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La legión de los hombres sin alma

Terror. Fantástico Una pareja de enamorados viaja a Haití invitada por un misterioso hombre que sólo pretende conseguir a la chica. Para alcanzar su objetivo no duda en pedir ayuda a un siniestro personaje, llamado Legendre, que convierte a las personas en zombis. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
31 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los pesados pasos hacen vibrar la tierra como los tambores fúnebres del entorno, mezclándose un sonido de ultratumba que acompaña a los cuerpos meciéndose por propia inercia desde la colina. Los ojos del cochero abiertos como platos.
"¡Son "zombies"!", exclamará. La presencia de la muerte se siente cercana...

Quizás nunca tan cercana en su putrefacción corpórea; esta imagen, de un poder visual apabullante, personifica la tortura de la vida tras la muerte gracias a la cámara de Victor Halperin, que vino a revelar los secretos del ocultismo y la magia negra desde extraños confines en "White Zombie", obra de los tiempos del Hollywood pre-establecimiento del código de censura, y legendaria por muchos motivos, aunque tanto amada como despreciada. El guionista, productor y director, junto a su hermano Edward, levanta un proyecto independiente (aunque haciendo uso de los estudios) para atraer la atención del público sobre la morbosa práctica del voodoo.
Con dinero recaudado a duras penas, el aprovechamiento de decorados de otras películas mayores y un elenco apenas conocido, el dúo quiere dar lo mejor en un momento en que los efectos de la Gran Depresión están llegando a un punto culminante en todo el Globo mientras en EE.UU. se realizan, qué ironía, una cantidad importante de títulos enmarcados en el horror. Pero el de "White Zombie" es genuino, inspirado por el poco antes publicado y controvertido libro del autor y aventurero William Seabrook, "The Magic Island", en su descubrimiento de las tribus de Haití y sus aberrantes prácticas de ocultismo y canibalismo.

Esta sensación de extrañeza inquietante se transmite desde el primer plano, donde un grupo de nativos realiza un funeral, y los cantos tribales se unen a un espacio devorado por el negro; el trabajo del operador Arthur Martinelli, pese a lo pobre de la producción, consigue sumergirnos en las tripas de un mundo aparte. Esto no es Haití, es una dimensión desconocida a la que llegamos con los ojos de esa pareja (típico del género), Neil y Madeline. Sobreimpresiones y trucos visuales, muy efectivos, pero es la atmósfera y sus fuertes olores lo que apabulla, así como las raras expresiones de los actores, tan deudoras de los tiempos del mudo.
Sobresale entre todas las de un Bela Lugosi que entra en escena con una fuerza inusitada; caracterizado de un modo temible, la cámara se posa sobre sus ojos, que desvelan la fuerza oculta que mueve la trama, que nace de las obsesiones, la de un rico hacendado que ha ofrecido a los novios su finca para oficiar su boda, y que desea poseer a la mujer. En base a eso se penetra en una realidad torcida en la que los muertos han resucitado y caminan para servir de mulas de carga a los privilegiados, lo cual no es sino una terrible metáfora de la situación que se vive en Haití por culpa de la invasión norteamericana, aún vigente en el momento en que se rueda el film.

Estos son los primeros "zombies" de la Historia: cuerpos desenterrados y vueltos a la vida a través de la manipulación de la aún presente consciencia y los ritos de magia negra, sin mostrar los rasgos que los caracterizarán mucho más adelante; en ese sentido se recupera la idea del sonámbulo despersonalizado de "El Gabinete del dr. Caligari", así como al dr. Mors de "Sklaven fremden Willens" (las influencias expresionistas de ambas son notables), personaje anterior de Lugosi, dotado también del don de la hipnosis y cuyo propósito no es distinto de Legendre, representación perfecta del villano que se jacta de su práctica esclavista, y sobre otros hombres que antes ostentaron el poder.
Beaumont es el invasor refinado cuya riqueza procede de esa abolición de la prohibición de posesión de tierras por parte de extranjeros tras la conquista americana. Pero el guión de Garnett Weston deja las reflexiones sociopolíticas soterradas bajo la influencia de la magia y los ambientes tenebrosos, que Halperin visiona a la manera europea, con los trazos góticos tan heredados de los textos de Lovecraft y formas bizarras entre sombras perpetuas; deslizarse a través de estos escenarios viscosos, de calor sofocante y muerte tangible, constituye la esencia misma del horror con el que aquí se predica.

Más allá de la velocidad con la que se precipita el argumento, de los poco atractivos y raros diálogos, y de las interpretaciones de los protagonistas, más bien convencionales, salvándose la del locuaz y simpático Joseph Cawthorn y, cómo no, la de ese Lugosi dantesco, escurridizo y aborrecible en sus gestos e inflexiones de voz, la versión grotesca de (la incluso sofisticada que dio en) su anterior "Drácula". En los suntuosos decorados de "El Rey de Reyes" de DeMille, se dispone un clímax intenso donde Madge Bellamy se lleva todo el protagonismo en su lucha contra la manipulación de Legendre, que prosigue fuera del castillo y al borde de un acantilado.
Estas tomas exteriores, elaboradas a base de sobreimpresiones, pinturas y otros trucos, sorprenden (al menos a un servidor) por su fascinante imaginería de cuento de puro terror gótico, subrayada con la actuación del húngaro y el tono audaz gracias a la todavía ausente presencia del Código Hays, pudiéndose reflejar estos temas tan controvertidos de la posesión del alma, la magia negra y el colonialismo despiadado, además de secuencias de una rara violencia y cierta libertad sexual, luego prohibido.

Robert Frazer, algo insípido durante toda la historia, transmite de maravilla la impotencia del ser desposeído de voluntad en una escena desoladora en la que su personaje, ya "zombieficado", da las últimas muestras de sentimiento humano al ver a la también controlada Madeline. Por desgracia el presupuesto no permitió seguir desarrollando ideas ni personajes, ojalá...
La película cargó con pésimas críticas pese a resultar muy lucrativa en su circulación por el país y fuera de él. No quedará como un clásico para todos los paladares, ni para los fans del horror antiguo, y eso la hace aún más misteriosa y atractiva...
Chris Jiménez
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28 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
1932. La primera película de zombies, clásica ya e inspiradora de otras muchas, centenas literalmente. Para ser an antigua se ve bien, no está restaurada maravillosamente, pero se puede ver. Y oír, se oye muy bien, incluso a bajo volumen, cosa que se agradece.
Más allá de la literalidad de lo que propone el mensaje que expone es que los hombres sin alma no son nada, máquinas que se mueven por el azar o por el dominio o influencia de otras personas. Vivir es, sin más, tener alma. Quien carece de ella no está vivo, es un no-vivo, un zombie.
El directo se llama Victor Halperin, un desconocido absoluto para mi.
ÁAD
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19 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra Maestra de cuando el cine era cine. Francoise Truffaut lo decía: En el Cine no hay nada nuevo desde que David W. Griffith dirigió en 1916 El Nacimiento de una Nación. Y tenía razón. Aquí asistimos a un auténtico espectáculo de terror arcaico, de un cine mudo con sonido, con poco sonido, el justo, donde lo que importa son los rostros, los gestos, las sombras, las amenazas.
Debemos pensar en la mentalidad de los espectadores de 1932, y verla con esos ojos. Aún a pesar de haber transcurrido más de noventa años, no desmerece en absoluto y supera con creces al cine actual, infatuado, pobre y atento a los efectos especiales exclusivamente.
Sin lugar a dudas una obra maestra, que en pocas pinceladas, con un metraje corto nos sumerge en el Mundo del Vudú y la magia negra de Haiti. El título alude sin lugar a dudas a que todos los zombies a los que domina con maldad y perfidia Bela Lugosi son de raza blanca.
p1471789
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27 de diciembre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La legión de los hombres sin alma cuenta la historia de una pareja que está a punto de contraer matrimonio en Haití y nada más celebrarse la moda ella muere en extrañas circunstancias. Su anfitrión estaba enamorado de ella y había acordado previamente con un siniestro personaje conocido suyo que hiciese lo que fuera por conseguirla.

A pesar de la tosquedad de medios y el todavía influjo del cine mudo a la hora de narrar los hechos, la película tiene la virtud de hablar de un tema poco tratado hasta entonces en el cine como es el de los muertos vivientes. Además cuenta en su reparto con el rey del terror en aquella época, el temible Bela Lugosi, que aquí interpreta a un personaje similar al que le hizo famoso como fue Drácula.

Pionera del género zombie, su influencia queda patente en películas como Yo anduve con un zombie o la mismísima Drácula de Francis Ford Coppola.
Harold Angel
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28 de abril de 2024
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A menudo vale la pena irse tan lejos, escarbar tan profundamente y olvidarse del siglo actual para llegar, no siempre con éxito, a películas que quedan tan atrás que el cine sonoro prácticamente era una novedad y todos los géneros estaban pendientes de ser inventados. "La legión de los hombres sin alma", enésima mala traducción de un título original mucho más acertado, es casi antropología, es historia del cine, es una muestra única de cine de bajo presupuesto que ya existía en esos inicios de década de los treinta del pasado siglo. Igual que ahora, el pastel también lo componían pequeñas porciones, pequeñas producciones alejadas de los grandes números.

Se trata de una buena película incluso vista hoy, siempre pienso que mirar tanto atrás precisa de cierta condescendencia, porque es el cine que veían nuestros abuelos o bisabuelos (eso si eran de ciudad, son maneras de hablar) y con el que seguro que quedaban aterrorizados. Hay que ponerse en la piel de ellos. Puede que la historia no esté tan bien explicada como debería, que lo de esos dos amantes no es del todo acertado, pero es que hay vudú, hay miedo de verdad y un tío, un personaje, un tal Lugosi, que es quien tiene que llevarse el mérito entero, sí o sí, y que hace que la película funcione.

Efectivamente, esos primeros planos de Lugosi son tremendos, él es quien transporta el terror de verdad y quien demuestra que merecía los pocos dólares que debió cobrar por su actuación. Él es quien lleva a cuestas la película. Luego está también ese castillo, claro antecesor del barroquismo de la productora Hammer, estamos en 1932, pronto hará un siglo, y aún se puede ver y se seguirá viendo con mucha frescura. Respeto, siempre...
Luisito
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