su imprudencia y la estupidez de su reacción y en parte por accidente, acaban disparándole en los servicios.


Lo que he contado no llega a cubrir los primeros 30 minutos de una película que dura más de 150, y además gran parte de ella la ocupa una escena en la que Victor comenta con su amigo Alex el Libro tibetano de los muertos (el Bardo Thodol). Desde que Linda (interpreta por Paz de la Huerta, a la que descubrí en Boardwalk Empire, donde es la amante de Nucky Thompson) llegó a Tokio, Alex pretende, sin mucho éxito, ligar con ella, y mientras habla de ella con su hermano para que le facilite las cosas, le va explicando e interpretando el Bardo Thodol, libro que le ha prestado a Victor para que lo lea.

Se supone, o eso es lo que le explica Alex, que el libro detalla los estados por los que se transita el alma una vez se ha producido la muerte, desde la contemplación de uno mismo desde fuera del cuerpo hasta la reencarnación pasando por la visión de la luz interior, el recuerdo de la vida pasada, el errar por el mundo apegado a los seres queridos, etc. Además también nos enteramos de que Óscar, siempre curioso y deseoso de probar nuevas drogas, ha conseguido finalmente probar el DMT, al parecer la droga más potente que existe. Al parecer el DMT (Dimetiltriptamina) se encuentra de forma natural en la ayahuasca, y los indios de la amazonia lo usan como alucinógeno en ceremonias rituales, extrayéndolo de las lianas de dicha planta. No en vano ayahuasca significa literalmente “la soga de los muertos” porque los indios creen que es la cuerda que mantiene atado el espíritu al cuerpo y que, cuando se consume, le permite salir de él sin que el cuerpo muera, y experimentar lo que experimentaría un espíritu fuera de su cuerpo, mientras que cuando una persona muere, el espíritu se libera porque esta cuerda se ha roto.

Cuento todo esto porque lo que pretende Noé poner en imágenes es precisamente esto: no sólo la experiencia alucinógena de la droga, sino la experiencia “real” del espíritu liberado del muerto, y a la que el consumo de la droga, al parecer, se asemejaría bastante.

Las películas (pocas) de Noé siempre han sido muy impactares y no sólo visualmente: las primeras, Carne y su continuación Solo contra todos contaban con rudeza una historia ruda; la más conocida, Irreversible, polémica sobre todo por la famosa escena de la violación (que a mi no me pareció de hecho lo más duro de la película) ya introducía una forma de narrar muy particular: música y ruidos estridentes, encuadres poco convencionales, orden cronológico inverso, y además con ritmo decreciente (las primeras escenas, es decir las últimas cronológicamente, tiene un ritmo desenfrenado y mareante, y a medida que nos vamos acercando a las últimas, o sea las primeras cronológicamente, cada vez es más lento, pausado y relajante).

Como os podéis imaginar, esta no es una excepción, porque lo que define a la película y donde está su mayor interés es en la manera tan peculiar de narrar en imágenes que usa Noé, ya desde los títulos de crédito inciales: estroboscópicos, parpadeantes, estridentes, y no recomendables para un epiléptico.
Durante la primera parte, todo lo que el espectador ve y sabe lo hace a través de la perspectiva del protagonista, bien porque lo veamos todo desde su perspectiva subjetiva (la cámara es el punto de vista de Óscar), bien porque sabemos lo que piensa gracias a una omnipresente voz en off que nos va narrando sus pensamientos. Rara vez vemos la cara del protagonista, y cuando la vemos es porque él se ve a sí mismo reflejado en un espejo. Lo único que vemos es o bien lo que él ve, o lo que él percibe consumiendo la droga, o bien su nuca, pues la cámara (siempre cámara en mano, incluso en los travelings) sigue a Óscar desde atrás.
A partir del momento del tiroteo, esa voz en off que es la conciencia desaparece, y empieza lo orgía visual. A partir de ahí hay largísimos planos-secuencia que nos van llevando a través de la noche de Tokio acercándonos a escenas en la que aparecen los amigos de Óscar y vamos viendo lo que les sucede: se supone que lo que vemos es lo que ve el espíritu de Óscar, todavía apegado a sus seres queridos. La mayoría de estas escenas están rodadas en perspectiva cenital, usando planos picados, y así “volamos” viendo las calles de Tokio desde arriba, o las habitaciones cerradas donde ocurren las escenas, también desde “el techo”.

(sigo en el spoiler sin desvelar nada)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Seldon
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1 de febrero de 2013
15 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a unos títulos de crédito que quizás sean los peores que pueda haber visto, la película comienza de una manera interesante: plano subjetivo, historia interesante de drogas, amor fraternal, vida y consciencia más allá de la muerte... para terminar de la manera más vomitiva posible. Vivo ejemplo de que detrás de una película que muestra mucho sexo y drogas se puede esconder el mensaje más retrógrado. Más en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DanaX
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18 de octubre de 2009
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que desconocía la obra de este director. Lo conocí en Sitges y tuve la oportunidad de descubrirlo con esta obra magna, interesante, sorprendente y me imagino que odiada por algunos. Porque está claro que no deja indiferente. Cuando llevaba una hora de proyección estaba pensando que por fin había descubierto un director nuevo excelente, con ideas arriesgadas y con valor para llevarlas a cabo, que filmaba lo que le daba la gana y como le daba la gana. El tema central del budismo y la muerte me encantan desde siempre y esta peli era como un homenaje a esa filosofía y a esos misterios inherentes a la vida y la existencia como seres solitarios e ignorantes que somos en este mundo.
La peli contiene momentos de gran tensión y genialemente resueltos, tal como se citan en las críticas anteriores. Sin embargo, para mi gusto (y a pesar de las explicaciones del director acerca del por qué), le sobran unos 45 minutos de metraje (al menos de la versión que echaron en el festival) y si él quisiera llegar a más público (que creo no es el caso) los habría quitado, porque a mi modo de ver la historia queda perfectamente contada y consigue transmitir la angustia y desesperación suficientemente con casi dos horas de metraje final. Pero esto es sólo mi opinión.
La peli merece una oportunidad y si os gusta el cine diferente, arriesgado y que plantea temas poco tratados y maneras de filmarlo no habituales esta es vuestra película.
seldonita
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14 de abril de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si se logran superar los primeros (y alucinógenos) 10 minutos, la historia engancha; tanto como la droga que vende/consume el protagonista. Con una propuesta audaz, más aún que en "Irreversible", y un trabajo de cámara que nos lleva por las azoteas de Tokio en una serie de planos-secuencia, aparentemente sin cortes, el espíritu del protagonista vaga buscando ese último tren al que subirse para cumplir la promesa que hizo con su hermana siendo niños: no abandonar nunca el uno al otro, pasara lo que pasara y, al final, conseguirlo acompasando los corazones.

No apta para epilépticos ni propensos al vértigo.
amarmol
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24 de septiembre de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Enter the Void” es una patraña insufrible. Si la he visto hasta el final ha sido para poder ponerla a parir con conocimiento de causa. He necesitado tres días y resistirme a otros tantos arrebatos que me urgían a arrojar la pantalla por la ventana y buscarme una actividad —cualquiera, incluso el ganchillo de competición— menos enervante. Gaspar Noé, perpetrador de semejante, inenarrable bodrio alucinógeno, se tiene por un cineasta sublime. Nadie, al parecer, le ha sacado nunca del error contándole que, al contrario, es ardua y denodadamente nefasto. De ahí la hondura ciega de su convencimiento. Se cree un visionario tal, que incluso acaba por mover a risa. Lástima que su película sea más larga que un día sin pan y, por ende, que cualquiera de las carcajadas que lo puedan sacudir a uno en vista de un ego tan desproporcionado. Dos horas y media de cogotes, agitados planos cenitales —en rigor, renders, no por conseguidos menos evidentes—, efectos ojo de pez a discreción y diálogos de subnormales. Todo salpicado con portazos interdimensionales en forma de destellos luminosos —también de aborto y de glande en primerísimo plano—, a guisa de puntos y aparte, o puntos y seguido, o puntos y coma de una narrativa que se quiere disruptiva y no pasa de mero balbuceo narcotizado. Sospecho que la pirotecnia visual —no sé si más irritante que agotadora o viceversa— no tiene otro objeto que encubrir la insignificancia de un argumento, por otra parte, muy poco original. El espíritu de un muerto renuente a marcharse al otro mundo o reencarnarse o lo que sea con tal de que el suplicio del espectador acabe de una vez. Y yo pensaba que “Ghost” (Ghost: Más allá del amor, 1990) era mala. Un detalle las diferencia, aparte de la ausencia de Whoopi Goldberg, siempre de agradecer, y es que a quien le tiene ganas el fantasma de “Enter the Void” es a su hermana. Cosas de franceses. Hablando de lo cual, habida cuenta de que en el 95% de sus planos aparece semidesnuda o desnuda del todo, y movido por una curiosidad eminentemente científica, diría incluso entomológica, busco a Paz de la Huerta en Internet. Más que nada por verle una cara que, a diferencia del resto de su anatomía, Gaspar Noé nos ha mostrado concienzudamente emborronada —dí que sí, los filtros están para usarlos—. Qué susto me he llevado al comprobar que tiene el rostro de un transexual que hubiera decidido dar el paso en una cárcel guatemalteca y poniéndose en manos de un veterinario al que se hubiera retirado la licencia por mala praxis. O sea, lo que Gaspar Noé le ha hecho al cine con este horror sin paliativos.
Carorpar
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