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El hombre que pudo reinar

Aventuras Danny Dravot y Peachy Carnehan, dos aventureros que viajan a la India en 1880, sobreviven gracias al contrabando de armas y otras mercancías. Un día, deciden hacer fortuna en el legendario reino de Kafiristán. Después de un durísimo viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta justo a tiempo para hacer uso de su experiencia en el combate y salvar a un pueblo de sus asaltantes. Está inspirada en un relato de Kipling. (FILMAFFINITY)
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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2011
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de aventuras, placentera y atractiva, de las que se echan de menos en el cine actual, la incógnita mantiene al espectador atento, ajeno al mundo que lo rodea.

Dos ex-soldados británicos, pillos y ambiciosos, se van de la India a Kafiristán, para intentar hacerse reyes a la vez conseguir dinero. Huston no se rompe la cabeza con un guión sencillo, con un desarrollo elemental, pero dejando un desenlace, aunque hipotético, sorprendente y adecuado, y es que este gran director, esta vez no sorprende con ello, pero si con la magnificencia y la estética que rodea a la película, con unos formidables exteriores, un vestuario pomposo, una fotografía impecable y un reparto de lujo, con dos grandes actores del momento y de la historia.

Sean Connery y Michael Caine, principales reclamos de esta película, son dos actores, que con solo su presencia pueden llenar cines y salas por doquier, y una vez más, llenan la pantalla de tal forma, que hacen de una película interesante, se vuelva notable, y es sus formalismos y peculiaridades interpretativas, junto a esos portes “caballerescos” y “pillos”, les confieren esa notoriedad que les falta a muchos de los actores de hoy en día.

Sí echan de menos el cine de aventuras de antaño, y a los “rufianes” del pasado, no deben dejar de verla, el regocijo está presente.
Ranxomare
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4 de octubre de 2010
34 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recordaba yo la lectura de las novelas de Kipling en esos años de infancia, donde todo parece increíble y se devoran historias como el que busca tesoros escondidos. Un mago el señor Kipling en el arte de hacernos soñar.
Si Kipling me trae buenos recuerdos qué decir de los paisajes del Atlas, seguramente los lugares que más me han impresionado de todos los que recuerdo haber visto. El Dades, El Dráa, Tizi nTika, el Ourika,.... Maravillas de este mundo.

Esta película con su alegre puesta en escena, su ritmo juvenil y su humor familiar me llenó de nostalgia. Kafiristán, al que no puedo separar de mi querido Atlas, me conquistó de nuevo.

Lástima que ahora, qué malo es hacerse mayor, ese tufillo imperialista que impregna la película deje un poso un tanto siniestro. Héroes ocidentales que llegan, guerrean, saquean, conquistan y mueren con honor. El imperialismo como ideal romántico. ¿Suena atroz, verdad?

Mejor me vuelvo a los recuerdos de mi infancia donde no se captaban esas cosa.
davidlozoya
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19 de enero de 2010
33 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende lo bien que se ven los ambientes y el colorido en una TV actual. Mis expectativas ante Huston y los magníficos Connery y Caine, se han visto defraudadas por un guión para niños, lleno de payasadas. A Caine no me lo creo en el papel de pillo y Connery pierde todo su potencial interpretativo de bufón superhombre. El guión, aunque esté basado en una buena novela (que desconozco), resulta demasiado poco creíble, incluso esperpéntico. Por otra parte, se destila falta de respeto por una cultura tan ancestral como la india. Abuso de topicazos facilones. Por lo demás es preciosista, y si uno es capaz de abandonar su espíritu crítico y volver a la infancia, puede pasar un buen rato. Yo, la segunda vez que he intentado verla, he tenido cortar a la mitad.
tote
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8 de mayo de 2008
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Hay más de John Huston que de Rudyard Kipling en "El hombre que pudo reinar"? Quizás sí, o quizás no. Ambos fueron, cada uno a su manera, gente de aventura, paradigma del hombre que encuentra su propia identidad a través de lo extraño, de lugares y culturas en los que el latir de lo primigenio remite a tiempos entreverados de leyenda. Ambos asumen el papel de cronistas de los acontecimientos, pero a su vez, no dejan de participar en ellos; hasta qué punto asume Huston el reflejo de sí mismo y del escritor en las personas de los dos protagonistas del filme, eso lo dejo al criterio de cada espectador. Pero me gusta imaginar un posible encuentro entre ellos, quizás en algún interminable desierto árabe, quemados por el sol de la aventura y el hambre de la conquista, intercambiando manuscritos, o impresiones sobre la marcha, planificando la acometida del día siguiente, desafiando a la locura, al desarraigo y a lo desconocido...
Como ellos, dos tipos unidos por el hambre de aventura, una amistad inquebrantable y sobre todo, un absoluto desdén por los convencionalismos, se lanzan a la empresa de erigirse en reyes del reino de Kafiristán, un territorio salvaje poblado por sanguinarias tribus al que arribarán tras diversas penurias y dificultades (encaradas, eso sí, con encomiable sentido del humor británico). Lo que sigue a continuación no es tan sólo una maliciosa parodia del impacable colonialismo albionense sino también una celebración del espíritu de aventura en toda regla, quizás la clave definitiva de porqué el ser humano ha abandonado su hogar para traspasar las fronteras de lo desconocido, encontrándose, las más de las veces, con el fracaso o con la muerte y a pesar de ello, prosiguiendo incansablemente tras un espejismo de conquista que en realidad no existe sino en la mente del aventurero.
Si queréis descubrirlo, sentirlo o recordarlo, tenéis que verla.
Neathara
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15 de enero de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al parecer este era un esperado proyecto que Huston pensaba filmar, y que se remonta a 1952, el cineasta pensó en Humphrey Bogart, Spencer Tracy y Clark Gable, pero que por diversos motivos se fue aplazando indefinidamente, el cineasta estaba muy interesado en el relato corto del escritor inglés y premio Nobel, Rudyard Kipling , en 1974 el productor John Foreman le propone a Huston hacer la película con Paul Newman y Robert Redford, la misma pareja que años atrás le había reportado al productor un gran éxito comercial con “Dos hombres y un destino”. El proyecto siguió adelante, y en mi opinión, hay que alabar la honestidad profesional de Newman, que decidió renunciar al film, puesto que pensaba que, por la idiosincrasia del relato, tenía que ser interpretado por actores ingleses. La elección fue indiscutiblemente mucho más adecuada como el propio Huston ha reconocido.

El relato está situado en Kafiristán – hoy conocido como Nuristan – y en la India, la corta historia de Kipling daba para apenas media hora de película, por lo que más que adaptación, es una recreación. Huston y Gladys Hill, su secretaria y coautora del libreto, cambian la estructura del relato y, además de convertirlo en un “flash-back” con frecuentes intervenciones del narrador – Peachy -, introducen igualmente al personaje de Kipling encarnado por Christopher Plummer – ante cuya presencia los dos protagonistas van a firmar el contrato de su aventura conjunta -, Peachy Carnehan (Michael Caine) y Daniel Dravot (Sean Connery), ya no son militares en activo sino dos ex sargentos que detestan el imperio británico, dos pícaros que viven del engaño, del robo, de la extorsión y el chantaje, pero que tienen su código del honor, héroes capaces de nadar hacia la catarata. Ante un Kipling incrédulo firman los dos amigos no tocar mujeres y bebidas hasta conseguir a través de un largo viaje ser reyes de Kafiristán.

Uno de las mejores obras de Huston, el canto del cisne de un cine de aventuras y de aventureros que hoy desgraciadamente se ha extinguido, siendo sustituido por los efectos especiales, tan deslumbrantes como vacuos, tan apabullantes como infantiles, huérfanos del espíritu romántico de acometer gestas heroicas. Los diálogos son hilarantes “Si un griego pudo conseguirlo (Alejandro Magno) 2214 años antes de Cristo, ¿Por qué no nosotros?”; “No somos dioses pero somos ingleses, que es casi lo mismo”. Una vez más Huston contrapone la camaradería – la fraternidad de los masones - a las religiones establecidas. La debilidad del ser humano ante la tentación del poder y la riqueza, el orgullo y la presunción de Danny en creerse un Dios.

Las localizaciones del film y la asombrosa fotografía de Oswald Morris son fascinantes. La simpatía que despierta este film, creo que se debe al espíritu de los grandes clásicos, y por la interpretación de sus protagonistas, la cual se desmarca del registro naturalista habitual en el cine americano de esa época, pues hablan y se mueven desde la mítica, esa mítica que parecía perdida definitivamente. El clasicismo aventurero que he invocado está presente de varias formas: en el itinerario físico y moral a la vez, de nuestros amigos, en que se trata de un relato desde la experiencia a la manera de las historias de aprendizaje. Pocas veces en la historia del cine el género de aventuras ha estado tan bien tratado. Huston se mantuvo fiel a una mirada más clásica y noble, menos artificiosa, el gran mal de la mayoría de las superproducciones actuales.
Antonio Morales
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