Peppermint Frappé

Fue una película importantísima porque supuso la aparición de Geraldine Chaplin en el cine español con todo lo que ello aportó que fue una sugestiva revelación, una nueva estética y una particular exquisitez a la hora de abordar los personajes femeninos en el generalmente fascinante universo cinematográfico de Saura. También se reveló López Vázquez como un prometedor actor dramático pero tuvo la inteligencia de no dejar de hacer películas intrascendentes y de poca ambición para combinarlas con obras de mayor trascendencia y profundidad. Alfredo Mayo se habia revelado en "La caza" como un actor de verdad y siguió dejándose ver en producciones de Querejeta donde reveló un perfeccionamiento de su técnica interpretativa del todo elogiable aunque sin dejar por eso de intervenir en películas que recordaban la estética franquista de sus primeras interpretaciones. Saura consiguió exponer con brillantez el contraste entre dos tipos distintos de mujer y consiguió una obra llena de complejidad y con ese atractivo misterioso habitual en sus colaboraciones con Querejeta. Además el film se caracteriza por tener una elegancia externa considerable que se refleja en los movimientos de cámara y en su finura visual. Pero claro su elegancia también es interna por el complicado puzzle que propone. Con esta obra nació una nueva forma de enfocar en el cine el panorama existencial de la España de entonces.

Contrariando la experta opinión de un crítico de El Pais, no creo que esta película haya perdido vigor con el tiempo, ni que sea muy lenta (comparada con muchas otras actuales que llevan la lentitud hasta el hastío). Para mi gusto es un digno drama de Saura, dedicado al maestro Buñuel, donde los tres protagonistas principales cumplen bien con sus papeles; y muy especialmente José Luis Vázquez, de nuevo representando al macho hispánico reprimido y sexualmente obsesivo, como le ha tocado hacer en otras muchas películas de su extensa filmografía. La posible incomprensión a la que también alude el mismo crítico se centra, obviamente, en la aparente duplicidad de papeles desempeñados por la misma actriz (Geraldine Chaplin), pero la trama es totalmente diáfana. Interesante, cuanto menos.

Ideada y planteada como abierto homenaje a Buñuel (conceptualizado espléndidamente en dos detalles, entre otros muchos: el poder argumental de los tambores de Calanda/el momento en que López Vázquez va a colocar una pestaña postiza a Chaplin), estamos ante una obra llena de matices, rica y compleja. Posee una entidad propia, "sauriana" y cabe hablar de ella como casi una obra maestra. Saura agrupa con excelente oficio toda la temática/eclecticismo buñuelianos: argumentalmente compleja es, a la par, diáfana y luminosa; desfilan los simbólicos vestigios de un pasado que constreñidos en el subconsciente requieren de un lanzado movimiento catártico que fulmine obsesiones/represiones nacidas en el brumoso "paraíso" de la infancia; el poder de los objetos que en una ritual y precisa puesta en escena alcanzan un carácter protagonista, que suple con suficiencia la "complicación" de dar a luz solo a 4 personajes y tres intérpretes básicos; el fetichismo, plasmación erótica y vital del personaje de López Vázquez (casi perfecto), soltero reprimido/obsesionado; el simbolismo, lograda fusión de los dos aspectos anteriores; el alegórico mundo onírico, de poderosa y en este caso brillante imaginería, mundo incardinado sin fisuras a la gran puesta en escena. Espléndidamente rodada, con fotografía admirable de Luis Cuadrado. Guión del director, Angelino Fons y Rafael Azcona. De lo mejor de su autor, sin duda alguna.

Los antecedentes de “Peppermint Frappé” parecen claros. Además de las obvias y explícitas referencias a Buñuel, la película tiene un argumento de deseos y sueños que ya había sido desarrollado en otros films (imposible que no venga a la cabeza “Vértigo”, de Hitchcock). Sin embargo, Carlos Saura da una vuelta de tuerca sobre el tema. El gran mérito de “Peppermint Frappé” es trasladar esa atmósfera enfermiza y agobiante de pasión obsesiva al escenario de pugna entre las dos Españas. Esta película representa de manera abrupta el choque entre el provincianismo pacato de la España rural y la modernidad desinhibida que venía de fuera, y que ya calaba en ambientes urbanos. Aunque todos los actores están bien, destacan José Luis López Vázquez (sobresaliente en su papel de médico anclado en las tradiciones y en un erotismo reprimido e insano) y Geraldine Chaplin (perfecta en su ambivalente interpretación de dos personajes antagónicos). Quizá resulte poco creíble, vista ahora la película, el personaje de la enfermera… De todos modos, creo que es una idea brillante el que la misma actriz encarne a los dos personajes, que aparecen así especialmente conectados por el hilo conductor de la mente trastornada del protagonista.

Carlos Saura utiliza elementos surrealistas y oníricos, pero relata la historia de una manera convencional, con estructura clásica de planteamiento, nudo y desenlace. No obstante, cada objeto, cada personaje, y cada acción, adquieren un significado propio, porque todas las cosas del mundo real tienen un reflejo en el submundo distorsionado de la mente fetichista del protagonista. La manera de rodar se ajusta a ese clima enfermizo y perturbador. Carlos Saura juega con todos los elementos cinematográficos a su alcance (fotografía, color, música, sonido, movimientos de cámara…) para realzar esa sensación de confusión y de confrontación continua. Destaco la escena del ejercicio de remo en el dormitorio del médico, inquietante y angustiosa.

Quizá el desenlace sea lo más flojo del guión, el director da rienda suelta al delirio del protagonista y el estricto thriller psicológico acaba predominando sobre el elemento político y social, que a mi juicio habría podido tener un mayor desarrollo. De todos modos, “Peppermint Frappé” es una obra audaz, arriesgada y comprometida, y que constituye un agudo retrato de una época histórica y artística especialmente peculiar.

De la mediocridad de un personaje como el que interpreta majestuosamente López Vázquez no hace falta insistir demasiado, en todo caso sí hay que subrayar que si no fuera lo que es, una persona amargada, con una vida repleta de carencias, la película no funcionaría. La conciencia y la psicología juegan un papel fundamental en "Pippermint Frappé", de manera que se aleja de forma absoluta de la línea de producciones habituales en el cine español de la década de los sesenta. Vamos, pillas a López Vázquez en cualquier patraña de las típicas comedias de la época y sencillamente parece otro actor.

En todo caso puedo entender que hayan quejas porque ha quedado desfasada, en tanto en cuanto ya no hay personas reprimidas que viven una vida alejada de lo que ellos quisieran, en el actual siglo la libertad es absoluta comparada con los límites y el sentido de la película de Saura. También es cierto que hoy cuesta entender que hayan dos Españas tan distintas, la de López Vázquez y la de su colega, dos opuestos que podrían convivir pero claro, uno tiene lo que el otro anhela. Debe costar llevar el peso de esa conciencia, de ahí que la psicología sea clave para entenderlo todo. No le resto méritos a Saura, todo lo contrario, lo elogio desde aquí sobre todo por el hecho de pretender hacer un cine tan distinto a todo lo que le rodeaba.

¿Acaso una película así no es propia de valientes?; Saura respiraba cine por todos los costados, con mayor o menor fortuna, pero su vida estuvo dedicada en pleno al séptimo arte...