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Río Grande

Western El Coronel York combate a los apaches desde su fuerte cercano a la frontera con México. Su hijo, que ha fracasado en West Pont, se alista a su regimiento. Dispuesta a sacarlo de allí, también llega al fuerte la esposa de York. Es el reencuentro del matrimonio tras muchos años de separación. En medio de un agrio conflicto familiar, la lucha contra los indios se recrudece. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
30 de agosto de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el mundo hermético de Ford no cabe nada más. Los indios salvajes no son en realidad el enemigo, es el paisaje de la vida, los peligros, los tropezones, la vida no es fácil, así es lo que te espera, lo que te aguarda, el escorpión bajo la roca, los inconvenientes de la vida que hacen que el hombre luche y vaya superando obstáculos. Y el hombre es la estampa del soldado a caballo con la corneta dispuesta para dar la salida y adentrarse en el desierto, en ese paisaje árido totalmente deshabitado que comprende todo su mundo.

Todo es épico. La mirada de ella a su marido. La miradas del coronel a su hijo. Esas formaciones campo a través. Pero es grande, es digno de tener en cuenta ese mundo hermético porque suenan canciones tristes que lo engrandece, y que ellos escuchan con caras largas resignados esperando tiempos mejores. Existe un mundo exterior fiero, terrible, con leyes que no te servirán para nada... Es un mundo hermético, el de cada uno. Río Grande es otra de John Ford, otra de las suyas, poética, apartada, fantasmal, con sus mejores fichajes..., hecha para alcanzar las fibras sensibles a costa de la vida castrense, del drama y la aventura...

Cruzar Río Grande va contra las reglas, pero hay que cruzarlo de vez en cuando, y si te gustan estas películas y las sientes, porque te llegan al corazón, o al menos lo rozan, y sabes que luego se acaban y aquí no ha pasado nada, y te quedas tranquilo sin temor de haber perdido el tiempo, es porque eres de los que conservan la feliz idea de que puedes escapar de esa rutina que a veces es una justicia diaria y persistente. Y si tienes que huir de esa pesadez, ahí estará el sargento, tu superior y fiel amigo, para hacerse el tonto y dejarte escapar; y huirás a galope tendido y sabrás elegir, de entre todos los caballos, el mejor.
floïd blue
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10 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos al Oeste de John Ford, olvídense de pistoleros de gatillo rápido o peleas en el salón, éste es el Oeste de los pioneros, de los indios y vaqueros, y sobre todo, un homenaje a la Caballería que se jugaba el tipo defendiendo unas tierras inhóspitas para que acabaran formando parte de un país en expansión.

Dicen que John Ford sentía una mezcla de admiración y respeto por el Ejército, por los valores que transmitía y las tradiciones que respetaba, y en ese sentido “Río Grande” es un buen ejemplo de homenaje hacia la institución, y admiración hacia los individuos que la formaban.

Como el Río Rojo en la magnífica película de Howard Hawks, en la que el río que da nombre a la película es sólo el lugar de origen de la historia, aquí el Río Grande no es más que el pretexto geográfico para mostrar a ese regimiento en la delicada situación fronteriza en la que entra constantemente en conflicto militar con los indios, mientras se topa con la burocracia política con sus vecinos mexicanos que custodian la otra parte del río. Es una crítica soterrada al sistema político que juega al ajedrez desde la distancia sobre un mapa extendido en una mesa, mientras en el campo de batalla los soldados arriesgan la vida y se topan de frente con la realidad. Se deja caer la idea de que el militar al mando debe saber cuándo desenfundar el arma y tomar decisiones que superen las órdenes recibidas, y estoy seguro que tanto a Ford como a Wayne esta postura no les parecía nada mal.

Para los que tengan la suerte de ver por primera vez “Río Grande” les quitaría de la cabeza la idea de que van a ver una exaltación demagógica, ése no fue nunca el estilo del director irlandés que nunca pisó el terreno de lo convencional creando un estilo propio con un tacto exquisito, si por algo se caracteriza la obra de Ford es por el interés por las personas, sus sentimientos, su forma de actuar ante las dificultades, el compañerismo, la necesidad de aferrarse a unos valores como tabla de salvación cuando todo lo demás falle. Cuando encuentran a una de las mujeres asesinada por los indios, el coronel le dice al cabo “por supuesto que yo también querría ir a ver sus restos si fuera mi mujer, pero también querría tener a mi lado a un amigo que me lo impidiese”, porque aquí se nos muestra a un grupo de hombres que a base de combatir codo con codo han estrechado vínculos y acaban teniendo en la amistad lo más parecido al sentimiento de una familia. Como muestra, no hay más que ver todo el tiempo que el argumento dedica a la parte inicial de la instrucción de los reclutas, maravilloso tratamiento personal de los soldados y la forma de ser de cada uno, cuando pensábamos que a esas alturas ya estaríamos enfrascados en peleas con los indios, y en cambio nos estamos partiendo de risa con el sargento incendiario de Victor McLaglen, el doctor intrepretado por Chill Wills o ese grupo de reclutas a los que es imposible no coger cariño. Una de las características tan propias de Ford, hermanado en ese sentido a otro gigante como Howard Hawks.

Otro director habría empezado la historia con una escena de acción de la caballería persiguiendo indios y retratando algún pasaje heroico, y en vez de eso, nada más empezar justo tras los créditos iniciales, nos topamos con la vuelta de estos hombres al campamento tras una misión, sucios, agotados, con las mujeres esperando a un lado intentando ver entre los que han vuelto o los heridos a sus seres queridos; desolador comienzo. Son héroes anónimos. La escena se narra sin diálogos, no hay ni prólogo que nos ponga en situación ni falta que hace, ya lo entendemos todo con lo que estamos viendo, porque John Ford fue uno de los pioneros que tuvo que aprender en el cine mudo el valor de narrar con gestos silenciosos. Hay otra escena magistral a la luz de la luna, en la serenata de los cantores del regimiento, en la que la cámara bucea en los sentimientos de los protagonistas con primeros planos que trasmiten más que cualquier palabra pronunciada, es de un lirismo sentido que uno no esperaría ver nunca en un western.

Eso sí, cuando la cosa se ponga fea no duden que la caballería lo dará todo, faltaría más, y volveremos a deleitarnos con algunas escenas de acción vigorosa, como la persecución a la caravana o el ataque final al pueblo mexicano tomado por los indios. Pero hasta que eso llegue, también tendremos tiempo de darnos cuenta de lo importante que es la familia en el individuo, dialogar para perdonar errores del pasado, y los estrechos lazos que unen a los amigos frente a la adversidad y ante la misma ley si hace falta. Por algo veremos siempre a la Caballería entonando canciones tradicionales en sus avances, siendo todos una única voz aunque casi no queden fuerzas.

John Ford dijo una vez que para él Cine era ver caminar a Henry Fonda. Digo yo que Cine es también ver caminar a John Wayne y detenerse apoyando el peso de su cuerpo sobre una pierna mientras mira el horizonte. Cine puro, western auténtico.

“Río Grande” quedará a la sombra de otros westerns considerados antológicos del maestro Ford, pero estará sin dudarlo en ese amplio grupo de obras magníficas sembradas por toda su filmografía y que la engrandecen.

Cine bien contado, cine polvoriento que emociona.
Orson_
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5 de julio de 2007
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las orillas de Río Grande un destacamento de la caballería de los Estados Unidos custodia el territorio patrio siendo acosada por las tribus indígenas que no dudan en atravesar el Río (frontera entre U.S.A. y Méjico) como forma de escapar a las persecuciones federales.
La película no deja de representar una doble metáfora, por un lado la que nace de los dos personajes principales (Mauren O'Hara y Wayne), matrimonio separado por las circunstancias de la guerra de secesión que hallarán en este confín de la nueva patria americana el sentido de una nueva nación de hermandad entre los otrora enemigos, también evidente en la figura del hijo, la nueva generación crecida sin los estigmas del antiguo enfrentamiento.
La otra parte de la metáfora, entroncaría con la todavía reciente Guerra Mundial, los soldados se enfrentan ante la hostilidad de los indígenas, unidos en la causa común de atacar el destacamento (Montañas Negras, Chicaguas y Mescaleros) que podrían representar el enemigo fascista atacando a las democracias ante la pasividad política y la falta de determinación de las mismas (Méjico y USA en este caso) en unir sus fuerzas ante el enemigo común (un recuerdo para Ford que impulsó años antes una sociedad para apoyar la intervención Norteamericana en favor de la segunda república española en plena guerra civil).
No desesperemos por que el maestro Ford nos reservará algunos cartuchos de militarismo patriótico-democrático-paternalista.
Demasiado panfletaria, lo siento, no es de lo mejor y reconozco que Mauren no es de mis favoritas, McLaglen tampoco está especialmente fino, solo salvable Wayne (una vez más).
Pese a todo el principio me parece antológico títulos de credito incluídos, ya que conforman própiamente el arranque del film con un lenguaje puramente visual extraordinario (la entrada en el fuerte con los niños y las mujeres saliendo a recibir a los soldados acompañados por una impagable melodía irlandesa son sobrenaturales).
Aspectos interesantes.
polelo
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27 de febrero de 2014
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No voy a ser yo quien defienda "Río grande", ni porque es de John Ford ni porque aparece Wayne, pese a que la fotografía y el ritmo sean lo que son y pese a saber de antemano que el cine es cine y que en muchas muestras del género clásico es más que probable que aparezca la caballería invadiendo el territorio de los salvajes indios. John Ford las tiene mejores, en su extensa filmografía coincide con Wayne en muchos otros títulos y los resultados son mucho mejores. "Río Grande" procura hacer grande la sección de caballería del incipiente ejército de los USA, recordando muy partidariamente las gestas en el inmenso territorio que tenían para ellos mismos. Pero no es una película floja porque hagan lo que hacen con los indios, lo es porque la historia del coronel que recibe a regañadientes a su hijo como recién recluta me deja indiferente y porque lo ridículo de la presencia de O'Hara la hace peor. También diré, ya puestos y aunque quede fuera de lugar, que a Wayne le queda fatal el bigote...

A aquellos que les guste las del oeste pueden buscar en otro sitio, incluso en Ford, más allá de este ensalzamiento de las hazañas de la caballería yankee. Que a Ford le ponían las cornetas queda claro, aunque esta cuestión sea algo que podría no empañar una película ya justita, pero la suma de esas canciones estúpidas (unas cuantas, al menos tres) y cosas tan vistas como el rapto de los niños, hacen de "Río Grande" un título muy prescindible. Se me ocurren más cosas negativas que señalar (ese humor que no hay manera de que encaje bien, que al machote Wayne se le arranque una flecha como el que se quita una espina) pero también es cierto que cuando la acción se desata y los extras trabajan dándolo todo entre galope y galope la película ofrece su mejor cara, pero repito, creo que se queda lejos del nivel de los grandes títulos.
Luisito
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27 de mayo de 2010
23 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada que leo algo o verifico algún dato sobre el cine de John Ford, noto que se habla de la Trilogía de la Caballería. Y siempre que hago las cuentas, sumo cinco películas en las que Ford hizo, su siempre maquillado encomio, de la caballería norteña que participó en la Guerra de Secesión. Veamos: 1. “Fort Apache”, 2. “La Legión Invencible”, 3. “Río Grande”, 4.”Misión de Audaces” y 5. “El Sargento Negro”. En todas ellas, con mayores o menores cabalgatas, centradas en el fuerte o en un largo paseo en busca de los indios con afán de acabarlos, el objetivo central fue mostrar lo grandioso, noble y heróico que fue el ejército norteamericano del siglo XIX, pues había que hacer olvidar, a toda costa, las atroces infamias cometidas contra las minorías raciales (indios, negros y mexicanos, especialmente) durante más de un siglo.

Casi todas las magníficas tierras de que hoy disfrutan las oligarquías del país del norte (ascendientes ingleses) se las arrebataron, con crueldad y saña, a los nativos (indios) de ese país. Los grandes sembrados y las monumentales construcciones, los hicieron semilla a semilla, ladrillo a ladrillo, y con sudor y lágrimas, los afrodescendientes que tuvieron como esclavos. Y las magníficas tierras del sur que hoy les sirven de zonas de recreo y de suntuosidades, las usurparon a los mexicanos durante una larga agresión que conllevó los más crueles atropellos.

Había que tapar pues, aquella ignominia, y había que hacer cuanto se pudiera para que, la gente que aprende “historia” en el cine, que es bastante, quedáse convencida de que los malos fueron otros y de que los blancos son la raza insigne y pura que posee la humanidad.

“RÍO GRANDE” es más de lo mismo. Y es uno de los eslabones más blandengues de este apologético quinteto cinematográfico pro-caballería yanqui. Al principio, despierta entusiasmo: El coronel Kirby Yorke añora a su hijo a quien hace ya 15 años que no ve… y de repente, Jeff Yorke aparece en la nueva fila de reclutas que está a cinco pasos de su oficina. El chico es ya todo un hombre y demuestra carácter, independencia, recursividad, valor… y todo hace presentir que el padre tendrá que vérselas con alguien que le dará una lección inolvidable por haberlo olvidado durante tanto tiempo. No obstante, a la media hora termina esta interesante historia y entra en escena la madre del chico, representada por Maureen O’Hara, aquella preciosa mujer quien, junto a Ava Gardner y Lana Turner, fue una de Las Tres Divinas Tigresas que dio el Hollywood de los años 40-60. Pero, para infortunio nuestro, su rol aquí es de poco tino y la siguiente media hora es plana y aburrida mientras intenta vivir un nuevo romance con el padre de su hijo. Y enseguida ocurre algo nuevo, los indios secuestran una carreta llena de chicos… y la tercera película es entonces de aventuras para sacar avante el objetivo inicial de enaltecer a la “heróica” caballería norteamericana.

"Río Grande". Película muy chica.
Luis Guillermo Cardona
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