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Peppermint Frappé

Drama Pablo (Alfredo Mayo), un amigo de Julián (López Vázquez), acaba de casarse con Elena (Geraldine Chaplin), una sofisticada extranjera. Julián se obsesiona tanto con ella que empieza a cortejar y a tratar de cambiar el aspecto físico y los hábitos de la enfermera que atiende su consulta, ya que se parece bastante a Elena. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2011
51 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los numerosos viajes que hacía el gran director Carlos Saura a Cuenca a visitar a su hermano, el pintor Antonio Saura, le debió impresionar el choque de culturas que se vivía en nuestro país -y en todo el mundo- entre la rancia y oscurantista España profunda y el incontenible soplo de brisa fresca en forma de rebelión social pacífica que se vivía en los años sesenta (París en 1968, San Francisco, Londres, y, un poquito, Madrid y Barcelona).
Para alguien que venía de Madrid, el contraste entre el Museo de Arte Abstracto, el ambiente de los pintores y otros artistas que se unieron al movimiento cultural que se cocía en la pequeña ciudad manchega (Zobel, Torner, Tapies, Chillida, A. Saura, etc.) y la Cuenca profunda, más cerca de la Vetusta que describió Alas Clarín en "La Regenta" que de ese espíritu innovador, exhuberante e iconoclasta que invadía de forma imparable el mundo occidental por entonces; debió ser una buena fuente de inspiración para rodar el que es, probablemente, el mejor film de este director junto a "Cría Cuervos".
Una cuidada fotografía, que recuerda a las mejores películas de Michelangelo Antonioni, unas brillantes interpretaciones de Geraldine Chaplin, José Luis López Vázquez y un sorprendente -por bueno- Alfredo Mayo en uno de los mejores papeles que le recuerdo, una B.S.O. estudiada al milímetro (Los Canarios con su sensual rock progresivo versus la cruda grabación de los tambores de Calanda), el morbo de Luis Buñuel (a quien está dedicada esta magnífica película), un guión solvente y una dirección brillante e innovadora sirvieron para cocinar esta pequeña maravilla cuyo rodaje aún se recuerda con orgullo en Cuenca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lisufelligus
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28 de mayo de 2010
42 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Misterio de Elche vs. Los Canarios
Ana vs. Elena
Té vs. Peppermint Frappé
Julián vs. Pablo
Poesía (A. Machado) vs. La fotografía
Ciudad Encantada vs. Museo de arte abstracto español
Seat 127 vs. Ford Thunderbird descapotable

Existen suficientes pistas (marcadas con luces de neón) sobre el propósito de Saura de retratar las dos Españas (Gea) que por aquel entonces cohabitaban de mala manera en un mismo territorio. Dos mundos diferentes llenos de obsesiones, engaños y envidias.
Las dualidades empiezan con el reencuentro de Pablo (Alfredo Mayo) y su esposa desenfrenada Elena (Geraldine Chaplin). Y como reacción de esa dualidad española surge el componente psicológico de Julián, y aunque Saura seguirá marcando las dos Españas, lo mejor es centrarse en esa obsesión medio onírica y medio real que Julián acaba por desatar, que es en definitiva, lo que deja el poso definitivo a esta película.

Julián (J. Luis López Vázquez) usa unas tijeras con las que va cortando revistas de moda. Ojos pintados, labios de carmín, pestañas postizas, minifaldas y medias de colores (Eros). Radiólogo de profesión y mesurado de formación. Ana (G. Chaplin) trabaja con él. Formal y de falda larga. Aunque la obsesión está presente desde el inicio mismo, Saura tiene la suficiente pericia para hacer que dicha obstinación bulla lentamente, hasta que como una olla express, el silbido nos anuncia que la comida ya está lista.

Y antes de bullir, nos ha enseñado los ingredientes. A modo de flashback (la boda de Pablo con una niña del pueblo en su infancia) y el voyeurismo tras la cerradura o en los baños con mujeres de escasa belleza. Simbolismos que quedan desperdigados pero no desordenados hasta llegar a las escenas finales de tambores y deseos de gran fuerza visual.

Con su anterior película (La caza), Saura marca un punto de inflexión en su incipiente carrera. Durante unos años, la España, la sexualidad (casi siempre reprimida) y la muerte (casi siempre violenta) conformarán una terna indivisible en la filmografía de Saura.
Chagolate con churros
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8 de abril de 2010
44 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
-El final-

Manejándose en dos niveles (realidad-irrealidad), la película culmina en un estallido catártico que vomita lo obsesivo y lo compulsivo del protagonista en una postrera superposición de niveles textuales fundiéndose y confundiéndose (el mundo interior, por un lado; y el exterior del entorno por otro).

A ese desenlace –que menciono de forma imprecisa, sin explicitar detalles– se va consagrando la construcción del metraje en sucesivas referencias que unen el plano onírico con el real. Fogonazos de memoria suprarrealista o inventada emergiendo poco a poco hacia el plano racional (Geraldine Chaplin va y viene de la realidad al ensueño, ya sea a través de fantasías o de reconstrucciones usando a otra mujer, ofreciendo la dualidad de lo simulado y lo real, lo real y lo soñado, etc).

-Simbolismos-

Separándonos de la configuración narrativa, y en lo que se refiere al orden temático, la película se centra en los elementos simbólicos ya mencionados en la página por otros usuarios: las dos Españas (la de pujanza económica de los 60, burguesía acomodada, moderna; y la provincia tradicional de usos, costumbres y represiones pacatas).

-Blow Up-

La música pop, las medias rojas, la falda verde, la peluca, la cámara de fotos, Antonio Saura, los museos, el arte contemporáneo… Y, sobre todo, el tratamiento de película donde las reglas de una línea narrativa real o veraz y otra de ensoñación confluyen en una misma materia cinematográfica sólida e independiente que va más allá de un orden articulado para la ficción y la representación.

-Buñuel-

Cabe destacar también el elemento buñueliano (expresamente subrayado por Carlos Saura) en la anécdota de la ruta de tambores de Calanda y el clima cerrado, atrabiliario en su intimidad, de una fisicidad que se desborda contenida en el tratamiento fetichista del sexo (condición enferma de un erotismo complejo y acomplejado como forma de posesión-sumisión de un objeto).

-La Rompida de la hora-

Enormes los planos de la Rompida de la hora, con Geraldine Chaplin aporreando tambores en plena Semana Santa. Imagen que sirve como muestra del revoltijo en la mente de un López Vázquez de tradición religiosa, represión y a su vez fascinación por el ideal de mujer pecaminosa y cosmopolita que tan lejos quedaba del españolito medio (con sus medias de rejilla y sus pestañas postizas). Imagen que refleja una psique, una sociedad y el universo creativo de un director de cine. Y casi, diría, de cierto tipo de cine español que habría de venirse.
Bloomsday
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30 de junio de 2018
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peppermint Frappé supone uno de los primeros trabajos de Carlos Saura que narra la historia de una obsesión con sutiles toques surrealistas. Esto la ha hermanado con el estilo de la obra del genio de Calanda y, a pesar de sus referencias, creo que Saura demostró en películas posteriores que dicho estilo podía hacerlo propio más allá de las odiosas comparaciones.

Es un gozo contemplar la interpretación de José Luis López Vázquez como la de un hombre de lo más normal del mundo pero maquinando dentro de su cabeza mil y una historias de lo más inquietantes. Geraldine, que cuenta con un doble papel, también está excelente dentro de su sobriedad en su primera colaboración en lo que fue el tándem Saura-Chaplin.

Sin duda, una de mis favoritas de Saura y quizás bastante desapercibida dentro de la filmografía de su director.
Travis Bickle
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21 de agosto de 2009
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Peppermint frappé” es una historia de obsesión y deseo compuesta por tres personajes en la ciudad de Cuenca, una bebida de menta y una pegadiza canción de “Los canarios”, que Carlos Saura dirige con maestría.
Después de “La caza”, encontramos una cinta muy diferente, pero también minimalista, en la que con pocos recursos se alcanzan situaciones de lo más sugerente gracias a la perturbación del personaje de José Luis Vázquez hacia la joven esposa de su amigo. He ahí el evidente homenaje a Buñuel, de manifiesto en los tambores de Calanda y algo más implícito en alguna que otra secuencia de aire surrealista.
Geraldine Chaplin hace un doble papel extraordinario, seguramente por ser la primera de las muchas colaboraciones que realizaría con Saura, ya que en cintas posteriores parece algo forzada, más metida en la película por ser la esposa del director que por la necesidad de su presencia. En este caso eso no sucede y los dos papeles que interpreta están muy bien aprovechados y representados.
La estética de la película está muy conseguida para la época, muy al estilo de “Blow up”, recién estrenada, y donde destacan unos decorados y un vestuario verdaderamente rompedores.
Una lástima que aquel mayo del 68’ impidiera su prevista proyección en el Festival de Cannes de ese año. Por lo visto, un grupo de jóvenes franceses (entre los que había miembros de la “nouvelle vague”) interrumpieron la programación a modo de protesta.
Y una lástima también que, como he oído decir, Carlos Saura fuera perdiendo su talento a medida que avanzaba la democracia en España. Si es que Franco inspiraba.
hpbordon
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