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La reina Victoria

Romance. Drama Narra la juventud de la Reina Victoria de Inglaterra, su ascenso al trono y la legendaria historia de amor que la unió al Príncipe Alberto. En 1837, Victoria de Kent, con sólo 17 años, se convierte en el centro de una lucha por el poder. El Rey Guillermo, su tío, está a punto de morir. Victoria, a pesar de que vive apartada de la corte por voluntad de su madre, aspira al trono, aunque sólo cuenta con el apoyo de su institutriz. Tras la ... [+]
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
10 de abril de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La soledad doliente de Victoria, de niña y adolescente, está contada con una emotividad contenida que te engancha desde los primeros minutos. Todos, unos más y otros menos, intentan manipular la personalidad de una reina por hacer. Una niña que a todos interesa que siga siéndolo y que se convierta en una reina de paja, a favor de quien sepa dominarla y utilizarla a su conveniencia. El coraje que despierta en Victoria su inexperiencia y su falta de formación práctica, está muy bien contada. Se indigna tanto por la sobreprotección de quienes nunca se han planteado la necesidad de que sea autónoma y tenga sus propios criterios, como de los intentos de que otros decidan por ella apartar a sus manipuladores, sus amistades y sus amores.

La irrupción de Alberto como soplo de aire fresco en la celda impermeable en la que han convertido su corte, está narrada con maestría, a través de unos diálogos medidos que saben explicitar todo su contenido según son interpretados. En una concesión no vergonzante, Victoria los rememora en la soledad de sus vigilias, y acude a él porque ha sido el único que ha centrado sus consejos en que ella se haga fuerte, aumente su autoestima, y tome sus propias decisiones.

Guión elevado a la perfección por el buen pulso, falta de pretenciosidad y el saber hacer del director, J.M. Vallée.

Si a sus valores cinematográficos, narrativos, interpretativos… hay que sumar las alabanzas recibidas por su rigor histórico y sus detalles técnicos de ambientación y vestuario, deberemos concluir que nos hallamos ante una película notable.

Emily Blunt era ya una realidad a la que seguir con interés. Hay que ver si sigue creciendo así. Apunta muy alto.

Tras su ya notable “C.R.A.Z.Y.”, Vallée merece todo mi interés.

Seguid así, por favor.
Rick el acomodador
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2 de diciembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre nos llega un momento, inesperado la mayoría de las veces, en que nos topamos con una película, una historia, que nos toca directamente el corazón. En mi caso, «La joven Victoria» ha sido una de esas obras.

En realidad no la considero una película rosa ni de pastelería como algunos aseguran queriendo perjudicarla. Eso sería injusto para el romance que nos cuenta, lleno de una delicadeza y una pasión que me conmueve, me conmueve hasta las lágrimas. Yo, lo admito, no sé qué es exactamente lo que me causa ese sentimiento al ver las miradas, los diálogos, las discusiones, los besos y la entrega de estos dos amantes reales. No lo puedo remediar. La puntilla es ese epílogo que sigue la historia y donde descubrimos que el amor que se profesaban estaba más allá de la misma muerte. Nada, que vuelvo a llorar.

Algo que me parece importantísimo para explicar la belleza y la profundidad del romance es que no se enamoran por exigencias de guión, porque sí, sino porque hay algo que les une y les atrae irremediablemente. Se produce una conquista mutua, del uno hacia el otro, a través de cartas, paseos, intercambio de ideas, reprimendas, tiras y aflojas, risas y bailes en la que sólo tienen ojos para su acompañante. Así, su amor se va construyendo, va naciendo, va llenándoles las almas, gemelas, desde luego. La verisimilitud de los hechos juega a su favor, y Vallée hace muy buen trabajo ayudado de un sutil y bien montado guión que va narrando los encuentros y desencuentros de Victoria y de Alberto, interpretados diría que perfectamente por una Emily Blunt que engrandece cada plano y un Rupert Friend de bondadoso rostro.

Sin poder desligarse de la historia de amor, nos encontramos también con los inicios políticos de una Reina joven, fuerte, inexperta y manipulable, que irá evolucionando hacia una mujer que gana seguridad, con las ideas claras y sin el orgullo terco de la inmadurez. A ello contribuye la influencia positivísima, de auténtico príncipe, de su amado Alberto, con una visión política y humana que calará hondamente en ella.

Imposible no terminar con la única frase posible: God Save the Queen.
Kaori
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1 de octubre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con las películas que Gran Bretaña produce sobre sus Reyes y su historia, podría construirse una enciclopedia monárquica. Por citar sólo algunos ejemplos, han sido retratados Enrique V (versión Kenneth Branagh), Enrique VIII (en La Vida Privada de Enrique VIII, Un hombre para la Eternidad, Los Tudor), su hijo Guildford (Lady Jane), Ana Bolena (en Ana de los Mil Días y Las Hermanas Bolena), Elizabeth I (versión Bette Davies en La Vida Privada de Elizabeth y Essex y El Favorito de la Reina; y versión Cate Blanchet en Elizabeth y su segunda parte, La Edad de Oro), María Estuardo (con Katharine Hepburn), esta Reina Victoria, el Rey Jorge VI (en The King´s Speech, con Colin Firth, por estrenar), o la actual Reina Isabel, que le dio el Oscar a Helen Mirren.

Ésto no es sólo síntoma del poder de producción del cine de Gran Bretaña (y de su cultura), sino también del evidente sentimiento monárquico de los ingleses.

Por este aluvión de cintas biografico-monárquicas que siguen llegando cada año, entiendo que resulta difícil innovar o hacer apuestas originales dentro de un género tan estandarizado. Y por eso, quien ataque al clasicismo de La Reina Victoria, se perderá el disfrute que supone ver una película bien hecha, sencilla pero grande, un espectáculo visual fuera de toda duda (y no podía ser de otra manera: su protagonista dio nombre al estilo Victoriano), y un desfile de buen hacer por parte de su reparto.

Sorprende ver a un cineasta como Jean-Marc Vallée detrás de una película tan clásica como esta. Su anterior y única obra es la magistral y rompedora C.R.A.Z.Y. Pero aquí se pone al servicio de su historia, de su diseño y de sus actores, dejando que estos devoren la pantalla.

Y aunque ese factor sorpresa que comentaba no existe, La Reina Victoria es una agradable y emocionante clase de historia que apuesta por la humanización de La Reina, de hecho, su título inglés dice mucho más que su traducción española (como suele ocurrir): la Jóven Victoria, que a la temprana edad de los 18 años asumió el poder de la nación más poderosa del mundo aún a costa de quienes conspiraban contra ella por su juventud.

Y además de la vertiente pública, La Reina Victoria se centra en la relación de ésta con el Príncipe Alberto, y aprovechando la química entre las dos promesas del cine británico Emily Blunt (El Diablo Viste de Prada, El Hombre Lobo) y Rupert Friend (Chéri, Orgullo y Prejuicio), el filme alcanza altas cotas de emoción, en un espectáculo lujoso, entretenido y emocionante.
jaly
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13 de octubre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es un filme elegíaco y laudatorio sobre la monarquía británica. De esos donde el realizador es de origen extranjero porque los cineastas ingleses siempre han evitado hacerse cargo de proyectos donde priman tanto el elogio y el ditirambo hacia sus instituciones.
Si dejamos de lado esta percepción por un momento, reconoceremos que la película tiene momentos deslumbrantes debido a los encuadres preciosistas, la ambientación, el vestuario y la fotografía.
La historia es lineal, entretenida, pero previsible, llena de glosas adulatorias y de promesas incumplidas. Cuenta con algunas similitudes con la de “Elizabeth”, el filme del indio Shekhar Kapur, en lo que respecta al esbozo de una figura rebelde con la tradición, insumisa y firme ante las amenazas de los codiciosos o de los enemigos externos y en el planteamiento de la intriga y lucha por el poder que constituían un thriller político e histórico alrededor de la “Reina virgen” pero que en “La joven Victoria” terminan formando parte del decorado porque no tienen trascendencia alguna en el desarrollo de la trama salvo, de alguna manera, en el matrimonio; denotando entonces que se trata de un enfoque equivocado si se pretendía hacer una gráfica casi fiel sin aceptar mayormente la ficción.
Lo que queda entonces es el melodrama, la historia de amor entre Victoria y Alberto que, en realidad, carece de elementos que puedan sorprender, excluyendo el hecho de haber tenido una relación prolífica y duradera para mayor gloria de Inglaterra, y destacar la actuación de Emily Blunt por supuesto, llena de frescura y naturalidad. Puede discutirse acerca de la elección de esta actriz para el papel pero aquí retomo la reflexión inicial sobre la condición casi siempre foránea de los directores que hacen filmes sobre la fascinación real, objetivo último de esta cinta. Jean Marc Vallée, el canadiense, echa una mirada a este mundo como si lo estuviera haciendo a través de los ojos del enamorado Príncipe Alberto, originario de Alemania, y como tal decide que su Victoria debe ser bellísima al estilo de un cuento de hadas.
GUSTAVO
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7 de mayo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno ve los títulos de crédito de La reina Victoria, solo puede sorprenderse de los nombres que en ellos aparecen. Martin Scorsese y Sarah Ferguson en tareas de producción, y el director canadiense Jean-Marc Vallee, después de la muy personal y excelente C.R.A.Z.Y, en la dirección. Son tres nombres completamente ajenos a una película de las características de La reina Victoria, cuando no, en uno de los casos, directamente ajeno a cualquier cosa relacionada con el cine. Al menos el nombre del guionista, Julian Fellowes, y el de buena parte del reparto si resultan un poco más adecuados. Ya que La reina Victoria no pasa de ser la clásica, típica, lujosa, y solo correcta película inglesa de época.
El destino de la monarquía inglesa se complicó cuando a mediados del siglo XIX, las presiones y las luchas por el poder de mucha gente en el entorno de la Corte, estuvieron a punto de impedir la coronación de la joven Victoria como reina del Imperio británico tras la muerte de su tío, el rey Guillermo. El carácter decidido de la joven reina hizo que las cosas se desarrollaran por su cauce y le permitió gobernar durante más de sesenta años el destino de su país.
Además de todos los problemas de carácter político que surgieron ante la coronación de la reina, uno de los hechos fundamentales de su vida, fue la relación que por aquella época estaba iniciando con el príncipe Alberto, y que acabaría convirtiéndose en su marido, padre de sus hijos, y en el hombre de su vida hasta su prematura muerte.
La película se debate entere mostrarnos la vida política de la época, y la historia de amor de la reina sin que en ninguno de los dos aspectos pase de ser un recuento superficial de una serie de acontecimientos que resultaron cruciales, y que en la película quedan reflejados de forma muy vistosa pero escasamente apasionada.
Cuando la historia se decanta por su vertiente política, acaba resultando bastante confusa, mientras que cuando se centra en la parte romántica parece que estamos ante una historia rosa de lo más blandita.
Afortunadamente todo esto se sujeta en una puesta en escena correcta, donde la ambientación es realmente espectacular, donde la música se encarga de ensalzar escenas bastante apagadas y donde la fotografía retrata a la reina de forma luminosa y juvenil.
La otra baza con la que cuenta la película, es la presencia de la actriz Emily Blunt, que hace un trabajo desenvuelto, fresco, y que escapa de la rigidez con la que se suele caracterizar a estos personajes. Gracias a ella la película llega a alcanzar algún momento de cierta energía, dentro del académico y discreto conjunto.
ernesto
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