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Críticas de GUSTAVO
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Críticas 122
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
30 de enero de 2024
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al contrario de lo que podría pensarse y a pesar de los reparos que se le puede hacer a su cine, que siempre ha tratado de la deshumanización o los límites de la naturaleza humana, Yorgos Lanthimos ha logrado más sutileza y extrañeza en gran parte de su filmografía previa que en “Pobres criaturas” la cual es más atractiva y entretenida pero también más comercial y hasta convencional. Si bien la película toma la idea inicial de la novela de Frankenstein y de cierta forma la de “La bella y la bestia”, en su desarrollo se da un casual acercamiento y paralelismo a la película de Greta Gerwig “Barbie”, que también es sobre un personaje que cobra vida, empezando por la versión “rarita”, la muñeca contrahecha, dañada, con la diferencia de que Bella tiene un cerebro y un cuerpo descoordinados cronológicamente. Sin embargo, la película comienza a derrapar luego de que empieza su etapa de autodescubrimiento y sale de viaje aventurero, convirtiéndose de golpe en una especie de Barbie erótica y fatal pero que toma conciencia de todo lo malo que pasa en el mundo adoptando posiciones sociales, políticas y asumiendo variadas consecuencias que no detallaré.
En cuanto a los personajes secundarios, están todos al servicio del quehacer de Bella aunque el God de Willem Dafoe tiene un trato interesante por lo inquietante de su origen. Y no se puede dejar de mencionar el encuentro cómplice con el de Hanna Schygulla, la actriz primordial de Rainer Werner Fassbinder, que aparece como un referente de la transgresión.
Por lo demás, la fotografía, los cambios de color que remiten al Mago de Oz, los encuadres de la cámara, los efectos del lente ovalado y el diseño de producción calzan con la idea de una fábula e impactan pero hay un cierto barroquismo, producto de efectos digitales burdos y anacrónicos, que va en contra de la propuesta visual.
Creo que Emma Stone, con su actuación, quedará asociada en el imaginario popular con Bella Baxter más que con cualquier otro personaje que haya interpretado en el pasado pero no necesariamente por su historia de liberación y empoderamiento sino porque Lanthimos la ha convertido en un nuevo icono de la pantalla.
GUSTAVO
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7
3 de abril de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si esta película vuela más alto que la media es por las buenas actuaciones de la mayoría de los actores y por la narración en flash back, entre culposa y melancólica por parte de Joe la protagonista, de las escenas donde el erotismo, el sexo y la confrontación con el entorno social se presentan de forma tan satisfactoriamente natural que desestiman los caminos del dramatismo exacerbado o la intención estrictamente estimulante del deseo que tienen muchas películas pornográficas. Es por eso que Nymphomaniac. Volumen 1 no puede ser considerado dentro de este género a pesar de las escenas de sexo explícito que vemos en la pantalla.
En general estos aciertos compensan el cargante marco teórico que Von Trier, salvando las diferencias de temática, impuso primero en "Dogville" donde, si recordamos, el rodaje fue realizado en un estudio prácticamente sin escenografía, que representaba a un pueblo sumido en la inopia con casas sin puertas, techo ni ventanas y actores que simulaban tener un espacio propio siendo lo prioritario que el espectador se concentre en las expresiones faciales. En Nymphomaniac no se presenta un extremo parecido pero el personaje de Stellan Skarsgard, que es como un alter ego del director, habla literalmente de metáforas que relaciona de inmediato, como si fuera un sabio iluminado, con el sexo y las correrías de Joe, la ninfa golpeada encontrada en un callejón. Claro que sin ver la segunda parte, esta actitud conserva para el espectador un halo de misterio y duda pero resulta que la propia Joe habla de "capítulos" en su historia, de "saltarse en el tiempo", de poner ella misma el nombre a dichos "capítulos" para darse cuenta del exceso. Pero aclarando la situación, para mí está claro que las metáforas de las películas no son malas, lo malo está en que se verbalicen en forma tan consciente y más parezcan servir como un innecesario escudo para hacer frente a una probable impresión de la película de parte del público y de la crítica como una simple banalidad lujuriosa.
Esperamos que se estrene muy pronto la segunda parte (en Lima recién se estrenó la primera) para confirmar o desvirtuar mi apreciación sobre el personaje de Skarsgard pero parece claro que en lo esencial ya está todo dicho.
GUSTAVO
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5
30 de enero de 2015
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Con tantas licencias que se puede tomar Disney para autorizar la re-escritura y mezcla de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, esperaba que el director Rob Marshall la achuntara pero no es así. No creía, por supuesto, en una historia que incluya dramatismo exacerbado, violencia y sexo pero sí más coherencia, concreción, luminosidad y mucha más sutileza. Porque, vamos, la película pretende ser turbia desde la fotografía, tiene un tono tragicómico y no contenta con ser ecléctica quiere ser original añadiendo giros inesperados que dilatan el metraje en demasía y llega incluso a aburrir. El problema está en que Marshall inutiliza los cambios y toda la parafernalia fantástica y lúdica que en mayor o menor medida nos presenta para intercambiarla por discursos llenos de moralejas y mensajes “urbi et orbi”. Es decir, de nada vale que nuestros héroes tengan un destino diferente del que imaginábamos o que en el plano fantástico el lobo, trastocando las leyes biológicas o de su propia naturaleza, se coma enteras a la Caperucita y a su abuelita o que la vaca muera pero resucite con un hechizo de la bruja o que la esposa de la panadera quede embarazada milagrosamente y luego desaparezca de la escena para que después vengan el narrador o Meryl Streep a recitarnos o cantarnos monsergas, lecciones y consejos de auto ayuda al respecto. No tengo ninguna predisposición contra el género de cine que nos ocupa pero los defectos de la película pesan más que las virtudes que son sobre todo técnicas y de actuación. Pero, incluso, la puesta en escena como musical no tiene nada de novedosa porque se parece a la de Tim Burton en “Sweeney Todd” pero sin el Grand Guignol.
Mención aparte es hacer notar la intención del filme como instrumento de lucimiento para Meryl Streep, quien vive buscando nominaciones a los premios Oscar. No es difícil ver también un ejercicio de emulación o al menos una analogía con el protagonismo de Angelina Jolie en “Maléfica” que con toda su sencillez, resultó mejor película que esta.
GUSTAVO
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6
22 de enero de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una obra de encargo comercial con la conocida estrategia de publicidad que incluye la previa presentación del best seller del mismo nombre de la película, estrenada ex profeso a fines del 2014 en EEUU para obtener fácilmente nominaciones a los premios Oscar. En ese sentido se le puede calificar como oportunista y, teniendo en cuenta la filmografía del director, hasta innecesaria. No pongo en duda que la película tiene méritos técnicos y de puesta en escena que merecen su visión pero Clint Eastwood siempre dio un paso adelante en cuanto al estilo y cuota de autor cuando se trató de género de guerra. Por eso es que, por ejemplo, el díptico constituido en torno a la segunda Guerra Mundial por “Cartas desde Iwo Jima” y “Banderas de nuestros padres” no competía técnicamente con “Salvando al soldado Ryan” de Spielberg pero la superaba por su firme alegato anti bélico lleno de claroscuros sobre el honor, la valentía y el heroísmo. Y ahora “El francotirador” va a la saga del montaje, narración y efectos especiales de cintas como “La noche más oscura” y “Zona de miedo” de Kathrin Bigelow sobre la cacería de Bin Laden y la Guerra de Irak pero a lo mucho quizás las iguale a cuenta exclusivamente de la presentación y narración del retrato y destino de un soldado de élite llamado Chris Kyle cuya especialidad es matar a distancia, interpretado en muy buena forma(incluyendo la física) por el actor Bradley Cooper, plena de sutileza, polaridad y dosificación de emociones que le hace bien a la película al darle el tono que en buena parte esperábamos de Eastwood.
Sin embargo hay un problema y me parece grave porque es de concepto: Clint como buen militante republicano cree en Bush y justifica la invasión de Irak como una guerra de respuesta ante los atentados terroristas que ya está probado que no salieron de ese país. La presenta como inevitable tal como si fuera la Segunda Guerra Mundial exponiendo, además, una filosofía barata y bastante primitiva expresada por el padre de Kyle la cual divide a la sociedad en ovejas, lobos y pastores lo que hace que el filme sea bastante maniqueo al gusto de la platea local que seguramente habrá respondido con creces en la taquilla.
Esto no es óbice, sin embargo, para que con las mismas imágenes a las que me refiero se logren momentos muy buenos que sirven como contraste irónico entre la vida y la muerte y el debate moral del francotirador como la de la mujer embarazada que le entrega una granada a su hijo para aniquilar a una patrulla de marines, el venado muerto por un tiro de escopeta de parte de Kyle niño en un flash back al comienzo y el tratamiento médico en EEUU del embarazo de su esposa.
Se percibe, en efecto, a raíz de estas escenas un doblez en la personalidad del francotirador, un viaje mental del cual quizás nunca regrese, un maletín muy pesado lleno de muertos que no puede devolver, anotados en su haber como si se tratara de un récord Guinnes y por lo cual lo apodan “ la leyenda”. Esa sensación es lo mejor de la película y si fuera por solo este aspecto estaríamos reconociendo al mejor Eastwood pero lamentablemente, para llegar hasta aquí, el laureado director pone por delante su opción política y tiene que hacer concesiones y transigir. En consecuencia el viejo Clint no reescribe la historia, no arriesga mucho en la puesta en escena por lo cual no podemos ver, por ejemplo, el punto de vista del francotirador iraquí, solo intuirlo, lo que, después de todo, está bien porque no estamos en Iwo Jima ni es su película. Debemos comprender eso para finalmente poder decir que se trata de una película estimable pero nada más. Que vale la pena verla aun sabiendo que hubo otro francotirador ficticio pero notable interpretado por Robert de Niro en 1978 que sin necesidad de tanto músculo ni tanto libro, era capaz de bajar al llano de Vietnam sin ser arropado por sus compañeros para enfrentar directamente a la muerte en la ruleta rusa.
GUSTAVO
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6
28 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se pueden discutir los loables propósitos que inspiraron producir la película, en cuanto valores morales que dignifican al hombre, como la búsqueda de la libertad, la toma de conciencia sobre la lucha contra el racismo, la explotación del hombre por el hombre, la discriminación en todas sus formas y, en general, por la defensa de los derechos humanos. Pero sería deleznable si se quería hacer un filme “respuesta” al “Django sin cadenas” de Tarantino acusado, en medios norteamericanos, de “burlarse del drama de la esclavitud en los EEUU”. Porque esa parecería ser la motivación principal para explicar, por ejemplo, el énfasis que ofrece la cinta en exponer gráficamente los azotes corporales y sus huellas físicas en los esclavos en un estilo sangrientamente moderado de “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson pero con un similar resultado que produce recargar las tintas, incluyéndose la truculencia del maquillaje, en la puesta de escena para generar adhesión del gran público y “replanteo”, sobre la cruel dimensión del drama histórico, entre los incrédulos y herejes del mundo que cometieron el pecado, en este contrapunto, de reírse con Tarantino.
No es el único baldón aunque sí el más visualmente notorio. Porque se trata de una película que no aporta mucha novedad en los temas que se propone, a pesar de que su comienzo es prometedor con ese fotograma del grupo de esclavos que es parte de la escena donde un capataz les enseña a cortar la caña de azúcar. Pero luego de una toma nocturna totalmente prescindible, que Mc Queen considera eje de la historia, viene todo el flash back que muestra a Solomon Northup, el hombre libre para desarrollar la ruta de la historia pero tomando mayormente caminos trillados, con personajes, incluso, maniqueos y carentes de matices. Sin embargo, hay momentos de mérito, coadyuvados por la cuidada ambientación y la excelente fotografía de colores pálidos; como la de la compra y venta de esclavos, con la previa preparación de cuerpos, los trabajos de campo presididos por la sonora amenaza del látigo, el plano detenido donde Platt está medio colgado de un árbol que, sin necesidad de diálogos, logra fuerza expresiva o la que muestra a una ex esclava que ha logrado su condición de señora de la casa mediante favores sexuales. Pero en cuanto a desempeños individuales, como el de Ejiofor, que marquen la diferencia o contrapuntos interpretativos dialogados, muy poco. Ni siquiera Fassbinder, con todo su empeño, o la buena mano del director para registrar, adicionalmente, bellos paisajes que contrastan con la sordidez y la brutalidad humana, pueden salvar la cinta de su medianía.
GUSTAVO
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