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Apache

Western Después de años de sangrienta lucha contra los colonos y el ejército, el jefe apache Gerónimo se ve obligado a abandonar su tierra. Pero Massai (Lancaster), el guerrero más orgulloso de la tribu, se niega a aceptar la derrota y se enfrenta con astucia a la caballería. Y a medida que su cruzada se acerca al final, se dará cuenta de que debe perseverar, no sólo para salvar su vida, sino también para preservar el orgullo de su raza. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una buena película del Viejo Oeste, o más bien de un "Oeste más moderno" ya que la época recreada no es la que más comunmente se encuentra en los westerns de Hollywood. La actuación de Lancaster es muy buena y si no fuera por el acentuado brillo azul de sus brillantes ojos habría sido casi perfecta, pero, ese pequeño detalle para mi gusto hace caer un poco el guión y no logra que el espectador se retire sicológicamente de los estudios de Hollywood para meterse de lleno en los territorios naturales y silvestres en que se desarrolla. El director Aldrich supo aprovechar bastante bien las naturales cualidades atléticas de Burt Lancaster a pesar de sus ya casi 41 años de edad, y de las que ya había hecho gala en "El Pirata Hidalgo" como en otras. La pareja de Lancaster y Jean Peters es muy encomiable cuando actúan como indios, ya semisalvajes a esa altura de la historia de 1888 (cierta brutalidad - como debe ser - en su relación y muy pocas sonrisas la hace mucho más creíble); . . . qué lástima lo de los ojos celestes!. En definitiva es una buena película que pudo haber sido mucho mejor si el "apache" hubiera sido un verdadero Apache!.
coa
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9 de junio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras Big Leaguer (1953), película que reafirmó como buena, pero no indicadora de lo que quería expresar en el medio cinematográfico, el símbolo del cine estadounidense de posguerra Robert Aldrich se reveló ante el mundo con Apache, excelente wéstern antibelicista, crítico y revisionista sobre las convenciones del género y de la propia sociedad americana. En una pionera hazaña por restaurar la dignidad y el honor del pueblo indio, Aldrich saborea el amargo sabor del crepúsculo del Viejo Oeste desde la rendición del legendario jefe apache Gerónimo en 1886 y el posterior sometimiento institucional hacia los nativos americanos, condenados a ver cómo su cultura y todo lo que fueron moría con el nacimiento de los Estados Unidos. Esta labor de restauración histórica imprime la leyenda de Massai (Burt Lancaster), guerrero apache renegado de las nuevas circunstancias que amenazaban la supervivencia de los suyos, que, con la cabeza bien alta y el corazón lleno de orgullo, decidió proclamar la guerra al mundo entero.

Antes de 1954 se habían rodado grandiosos e innumerables wésterns. El caballo de hierro (John Ford, 1924), Espíritu de conquista (Fritz Lang, 1941) o La diligencia (John Ford, 1939) son algunos de ellos. Y, si en algo se parecen, es en la deshumanización y simplificación extrema del nativo americano. Son asesinos, bestias, depredadores que atacan en manada hasta la llegada del 7º de caballería que los arrasa sin piedad en una gesta heroica. Pero también podían ser bufones, ridiculizados por la ignorancia hacia un nuevo mundo que se erguía, con furia y vigor, ante sus ojos. La esquematización casi sistemática de toda una cultura se fue incrustando, a la fuerza, en el ideario popular de una forma tan cruel como deshonesta con la historia. Pero finalizó la Segunda Guerra Mundial, llegó la década de 1950 y, con ella, un período de revisionismo en la escena cinematográfica norteamericana. El macartismo y el Comité de Actividades Antiestadounidenses se hicieron dueños de las recientes inhóspitas tierras pobladas por cineastas como Elia Kazan, Joseph L. Mankiewicz o Joseph Losey, calumniados, expulsados y perseguidos como si fueran los mismos indios que décadas atrás sufrieron las consecuencias del inicio de una nueva era. Entre estos nativos cinematográficos estarían Fred Zinnemann, replicando las nuevas circunstancias de los Estados Unidos en forma de wéstern revisionista con la obra maestra Solo ante el peligro (1952), o Robert Aldrich, con esta particular Apache.

Aldrich vio en la novela de Paul I. Wellman (Broncho Apache, 1952) la oportunidad perfecta, a pesar de ser pagado con el mínimo sindical, de plantar su simiente estilística y hacerla crecer bajo el sol abrasador del Salvaje Oeste. Simiente que, al igual que el maíz cheroqui, supo crecer en todas partes. Desde el wéstern hasta el bélico con ¡Ataque! (1956) o el noir con El beso mortal (1955), Aldrich labró un campo de cultivo próspero y único en las vírgenes tierras del cine norteamericano de posguerra, cosechando fama internacional cuando los críticos franceses, Françcois Truffaut entre ellos, se aventuraron en ellas. De espíritu crítico y revisionista, el nacido en Rhode Island, a la hora de la siembra, cambió el hoyo por las fisuras morales de la sociedad estadounidense desde las que florece Apache con independencia, orgullo y, sobretodo, violencia.

Tres atributos que conforman al héroe protagonista de esta homérica aventura marcada por la incansable búsqueda de la dignidad personal, marcado y rastreado por el poder institucional responsable de corromper a una sociedad entera, incluyéndose en ella a sus semejantes apaches. Una situación familiar para todos aquellos que, durante los años 50, fueron acusados de comunismo por el 7º de caballería del momento: el senador McCarthy. Massai fue el padre fundador de, como denominaba el escritor e historiador Román Gubern, ‘una galería de héroes frustrados y amargos… infelices, grises y desafortunados’ desde las que se erige el urgente alegato contra el poder que ha marcado la filmografía del cineasta, con una fuerza agresiva, rabiosa y revolucionaria incluso dentro de los estándares e imposiciones de Hollywood. La sociedad enfrentada al individuo, y la violencia subversiva como única vía de diálogo. Es, por encima de todo, la violencia lo que prevalece, tanto en el cine de Aldrich, como en la convulsa e intencionadamente malinterpretada historia americana, forjada a base de hierro y sangre. Por así decirlo, Apache es un reflejo de América y Aldrich, su espejo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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7 de agosto de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cosa es la caracterización, algo respetable y profesional, y otra disfrazarse, que es lo que hace la gente para jugar.
Burt Lancaster, con maquillaje tono Pepe Rubio y pelucón desgreñado de corte Mowgli, intenta parecer un apache, pero se limita a hacer el indio. El guión no le ayuda.

No puedo entender que alguien se haya tomado en serio esta película. Qué buen corazón tenéis, caray.

Los militares son profundamente idiotas, hasta el punto de dejarse las ventanas abiertas ahí donde están sus prisioneros y luego pasmarse de que se les escapen. ¿Cómo lo habrán conseguido? Y lo del plan para acabar con el indio rebelde… me parto. ¡Qué calamidad! Pero esta gente tan torpe cómo pudo colonizar a los nativos… no se entiende.
Los indios, sin embargo, tienen habilidades inauditas. Son capaces, por ejemplo, de que les crezca el maíz, que es un cultivo veraniego, cuando por descuido se les caen unas semillas a un nevero.

Los fallos de raccord también entretienen. Lancaster afana un sombrero, deja su pañuelo tirado por ahí, y al rato el sombrero desaparece y vuelve a tener el pañuelo en la cabeza, pero le cambia de color. Ahora rojo, luego gris, después color cremita. Pero leñe, que tiene más complementos el indio este que la Barbie. Con lo bruto que es y qué coquetuelo.

Las pelis de indios y vaqueros siempre me parecieron muy tontacas, pero las de indios y militares son aún peor. Vaya que si.
VALDEMAR
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5 de noviembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cochise, Jerónimo y por último Massai constituyen la triada de la resistencia, y de la dignidad, del pueblo apache frente a la colonización del Oeste americano. La cinta está basada en los hechos reales que se atribuyen al indio Massai (Lancaster). Su renuncia al pacto con los blancos aceptado por Jerónimo, su deportación desde Nuevo Méjico hasta Florida, la huida del tren que los lleva encadenados y el difícil retorno hasta su tierra, para de nuevo ser allí denunciado por sus antiguos compañeros. Si hasta entonces habíamos visto al indio rebelde, ahora tenemos el indio que odia. Y que odia a todos: "Cuando un apache odia, nadie le detiene en su sed de venganza".
La película está centrada en Massai, cuya personalidad queda muy bien descrita, pero conviene atender a varias relaciones interesantes que conviene señalar. Por un lado los soldados y exploradores que suelen tener una actitud prudente hacia él, otra cosa muy distinta son los encargados de la administración de la reserva, como de constumbre avaros y tiranos. No quedan mucho mejor parados sus compañeros de tribu, traidores y colaboracionistas, actitud muy distinta a la mostrada por el indio cherokee que le aconseja aclimatarse y cultivar el maíz en su propia tierra. Frente a todas estas actitudes Massai elegirá el camino de la violencia y de la venganza, de la que únicamente lo salvará el amor de Nalinle (Peters) y la agricultura.
Destacan las reseñas que es una de las primeras cintas en las que el indio se muestra en toda su dignidad de persona. Es cierto, como lo es también la buena y un tanto explosiva interpretación de Lancaster, pero poco más encontramos destacable en la obra al margen de lo dicho. Estimamos que podía haber dado mucho más juego narrar el recorrido épico de más de 1.200 millas desde San Luis hasta llegar a su poblado cruzando el río Pecos. Por otra parte la caracterización, vestuario y maquillaje de la pareja protagonista es muy deficiente.
Salvando algunas exageraciones y un final un tanto edulcorado, la obra en su conjunto resulta bastante entretenida. Los indios, por fin, se muestran en el celuloide en toda su dignidad.
Lafuente Estefanía
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7 de abril de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es muy curiosa. Burt Lancaster no resulta muy creíble como indio apache de ojos azules, pero le imprime tal energía, dinamismo y personalidad a su personaje que lo hace vivo y humano, pese a su violencia, porque al fin y al cabo Massai representa la lucha por la vida, la superación de las dificultades, la conquista de un futuro mejor, un hombre hecho a sí mismo, y, finalmente, un ejemplo de individualismo a ultranza.

La historia se basa en un indio real y auténtico, Massai, pero sus andanzas se dulcifican para contar una historia de amor y superación. Se trata de mostrar la adaptación de un guerrero indio a los tiempos posteriores a las guerras indias, en una posguerra que sirve para hablar, indirectamente, de la posguerra posterior a la Segunda Guerra Mundial. Tal vez por eso esta película fue un éxito de taquilla en su momento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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